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Así se creó el "pequeño museo más bello del mundo" (y está en España)
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hasta el 30 de junio

Así se creó el "pequeño museo más bello del mundo" (y está en España)

Hace 58 años, en una España franquista y sin museos de arte contemporáneo, abrió sus puertas el Museo de Arte Abstracto de Cuenca. Una exposición cuenta ahora esa insólita aventura

Foto: Fotografía publicada en 1966 en la revista 'Time' en el reportaje sobre el nacimiento del Museo Español de Arte Abstracto de Cuenca. Eric Schaal / Cortesía Eric Schaal Estate
Fotografía publicada en 1966 en la revista 'Time' en el reportaje sobre el nacimiento del Museo Español de Arte Abstracto de Cuenca. Eric Schaal / Cortesía Eric Schaal Estate
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A finales de 1966, Alfred H. Barr, primer director del famoso MoMA de Nueva York y uno de los responsables de ‘inventarse’ el que con el tiempo se convertiría en el museo más influyente del siglo XX, viajó a España. Y, por supuesto, se empeñó en visitar el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, la única y solitaria iniciativa en todo el panorama cultural español que entonces exhibía arte contemporáneo: expresionismo abstracto, informalismo, op-art…

Barr y su mujer, Margaret Scolari, pasaron toda una mañana recorriendo embelesados las salas del Museo Abstracto de Cuenca, que hacía sólo unos meses que había abierto sus puertas en un espacio absolutamente insólito: en las famosas casas colgadas de esa ciudad castellana, construidas en el siglo XV y situadas a 200 metros de altura sobre la hoz del río Huécar. La pareja contempló las 266 obras de 87 artistas que componían esa exposición inaugural y que se exhibían con una museística tan cuidada como moderna. “Es el pequeño museo más bello del mundo”, concluyó Barr al finalizar su visita.

placeholder 'Las Casas Colgadas', 1967. Jaume Blassi
'Las Casas Colgadas', 1967. Jaume Blassi

Esa frase da ahora título a la exposición que, desde mañana viernes y hasta el 30 de junio, la Fundación Juan March dedica a la fascinante historia del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, el primer museo de arte contemporáneo del país, creado gracias a la visión pionera de un artista y gestionado por artistas, completamente al margen de la cultura oficial del régimen franquista. La muestra analiza su nacimiento y, aprovechando que el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca está parcialmente cerrado por obras de climatización, presenta una amplia selección de las piezas más representativas de sus fondos, exhibiendo trabajos de absolutamente todos los artistas presentes en su colección y que constituyen lo más granado de la abstracción española entre los años 50 y 80: Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Antonio Saura, Jorge Oteiza, Gerardo Rueda, Manolo Millares, Pablo Palazuelo, José Guerrero, Fernando Zóbel, Gustavo Torner, Eusebio Sempere, Modest Cuixart, Elena Asins, Eva Lootz, Soledad Sevilla o Miguel Ángel Campano, por citar algunos de los más conocidos.

“El museo de Arte Abstracto Español de Cuenca fue pionero en un país sin museos, un museo nacido de la iniciativa personal de un artista, Fernando Zóbel, y gestionado por artistas”, nos cuenta Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March y uno de los comisarios de esta exposición. Aunque a finales de la década de los 50 y durante los años 60 los artistas abstractos españoles no paraban de cosechar reconocimientos internacionales, sobre todo en las bienales de Venecia y São Paulo, de puertas para adentro las autoridades culturales franquistas los ignoraban profundamente. “España carecía de espacios dedicados a coleccionar y exhibir ese nuevo arte”, sentencia Fontán del Junco.

placeholder Fernando Zóbel en el estudio de Gustavo Torner en Cuenca, 1967. (Jaume Blassi)
Fernando Zóbel en el estudio de Gustavo Torner en Cuenca, 1967. (Jaume Blassi)

Eso es algo de lo que el artista Fernando Zóbel se dio cuenta poco después de su llegada a España en 1955. Nacido en Manila, en el seno de una de las familias más acaudaladas y poderosas de Filipinas, Zóbel estudió en la Universidad de Harvard en Estados Unidos, y a mediados de los años 50 se plantó en España, donde enseguida comenzó a coleccionar obra de artistas abstractos de su generación y a trabar amistad con muchos de ellos.

Era alguien muy viajado, que conocía muy bien todos los grandes museos de Europa, Asia y Estados Unidos y estaba muy al tanto de la obra de Rothko, de Pollock, de Burri y de otros muchos artistas contemporáneos. “Y enseguida se percató de que España era un país con grandes artistas abstractos pero sin museos”, en palabras de Fontán del Junco.

Y decidió que él haría ese museo.

Ya desde el principio, Zóbel tuvo muy claro que ese nuevo museo sería completamente privado, al margen del régimen franquista y enteramente sostenido por él mismo, con la colaboración de otros artistas. También decidió que no estaría localizado en una gran ciudad como Madrid, Barcelona o Sevilla. Empezó a buscar posibles sedes en Ávila, en Toledo, en Albacete… “Hasta que un día el pintor Gustavo Torner, al que había conocido en la Bienal de Venecia, le habló de Cuenca, su ciudad natal, y de las casas colgadas, que entonces acababan de rehabilitarse y a las que el Ayuntamiento de la ciudad aún no había decidido qué uso darles”, señala Manuel Fontán del Junco.

placeholder Artistas y amigos asistentes a la inauguración del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. (Fernando Nuño)
Artistas y amigos asistentes a la inauguración del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. (Fernando Nuño)

Zóbel acudió a Cuenca y se quedó cautivado por esas casas de vértigo construidas en voladizo sobre un acantilado. Aquel era sin duda el emplazamiento que andaba buscando. Rápidamente, se puso en contacto con el alcalde de Cuenca y le propuso crear allí un museo de arte abstracto. El alcalde aceptó y le cedió el alquiler de esas casas por un precio simbólico.

Las edificaciones fueron rehabilitadas y las salas de exposición, muy meditadas. Zóbel, con la estrecha colaboración de Torner y de Gerardo Rueda, optó por una arquitectura interior moderna, pero que tenía muy en cuenta las singularidades de la edificación medieval, austera a la vez que sofisticada, y que convirtió al museo en una pequeña joya en sí mismo. Los elementos originales que se podían salvar se salvaron: los artesonados de algunos techos, las yeserías de las paredes, las ventanas de madera… Se jugó deliberadamente con el recorrido laberíntico de las casas. Se creó la llamada ‘sala blanca’, toda ella pintada de ese color y con el suelo inmaculado a base de manos y manos de Titanlux. Se puso en marcha la conocida como ‘sala negra’, envuelta en una densa penumbra de la que emanaban varias obras iluminadas por potentes golpes de luz. Y las obras de arte se colocaron bien separadas entre sí, permitiendo que respiraran. No se dejó nada al azar.

placeholder 'Brigitte Bardot', de Antonio Saura, una de las obras emblemáticas del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. (Colección Fundación Juan March, Museo de Arte Abstracto Español, Cuenca)
'Brigitte Bardot', de Antonio Saura, una de las obras emblemáticas del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. (Colección Fundación Juan March, Museo de Arte Abstracto Español, Cuenca)

El 1 de julio de 1966 el Museo Español de Arte Abstracto de Cuenca abrió sus puertas. No hubo inauguración institucional con presencia de las autoridades. Simplemente, se invitó al alcalde de Cuenca a girar la llave que abría las puertas de la sede y, después, Zóbel y una legión de artistas se fueron a celebrarlo con una cena.

La prensa internacional enseguida se hizo eco de la apertura del museo, el primero en España dedicado al arte contemporáneo. La revista Time, por ejemplo, publicó un amplio reportaje de cuatro páginas, y muchos periódicos dieron cobertura a la noticia y se deshicieron en elogios. Muy pronto el museo se convirtió en un referente en España, permaneciendo durante 20 años como el único museo de arte contemporáneo del país. Un museo muy especial, que por ejemplo contaba con una biblioteca abierta al público repleta de catálogos y de revistas de arte internacionales que entonces era difícil encontrar en España.

La ciudad de Cuenca se vio profundamente transformada por esta iniciativa: se llenó de visitantes, tanto españoles como extranjeros, y se convirtió en un destino importante para los amantes del arte abstracto. En 1986, y siempre como resultado de la apertura del museo, nació la facultad de Bellas Artes de Cuenca.

placeholder Aspecto de la exposición 'El pequeño museo más bello del mundo'. (Alfredo Casasola-Fundación Juan March)
Aspecto de la exposición 'El pequeño museo más bello del mundo'. (Alfredo Casasola-Fundación Juan March)

Zóbel siguió ampliando su colección durante toda su vida. Pero en 1980, cuando contaba 56 años, su maltrecha salud hizo que empezara a preocuparse por el destino que a su muerte podía correr el museo y su colección. Se planteó fugazmente donar su colección al Ayuntamiento de Cuenca, pero finalmente decidió que lo suyo es que el conjunto de obras de arte que había atesorado a lo largo de toda su vida siguiera en manos privadas. En aquella época, no había en España muchas instituciones privadas dedicadas al arte contemporáneo, y la elección de Zóbel recayó en la Fundación Juan March.

El acuerdo se firmó en 1981. Así que cuando el artista murió en 1984, hacía ya tres años que la titularidad del Museo de Arte Abstracto de Cuenca había pasado a manos de la Fundación Juan March, que también había recibido como donación las 2.500 obras de la colección de Zóbel, así como sus archivos y su biblioteca.

En 2022 dieron comienzo en el museo unas obras para su completa climatización. Y aprovechando el cierre parcial del edificio, se concibió una exposición itinerante con algunas de las obras más destacadas de su colección. Esa exposición ya ha recalado en Granada, en Barcelona, Dallas y la ciudad alemana de Coblenza. Ahora llega a Madrid, a la sede de la Fundación Juan March. Y la verdad es que merece mucho la pena verla.

A finales de 1966, Alfred H. Barr, primer director del famoso MoMA de Nueva York y uno de los responsables de ‘inventarse’ el que con el tiempo se convertiría en el museo más influyente del siglo XX, viajó a España. Y, por supuesto, se empeñó en visitar el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, la única y solitaria iniciativa en todo el panorama cultural español que entonces exhibía arte contemporáneo: expresionismo abstracto, informalismo, op-art…

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