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El Reina Sofía despliega la mayor exposición dedicada nunca a Tàpies: "Es una fiesta"
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El Reina Sofía despliega la mayor exposición dedicada nunca a Tàpies: "Es una fiesta"

El museo reúne hasta el 24 de junio alrededor de 220 obras del artista catalán, en un gran colofón a los actos por el centenario de su nacimiento. "Es una muestra 'antiinstagramers", dice Borja-Villel

Foto: Un visitante del Museo Reina Sofía pasa junto a '7 de noviembre', obra de Antoni Tápies en honor a la creación ese día de 1971 de la Asamblea de Cataluña.  (EFE/Chema Moya
Un visitante del Museo Reina Sofía pasa junto a '7 de noviembre', obra de Antoni Tápies en honor a la creación ese día de 1971 de la Asamblea de Cataluña. (EFE/Chema Moya
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Antoni Tàpies (1923-2012) tenía un modo muy peculiar de trabajar. Aunque creaba de manera incansable durante todo el año —se le atribuyen en total unas 9.000 obras, sin incluir su obra gráfica ni sus cuadernos de artista—, solía concentrar su producción en un periodo particular: desde finales del mes de abril hasta septiembre. Poco después de Semana Santa, solía encerrarse en el estudio prácticamente vacío de su casa de campo, donde su compañera de toda la vida, Teresa, se preocupaba de que no le faltasen lienzos, maderas y demás materiales.

Tàpies iba anotando en cuadernos sus ideas, sus sueños… Pero, sobre todo, iba generando entre esas cuatro paredes un ambiente especial, creaba un entorno en el que conseguía que se estableciera una relación entre los distintos elementos que allí se encontraban, una especie de corriente eléctrica que lo atravesaba todo. Y se quejaba de que ninguna de las numerosísimas exposiciones de las que era objeto lograba recrear esa atmósfera tan especial que era su modo de trabajar.

placeholder Vista de una de las salas de la exposición 'Antonio Tàpies. La práctica del arte', en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.  EFE / Chema Moya
Vista de una de las salas de la exposición 'Antonio Tàpies. La práctica del arte', en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. EFE / Chema Moya

La exposición que el Reina Sofía le dedica ahora sí que lo consigue. Comisariada por Manuel Borja-Villel, Antoni Tàpies. La práctica del arte reúne alrededor de 220 obras procedentes de rincones de todo el mundo en la mayor retrospectiva dedicada hasta la fecha al artista, una magnífica guinda a la celebración de los fastos por el centenario de su nacimiento. “Es una fiesta”, en palabras de Manuel Segade, director del Reina Sofía. “Permite trazar un mapa de las colecciones privadas y públicas que tienen obras suyas y que dejan muy claro su peso como artista”.

La muestra es absolutamente fantástica y permite contemplar la formidable y dilatada trayectoria de un creador monumental, de un artista que experimentó con el lenguaje y los materiales, que tuvo un fuerte compromiso político pero que también dejó espacio en su obra a la poesía, a la intimidad y a la cotidianidad. Un artista absolutamente contemporáneo que a través de sus obras nos interpela sobre asuntos tan actuales como la relación entre el arte y la ciencia o la relación entre la naturaleza y el ser humano.

Lo siento por los instagramers, pero esta es una exposición que no se puede fotografiar”, aseguraba Manuel Borja-Villel en referencia a sus denodados y exitosos esfuerzos por conseguir dotar a la muestra de ese potente elemento vital que impregnaba el estudio del artista, de esa energía creadora que ahora en el Reina Sofía se percibe pero no se ve. Y lo logra a través de su profundo conocimiento de Tàpies (esta es la sexta exposición sobre él que comisaría) y de diez ambientes distintos que recrean diez estudios imaginarios en los que el artista catalán habría generado sus obras.

placeholder Una de las obras de Antonio Tàpìes presentes en la retrospectiva que le dedica el Reina Sofía.  EFE / Chema Moya
Una de las obras de Antonio Tàpìes presentes en la retrospectiva que le dedica el Reina Sofía. EFE / Chema Moya

Tàpies fue un artista enorme, sin duda el más importante de España en la segunda mitad del siglo XX y uno de los más relevantes de todo el panorama internacional. Sus inicios estuvieron marcados por su interés con las vanguardias históricas en la España de la posguerra en la que apenas circulaba ninguna información sobre esas corrientes artísticas. Empezó a descubrir artistas como Kandinsky o Van Gogh. Una beca del Instituto Francés de Barcelona le permite residir una temporada en París entre 1951 y 1952, donde conoce a Picasso y se zambulle de lleno en las vanguardias internacionales.

Sin embargo, a mediados de los años 50 Tápies había ya dado un gigantesco salto formal. Sus obras empiezan a mostrar un lenguaje propio y un importante interés por la ciencia y la materia, materia que él considera viva.

La enorme y personalísima fuerza de su trabajo le hacen disfrutar desde muy joven de gran repercusión internacional. En 1962, con sólo 38 años, el Museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una importante retrospectiva. y en 1964 es invitado a participar en la III Documenta de Kassel, donde muestra ocho obras, tres de ellas expresamente creadas para la ocasión y que rara vez se han podido volver a ver juntas. En la exposición del Reina Sofía se puede.

placeholder Una mujer pasa junto a la obra de Tàpies titulada  'A la memoria de Salvador Puig Antich' (1974). IHV
Una mujer pasa junto a la obra de Tàpies titulada 'A la memoria de Salvador Puig Antich' (1974). IHV

Y también está presente el compromiso político de Tàpies, su antifranquismo en los años 60 y 70, con obras como A la memoria de Salvador Puig Antich (1974), en recuerdo de ese anarquista catalán o L’esperit català (1971). Un compromiso que le acompañó siempre, como cuando en 1993 recibió el León de Oro de Pintura de la Bienal de Venecia y no pudo evitar recordar que a pocos metros se libraba una guerra terrible, la de los Balcanes. Un horror que también recogió en una de sus obras más conocidas de sus últimos años, Dukkha (algo así como vacío y desilusión), que muestra un bulto que parece un cuerpo humano envuelto en una arpillera, y que no falta en la exposición del Reina Sofía.

Pero en el museo madrileño también está el Tápies más íntimo, el de la serie Teresa (1966), compuesta por 56 dibujos repletos de referencias domésticas, familiares, de intimidad y erotismo compartido y destinados a Teresa Barba, a quien conoció a finales de los los 40 y quien fue su compañera de vida.

placeholder Un visitante, junto a la obra de Tàpies 'L'esperit català' (1971). IHV
Un visitante, junto a la obra de Tàpies 'L'esperit català' (1971). IHV

Las últimas salas se concentran en el trabajo de Tàpies en sus dos últimas décadas de vida, cuando su obra se va impregnando de melancolía y de referencias a la muerte, la enfermedad y el dolor. Es también el fin de las utopías, de la caída del Muro de Berlín y de la URSS. Pero, a pesar del dolor y la pérdida, Tàpies no deja de insistir en la importancia del arte como herramienta de denuncia al servicio de la sociedad y en el compromiso del artista en hacerla valer.

“Cuando un artista muere, con frecuencia su obra entra en un túnel oscuro”, señala Antoni Tàpies, hijo del pintor. “Esta exposición va a permitir que su obra sea revisitada y vuelva a estar en el lugar en el que se merece”.

Antoni Tàpies (1923-2012) tenía un modo muy peculiar de trabajar. Aunque creaba de manera incansable durante todo el año —se le atribuyen en total unas 9.000 obras, sin incluir su obra gráfica ni sus cuadernos de artista—, solía concentrar su producción en un periodo particular: desde finales del mes de abril hasta septiembre. Poco después de Semana Santa, solía encerrarse en el estudio prácticamente vacío de su casa de campo, donde su compañera de toda la vida, Teresa, se preocupaba de que no le faltasen lienzos, maderas y demás materiales.

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