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Dionisio Ridruejo, un converso español a la contra: de falangista a antifranquista
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Dionisio Ridruejo, un converso español a la contra: de falangista a antifranquista

La figura de esta serie veraniega dedicada a los conversos es un soriano que realizó el viaje más poco habitual de la derecha a la izquierda

Foto: Dionisio Ridruejo, en un mitin cuando aún era falangista.
Dionisio Ridruejo, en un mitin cuando aún era falangista.

La conversión política más habitual es la que lleva de una juventud izquierdista a una madurez conservadora. El caso contrario es menos frecuente y, precisamente por eso, resulta más llamativo. Sin duda, en la España del franquismo hubo muchos viejos falangistas que se decepcionaron con el régimen, pero ninguno lo hizo con la brusquedad, rapidez y profundidad de Dionisio Ridruejo. Se ha convertido en un tópico decir que durante buena parte del siglo XX hubo dos Españas; hay quien cree incluso que hubo tres. Si fue así, Ridruejo perteneció a todas ellas en distintos momentos de su vida.

El 3 de diciembre de 1935, a petición de José Antonio Primo de Rivera, el líder de Falange Española, el joven poeta Dionisio Ridruejo se reunió con otros falangistas en el sótano del Or Kompon, un restaurante vasco cercano a la Gran Vía. Su cometido era escribir un himno alegre y triunfalista que se pudiera cantar al final de las reuniones de los camaradas.

Fue una tarea colectiva: se cree que el inicio (“Cara al sol / con la camisa nueva”) fue idea del propio José Antonio y del escritor y diplomático Agustín de Foxá, y que Rafael Sánchez Mazas lo corrigió un poco. También se compusieron conjuntamente los versos de transición de la segunda estrofa: “Si te dicen que caí / me fui al puesto que tengo allí”. Pero hay consenso, según los relatos de los presentes, en que el arranque de la tercera estrofa es de Ridruejo: “Volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz”. Y la música la compuso Juan de Tellería. Ridruejo acabaría lamentando haber contribuido al 'Cara al sol'. Pero para eso faltaban muchos años.

Falangista temprano y entusiasta

Ridruejo fue un falangista temprano y entusiasta. Hijo de un comerciante próspero de Soria, gestionó los negocios de su padre a la muerte de este, pero más tarde se marchó a estudiar derecho a Madrid. Ridruejo era conservador, pero la derecha tradicional le parecía tibia ante lo que percibía como el enorme desorden de la España republicana y el caos europeo de entreguerras. De modo que enseguida se acercó al falangismo. Se sumó a las tertulias de la Ballena Alegre, que se celebraban en el Café Lyon, junto a la Cibeles, en las que se reunían los escritores falangistas que acabarían siendo el núcleo intelectual de José Antonio y, al menos hasta que las cosas se torcieron, del bando nacional y el franquismo.

La derecha tradicional le parecía tibia ante lo que percibía como el enorme desorden de la España republicana y el caos europeo de entreguerras

Primero, Ridruejo fue delegado de Falange en Valladolid. Luego viajó con una delegación falangista a Alemania para conocer de primera mano el nazismo, a sus responsables y los métodos de su propaganda. Poco después, tras la formación del Gobierno franquista en Burgos, fue su responsable de propaganda. Contribuyó desde ese cargo a crear el imaginario del alzamiento: las referencias imperiales, la estética de los guerreros y los poetas cristianos alzados en una cruzada para asegurar la paz y el pan, la belleza de la violencia contra las fuerzas rojas. Escribió en el diario 'Arriba' encendidos artículos fascistas y dirigió la revista literaria 'Escorial', que reivindicaba el totalitarismo desde la cultura. “Poesía y falangismo no fueron en nadie tan juntos como con él —dice Jordi Gracia, autor de la biografía más completa de Dionisio Ridruejo—, como dos religiones que se retroalimentan, y las dos colgadas del mismo afán de totalidad y plenitud romántica”.

placeholder Ridruejo, en la Estación del Norte de San Sebastián, en una bienvenida a voluntarios de la División Azul.
Ridruejo, en la Estación del Norte de San Sebastián, en una bienvenida a voluntarios de la División Azul.

Franco empezó muy pronto a relegar al falangismo y a priorizar a otras familias ideológicas más conservadoras, sin ninguno de los rasgos modernizadores y revolucionarios del fascismo. Y en respuesta, Ridruejo abandonó algunos de los cargos que ocupaba y escribió con enorme osadía contra el cariz que estaba adoptando el régimen salido de la guerra, que le parecía decepcionante por excesivamente tímido. Pero el compromiso falangista de Ridruejo no se limitaba a la poesía y los artículos encendidos. En junio de 1941, se sumó a la División Azul, una iniciativa de Ramón Serrano Suñer, uno de sus protectores dentro del régimen, para señalar el compromiso de Falange contra el comunismo luchando contra la Unión Soviética, a pesar de que Franco había decidido no unirse al bando alemán en la guerra. El papel de la División Azul resultó bastante estéril, pero Ridruejo, que “seguía sintiendo el honor como lo representaba la Castilla barroca”, dice Gracia, sintió que le había sido útil. A partir de entonces ya nadie podrá dudar de su valor militar —no había luchado en el frente durante la Guerra Civil— y en el futuro podrá decir que “había sido soldado raso en Rusia (...) se había peleado contra el frío y contra los rusos, se había emocionado y se había fundido de miedo bajo el fuego enemigo”, según Gracia.

Insultos a Franco

Pero a su regreso, Ridruejo, que todavía creía que los nazis podían ganar la Segunda Guerra Mundial, sentía ya un verdadero desprecio por Franco, al que insultó en una carta por haberse apoderado de Falange y haberla despojado de sus rasgos políticos. Renunció a los cargos que le quedaban. Pero su enfrentamiento con Franco había sido demasiado abierto y este le mandó a una especie de destierro a Ronda. Ridruejo no tuvo más remedio que seguir la guerra por los periódicos y corregir los poemas que escribió en Rusia. Se había expulsado a sí mismo de la política franquista. Primero se refugió en la soledad. Luego vio cómo los aliados ganaban a los nazis y acababan con su régimen. Siguió escribiendo en los periódicos y observó cómo cada vez más se orillaba el falangismo en favor del Opus Dei y otras familias. Más tarde inició actividades abiertamente contrarias a Franco: “Se recrudece la ferocidad clerical e inquisitorial hasta el punto de hacer difícil la acción y la vida de las personas de buen sentido”, escribió en 1954. Y acabó emprendiendo acciones que le vinculaban con el antifranquismo de izquierdas. Empieza así su vida de converso.

Acabó emprendiendo acciones que le vinculaban con el antifranquismo de izquierdas: empieza así su vida de converso

En febrero de 1956, tras los disturbios universitarios y enfrentamientos entre las familias del régimen, Ridruejo es detenido y encarcelado por participar en un movimiento de escritores contrarios al franquismo. Pasa unas semanas en Carabanchel. El año siguiente, pasará cinco meses en prisión por acusar al régimen en una revista cubana. Ya es, dice Gracia, un “conspirador”. Frecuenta la resistencia comunista, pero a esas alturas le espanta toda forma de totalitarismo e intenta convencer a algunos de sus miembros, como Jorge Semprún, de la necesidad de adoptar posiciones liberales y democráticas. Es detenido en más ocasiones y procesado, e incluso funda un partido, Acción Democrática. Asiste al IV Congreso del Movimiento Europeo en Múnich, que el régimen llama sistemáticamente el 'contubernio de Múnich'. Allí, los antifranquistas que viven en España y los exiliados piden “la instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas”, “la efectiva garantía de todos los derechos de la persona humana, en especial los de libertad personal y de expresión” y “la posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos”, entre otras reivindicaciones democráticas. Después de eso, Ridruejo no puede volver a España. Desde París, organiza una verdadera resistencia intelectual antifranquista, acompañado de una nueva generación que luego estará cerca del socialismo democrático.

placeholder Dionisio Ridruejo, en su madurez socialdemócrata.
Dionisio Ridruejo, en su madurez socialdemócrata.

Cuando vuelve a España, le detienen por propaganda contra el régimen y es encarcelado de nuevo. Tiene ya mala salud, pero participa en nuevas revistas antifranquistas y en la promoción de nuevos partidos. Trata de sumar fuerzas con los liberales, los católicos y los conservadores democráticos. Lo que a él le gustaría, dice, sería “una fuerza intermedia, de nuevo cuño, que interpreta la herencia liberal hacia la izquierda con un espíritu reformista: una socialdemocracia o socialismo no clasista. Este tercer grupo, en el que yo trabajo, será en el futuro un fragmento o ala moderada anexionada al socialismo”.

Sigue intentándolo. En sus últimos años, después de algunas penurias, su situación económica se estabiliza gracias a un periodo dando clases en Estados Unidos y a los trabajos editoriales que hace para Planeta, Alianza o Santillana; escribe en la revista 'Destino', logra publicar su poesía completa. Pero ya no le quedan fuerzas y sabe que su existencia se acaba, tras una vida entera de salud precaria. El 15 de abril de 1975 sus amigos organizan un homenaje para reconocerle su trabajo en favor de la libertad. “Ha ayudado a unos cuantos españoles, a empujones de coraje y de racionalidad, a ser más libres liberándose de lo peor de sí mismos”, escribe Gracia en las últimas páginas de su biografía. Es una definición acertada de un converso bueno. De todos los que por suerte hubo durante el franquismo, él es quizás el más brillante e influyente y el que antes se dio cuenta de la necesidad de cambiar de bando. Pero no llegó a ver la democracia: murió cuatro meses antes que Franco.

La conversión política más habitual es la que lleva de una juventud izquierdista a una madurez conservadora. El caso contrario es menos frecuente y, precisamente por eso, resulta más llamativo. Sin duda, en la España del franquismo hubo muchos viejos falangistas que se decepcionaron con el régimen, pero ninguno lo hizo con la brusquedad, rapidez y profundidad de Dionisio Ridruejo. Se ha convertido en un tópico decir que durante buena parte del siglo XX hubo dos Españas; hay quien cree incluso que hubo tres. Si fue así, Ridruejo perteneció a todas ellas en distintos momentos de su vida.

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