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Las tres muertes de Vincent Van Gogh

Por Pilar Gómez Rodríguez

Montaje del lienzo Raíces de árbol y la postal del mismo lugar. Imagen: EFE/Museo Van Gogh de Ámsterdam

Wouter van der Veen, el mismo investigador que hace años dio con la ubicación precisa de las raíces que Van Gogh pintó en su último día con vida, ha publicado ahora una nueva teoría acerca de las últimas horas del pintor, que se suma a las ya existentes.

El lugar donde Van Gogh decidió acabar con su vida en la localidad francesa de Auvers-sur-Oise, a pesar del tiempo que ha pasado, sigue siendo tan abstracto como confuso. Se preguntarán si acaso tiene importancia, pero lo cierto es que podría arrojar luz sobre sus últimas horas: ¿acaso fue un artista maltratado por su tiempo, frustrado hasta la médula y tan temeroso del futuro que decidió acabar de una vez por todas con tanta oscuridad medio escondido detrás de un edificio? ¿Un súper creador que, a pesar de todo lo anterior, se resolvió a morir por, para y donde fue feliz: en medio de los campos que había pintado como nadie? ¿Las dos cosas tal vez?

“No conozco mejor definición de la palabra arte que esta: ‘El arte es el hombre añadido a la naturaleza’”, escribió. Ahí, frente a la inmensidad del color, bajo la apoteosis de luz del atardecer, un hombre, un gran artista, decide que si el sol se va, él se irá con él. ¡Bam!

Y luego están las razones históricas, artísticas, que hacen que, dos siglos después y tras el proceso de restauración que llevó su nombre al lugar privilegiado que merece, cualquier paso, movimiento, objeto o detalle mínimamente relacionado con él tenga su importancia. A todo lo que más cercana o lejanamente se pueda relacionar con la figura de Van Gogh dedica su vida Wouter van der Veen, investigador independiente, divulgador y curador al frente de varias iniciativas empresariales que tienen que ver con el pintor. Hace tres años descubrió el lugar donde se ubican los árboles cuyas raíces inmortalizó Van Gogh en su última pintura, así titulada. Estaban en una ladera muy cercana, a unos 150 metros del albergue donde se hospedaba. Van der Veen dio con ello en pleno confinamiento, al fijarse casualmente en una imagen que unos meses antes había digitalizado.

Wouter van der Veen

Formaba parte de un grupo de “postales antiguas de Auvers que, por una u otra razón, me habían parecido interesantes. Eran de la Belle Époque y habían sido tomadas entre 1900 y 1910. El paisaje de una de ellas incluía un borde de carretera cubierto de raíces y troncos de árboles”. Lo cuenta con todo detalle en un libro de descarga gratuita (aunque las aportaciones a la causa investigadora de Van der Veen, a través de un curioso sistema de postales manuscritas, son bienvenidas) titulado Atacada de raíz. Una investigación de los últimos días de Van Gogh. Hace referencia a un párrafo en las cartas del pintor a su hermano y a su cuñada donde les dice sentir su vida “atacada de raíz, mi paso también está vacilando”. Son líneas de julio de 1890, el mes que no vería acabar. Hasta ese momento, el cuadro de Van Gogh, Tres raíces se contaba entre sus últimas pinturas, sin más. Pero el detalle de que fuera un cuadro inacabado en una época de frenesí – sus últimos dos meses de vida– en la que Van Gogh había producido más de 120 obras, convertía en una hipótesis poco descabellada que aquel fuera el último cuadro que pintó y que trabajó en él pocas horas antes de morir.

‘La iglesia de Auvers-sur-Oise’, Vincent van Gogh
‘Raíces de árbol’, Vincent van Gogh

Respaldada la teoría por el equipo del Museo Van Gogh en Ámsterdam, el lugar ha sido debidamente marcado en las rutas de quienes llegan a Auvers-sur-Oise rastreando los pasos de Van Gogh y no es para menos: es el lugar donde su pincel tocó lienzo por última vez.

El lugar del disparo

Despejado ese interrogante, surgen más: habida cuenta de que el cuadro estaba en su habitación, ¿lo arrastraría él mismo hasta allá tambaleante como debía ir a causa del disparo de bala? ¿O lo dejó primero y luego caminó decidido hacia los campos o detrás del castillo para pegarse un tiro? La cuestión lleva a la pregunta por la ubicación donde Van Gogh decidió acabar con su vida. Que esa esa otra, pues existe una teoría presentada en 2011 por Steven Naifeh y Gregory White Smith, en su biografía Van Gogh: la vida, que defiende que el artista no se habría suicidado, sino que había discutido con dos chavales, que llevaban todo el verano haciéndole todo tipo de perrerías y que, al final, lo mataron de un disparo accidental no muy lejos del Auberge Ravoux. La tesis oficial, no obstante, del Museo Van Gogh, es que se suicidó y en su web, en una reconstrucción de sus últimos días, se lee: “Un Vincent malherido entró en la posada hacia las nueve. Cuando Ravoux le preguntó qué había hecho, respondió: ‘He intentado suicidarme’”. Es la misma tesis que defiende Van der Veen también. Sus descubrimientos más recientes se centran en el dónde.

‘El lugar donde Vincent se suicidó’, Paul Louis Gachet
El revólver con el que supuestamente se mató Van Gogh
‘El doctor Paul Gachet’, Vincent van Gogh

La versión oficial procede de los relatos proporcionados por Adeline Ravoux, la hija del hospedero, y el famoso médico y coleccionista Paul Gachet. Van Gogh era muy puntual, pero no en su último día: poco después de la hora de la cena regresó "de detrás del castillo", donde creyeron o dieron por supuesto que se había disparado. Esos datos se repiten en el testimonio del pìntor Émile Bernard, que, tras el entierro del pintor, escribió una carta a su colega, y crítico de arte, Albert Aurier donde se incluyen otros detalles: “El domingo por la tarde salió al campo cerca de Auvers, apoyó su caballete contra un almiar, se fue detrás del castillo, sacó un revólver y se pegó un tiro. Por la violencia del impacto (la bala impactó debajo del corazón) se cayó, pero se levantó otra vez, y volvió a caerse tres veces más, antes de que consiguiera llegar de nuevo a la pensión donde vivía (Ravoux, frente al ayuntamiento) sin decirle nada a nadie de su lesión. Finalmente murió en la tarde de lunes, sin dejar de fumar su pipa, mientras explicaba que su suicidio había sido deliberado y que lo había hecho en completa lucidez. Un detalle que habla de su deseo de morir era que cuando el Dr. Gachet le dijo que él todavía tenía esperanzas de salvarle la vida, él dijo: 'Entonces lo volveré a intentar'. Pero, ya era imposible salvarlo”.

‘Paisaje con el castillo de Auvers al atardecer’, Vincent van Gogh

En estos testimonios algunos datos se repiten, otros se amplían o se exageran y otros directamente no casan. En cuando a su fiabilidad, concluye Van der Veen que Émile Bernard “no conocía Auvers-sur-Oise”; que se ha tomado por prueba “el testimonio tardío, a través de un cuadro, catorce años después del suceso, de Paul Louis Gachet” (el hijo del doctor, aficionado como él a la pintura, tituló un cuadro El lugar donde Vincent se suicidó) y que la declaración de Adeline Ravoux, de 12 años en 1890, lo único que confirmaba con claridad era “que no sabía demasiado”.

Detrás del castillo… ¿De cuál?

Todas estas incertidumbres se rematan ahora con la pregunta –la más básica, la más profunda– que se hace Van der Veen. Damos por bueno que Van Gogh se disparó detrás del castillo, pero… ¿de qué castillo? El hecho de que no hubiera un solo castillo en la época en esa localidad continúa rizando el rizo del misterio. Y había un par de ellos. Uno de ellos es el titular, el más famoso y reconocible, el de Léry, una construcción de 1635 que domina el valle del Oise inmortalizada por el propio Van Gogh en uno de sus cuadros y que, en la actualidad, acoge la exposición Van Gogh, últimos viajes. Sin embargo, a finales del siglo XIX había otro edificio en Auvers al que también se denominaba château, como atestiguan diversos documentos. Se trata de una construcción más modesta que hoy se conoce como Manoir des Colombières (y que alberga otro museo dedicado a Charles-François Daubigny). Todo ello, desarrollado con generosidad, es la nueva tesis de Van der Veen. A favor, los campos de marras y el propio castillo (en la actualidad diríamos casa solariega) están más cerca del albergue Ravoux, justo por encima del lugar donde Van Gogh pintó su último cuadro.

“Para los habitantes de la casa y los huéspedes de la posada Ravoux, cuando se preguntaba dónde había pasado el pintor su último día, la respuesta natural era: ‘detrás del castillo’”, escribe Van der Veen. En contra, “en una carta, el propio Van Gogh identifica el castillo de Léry como ‘el castillo’, también como si sólo hubiera uno”. Así describe a Theo su entorno: “Dos perales negros contra un cielo amarillento con trigales, y en el fondo violeta el castillo (le château) encajado en el verdor oscuro”.

‘Trigal con cuervos’, Vincent van Gogh

A la espera del espaldarazo oficial, la teoría ha suscitado el interés de expertos como Martin Bailey, que escribe en The Art Newspaper: “La cuestión del château sigue sin resolverse. Mi impresión es que es más probable que Van Gogh se pegara un tiro detrás del castillo de Léry, como se ha supuesto tradicionalmente, pero es una idea interesante que pudiera haber sido en los trigales situados encima del Manoir des Colombières. Si esta nueva hipótesis es correcta, el lugar del suicidio estaría cerca de donde pintó Raíces de árbol (julio de 1890), su último cuadro”. Van der Veen cree probable que, en lugar de alejarse más de un kilómetro, “obedeciendo al azar y a la desesperación, Vincent se dirigiera en línea recta al campo de trigo más cercano, atravesando las raíces que acababa de inmortalizar, para enfrentarse por última vez al sol en plena cosecha”.

Es una idea y una imagen arrebatadora, sobre todo porque Van Gogh la había escrito y descrito antes. En una carta a su hermano de septiembre de 1889, hablando de la figura del segador, que aparece en varios de sus cuadros, afirma: “Entonces vi en este segador una figura vaga luchando como un demonio en el calor más sofocante del día para llegar al final de su jornada. Vi entonces en él la imagen de la muerte, la humanidad sería el trigo segado. Así que, si quieres, es lo contrario de aquel sembrador que traté antes. Pero en esta muerte no hay nada triste. Tiene lugar a plena luz del día con un sol que lo inunda todo con una luz de oro fino. Bien, aquí estoy de nuevo, no me abandono, de nuevo vuelvo a intentarlo sobre un nuevo lienzo. Ah, casi podría creer que tengo por delante un nuevo periodo de claridad”.

No pueden con esa imagen luminosa las oscuridades que rodean los últimos días de Van Gogh. Ni las dudas sobre si el revólver hallado hacia 1960 por un agricultor y vendido en 2019 por más de 160.000 euros era aquel con el que se habría disparado, cómo no, “en los campos”; ni las sospechas de que tuviera sífilis (como su hermano, por cierto, que murió tan solo seis meses después) y eso le hubiera determinado a tomar la fatal decisión… Lo que tuvo que ser, ya fue; lo que tuvo que decir, lo dijo a través de su pintura; y si hubiera alguna duda lo subrayó en su carta, en su última carta: “(…) que sean nuestros cuadros los que hablen”.