Protagonistas

La pionera del arte abstracto que escondió sus cuadros hasta que avanzó el mundo

Por Clara González Freyre de Andrade

los diez más grandes, nº 2: niñez, 1907

¿Imaginas crear una obra tan revolucionaria e innovadora que tengas que esconderla durante décadas porque el mundo no está preparado para entenderla? Es lo que le ocurrió a Hilma af Klint, pionera del arte abstracto

A principios del siglo XX, el mundo vivía una época de cambios frenéticos. La sociedad se estaba transformando y el arte, como reflejo de su tiempo, lo hacía también al mismo ritmo. Artistas como Vasili Kandinsky, Piet Mondrian o Kazimir Malévich, se atrevieron a apostar por una pintura que se alejaba progresivamente de los límites de la realidad hasta despedirse de ella por completo. Un lenguaje que se consideró revolucionario y que hizo que pasaran a la historia como auténticos pioneros de la abstracción.

Sin embargo, en esta misma época existió una pintora cuyo legado no corrió la misma suerte. Y es que, para 1911, año en el que Kandisky publica su tratado ‘De lo espiritual en el arte’, el que se considera el manifiesto de la abstracción, esta audaz artista ya llevaba varios años coqueteando con un lenguaje rupturista, atrevido y, sobre todo, abstracto. Su nombre es Hilma af Klint y sus pinturas fueron tan audaces que fue ella misma la que mandó encerrarlas durante décadas, esperando a que el mundo avanzara lo suficiente para comprenderlas.

Autorretrato, 1900
What a Human Being Is, 1910

Nacida en 1862, Hilma af Klint aprendió a pintar en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo, una de las primeras en admitir mujeres. Sus inicios en el mundo del arte están marcados por los dibujos botánicos, los paisajes y los retratos, que le permitieron ganarse la vida como pintora. Sin embargo, su condición de mujer haría que los círculos artísticos no acabaran de ver con buenos ojos su creatividad, ya que la creencia general sostenía que la producción femenina debía limitarse a la copia.

Y así lo hizo Hilma. Aunque su creatividad, sumada a su interés por lo espiritual, le llevaron a iniciar una producción paralela, la misma que se mantuvo en secreto durante décadas y que acabaría por convertirla en una auténtica pionera de la abstracción. Superados los 40 años, Hilma af Klint empieza a crear obras radicalmente abstractas. Pinturas de gran formato en las que la artista trata de hacer visible lo invisible, resolviendo cuestiones que van más allá de lo humano y terrenal. Su interés por entender el mundo se vió acrecentado por la muerte de su hermana cuando esta tan solo tenía 10 años, lo que le llevó a buscar respuestas en tendencias como el espiritismo y el ocultismo, muy extendidas en la Europa del momento.

Los diez más grandes, nº1: niñez, 1907

El germen de su obra abstracta se encuentra en las sesiones espiritistas de las que era partícipe, sesiones que realizaba junto a cuatro amigas más, en un grupo que se conocía como “Las Cinco”. En ellas, las mujeres ejercían de médiums, conectando con guías espirituales que les transmitían mensajes. Creían que las obras, que nacían fruto de estas sesiones, eran una creación de fuerzas ocultas que se manifestaban a través de su trazo. La propia af Klint llegó a afirmar: “Los cuadros fueron pintados directamente a través de mí, sin ningún dibujo preliminar y con gran fuerza. No tenía ni idea de lo que se suponía que representaban las pinturas, sin embargo trabajé rápida y segura, sin cambiar una sola pincelada”.

Y en 1906, después de varios años experimentando con este tipo de ambientes, Hilma recibe el encargo que se convertiría en su legado más preciado: preparar un mensaje artístico para la humanidad, la serie de ‘Los cuadros para el templo’. Hasta 1915, pintó 193 obras, repletas de símbolos geométricos y con un uso audaz de los colores en los que la artista trataba temas metafísicos, espirituales y cósmicos. Y, lo más importante, este lenguaje se construyó antes que el de sus congéneres masculinos. Paralelamente a esta producción, af Klint recogió todas las ideas de su filosofía en multitud de cuadernos: estaba creando así una auténtica biblioteca de su saber.

Retablo nº1, 1915
Retablo nº2, 1915
Retablo nº3, 1915

Una obra para el futuro

Hilma af Klint falleció casi con 82 años, en un accidente, en 1944. Ese mismo año murieron tres grandes artistas ampliamente conocidos: Munch, Kandinsky y Mondrian. A diferencia de ellos, af Klint se marchó de este mundo sin apenas haber enseñado su obra en vida. Dejó a su único heredero, su sobrino Erik af Klint, un legado de más de 1.000 obras, un centenar de cuadernos y una última voluntad: sus pinturas no debían ver la luz hasta al menos 20 años después de su muerte.

Los motivos que llevaron a Hilma a privar al mundo de su creación siguen siendo un misterio. Al parecer fue verdaderamente consciente de que no existía nada igual. El mundo no estaba preparado para entender este nuevo tipo de pintura y, mucho menos, si la que empuñaba el pincel tenía nombre de mujer. Algunas fuentes dicen que tomó esta decisión aconsejada por Rudolg Steiner, el fundador de la Antroposofía y una auténtica eminencia teosófica.

El cisne, nº 1, 1915


El cisne, nº 1, 1915

Los diez más grandes, nº 3, juventud, 1907


Los diez más grandes, nº 3, juventud, 1907

Los diez más grandes, nº 7, edad adulta, 1907


Los diez más grandes, nº 7, edad adulta, 1907

El cisne, nº 9, 1915.


El cisne, nº 9, 1915

Los diez más grandes, nº 9, vejez, 1907


Los diez más grandes, nº 9, vejez, 1907

El cisne, nº 17, 1915.


El cisne, nº 17, 1915

El cisne, nº 21, 1915.


El cisne, nº 21, 1915

Pero af Klint fue optimista, el mundo empezó a conocer su legado varias décadas más tarde de lo planeado. En 1986 algunas de sus obras abstractas ven la luz por primera vez, pero no fue hasta 2013 que la totalidad de su producción es expuesta y empieza a ser apreciada. Ese año Moderna Museet de Estocolmo le dedicó una gran retrospectiva que fue todo un éxito. Desde entonces, su obra no ha cesado de ser expuesta. De hecho, en abril de 2023, la Tate Modern de Londres acogerá una exposición que pone en relación su trabajo con el de su contemporáneo Mondrian.

Hilma escondió su proyecto de vida con la esperanza de que, en el futuro, la sociedad hubiera avanzado lo suficiente para apreciarlas. Y, como bien señala Iris Müller-Westermann, comisaria de la exposición que redescubrió su figura en 2013, el futuro es ahora.