El eterno retorno del 'Réquiem' de Mozart
Teodor Currentzis interpreta la obra “misteriosa” de gira por España (Madrid, Barcelona, Sevilla) al tiempo que Acantilado publica un lúcido ensayo que analiza su introducción en Hispanoamérica
Tiene sentido que se hayan agotado las entradas para el domingo por la tarde en el Auditorio Nacional. Se interpreta el Réquiem de Mozart. Y lo hace el maestro Teodor Currentzis con las huestes de musicAeterna.
El acontecimiento se explica porque Currentzis despierta aversiones y pasiones, probablemente porque sus lecturas musicales trascienden la rutina de los conciertos. Suceden cosas. Se experimentan situaciones extremas, más todavía cuando su rotunda afinidad a Mozart conecta con el repertorio espiritual. Currentzis no solo es un director extraordinario, sino un gurú, un médium que ha creado una orquesta a su medida y que explora todos los límites del misterio desde la sugestión y el magnetismo.
Ya había grabado el Réquiem de Mozart hace una década. Lo hizo en una versión teatral y deslumbrante que repercutió entre las mejores referencias del repertorio historicista (Gardiner, Herreweghe, Jacobs, Harnoncourt…) y que supuso un aldabonazo en la trayectoria del maestro griego.
Griego y ruso, toda vez que las grandes experiencias de Currentzis han ido itinerando de Siberia a Perm y de Perm a San Petersburgo. Es la ciudad que aloja y que patrocina a musicAeterna. Y el motivo político que le ha originado protestas y problemas contractuales, más o menos como si reclutar a Currentzis fuera una manera de romper el bloqueo a Putin.
No hay declaraciones que relacionen al director de orquesta con la afinidad el zar. Y sí hay razones para diferenciar al régimen de los artistas. Hemos escuchado con toda normalidad estos meses a Sokolov, a Trifonov. Y tiene sentido celebrar que la sociedad cultural La Filarmónica haya organizado el Réquiem de Madrid, aunque el acontecimiento también depara escalas en Barcelona (Auditori, 11 de marzo) y Sevilla (La Maestranza,12).
Es una oportunidad para exponerse en condiciones a una de las obras más enigmáticas y sugestivas del repertorio. Porque Mozart la dejó a medio terminar. Porque le sorprendió mientras agonizaba. Y porque el éxito hollywoodense de Amadeus -la película de Milos Forman- ha consolidado y estilizado la versión extravagante según la cual el maestro Salieri, despechado por las humillaciones y las rivalidades, escribía a pie de cama la partitura mientras Mozart se la dictaba, musitaba, en pleno delirio.
La leyenda resulta inapelable e inquebrantable en el contexto de la cultura popular, pero se agradecen con entusiasmo los tratados académicos y ensayos de enjundia que despojan la obra de tanto sensacionalismo.
Un buen ejemplo consiste en
Mérito de Mozart, claro. Y de Franz Xaver Süssmayr, el discípulo del maestro que fue capaz de preservar el espíritu de la partitura y de formalizarla tal como va a interpretarla Currentzis. Quiere decirse que el Réquiem podía haberse convertido en un pastiche. Y que la proliferación de versiones ha estado cerca de desfigurarlo, pero el “misterio” de la obra le ha otorgado una insólita enjundia y homogeneidad estética, cultural y mística.
Decía el musicólogo Robbins Landon que la vida de Mozart no hubiera logrado por sí misma ocho Óscar. Se refería a los galardones de Amadeus. Y a las necesidades maniqueas que se instrumentaron e instrumentalizaron para construir el gran folletín. Empezando por los antagonismos del bien (Mozart) contra el mal (Salieri). Y por la crónica estrafalaria de la composición del Réquiem. Sabemos que se lo encargó el conde Franz von Walsegg al maestro salzburgués para honrar la muerte de su esposa, pero resultaba y resulta irresistible identificar a Mozart escribiendo su propia misa de difuntos.
Tiene sentido que se hayan agotado las entradas para el domingo por la tarde en el Auditorio Nacional. Se interpreta el Réquiem de Mozart. Y lo hace el maestro Teodor Currentzis con las huestes de musicAeterna.
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