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Mozart, en el nombre del padre y... de la madre
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Crónica cultureta

Mozart, en el nombre del padre y... de la madre

Una exposición analiza en Salzburgo la importancia de Leopold en la construcción del genio, mientras que París aloja el discreto recuerdo de Anna Maria

Foto: Retrato de Wolfgang Amadeus Mozart (REUTERS)
Retrato de Wolfgang Amadeus Mozart (REUTERS)

El genio de Mozart se hubiera abierto camino de cualquier manera, pero su padre, Leopold, predispuso las mejores condiciones. Porque era violinista, director de orquesta y compositor. Y porque era promotor de conciertos y era pedagogo. Había escrito tratados para violín y piano, de tal forma que el pequeño Wolfgang y la pequeña Nannerl, su hermana, tenían al profesor en casa. Los instruyó con más ahínco que el progenitor de André Agassi.

Es la razón por la que ambos destacaron en una inverosímil precocidad. Una pareja de niños prodigio que recorrió las grandes cortes europeas. Incluida las que estaban a punto de decapitarse. El clan Mozart estuvo en Viena delante de Maria Teresa de Austria. Y conoció allí a la ingenua Maria Antonieta, unos meses mayor que él.

Podrá reprochársele al patriarca la misión de haber convertido a las criaturas en una pareja de feria. Hubiera sido detenido por explotación infantil en nuestros días, pero Leopold Mozart, alemán de nacimiento, salzburgués de adopción, fue el primero en advertir los síntomas del mesías. No digamos cuando transcribió de oído el “Miserere” de Allegri después de haberlo escuchado solo una vez.

Las giras europeas impresionaron al continente, asombró el virtuosismo de Mozart con el piano y el violín, pero también permitieron al niño conocer los lenguajes musicales que avanzaron la transición del barroco al clasicismo. Wolfgang aprendía la teoría y la practica. Se envolvía de una experiencia musical y existencial que revistieron de alas al prodigio.

De Mozart a Mozart

El portal de Belén se ubica en el número 9 de la Getreidegasse de Salzburgo, pero es al otro lado del río, frente al hotel Bristol, donde residió más tiempo la familia y donde se ha inaugurado una exposición dedicada a Leopold Mozart con motivo del 300 aniversario de su nacimiento. De Mozart a Mozart, el recorrido del homenaje aporta la crónica de los viajes, los escritos de Leopold, los documentos, las cartas que escribió al hijo, los cuadros que tenía colgados en casa. Era Leopold un compositor discreto, un hombre ilustrado y un manager muy cualificado. Hablaba muchos idiomas. Y demostró habilidades mercadotécnicas que convinieron a la economía y a la gloria familiares, aunque la excepcionalidad de la saga no la sustrajo al momento edípico. Wolfgang Amadeus Mozart se emanciparía del padre, de Salzburgo y de la Iglesia. Terminaría marchándose a Viena para establecer allí su territorio de excepción y de hegemonía. Viviría de sus propias obras y conciertos. Se convertiría en un artista independiente. Y alcanzaría una gloria y una popularidad contra la que conspiran las leyendas póstumas.

Era Leopold un compositor discreto, un hombre ilustrado y un manager muy cualificado. Hablaba muchos idiomas


La más pintoresca consiste en que Leopold indujera la composición del réquiem de su hijo. Y la más controvertida tiene que ver con la fosa común en la que terminó enterrado Wolfgang. No sucedió así. Tanto llovía en Viena aquella mañana del 5 de diciembre de 1791 que no fue posible identificar la tumba cuando los operarios acudieron a prepararla días después. Es una versión menos atractiva que la leyenda del artista maldito, aunque resulta mucho más irritante la explotación comercial que Salzburgo perpetra a Mozart después de haberlo repudiado. Los bombones, los souvenirs, las caricaturas expropian la memoria del hijo pequeño de Leopold.

Se puede visitar la tumba del padre en el cementerio de San Sebastián. Un camposanto tranquilo y estilizado donde también reposa la esposa de Amadeus, Constanze, y donde lo hace Paracelso entre los pétalos de una rosa cuyos misterios inspiraron el cuento de Borges. Mozart fue un niño prodigio, pero sobre todo fue un enorme trabajador y un adulto prodigio. Ni siquiera murió prematuramente, como suele pensarse. De acuerdo, solo tenía 35 años, pero no puede hablarse de una obra truncada ni inacabada. Mozart moría en la plenitud. Y desde la plenitud vemos al padre a la derecha del hijo.

Una placa para la madre

¿Y la madre? El recuerdo más insólito se encuentra en la calle rue du Sentier de París. Una placa evoca el lugar donde residió y murió. Estaba su hijo junto a ella, como lo estuvo en las exequias fúnebres de la iglesia de Saint Eustache. Allí puede verse la firma del prodigio en los archivos parroquiales. Certificando la muerte de Anna Maria Wallburga Pertl. Y aviniéndose al desembolso de los gastos eclesiásticos. Prosaísmos que el tiempo ha convertido en anécdota.

Mozart se ha incorporado a la historia de esta imponente parroquia parisina. Que fue la misma donde bautizaron a Richelieu y a Molière. El lugar donde Luis XIV hizo su primera comunión. Y el templo donde fueron inhumados Colbert, Scaramouche y el maestro Rameau.

Revestía Saint Eustache, San Eustaquio, la dignidad necesaria para alojar los funerales de La Fontaine, de Mirabeau. Y de mamá Mozart unos años antes. La desgracia de su muerte se produjo el 3 de julio de 1778 y explica o multiplica las razones por las que Mozart no fue dichoso en Francia. Había recalado como niño prodigio en la corte de Luis XV, incluso había adoptado él mismo el nombre de Amadè, afrancesando el Amadeus con que se le conoce universalmente.

Estuvo cerca de Mozart su madre. Le acompañó a los viajes. Y cuidó de él en la gran tournée europea que la familia realizó entre 1763 y 1766. Siete años tenía Mozart en el momento de emprenderla. Cinco más su hermana Nannerl, protagonista también ella de las exhibiciones infantiles. Que les entretuvieron en París. Y que les permitieron recalar a Versalles, donde alcanzó a escucharles la reina misma en una suerte de entretenimiento cortesano.

Glück o Piccinni

Hay una placa que rememora en el Hotel de Beauvais la estancia parisina de la familia Mozart. Allí permanecieron casi seis meses -noviembre de 1763, abril de 1764-, pero no fue una experiencia memorable. Ni tampoco la del viaje de 1778. Mozart es un compositor desconocido. Y se encuentra desplazado en la querella parisina que enfrenta a los partidarios de Glück y de Piccinni.

Agradecerle a su madre su abnegación y sus genes. Y mencionarle a título póstumo que el niño Wolfgang tiene ahora en París una calle


No toma partido ni tampoco se le pide involucrarse, aunque los contratiempos de la vida musical parisina no llegan a coartar su fertilidad. Escribe la “Sinfonía 31”. Por eso la conocemos con el predicado de "París". Y la celebramos como un salto cualitativo que predispone la fabulosa década de los 80. Mozart ha empezado a los 22 años su periodo de madurez. El viaje de París será el segundo y el último, pero reviste una extraordinaria importancia. No sólo por el dolor de la muerte de su madre. También porque precipita su ruptura con el padre, Leopold, en el sentido en que decide entonces independizarse, despojarse de la tutela patriarcal.

Impresiona encontrarse con la placa de la rue de Sentier sin esperarla. Y dan ganas de poner unas flores. Recordar a la madre que parió a niño. Agradecerle su abnegación y sus genes. Y mencionarle a título póstumo que el niño Wolfgang tiene ahora en París una calle con su nombre. Mejor aún, tiene una avenida. La Avenida Mozart.

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El genio de Mozart se hubiera abierto camino de cualquier manera, pero su padre, Leopold, predispuso las mejores condiciones. Porque era violinista, director de orquesta y compositor. Y porque era promotor de conciertos y era pedagogo. Había escrito tratados para violín y piano, de tal forma que el pequeño Wolfgang y la pequeña Nannerl, su hermana, tenían al profesor en casa. Los instruyó con más ahínco que el progenitor de André Agassi.

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