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Xabier Anduaga es el duque, pero quiere ser el rey
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Xabier Anduaga es el duque, pero quiere ser el rey

El joven tenor donostiarra impresiona y triunfa en su debut en las funciones de 'Rigoletto', en el Teatro Real, y asume un salto de categoría en el nombre de Verdi

Foto: El tenor Xabier Anduaga, en una representación de 'Rigoletto', en el Teatro Real. (Javier del Real)
El tenor Xabier Anduaga, en una representación de 'Rigoletto', en el Teatro Real. (Javier del Real)

Va a costarle a Xabier Anduaga (San Sebastián, 1995) encontrar en su imponente carrera un año tan propicio como el que está a punto de terminarse. Y no solo por el debut triunfal en el Metropolitan neoyorquino como artífice de L’elisir d’amore (Donizetti), sino porque las funciones de Rigoletto programadas estos días en el Teatro Real le han puesto delante un salto cualitativo que puede revolucionar su inteligente carrera.

La razón estriba en los límites del Duque de Mantua. Y en la decisión de atreverse a tutear un papel que abre las puertas al repertorio de Verdi y a la recualificación de su carrera. Era Anduaga —y es— un tenor de gran prestigio en el repertorio rossiniano y belcantista, pero la decisión de explorar la ruta verdiana implica un salto de categoría. No es lo mismo pelear en el escalafón de los boxeadores ligeros que hacerlo entre los pesos medios.

Tiene sentido la analogía pugilística porque el Duque de Mantua representa un personaje que jalona un cambio de categoría y un horizonte de tanto riesgo como satisfacciones. Más prestigio. Más dinero. Más contratos.

La ceremonia iniciática

Proliferan los grandes tenores cuya carrera se ha resentido del intento —el propio Juan Diego Flórez—. Y otros, como Alfredo Kraus, que resolvieron el desafío con extraordinaria solvencia y decidieron después no ir más lejos en la aventura vocal. Acaso La traviata, cuyo perfil de tenor lírico puro también aparece en los planes de Anduaga. Va a interpretarlo en el templo napolitano de San Carlo la próxima temporada. Y va a hacerlo después de haber sido plebiscitado en el polémico y perturbador Rigoletto de Madrid.

Comparecía Xabier Anduaga como referencia del segundo reparto. Y no porque careciera de categoría para encabezar el primero, sino porque los honores del estreno correspondieron a los galones de Javier Camarena.

Tiene sentido mencionar al tenor mexicano porque su carrera de tenorísimo prosperó en el mismo repertorio de Anduaga —Rossini, Bellini, Donizetti— y porque también experimentó la ceremonia iniciática, el rito de paso, que implica atreverse con el Duque de Mantua. Lo hizo también en el Teatro Real en 2017. Y no está claro que la decisión le haya proporcionado el horizonte que imaginaba, por mucho que el personaje forme parte de su catálogo y que haya repercutido con relativo éxito en los grandes escenarios.

placeholder Xabier Anduaga en 'Rigoletto', en el Teatro Real. (Javier del Real)
Xabier Anduaga en 'Rigoletto', en el Teatro Real. (Javier del Real)

Xabier Anduaga ha dado el paso hacia adelante. Tiene que adaptarse a la línea de canto verdiano, a las aristas teatrales del personaje y esfuerzo que supone arrancar el primer acto en frío con un aria y una cabaletta infernales, pero la progresión del espectáculo —la fabulosa escena del segundo acto, y el himno de La donna è mobile en el tercero— resuelven a su favor el desafío.

Xabier Anduaga canta con buen gusto y valentía. Frasea con la aristocracia que requiere el Duque. Posee un timbre atractivo, homogéneo. Y dispone de un registro agudo de tanta seguridad como brillantez.

Ha arropado el público de Madrid al tenor donostiarra entre bravos y clamores (todavía tiene pendientes varias funciones). Y le ha reconocido la oportunidad del salto de categoría en un viaje de incertidumbre. Anduaga la emprende sin haber llegado a los 30 años —tiene 28— y consciente de que acceder al universo de Verdi no supone abjurar del belcanto ni quemar a Rossini, pero sí abrirse (o cerrarse) el camino de la gloria.

Va a costarle a Xabier Anduaga (San Sebastián, 1995) encontrar en su imponente carrera un año tan propicio como el que está a punto de terminarse. Y no solo por el debut triunfal en el Metropolitan neoyorquino como artífice de L’elisir d’amore (Donizetti), sino porque las funciones de Rigoletto programadas estos días en el Teatro Real le han puesto delante un salto cualitativo que puede revolucionar su inteligente carrera.

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