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El 'Rigoletto' más perturbador llega al Real… y hay entradas
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Hasta el dos de enero

El 'Rigoletto' más perturbador llega al Real… y hay entradas

Miguel del Arco debuta en la gran ópera con una versión radical de la ópera de Verdi que comprende 22 funciones y que ofrece las garantías del maestro Luisotti en el foso del coliseo madrileño

Foto: 'Rigoletto', de Verdi, en el Teatro Real en versión de Miguel del Arco. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)
'Rigoletto', de Verdi, en el Teatro Real en versión de Miguel del Arco. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)

Rigoletto era la ópera favorita de Verdi y puede considerarse la ópera favorita del Teatro Real, hasta el extremo de que el propio compositor asistió a una de las funciones que se representaron en Madrid en 1863. La razón de su visita consistía en el estreno de La forza del destino, pero el acontecimiento de la escala verdiana explica que se le concedieran otros honores. No dirigió el maestro las funciones de Rigoletto. Asistió entre bambalinas. Y fue obligado a saludar entre clamores y delirios.

El episodio remarca y define la intensa relación del Real con el bufón descarriado. Tan intensa que las 22 funciones programadas a partir de este sábado (2 de diciembre) convertirán Rigoletto en la ópera más representada en la historia remota y contemporánea del Real. Ostenta el liderazgo otra obra maestra de Verdi (Aida, 398 funciones), pero la campaña navideña que se avecina —tres repartos, hasta el dos de enero— garantiza el sorpaso y resuelve el duelo con el hito de 407 funciones.

Las estadísticas tienen su interés, igual que lo tienen los artífices del acontecimiento. Y no solo por la cualificación de Nicola Luisotti en el foso, sino porque la nueva producción de Rigoletto introduce el debut de Miguel del Arco en el circuito de la gran ópera. Ha esperado a cumplir 58 años. Y ha desembocado en Verdi después de haberse curtido en el repertorio teatral que más impresionaba al compositor italiano: William Shakespeare.

La apuesta de Joan Matabosch, director artístico del Real, contiene sus garantías y sus riesgos. Porque Miguel del Arco es un director de escena audaz, inteligente e iconoclasta. Y porque nunca se había expuesto al régimen de un gran teatro de ópera, incluidas las habilidades diplomáticas que se requieren en la convivencia con las estrellas de la lírica.

La apuesta de Joan Matabosch contiene sus garantías y sus riesgos. Del Arco es un director de escena audaz, inteligente e iconoclasta

Y proliferan en los tres repartos que jalonan el acontecimiento de Rigoletto. Ludovic Tezier, Javier Camarena y Adela Zaharia están en el primero; Etienne Depuis, Xabier Anduaga y Julie Fuchs forman parte del segundo, y Quinn Kelsey, John Osborn y Ruth Iniesta figuran en cabeza del tercero.

¿Hay entradas? La popularidad de la ópera, las fechas y la reputación del Real en la plenitud del aforo sobrentienden una respuesta negativa, pero el número de funciones habilita todas las opciones —de las más económicas a las más caras— en una suerte de gran celebración verdiana.

placeholder Marina Viotti (Maddalena) y Javier Camarena (Duque de Mantua), durante la presentación de la obra 'Rigoletto', que se representará en el Teatro Real. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)
Marina Viotti (Maddalena) y Javier Camarena (Duque de Mantua), durante la presentación de la obra 'Rigoletto', que se representará en el Teatro Real. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)

Nadie mejor que Luisotti para responsabilizarse de ella. Cuestión de afinidad cultural. Y de haber perfeccionado su relación con la orquesta del Real bajo el embrujo del repertorio de Verdi. Luisotti ya había dirigido Rigoletto en las funciones de 2015 y ha sido el artífice musical de Aida, Un ballo in maschera, La Traviata, Nabucco, Don Carlo, Il trovatore.

Toda la especialización del maestro italiano enfatiza aún más la virginidad de Miguel del Arco. Había dirigido antes un par de experiencias operísticas de repertorio contemporáneo, aunque ninguna de ellas —Cómo está Madriz, Fuenteovejuna— reviste la responsabilidad que implica un Rigoletto en el Teatro Real. Y no es cuestión de destripar con antelación los detalles que han trascendido de los ensayos, pero sí puede decirse que Miguel del Arco no se ha dejado intimidar por el debut. Y que su versión del operón verdiano garantiza el magnetismo de un espectáculo perturbador cuyos extremos aseguran la controversia y la agitación en los tendidos.

Del Arco extrapola la ópera a nuestro tiempo, entre la sordidez y la ferocidad. Una lectura incómoda, simbólica e inquietante cuya línea editorial redime la dignidad de la mujer protagonista (Gilda) a expensas de los lobos que la rodean, incluido el despiadado padre (Rigoletto).

placeholder Adela Zaharia (Gilda) y Ludovic Tézier (Rigoletto), durante la presentación de la obra 'Rigoletto'. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)
Adela Zaharia (Gilda) y Ludovic Tézier (Rigoletto), durante la presentación de la obra 'Rigoletto'. (EFE/Teatro Real/Javier del Real)

Es una buena prueba de la vigencia de Verdi en su corpulencia teatral y musical transcurridos 160 años de su visita a Madrid. Tenía un aspecto imponente el compositor. Lo demuestran las sesiones de fotografía a las que accedió fascinado por la tecnología que ejercía el arte emergente y por la reputación artística que había alcanzado el retratista francés Jean Laurent. Nos describe la prensa madrileña a Verdi como “un hombre de 45 a 50 años, alto y fuerte de complexión (...) Su ancha frente, depositaria de esos deliciosos cantos que roba a la armonía, la viveza y energía de sus ojos, su poblada y negra barba, y la pronunciación de sus facciones, constituyen una fisonomía varonil e inteligente que no desmiente pertenecer a una cabeza en la cual tienen cabida las más sublimes concepciones musicales”.

La crónica de La Época se antoja elocuente de la sobreexcitación que había en Madrid a propósito de la visita verdiana. Y de la frustración que supuso el hermetismo del maestro durante su estancia en la capital.

Estaba cansado de los viajes precedentes (San Petersburgo, París), le urgía remediar las incorrecciones de la partitura de La forza del destino y abjuraba de la mundanidad, aunque todas estas restricciones no impidieron que se dejara agasajar por Isabel II en una recepción devocionaria ni que pudiera sustraerse al apasionamiento de los tifosi del Real en una función de Rigoletto que se había programado en el contexto de los homenajes y que Verdi trató de escuchar entre bastidores. “Habiéndose difundido entre los espectadores la noticia de la presencia del autor en el teatro, le llamaron al palco escénico deseosos de conocerle, y el entusiasmo rayó en el delirio”, describe una crónica aparecida entre las páginas de El mundo militar.

Se explica así mejor la responsabilidad que supone escenificar Rigoletto en Madrid. Y la vitalidad que van a conceder a la ópera el talento musical de Luisotti y la inteligencia transgresora de Miguel del Arco.

Rigoletto era la ópera favorita de Verdi y puede considerarse la ópera favorita del Teatro Real, hasta el extremo de que el propio compositor asistió a una de las funciones que se representaron en Madrid en 1863. La razón de su visita consistía en el estreno de La forza del destino, pero el acontecimiento de la escala verdiana explica que se le concedieran otros honores. No dirigió el maestro las funciones de Rigoletto. Asistió entre bambalinas. Y fue obligado a saludar entre clamores y delirios.

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