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Un corrupto, un refugiado y la perversión del lenguaje. Miguel del Arco busca 'Refugio'
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en el teatro maría guerrero hasta el 11 de junio

Un corrupto, un refugiado y la perversión del lenguaje. Miguel del Arco busca 'Refugio'

La corrupción política y el drama de los refugiados sirven al dramaturgo y director para diseccionar la utilización del lenguaje en una función oscura y desoladora

Foto: Miguel del Arco estrena 'Refugio' en el CDN (MarcosGpunto)
Miguel del Arco estrena 'Refugio' en el CDN (MarcosGpunto)

La indemnización en diferido con defecto de forma. Los ajustes que son recortes. El no me consta. El argumentario, el ideario del partido, la mentira convertida en verdad mil veces repetida. Y frente a la perversa e intencionada utilización del lenguaje, en el otro extremo, el silencio. Los dos polos opuestos que convierten a las palabras en un arma y un lugar donde nada es lo que parece. Así es 'Refugio', la nueva obra escrita y dirigida por Miguel del Arco que se acaba de estrenar en en el Teatro María Guerrero (hasta el 11 de junio). Una oscura y desoladora disección de una sociedad lastrada donde el lenguaje es el tuétano y lo más corrompido.

'Refugio' habla de corrupción política y de la crisis de los refugiados pero, aunque ambos temas son su espina dorsal, es una función sobre la utilización interesada y perversa del lenguaje para construir ficciones y trampear la realidad. El 'kamikaze' parte del nudo de 'Teorema', de Pier Paolo Pasolini, e introduce a una presencia extraña y desestabilizadora en una familia española. En concreto, en la familia de Suso (Israel Elejade), un político corrupto como los que hoy plagan cualquier medio de comunicación. Sus colaboradores han metido la mano en la caja, pero él (obviamente, ¿cómo no?) no sabía nada. Es más, es tan enrollado que ha acogido a un refugiado en su casa, Farid (Raúl Prieto), que ha perdido a su mujer Sima (María Morales) y su bebé de tres meses en su travesía por el mar hacia el sueño europeo. Ambos conforman esos contrarios: la verborrea y el silencio. El lenguaje como escudo y como refugio. O, como recoge Del Arco las palabras del poeta persa Yalal ud-Din Rumi, cómo "el hombre está escondido en su lengua".

"Sí es desoladora aunque hay esperanza. Yo creo que hay una ventana pequeña, pero depende de nosotros decidir", explica el director de obras tan exitosas como 'Hamlet', 'Misántropo' o 'La función por hacer' y uno de los socios impulsores del Pavón Teatro Kamikaze. "En este país todo es queja: se culpa a los políticos, a los bancos, al de arriba, pero ¿y qué hacemos nosotros para combatir una lacra como la corrupción del lenguaje? ¿Cómo justificamos su existencia y aprovechamos el lenguaje para crispar?", se pregunta. "La obra es desoladora pero porque estamos construyendo un mundo demasiado desolador, porque esto es un fracaso que hemos construido entre todos. En nuestra mano está revertir la situación y contribuir".

Farid y Suso y su familia son los dos contrapesos de esta balanza que ha creado Miguel del Arco. Los Santiesteban sufren el circo mediático que persigue a su padre tras estar en el centro de un escándalo de corrupción. El político se esfuerza por salvarse de la quema judicial, pública y del desierto al que le quiere desterrar su partido. Su mujer, Amaya (Beatriz Argüello), es una cantante de ópera que ha perdido la voz. Alicia (Carmen Arévalo), su madre, es incapaz de encontrar palabras para el futuro. Y sus hijos son Lola (Macarena Sanz), una joven rebelde que ansía un mundo de mejor de boquilla porque se aprovecha de las influencias y la posición de su padre, y Mario (Hugo de la Vega), un adolescente pegado a los videojuegos con toda la ira y la pulsión propia de su edad.

Frente a ellos Farid (y Sima) representa el dolor y el silencio. Un refugiado sirio que se niega el lenguaje, que niega su lengua y la del país que le acoge porque, destrozado por la culpa de la pérdida, lo que realmente quiere es morir. Quiere dejar de hablar, quiere silenciar a su mujer, erigida en su conciencia, pero las palabras bullen dentro de él. Ese mutismo es su refugio, pero también el que lastra una de las mayores crisis humanitarias de nuestra historia: el silencio del mirar hacia otro lado. Pero Farid también se convierte en el refugio de cada miembro de esta particular familia. Es el lugar donde vomitar, sin juicios posibles, sus frustraciones y preocupaciones porque su silencio es el que da pie a su catársis verbal. Una erupción que tiene lugar en un enorme y funcional cubo de cristal, diseñado por Paco Azorín, que es refugio, jaula y cárcel para todos.

El retrato que hace Miguel del Arco de la corrupción es tan real que Suso bien podría estar salpicado por la reciente Operación Lezo (por citar una). Del Arco deja claro es que Suso no es de ningún partido político (en la obra se le tacha tanto de 'progre' como de 'facha'). "No tiene tintes del PP. No era mi intención cargar contra el PP. Me apetecía señalar el ejercicio del poder. La corrupción viene del ejercicio del poder y quien tiene el poder es quien tiene la palabra", explica. Esas que marcan cada mañana el ideario de un partido al que se pliega este político de ficción y que acaban por la noche asumidas como propias por decenas de ciudadanos.

Lo interesante de 'Refugio' es que sitúa a este político en su zona segura: en su núcleo familiar. Desde ese lugar es desde el que el espectador puede pensar que no es como ellos, pero "al final, la sociedad española ha sido muy laxa con la corrupción. La picaresca, uno de nuestros pocos inventos, siempre ha tenido muy buena prensa en España y no puede ser", analiza Del Arco. El director destierra esa frase manida que dice que "tenemos los políticos que nos merecemos". "No. Los políticos deben dar ejemplo y tener una vocación de servicio público y una honorabilidad intachable. No vale eso de que no hay que ser bueno sino parecerlo", agrega apelando también a la responsabilidad de la sociedad. Lo dice Suso en uno de los escasos momentos en los que pierde el control: "Ahora observamos con indolencia lo cotidiano. (...) Ahora lo moderno e intelectualmente comprometido es la absoluta negación, ¡nada puede ir a mejor! ¡Estos son unos incapaces! ¡Ya no hay políticos como los de antes! ¡La política es inútil!".

Aunque si la trama de la corrupción es la más cercana y, a priori, más llamativa, en realidad la más profunda y emocional es la de Farid y Sima. Castro y Molina firman la cara poética de esta historia. La de las cicatrices que tienen forma de unas palabras que pesan demasiado en la memoria y en una conciencia que nuestra sociedad individualista parece estar perdiendo ante el drama que se vive en las costas y las fronteras de Europa cada día. "Mi lugar es no tener lugar, mi huella no dejar huella. Un cuerpo sin cuerpo. Un alma sin alma pues pertenezco a mi Amado", reza Farid haciendo suyos los versos de Yalal al-Din Rumí. Si hablar de corrupción es necesario en este 2017, lo es mucho más hacerlo de los refugiados precisamente para que el silencio que se autoimpone Farid no sea el de nuestra sociedad. "Si tú no nos piensas dejaremos de existir", resuenan las palabras de su mujer en su conciencia y en la de todo el patio de butacas.

'Refugio' es una producción del Centro Dramático Nacional aunque inicialmente iba a estar coproducida por Kamikaze, pero ha sido imposible por la falta de tiempo y recursos para hacerse cargo de un montaje de esta envergadura. ¿Le salen los números a uno de los teatros que más ha dinamizado esta temporada la escena madrileña? "Sí", responde. Resopla y agrega: "No, no estamos saneados pero hacemos las cuentas con un entusiasmo que no imaginas". A pesar de que Del Arco y sus socios (Elejalde, Jordi Buxó y Aitor Tejada) ya habían alertado de que necesitaban que llegara la anunciada bajada del IVA cultural y llenar a diario para que su proyecto fuera solvente, el Pavón Teatro Kamikaze seguirá adelante la próxima temporada, que presentarán a mediados de junio. "Estoy entusiasmado", asegura tanto por la temporada que viene como por la respuesta del público. "No esperábamos dar beneficios. Estaba asumido. Ha sido duro, pero han pasado cosas maravillosas".

La indemnización en diferido con defecto de forma. Los ajustes que son recortes. El no me consta. El argumentario, el ideario del partido, la mentira convertida en verdad mil veces repetida. Y frente a la perversa e intencionada utilización del lenguaje, en el otro extremo, el silencio. Los dos polos opuestos que convierten a las palabras en un arma y un lugar donde nada es lo que parece. Así es 'Refugio', la nueva obra escrita y dirigida por Miguel del Arco que se acaba de estrenar en en el Teatro María Guerrero (hasta el 11 de junio). Una oscura y desoladora disección de una sociedad lastrada donde el lenguaje es el tuétano y lo más corrompido.

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