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La bailarina española que necesita 15.000 dólares para seguir estudiando en EEUU
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La bailarina española que necesita 15.000 dólares para seguir estudiando en EEUU

Lúa Mayenco tiene 19 años y es de Madrid. Es la única europea que ha entrado este año en una de las escuelas de danza más prestigiosas de EEUU, pero su futuro depende de un 'crowdfunding'

Foto: Lúa Mayenco
Lúa Mayenco

Se llama Lúa Mayenco, tiene 19 años y es de Madrid. Además es la única europea que ha conseguido entrar este curso en la prestigiosa escuela de danza Juilliard de Nueva York. Se presentaron más de 500 aspirantes y solo 24 pasaron. De esta promoción, únicamente tres son internacionales: dos canadienses y ella. Pero su futuro, pese a superar una de las pruebas de selección más duras y empezar a acariciar su sueño, pende de un hilo. Necesita 15.000 dólares para poder seguir estudiando el año que viene en esta academia de la que han salido actores como Viola Davis, Val Kimer, Robin Williams, Oscar Isaac, Kevin Spacey, Jessica Chastain o Christopher Reeve; músicos como John Willimans (a la sazón compositor de las algunas de las bandas sonoras más icónicas del cine como las de 'Star Wars' o 'Parque Jurásico') o Miles Davis y coreógrafos y bailarines como Henning Rübsam, Carla DeSola o Rina Schenfeld.

Este primer curso recibió una beca que cubría el 85% de los 41.000 dólares anuales que cuesta la matrícula. Espera que la bequen en el segundo año pero necesita, además, esos 15.000 dólares extra para pagar la residencia, el seguro médico y el plan de comidas que le exige la escuela. Por ello, ha lanzado una campaña de 'crowdfunding' en GoFundMe y lleva recaudados casi 1.500 euros. "Era muy consciente de que la situación económica de mi familia nunca me permitiría finalizar los cuatro años del programa de danza, pero incluso si solo pudiera asistir durante un curso era una oportunidad que no podía dejar pasar. Ahora, he aquí el problema, ya me he enamorado sin remedio de esta escuela. Entre estas paredes la danza pasa a ser algo más que una serie de figuras y líneas. Aquí la danza se convierte en lenguaje universal", explica a El Confidencial.

"Cuando vi lo que costaba casi me da un infarto", agrega. Tras conseguir la beca y pedir todo tipo de ayudas institucionales y privadas, que no logró, sus padres "invirtieron los ahorros de toda una vida y con el parcial apoyo de un mecenas, que se ofreció a ayudarme exclusivamente durante mi primer curso", pudo por fin matricularse. "Aun así, desde el día que llegué, fui consciente de que el año siguiente sería mucho más complicado y de que debía ir en busca de nuevos medios cuanto antes. Una vez que vi lo que este lugar tenía que ofrecer, me prometí no renunciar tan fácilmente".

Lúa Mayenco empezó a bailar con tan solo ocho años. Hace cuatro, en un curso de verano en La Haya del Nederlans Danse Theater, escuchó por primera vez el nombre de la que sería su futura escuela. Dos años después, en el mismo curso, conoció a un bailarín de Juilliard. Fue quien le puso los dientes largos y la animó a mandar la solicitud. Rozando la mayoría de edad hizo las maletas y se fue a una de las audiciones más duras de las escuelas de danza del mundo que, a los neófitos, pueden recordarle a aquellas cinematográficas de 'Fama'.

Antes de llegar allí, tuvo que enviar un video con tres variaciones —clásica, neoclásica y contemporánea— y una clase de ballet completa, una traducción oficial de sus notas, dos cartas de recomendación, otra más de motivación y las calificaciones del examen de inglés que le pedían. Todo únicamente para poder ser invitada a la audición. Una vez allí, se tuvo que enfrentar a cinco fases. Empezaron 50 candidatos con una clase de ballet. 20 pasaron a la segunda ronda: una clase de técnica Limón (danza contemporánea). Pasaron solo siete y, tras enseñar sus solos, fueron cinco los que terminaron aprendiendo el repertorio del examen y enfrentándose a la entrevista individual. "La Juilliard School comprende la danza de manera especial. Te invita a pensar, a reflexionar, a desarrollar un criterio como artista. Quieren que seamos bailarines con voz propia. Lo que distingue a esta escuela no es solo la variedad de artistas ni el alto título universitario que otorga, sino el apoyo que recibimos para compartir nuestras ideas e inquietudes", asegura esta joven que quiere convertirse en coreógrafa.

"No nací en una familia adinerada"

Traspasado el ecuador de su primer año en la escuela, Lúa lo tiene claro. "Sin duda alguna mi familia no puede cubrir el coste de esta formación aunque yo, personalmente, no pierdo la esperanza". Está pidiendo más becas y ayudas a fundaciones, instituciones y administraciones, ha iniciado su campaña de 'crowdfunding', este verano se pondrá a trabajar para ahorrar lo que pueda y sueña con que "la Comunidad de Madrid me otorgue una pequeña ayuda". Todo para reunir esos 15.000 dólares que prolongarían, al menos, un año más su sueño. ¿Y si no lo consigue? "Tendré que dar la espalda a un futuro lleno de posibilidades", responde contundente. "No quiero decir que volver a casa sería una derrota, pero es innegable que se sentiría como tal. Tanto esfuerzo y dedicación invertidos en demostrar que el más humilde artista puede hacerse con sus sueños antes de que se evaporen entre las nubes de su imaginación, y al final, el único impedimento es el dinero. Frustración sería lo que se apoderaría de mí, sabiendo que hice todo lo que pude por convertirme en una gran bailarina y coreógrafa española y no fue suficiente. No tuve la suerte de nacer en una familia adinerada", añade.

A todo eso se suma que la danza sigue siendo la hermana pequeña y pobre de las artes escénicas en los presupuestos públicos, en atención mediática, espacios de exhibición y la repercusión de sus bailarines y coreógrafos. Solo hay que mirar la nómina de excelentes nombres españoles que no son profetas en su tierra: Blanca Li, Nazareth Panadero, Tamara Rojo, Igor Yebra... Se forman fuera y triunfan fuera. Hoy, Día Internacional de la Danza, esta joven reflexiona de la escasa atención que se le dedica. "El problema encuentra sus orígenes mucho tiempo atrás. La danza, relacionada únicamente con el cuerpo y nunca con el intelecto, ha sido calificada de inmoral y pecaminosa a lo largo de la historia, un legado del que es difícil desprenderse. Pese a estar siempre presente, es un arte efímero y ha sufrido el olvido y la pérdida de respeto que otorga la antigüedad. Ahora, siendo algo que requiere tiempo, espacio y apoyo económico, se ha convertido en el más claro ejemplo de lo que las altas esferas consideran despilfarro cultural", afirma.

"Nada hay como el lenguaje universal de la expresión corporal", añade. Por eso hay que prestarle más atención a la danza, porque "es una escapatoria para los pensamientos y sentimientos más oscuros. Es una liberación". "Para mí, bailar es mi lengua materna. La manera en la que me comunico, lo que mueve mi cuerpo cuando mi garganta no es suficiente. No conozco una manera más sincera de presentarme y compartir lo que siento. Danzar es generosidad", concluye Lúa. Esa que quiere seguir compartiendo con sus movimientos y la misma que pide para seguir haciendo realidad su sueño.

Se llama Lúa Mayenco, tiene 19 años y es de Madrid. Además es la única europea que ha conseguido entrar este curso en la prestigiosa escuela de danza Juilliard de Nueva York. Se presentaron más de 500 aspirantes y solo 24 pasaron. De esta promoción, únicamente tres son internacionales: dos canadienses y ella. Pero su futuro, pese a superar una de las pruebas de selección más duras y empezar a acariciar su sueño, pende de un hilo. Necesita 15.000 dólares para poder seguir estudiando el año que viene en esta academia de la que han salido actores como Viola Davis, Val Kimer, Robin Williams, Oscar Isaac, Kevin Spacey, Jessica Chastain o Christopher Reeve; músicos como John Willimans (a la sazón compositor de las algunas de las bandas sonoras más icónicas del cine como las de 'Star Wars' o 'Parque Jurásico') o Miles Davis y coreógrafos y bailarines como Henning Rübsam, Carla DeSola o Rina Schenfeld.

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