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¿Quién es el mejor tenor de nuestro tiempo?
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¿Quién es el mejor tenor de nuestro tiempo?

La triunfal gira española de Piotr Beczala coloca al cantante polaco en el podio del escalafón

Foto: Concierto reciente del tenor Piotr Beczala en el Real. (EFE)
Concierto reciente del tenor Piotr Beczala en el Real. (EFE)

¿Quién es el mejor tenor de nuestro tiempo? La cuestión es recurrente e ilustrativa a la vez de la provisionalidad con que unos y otros aspirantes se disputan el trono. No hay un rey de reyes, pero sí periodos de hegemonía que pueden identificarse con la devoción a un divo. Es el contexto en que relucen las espuelas de Jonas Kaufmann, de Juan Diego Flórez, de Roberto Alagna y hasta de Javier Camarena, aunque la gira española de Piotr Beczala —de Las Palmas a Barcelona, de Madrid a Oviedo— sobrentiende una reivindicación imponente de su liderazgo.

Ha cumplido 54 años el tenor polaco. Y ha sido protagonista de una trayectoria inteligente y hasta paciente, más o menos como si quisiera precaverse del sacrificio prematuro que arruinó las carreras de José Cura o de Rolando Villazón. Precipitaron ambos la incursión en los papeles dramáticos de gloria. Y se resintieron los dos de la maldición de Ícaro. Queriendo emular a Domingo, terminaron abrasados y desahuciados. Se malograron en la ambición sucesoria.

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Nada que ver con la clarividencia e inteligencia de Beczala. Se destapó como un tenor mozartiano y más ligero de lo que es hoy. Evolucionó después a la categoría de tenor lírico puro ('Traviata', 'Fausto', 'Werther'). Y ha ido adquiriendo la oscuridad y el instinto percutor de un tenor lírico 'spinto' que tutea los roles veristas. Lo demostró su recital en el Teatro Real el pasado sábado. Y sucederá en la cita que tiene pendiente el 13 de mayo en Barcelona.

Desafíos

Beczala ha demostrado conocerse. Y ha sabido cuándo y dónde elegir la oportunidad de los desafíos. Lo prueba su bautismo en el templo wagneriano de Bayreuth (2018). Había preparado el papel estelar de 'Lohengrin' dos años antes en Dresde, pero fue en la colina verde donde sobrevino el verdadero trance iniciático. No ya por los clamores que arroparon el debut de Beczala, sino porque era una manera de pisarle la manguera a Jonas Kaufmann en el patio de su casa. Kaufmann es bávaro, como Bayreuth. Y Kaufmann se había atribuido los galones y los honores del 'heldentenor' (tenor heroico) camino de su primer 'Tristán', aunque Beczala no tiene intención de llevar tan lejos el pacto diabólico con la religión wagneriana.

Beczala no tiene intención de llevar tan lejos el pacto diabólico con la religión wagneriana

Disfruta de una concluyente plenitud. Y así lo demostró su imponente actuación sobre la tarima del Real. Le acompañaba la orquesta del teatro madrileño. Y le secundaba el maestro y compatriota Lucas Borowicz, de tal manera que precipitaron —o perpetraron— ambos una suerte de reivindicación del repertorio polaco menos recurrente (Moniuszko, Zelenski, Nowowiejski). Y lo opusieron a las páginas más celebérrimas de Giordano y de Puccini. Más o menos como si los recursos pirotécnicos de 'Andrea Chénier', 'Manon Lescaut', 'Cavalleria rusticana' y 'Tosca' adquirieran un valor compensatorio. Se explica así que el propio Beczala incluyera el recurso más demagógico que pueda utilizarse en un concierto, o sea, el 'Nessun dorma' de 'Turandot', pero el guiño populista no contradice el mérito de la interpretación. Por la seguridad de los agudos. Por la distinción del fraseo. Por la dicción esmerada. Y por el carisma escénico.

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Es un inventario inequívoco de las cualidades con que Beczala reclama 'un trono vicino al sol'. El clamor de los espectadores adquiría un valor plebiscitario, tanto como sucedía con el fervor y hasta la conmoción de los profesores de la orquesta del Teatro Real. No solo por el reconocimiento al artista, sino porque varios de ellos provienen de Polonia y sintieron los temblores de la patria cada vez que Beczala recurría al patrimonio lírico común.

Beczala reúne las propiedades extraoperísticas que requiere el título de rey de reyes

¿Quién es el mejor tenor de nuestro tiempo? La lista está abierta. Y la clasificación resulta más propia de una competición deportiva que de un fenómeno artístico, pero resulta que los tenores representan, al mismo tiempo, una categoría cuyos matices sobrenaturales explican la devoción, el histerismo y la mitomanía. Lo demostraba el asedio al camerino de Beczala después del recital madrileño. Un tipo guapo y elegante es Beczala. Parece salido de una novela de Dostoyevski. Y reúne las propiedades extraoperísticas que también requiere el título de rey de reyes.

Las propiedades operísticas quedaron evidentes, desde la técnica y la dicción hasta la riqueza cromática, la luminosidad y el 'fiato'. Beczala sería capaz de hinchar el Zeppelin con sus pulmones. Podría reprochársele cierta monotonía —ocurrió en la propina de Bizet— y discutírsele ciertas carencias en la homogeneidad de los registros, pero la conquista del podio de los tenores es un camino de perfección. Y a Beczala no se le advierte un techo.

¿Quién es el mejor tenor de nuestro tiempo? La cuestión es recurrente e ilustrativa a la vez de la provisionalidad con que unos y otros aspirantes se disputan el trono. No hay un rey de reyes, pero sí periodos de hegemonía que pueden identificarse con la devoción a un divo. Es el contexto en que relucen las espuelas de Jonas Kaufmann, de Juan Diego Flórez, de Roberto Alagna y hasta de Javier Camarena, aunque la gira española de Piotr Beczala —de Las Palmas a Barcelona, de Madrid a Oviedo— sobrentiende una reivindicación imponente de su liderazgo.

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