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Las 10 reglas del juego de las oficinitas: "Di cosas en inglés y que parezca que estás liado"
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EL DESCONTENTO 'MILLENNIAL'

Las 10 reglas del juego de las oficinitas: "Di cosas en inglés y que parezca que estás liado"

La periodista Beatriz Serrano dibuja en su última novela uno de los retratos más lúcidos de las miserias del empleo, que nos ha convertido en actores de un teatro absurdo

Foto: La autora, fuera del trabajo. (Andrea Casino)
La autora, fuera del trabajo. (Andrea Casino)
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Marisa es una publicitaria que ha aprendido desde su juventud a jugar a las oficinitas, como ella misma dice. Sabe lo que tiene que hacer para no comerse demasiados marrones, caer bien a los compañeros, disfrutar de alguna subida de sueldo ocasional y pasarse la tarde viendo vídeos de castores en YouTube. Acude cada día a trabajar para tener dinero con el que pagarse el piso, alguna cosa bonita y ahorrarse el aire acondicionado en su apartamento del centro de Madrid.

Este es el argumento de El descontento (Temas de Hoy), la primera novela de la periodista Beatriz Serrano, que ha escrito en Buzzfeed, Vanity Fair, GQ, Smoda o El País. Un trabajo seguramente autobiográfico sobre una treintañera a la que no le estresa su trabajo, sino “tener que ir a trabajar”. También, un lúcido retrato de esos “trabajos de mierda” de los que habló David Graeber al ritmo de los Smiths: "Buscaba trabajo, encontré trabajo y el cielo sabe lo miserable que soy ahora".

“Jugar a las oficinitas es la versión que nos hemos comido los millennials y la generación Z de jugar a las casitas”, explica a El Confidencial la autora. En los trabajos de mierda como el de publicista, periodista o recursos humanos, tu éxito no depende tanto de tu talento como de conocer las reglas del juego y adaptarse a ellas. Así que junto a Serrano creamos un decálogo para triunfar en el juego de las oficinitas.

1. Di call en lugar de llamada o ASAP en lugar de cuanto antes

El personaje que interpretamos en la oficina sabe idiomas. Concretamente, ese inglés plagado de acrónimos imposibles de entender si no pasas media jornada en una oficinita. “Para mí, lo más importante es que tienes que aprender un nuevo idioma, que es el idioma de las oficinas”, explica. “Es como si te mudas a otro país y no conoces el idioma”.

"Para trabajar menos, que parezca que estás más ocupado de lo que lo estás"

Unos ejemplos: call en lugar de llamada, ASAP (as soon as possible) en lugar de cuanto antes o EOD en lugar de al final del día (end of day). Lo más importante es que lo puedas decir en español, que todo el mundo sepa que lo puedes decir en español, pero aun así, lo digas en inglés.

2. “Estoy un poco liada, pero dime”: que parezca que estás siempre ocupada

Todos aprendemos de nuestras experiencias, y nuestras experiencias nos enseñan cuándo debemos ponernos de perfil. “Cuando entras, estás mucho más motivado que cuando llevas 10, 20 o 30 años, con lo cual al principio es natural cargarte de mucho trabajo que no es de tu competencia, pero con el tiempo te das cuenta de que hay gente que siempre se carga y otra que se descarga”.

placeholder El ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur, Park Jin. (EFE/EPA/Yonhap)
El ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur, Park Jin. (EFE/EPA/Yonhap)

El truco para formar parte del segundo grupo, al que se le va a reconocer el mismo mérito (o más), es esa apariencia de estrés continuo. “Un truco para no tragarte cosas de otras personas o para no ponerte a hacer cosas que no quieres hacer o simplemente para trabajar menos es que siempre parezca que estás muchísimo más ocupado de lo que estás”, explica Serrano. “Estoy un poco liada, pero dime; justo iba a hacer una cosa, pero te atiendo”. Además, parecerás magnánima: “A la otra persona le estás ofreciendo tu disponibilidad, casi parece que le estás haciendo un favor en plan ‘no me interrumpas demasiado, que te estoy concediendo este minuto de mi valiosísimo tiempo”.

3. Todo parece muy importante (aunque no te importe ni a ti)

En Trabajos de mierda (Ariel), uno de los libros que más han influido a Serrano, David Graeber explica cómo hay determinados empleos cuyos trabajadores tienen la sensación no solo de que no sirven para nada, sino de que si desapareciesen el mundo sería mejor. El de publicista, como la protagonista del libro, es uno de ellos. Sin embargo, se comporta como si cualquier pequeño error fuese letal para la humanidad y rellenar un Excel, una operación a corazón abierto.

“Todo tiene que parecer muchísimo más importante de lo que es”, explica Serrano. El mejor ejemplo es el de la publicidad: “Marisa trabaja en una agencia, que siempre tiene unos deadlines muy concretos y el mismo ciclo. Campañas de Navidad, de San Valentín, Black Friday o cosas terroríficas como que el Día de la Lucha contra el Cáncer de Mama hay que sacar algo rosa. Esa sensación de urgencia es falsa, porque está marcada por un calendario que es obvio para todos. Una de las cosas para mostrar importancia es tener siempre la sensación de velocidad, de hacer las cosas muy rápido: ‘Esto tiene que estar ya”.

"Cuando pasas tiempo con gente con la que no tienes nada que ver, tiras de tópicos"

4. “¿Las vacaciones bien o en familia?”: el poder del chascarrillo

Lo único que tienen en común los trabajadores de una empresa es haber pasado el mismo proceso de selección, recuerda la protagonista de la novela. Hay tan pocos puntos compartidos que el único territorio común es el de las frases hechas y, concretamente, los chascarrillos, que sirven para destensar el ambiente. “A mí me hacen mucha gracia los que aparecen cuando llegan las vacaciones: ‘te huele el culo a playa’ o ‘¿las vacaciones bien o en familia?”, explica Serrano.

“Pasas muchas horas con gente con la que no tienes nada que ver, entonces tienes que tirar de lo conocido: qué frío hace (conversaciones sobre el tiempo), ¿qué has hecho este fin de semana?, ¿qué has visto en Netflix?”, añade. Con el tiempo, uno sabe qué bromas puede hacer y cuáles no. ¿También las machistas o racistas? “A veces podemos hacer una bromita políticamente incorrecta para mostrar que tienes una conexión que otras personas no tienen, pero sobre todo es que los ambientes de oficina son más arcaicos”.

5. “Necesito más información”: cómo mostrar interés y entusiasmo

En el juego de las oficinitas casi todo te da igual, pero de vez en cuando tienes que disfrazarlo un poco y mostrar algo de interés. La novela expone una serie de trucos para saber cómo aparentar que las cosas te importan algo, sobre todo planteando obviedades. “Ay, necesito algo más de información sobre este eyeliner” es una frase que pronuncia Marisa en la novela. “En realidad, no vas a tener mucha información más porque un eyeliner es lo que es, pero así puedes pasarte tres días sin trabajar porque no me han dado esa información que necesito”.

placeholder El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el cantante Jota, de Los Planetas. (Moncloa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el cantante Jota, de Los Planetas. (Moncloa)

El ejemplo más claro son las reuniones, un teatrillo que sirve para que todos puedan desplegar su entusiasmo ante compañeros y superiores. “Cada vez hay más reuniones donde todo el mundo tiene que parecer muy interesado y participar activamente, porque seguramente saben que hay alguien que les está mirando del que depende su puesto”, explica. Una escena clásica: una reunión en la que el jefe no deja de mirar el móvil, y que al terminar levanta la mirada de la pantalla para realizar su gran aportación: “Vamos a darle una vuelta a esto”.

6. Mimetízate: si la gente se ríe, te ríes; si llora, pues lloras

Como entorno donde pasamos horas y horas con desconocidos que, en la mayor parte de los casos, no llegan a dejar de serlo, hay que participar de las ceremonias colectivas para no desentonar. Eso implica poner cara de circunstancias cuando es necesario o reírles los chistes (malos) a los demás. “Cuando entras en un trabajo, aprendes por imitación, porque es una forma de supervivencia: a quién le tiene miedo todo el mundo, a quién le hablan con más respeto, a quién le hacen más la pelota…”, explica Serrano. “Eso te da códigos de cómo funciona la jerarquía de ese lugar de trabajo en concreto”.

En cada oficina hay un borde, un gracioso y un inadaptado, y si no sabes quién es, es porque lo eres tú. El camino más fácil es mirar lo que hace el resto e imitarlo. “Si todo el mundo parece muy preocupado, entras en la reunión y tú también pones cara de preocupación, aunque te importe tres cojones”, añade. “Si todo el mundo está de buen rollo, aunque tú estés disociada de ese trabajo, te pones de buen rollo porque sabes que ese día la empresa ha ganado mucho dinero y te metes en ese ambiente. Al final, todos hacemos un poco eso”.

"Si alguien se rompe un pie y la empresa no lo sustituye, nos cabreamos con él"

7. Deshumaniza a los compañeros: "¿Estás ya bien? ¿Cuándo vuelves?"

Las compañeras de la protagonista pasan de mostrar interés desinteresado por su estado de salud (“¿estás bien?”) a preguntar por su fecha de retorno. La oficina es un entorno inhumano donde todos somos piezas de un engranaje que raramente se recambian si se estropean una temporada.

“Es una de las dinámicas perversas del sistema, porque no hay suficiente personal para llevar a cabo el trabajo que hay que hacer, por lo que cuando una persona se pone mala, en lugar de sustituirla, lo que se hace es repartirse el trabajo”, explica Serrano. “Si es un catarro es fácil, pero ¿y si se ha roto el tobillo? Por lo general, muchas empresas escurren el bulto y no contratan a otra persona. Al final, lo que hacemos los trabajadores es cabrearnos entre nosotros”.

Un ejemplo: el que se marcha antes porque tiene que recoger a sus hijos y que suscita el comentario de “bueno, y yo que no tengo hijos, ¿me tengo que quedar más tiempo que este?”. “Es un problema de la empresa, no tanto de los trabajadores, tú te pones a pensar en la big picture y sabes que está mal, pero mientras tanto te cabreas con ese compañero que se ha puesto malo porque te encargan a ti su trabajo”, recuerda la periodista. “Tampoco podemos ponernos a hacer filosofía de todo lo que hacemos en nuestro día a día”.

placeholder David Graeber.
David Graeber.

8. Cómo hacer que se te pase el tiempo más rápido sin hacer nada: reúnete

La mayoría de tareas de los “trabajos de mierda” tal vez podrían hacerse en mucho menos tiempo, así que el trabajador tiene que encontrar maneras de hacer más llevadera su jornada y que parezca que está a tope. Por ejemplo, “ir al despacho de alguien a comentarle alguna cosa, aunque podrías haberle enviado un e-mail, así ocupas un cuarto de hora, os ponéis al día, etc”.

Otra estrategia recurrente son las reuniones. “De repente, un día quieres trabajar menos, ¿no? Pues Marisa pone una reunión a las tres, la alarga hasta las cuatro y media y cuando termina, mira el e-mail y Facebook para hacer tiempo hasta las cinco, que se va a casa”, explica Serrano.

La periodista recuerda su época en un puesto de cierta responsabilidad: “Tenía muchas reuniones para decidir cosas, que no llegaba a ejecutar nunca. Me di cuenta de que tenía que pasar por ese teléfono escacharrado de decirle a un grupo de tres personas lo que quiero hacer y que ese grupo de tres personas se lo diga a un equipo de 10 personas que se ponen a hacer lo que han entendido que les he dicho a esas tres personas. Al final, para mí era más fácil decir: quiero exactamente esto. Cuando las personas que se dedican a ejecutar tienen el mismo nivel de reuniones que las personas que toman decisiones, estas no tienen tiempo material para ejecutar su trabajo”.

"La gente que no tiene vida fuera disfruta muchísimo de las reuniones"

La brecha entre las personas que van a la oficina a hacer su trabajo y volverse a casa y las que lo usan como medio de socialización es muy evidente: “Esa gente disfruta muchísimo de las reuniones, porque es ese momento en el que estás con cinco personas contando los chascarrillos de antes, poniéndote al día del finde y luego diciendo, pues vale, hacemos esto”.

9. Repite frases hechas: “El desayuno es la comida más importante del día”

Llega un momento en la vida de todo jugador de las oficinitas en que se sorprende a sí mismo repitiendo una frase hecha que, de haberla oído en boca de otro compañero, le habría resultado ridícula. No se preocupe, le ocurre hasta al más ocurrente. Como con los chascarrillos, recurrimos a ellas cuando no sabemos qué decir.

"Tus compañeros tienen otro estilo de vida completamente distinto, así que caes en topicazos, como que si alguien se ha apuntado a natación, respondes que es el deporte más completo o que el desayuno es la comida más importante del día y de repente dices ‘¿pero de dónde me sale a mí esta frase de mierda?", se pregunta Serrano.

placeholder Una escena de 'Camera Café'. (Warner Bros. España)
Una escena de 'Camera Café'. (Warner Bros. España)

Sale de esa necesidad de no desentonar: “Las conversaciones vacías drenan mucho el cerebro, así que caes en topicazos que todo el mundo conoce y en cosas que sabes que al interlocutor ni le van a molestar ni le van a sonar raras. Te conviertes en un robotito que socializa como puede”.

10. El trabajo es un teatro, así que interpreta tu rol

“Cuando estaba escribiendo este libro, cayeron en mis manos muchos ensayos que me inspiraron, como La presentación de la persona en la vida cotidiana (Amorrortu Editores), del sociólogo Erving Goffman, que analizaba la socialización humana haciendo una analogía con el mundo del teatro”, concluye la autora. “Siempre interpretamos un papel, a veces más parecido a quienes somos (con nuestros amigos, con nuestra pareja) y otras menos, como en el trabajo”.

“Me pareció una analogía preciosa y me puse a pensar que ahora, a raíz de la pandemia y el teletrabajo, en nuestro salón estamos al mismo tiempo con nuestra madre, nuestro jefe y nuestro novio, así que me planteé dónde quedan todas esas bambalinas”, recuerda. “El trabajo es seguramente donde mostramos la parte más artificial, porque no puedes decirle a nadie ‘cállate la puta boca que estás diciendo gilipolleces’ como a un amigo. Una persona te puede caer mal, pero te tienes que mostrar simpático porque es tu jefe o una persona importante en la empresa”. Pon tu mejor cara y gana en el juego de las oficinitas. O, al menos, sobrevive.

Marisa es una publicitaria que ha aprendido desde su juventud a jugar a las oficinitas, como ella misma dice. Sabe lo que tiene que hacer para no comerse demasiados marrones, caer bien a los compañeros, disfrutar de alguna subida de sueldo ocasional y pasarse la tarde viendo vídeos de castores en YouTube. Acude cada día a trabajar para tener dinero con el que pagarse el piso, alguna cosa bonita y ahorrarse el aire acondicionado en su apartamento del centro de Madrid.

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