No saber inglés por culpa del sanchismo y otras excusas de baratillo
A veces nos parece imprescindible llegar a la vida pública con las cosas bien hechas. Y eso suele significar una carrera de las complicadas y también idiomas a un nivel como para defenderse en una reunión de trabajo
Una amplia mayoría de españoles tiene licenciatura universitaria, vida laboral en el sector privado y chapurrea algún idioma. Una amplia mayoría de políticos tiene alguna de estas tres cosas. Algunos de ellos, todas a la vez.
A veces nos parece imprescindible llegar a la vida pública con las cosas bien hechas. Y eso suele significar una carrera de las complicadas, a poder ser una oposición de las de enclaustrarse durante varios años. También idiomas a un nivel como para defenderse en condiciones en una reunión de trabajo, haber montado una o dos empresas. Nada del otro mundo, decimos, porque son las consecuencias mínimas de la cultura del esfuerzo. Nada del otro mundo a veces.
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El presidente del PP ha dicho en una entrevista con Ana Rosa Quintana que tenía previsto empezar con clases de inglés uno de estos días, pero que como Pedro Sánchez ha puesto elecciones no solo le ha fastidiado las vacaciones, sino también mejorar el listening. Si fuera una broma le aconsejaría que abandone esa senda, porque Dios no le ha llamado por el camino de la comicidad. Menos mal que tiene otras muchas cualidades.
A Alberto Núñez-Feijóo le nombraron presidente de Correos hace 22 años. Lo que quiere decir que lleva 22 años en puestos de alto ejecutivo y no le ha dado tiempo hasta ahora a echarle unas horillas al asunto.
La presidencia de Correos o la dirección del Insalud son cargos a los que yo no podía aspirar en 2001 y tampoco ahora, pero en todas las entrevistas de trabajo para puestos mucho menos pimpantes me han preguntado si sabía idiomas y me han hecho demostrarlo. Por ejemplo, para trabajar como becaria en ABC tuve que traducir un teletipo acerca de la muerte de Lady Di. Era el verano de 1997.
Saber un idioma además del materno puede considerarse un privilegio. Quizá yo también lo veía así hace tiempo, cuando escuchaba a Esperanza Aguirre hablar inglés con acento británico y a mí se me llevaban los demonios porque yo no he salido jamás fuera de España para estudiarlo. Quizá lo veo así ahora cuando escucho a Pedro Sánchez sin atascarse y oigo a mi cuñado, nacido en Cincinatti (Ohio), decir que "habla bastante bien" y yo soy de las que piensan que el infierno se parece bastante a los phrasal verbs.
Porque lo que yo chapurreo de aquella manera se lo debo a Kim, la profesora de una academia a la que me apuntaron mis padres de pequeña, a Madonna y U2 por aprenderme las letras de sus canciones y así hacerme la guay en la discoteca y al cine y a las series con subtítulos.
Y permanecería anclada en esa idea de privilegio, de que eso de saber idiomas es una cosa clasista y ajena a la gente normal si esta fuera la España de hace unos años, o el puesto para el que aspira Alberto Núñez Feijóo fuera el de ser alcalde de (insertar aquí cualquier localidad de menos de 5.000 habitantes que les venga a la cabeza).
Si el candidato o candidata de quien hablamos es próximo a nuestra ideología, tendemos a blanquear o a suavizar sus deméritos
Pero estamos en 2023, España forma parte de la OTAN, de la Unión Europea, vivimos en un mundo cada vez más globalizado (siempre quise decir esto) y este señor nacido en Os Peares, provincia de Orense, quiere ser presidente del Gobierno.
Me resulta sorprendente la plasticidad con la que valoramos los méritos en política. Si el candidato o candidata de quien hablamos es próximo a nuestra ideología, tendemos a blanquear o a suavizar sus deméritos. Si no tiene estudios es alguien hecho a sí mismo, si no sabe idiomas por lo menos tiene don de gentes, la universidad de la calle, y todos sabemos que para gestionar no te piden el C1.
Si el de la vida laboral, el buen expediente académico y su francés aprendido en el colegio nos repatea porque no es del partido al que votaremos, lo despreciaremos. Diremos que no es suficiente, que a saber entonces por qué se ha metido en política si no es para medrar, o para trincar. Si no será que el título es falso, si el trabajo fue por enchufe, si lo del idioma es como el nivel medio-alto que pongo yo en mi currículo, una verdad bastante frágil.
"Nadie debería venir a la política si antes no ha trabajado en otra cosa". Es una frase entrañable que hemos escuchado muchas veces en el Congreso de los Diputados. También bastante estúpida. Tanto como decir que tenías previsto empezar a dar las clases el lunes. Que es siempre el día que yo elijo para ponerme a dieta.
Una amplia mayoría de españoles tiene licenciatura universitaria, vida laboral en el sector privado y chapurrea algún idioma. Una amplia mayoría de políticos tiene alguna de estas tres cosas. Algunos de ellos, todas a la vez.
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