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Gobernar a toda costa: el archiduque de Austria y la loca historia de su breve imperio en México
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Gobernar a toda costa: el archiduque de Austria y la loca historia de su breve imperio en México

El plan de coronar a Maximiliano de Habsburgo como emperador en México acabó en tragedia. El Confidencial habla con Edward Shawcross que recupera la historia en en 'El último emperador de México' (Ático de Libros)

Foto: Maximiliano de Habsburgo en torno a 1864. (Library of Congress)
Maximiliano de Habsburgo en torno a 1864. (Library of Congress)

Maximiliano Habsburgo, archiduque de Austria, sufría de evidentes delirios de grandeza: un hombre divorciado de la realidad acostumbrado a doblegar el mundo a su imaginación. Se empeñó en ser emperador de México a pesar de su insensata idea de gobierno, por llamarla de alguna forma, basada realmente en una peligrosa mezcla de oportunismo y ambición desmesurada.

El plan no podía ser más descabellado, como se verá a continuación, pero una vez que se fijó en su cabeza la idea de gobernar un imperio, aprovechando una serie de carambolas que resultaron trágicas, no hubo forma de detenerle, a pesar de las muchas advertencias. La tentación de gobernar a toda costa y con un socio que te hipoteca desde el minuto uno. No es el primero, ni será el último caso, pero las claves de la aventura mexicana del archiduque Maximiliano, el hermano pequeño del último gran emperador de Europa, Francisco José I de Austria, son impagables.

placeholder Otro retrato de Maximiliano. (Museo Nacional de Historia de México)
Otro retrato de Maximiliano. (Museo Nacional de Historia de México)

¿Cómo se había gestado la loca idea de instaurar un imperio con un monarca europeo en México, después de haberse independizado precisamente de la Corona de España en 1821?

"México se independiza en 1821 porque Agustín de Iturbide, un oficial realista que sirve en el ejército español y que lucha contra la independencia, cambia de bando y elabora un plan que une a todos los grupos dispares que luchan por la independencia. Y ese plan es que México será una monarquía y será gobernado por Fernando VII". Lo explica a El Confidencial en Madrid el historiador británico Edward Shawcross, que acaba de publicar el magnífico El último emperador de México: La increíble historia del archiduque de Austria que creó un imperio en el Nuevo Mundo (Ático de libros).

¿El resultado final? Que el propio Agustín de Iturbide se proclama emperador de México

En esencia: unir a grupos tan dispares como republicanos, monárquicos conservadores, indigenistas etc para cambiarlo todo, sin cambiar nominalmente nada: México independiente de España, pero con el mismo monarca español… Sorprendentemente, la idea no cuaja del todo, por las propias luchas internas y porque Fernando VII rechaza el plan y las “imaginativas” derivaciones posteriores: que consistieron en que si no podía ser Fernando VII, que fuera uno de los infantes españoles, según Shawcross: "Parecía un plan genial, porque los que se oponían a la independencia pensando que una república sería peligrosa, radical y revolucionaria, como lo fue en Francia, podían apoyarla ahora al haber una vertiente conservadora hacia la independencia". Todos contentos, en principio, pero resulta que Fernando VII, "probablemente el monarca más incompetente del siglo XIX", rechaza entonces igualmente la idea y envía en su lugar un ejército para reconquistar México. La campaña es un desastre: la mayoría muere de fiebre amarilla y el resto son asesinados o encarcelados.

¿El resultado final? Que el propio Agustín de Iturbide se proclama emperador de México, se inicia una guerra civil entre conservadores y republicanos, que ganan los segundos y se instaura la nueva República en 1835. El país, sin embargo, cae en una gran inestabilidad política hasta el punto de que el pujante EEUU les invade y llega hasta Ciudad de México en 1847: "Primero se había separado Texas en 1836 —se uniría a los EEUU en 1847— y, después, el ejército estadounidense despliega nada menos que la bandera de las barras y estrellas sobre la plaza principal de Ciudad de México", explica Edward Shawcross, "la invasión se convierte en una enorme humillación y en un trauma y para que las tropas estadounidenses se vayan, México tiene que ceder la mitad de su territorio nacional, lo que ahora es la totalidad o parte de la (Alta) California, Nuevo México, Arizona, Utah, Wyoming y Colorado. Es el momento en el que los conservadores mexicanos achacan el desastre a la propia República y piensan de nuevo en que el problema de 1821 fue la elección del rey y la solución de Iturbide: lo que se necesitaba era un monarca de una casa real europea".

placeholder Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Sajonia (Royal Collection of Belgium)
Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Sajonia (Royal Collection of Belgium)

Y de repente, en 1861 se abre una oportunidad: los estados confederados se rebelan contra la unión iniciando la Guerra de Secesión de EEUU, una ventana que permite zafarse de la doctrina Monroe estadounidense, la que considera todo el continente americano como parte de su radio de acción e influencia. Es un colonialismo diferente al de la vieja Europa, EEUU apoya el republicanismo de Benito Juárez, pero con la guerra, es posible para los conservadores rearmar el plan de la restauración monárquica.

¿Cómo se produce esa carambola en la que el mayor impulsor del plan mexicano acaba siendo Napoleón III, un advenedizo, un populista conservador que no pertenece a una casa real? Según Shawcross: "Napoleón III es elegido presidente de Francia en 1848 y tres años más tarde da un golpe de Estado contra su propio gobierno, contra la Constitución que ha jurado defender. Lo hace con un discurso populista: enarbolando los valores de la Francia imperial y maniobrando en contra de la norma que le impide presentarse a la reelección. Esto lo hemos visto después en Venezuela, en Rusia… Un año después, transforma la República Francesa y la convierte en monarquía. Como es bastante ambicioso no le pasa desapercibido que EEUU está en medio de una Guerra Civil y que México también, así que ¿por qué no hacer lo mismo en México, mas aún cuando los propios políticos conservadores mexicanos están pensando en lo mismo".

Es entonces cuando los elementos se conjuran para que el político conservador, Jose María Gutiérrez de Estrada, pueda poner en marcha su ansiado plan de restaurar una monarquía. Lo que no quieren darse cuenta del todo entonces es que el plan de Napoleón III es debilitar a EEUU en esa lucha que existe ya entre el nuevo republicanismo de EEUU y su influencia exterior y las viejas monarquías europeas. Napoleón III se sirve además de otra carambola: el Convenio de París, una alianza internacional firmada entre Gran Bretaña, Francia y España, para obligar a la República de México a pagar sus deudas y que Napoleón III retuerce para hacer creer que son parte del plan, que no lo son.

placeholder Pelotón de fusilamiento mexicano. (Ático de los Libros)
Pelotón de fusilamiento mexicano. (Ático de los Libros)

Sólo les falta un candidato, y este no puede ser otro que Maximiliano de Habsburgo, hermano menor de Francisco José, que acaba de ser coronado como emperador de Austria-Hungría- Maximiliano, un soñador obsesionado con el peso de su dinastía y ensombrecido por la figura de su hermano. Por otra parte, tal y como se muestra en el libro, es un personaje absolutamente trágico y también un tanto peripatético: manipulado por Napoleón III y por los conservadores mexicanos, unos aliados que le meten en un callejón si salida ¿Cómo influye además la personalidad de su hermano Francisco José I?

Para Shawcross, le define totalmente: "Se llevan pocos años, crecen y juegan juntos, están muy unidos. Pero esa relación cambia cuando Francisco José se convierte en Emperador de Austria en 1848. Y Maximiliano parece obsesionado por su herencia Habsburgo y la creencia en su propio destino y también de sus propias capacidades. Ve cómo su hermano gobierna el Imperio austríaco y cree que él podría hacerlo mejor pero que debido al accidente de haber nacido después, nunca estará en el poder. Este resentimiento y estos celos hacia Francisco José, combinados con su propia creencia de que podría ser un gobernante brillantemente, le embarcan en esta aventura”.

En realidad, Napoleón III engaña un poco a todo el mundo, porque hace creer que España, y sobre todo, Gran Bretaña, están en el ajo, cuando no es así. La alianza existe sólo para el cobro de la deuda exterior que mantiene con los tres países. Por otra parte, Maximiliano que se ve ya como emperador de una monarquía moderna, liberal, y no profundamente conservadora como lo es la de su hermano Francisco José I, se crea en la cabeza la idea de un Hernán Cortés moderno que ayudará a un pueblo descarriado… Lo peor sin embargo son las condiciones que ofrece su principal valedor, Luis Napoleón, que evidentemente es quién hace posible el rocambolesco imperio enviando a su ejército junto al de los partidarios conservadores, pero a cambio de unas condiciones draconianas, tal y como relata el historiador inglés en su libro: "Napoleón III quería extender el poder francés a precio de ganga: México pagaría por el privilegio de su propia ocupación".

Napoleón III engaña un poco a todo el mundo, porque hace creer que España, y sobre todo, Gran Bretaña, están en el ajo, cuando no es así

En efecto, todo el despliegue del ejército francés, que aseguraba la corona de Maximiliano frente a los republicanos de Benito Juárez, dependía de los tributos desmesurados que debía pagar el "nuevo imperio" a Francia por su protección. Napoleón había aprendido de la costosísima campaña colonial de Argelia y pretendía instaurar un modelo de estado marioneta ganando dinero. Tal y como lo explica el historiador británico: "Lo que los conservadores mexicanos ofrecen a Napoleón III son todos los beneficios del colonialismo y a bajo coste, porque lucharán junto a unos pocos miles de tropas francesas. Según su visión, el pueblo mexicano se levantaría contra la opresión de Benito Juárez, restauraría la Iglesia Católica y proclamaría al monarca: todo sería fantástico. Además, Francia conseguiría ventajosos acuerdos comerciales y para explotar los recursos de México, que todavía se veía como un país fabulosamente rico en Europa debido a los escritos de Alexander von Humboldt, como si fuera El Dorado de las leyendas del imperio español y no un país pobre".

En definitiva, todo estaba sustentado sobre mimbres de paja, porque para empezar, Francia no tiene intención de restaurar los bienes de la Iglesia Católica, tal y como piensa el partido conservador de Gutiérrez de Estrada, ya que Napoleón III parte de la base de lo que ya se había conseguido durante la Revolución Francesa de 1798 y que era irrenunciable. Sencillamente, los propios aliados tenían programas totalmente dispares ¿qué podía salir mal?

Así las cosas, en 1863, los políticos conservadores mexicanos, José María Gutiérrez de Estrada y José Manuel Hidalgo, viajaron hasta Trieste, Italia y le ofrecieron la corona a Maximiliano, —con los auspicios del monarca francés— durante una ceremonia absurda, nada menos que a bordo de su yate, que como no podía ser de otra forma se llamaba ‘Fantasía’ y que estaba fondeado enfrente del castillo de Miramar que él mismo se había construido al estilo de un cuento de hadas. La ceremonia incluyó unos fuegos artificiales que iluminaron de rojo, verde y blanco —los colores de la bandera de México—los altos muros del regio castillo.

placeholder Maximiliano de Habsburgo, segundo por la derecha, junto a sus hermanos. (Ático de los Libros)
Maximiliano de Habsburgo, segundo por la derecha, junto a sus hermanos. (Ático de los Libros)

Pero la realidad era muy distinta. Gran Bretaña no apoyaba la operación y EEUU en cuanto sale de la guerra civil en 1865, se opone frontalmente e interviene en el conflicto siguiendo la doctrina Monroe —e iniciando una larga trayectoria de tutela en el continente—. La balanza se empieza a decantar del lado de los juaristas a partir de ese momento y lo que es peor, Maximiliano, que había entrado en Ciudad de México el 11 de junio de 1864 con todos los honores y el boato, se queda realmente solo en un país que además no le quiere, tal y como le habían avisado en su propia casa, por boca de su hermano Francisco José, que le obligó antes a renunciar a sus derechos a la corona de Austria-Hungría.

En medio de la confusión y aprovechando ambas guerras civiles —mexicana y estadounidense— y el apoyo francés, Maximiliano, arropado por los conservadores mexicanos consigue poner en marcha su imperio ‘liberal’ aunque todo sea un espejismo. EEUU interviene y la cuestión se convierte en una batalla contra Francia por el control de México. El comandante Ulysses Grant, que será presidente de EEUU poco después, fuerza para apoyar a Benito Juárez y echar de su patio trasero a los franceses y Napoleón III, superado, tiene que retirar las tropas y abandonar a Maximiliano.

placeholder El cadáver embalsamado de Maximiliano, que permaneció varios meses en Ciudad de México hasta que lo devolvieron a su Austria natal. (Ático de los Libros)
El cadáver embalsamado de Maximiliano, que permaneció varios meses en Ciudad de México hasta que lo devolvieron a su Austria natal. (Ático de los Libros)

Mal plan, malos socios, y una interpretación fantasiosa, casi ridícula de lo que realmente estaba ocurriendo: Maximiliano ni era querido, ni tenía apoyos, solo la ambición de hacer honor a su dinastía y el haberse dejado manipular. Lo más increíble de todo es que cuando se demostró que el imperio era un quimera y comenzaron las derrotas, decidió quedarse, por dos veces, en vez de abdicar y partir de regreso a Europa. Lo veía como una humillación:

"Es una decisión desastrosa. Había perdido ya la mayoría de sus asesores europeos más cercanos, las misiones diplomáticas habían regresado a Europa y para rematar estaba muy enfermo", todo se derrumba según Shawcross: "toma además pastillas de opio para el dolor y cae en lo que hoy llamaríamos una depresión profunda. Su proceso de toma de decisiones, que nunca fue sólido, es particularmente malo en este momento. Lo considera una humillación, una deshonra abandonar su puesto y vivir su vida en Europa como un fracasado, especialmente cuando había estado tan decidido a demostrar que su imperio sería un éxito en relación a esa obsesión con su hermano también".

El final fue patético: derrotado en todos los frentes, sin el apoyo francés ni el de los locales, es capturado y encerrado en la primavera de 1867 en un monasterio de monjas en Querétaro junto a Miguel Mirámón, conservador que había sido presidente de México y Tomás Mejía, un otomí, nativo de un pueblo indígena de Sierra Gorda. Decía también mucho de esa coalición improbable para gobernar como fuera un imperio. Habría faltado en esa celda quizás el propio Napoleón III. Ante la cercanía de la muerte y a pesar de todo su honor regio, Maximiliano maniobró para pedir clemencia a su oponente Benito Juárez, cuando se aplazó la ejecución durante tres días, pero resultó que la comitiva volvió con una respuesta demoledora: el aplazamiento era para que pusieran en orden sus asuntos, no porque se estudiara un indulto. A las seis de la mañana del 17 de junio de 1867, el último emperador de México, Maximiliano, abrazó a Mejía y a Miramón y les dijo: "dentro de breves instantes nos veremos en el cielo" y ya ante el pelotón de fusilamiento: "Perdono a todos, ruego que todos me perdonen también, y deseo que mi sangre, que ahora va a ser derramada, sea por el bien de la patria. Viva México, viva la independencia".

Maximiliano Habsburgo, archiduque de Austria, sufría de evidentes delirios de grandeza: un hombre divorciado de la realidad acostumbrado a doblegar el mundo a su imaginación. Se empeñó en ser emperador de México a pesar de su insensata idea de gobierno, por llamarla de alguna forma, basada realmente en una peligrosa mezcla de oportunismo y ambición desmesurada.

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