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Silvia Hidalgo gana el Tusquets con una historia de una cuarentañera enfadada y en crisis
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dotado con 18.000 euros

Silvia Hidalgo gana el Tusquets con una historia de una cuarentañera enfadada y en crisis

'Nada que decir' es la tercera novela de esta sevillana, ingeniera informática de profesión, que ha sido galardonada por su estilo "implacable", las "escenas turbadoras, emociones inconfesables y una escritura tersa y brillante"

Foto: Silvia Hidalgo. (Cedida por la editorial)
Silvia Hidalgo. (Cedida por la editorial)

No sabía cómo iba a salir la historia. Detrás había una pulsión, incluso con cierto punto violento. Cogió un boli y un cuaderno y se puso a escribir. Poco a poco fueron surgiendo las palabras de Nada que decir, la novela con la que Silvia Hidalgo (Sevilla, 1978) acaba de ganar el XIX premio Tusquets de novela 2023. Una historia de una cuarentañera enfadada, en crisis y dañada, pero que quiere coger las riendas de su vida de una vez. Una voz, que como ha dicho esta mañana durante el fallo del jurado su presidente, el escritor Antonio Orejudo, “es implacable. La mujer que habla, juzga y se juzga de una manera brutal. Pero la escritora es también implacable en ese estilo desnudo y veloz”. Nada mal vendida.

No resultará muy conocida Silvia Hidalgo para el gran público, pese a que ya tiene otras dos novelas, Dejarse flequillo (Amor de madre, 2016) y Yo, mentira (Tránsito, 2021) con las que esta premiada novela guarda elementos en común. Es el sino de este galardón, que ya ha puesto en órbita en los últimos años a otras escritoras como Cristina Araújo, Bárbara Blasco, Marta Barrio o Elisa Ferrer. Desconocidas en su día, pero que han ido cuajando cierta carrera literaria. La propia Hidalgo tampoco procede el mundillo: así lo destacó ella misma esta mañana cuando señaló que nunca había soñado con este premio. Ni siquiera su profesión está muy cercana a las letras: es ingeniera informática.

Foto: La escritora Cristina Araújo Gamir (CEDIDA POR LA EDITORIAL)

Sin embargo, sí se nota que habita en este mundo y escucha lo que ocurre. “Es una novela que nace de impulsos carnales, de piel, de sentimientos con los que no nos sentimos cómodos, los que nos hacen sentir por debajo como el odio, la ira, el enfado, la envidia…”, explicó. ¿Y de dónde viene ese enfado? “De una educación de desarraigo, desamor y desapego que le provoca una incomodidad en la búsqueda de la felicidad. No es que tenga grandes tragedias, pero sí un gran desamor que le ha hecho pensar que no merecía ser amada y querida, no dejarse querer”. ¿Generacional? “Bueno…, sí son experiencias que están en mi entorno…”, atajó.

El título, Nada que decir, va un poco por ahí, manifestó la autora. “Es que ella mantiene una relación, pero que no es una relación para la otra persona, por lo que es una relación muy desequilibrada. Entonces, como no quiere que le hagan daño, dice que no tiene nada que decir, cuando en realidad tiene mucho que decir. Por eso su dolor se convierte en ira. Me gustaba que el título llevara algo sobre el lenguaje”.

"No es que tenga grandes tragedias, pero sí un gran desamor que le ha hecho pensar que no merecía ser amada y querida"

Por ahí apuntó Bárbara Blasco, también miembro del jurado, cuando señaló que esta novela aborda los grandes cambios que se están produciendo en el terreno de la concepción del amor. “Tenemos el derrumbamiento del amor romántico, el poliamor… Y nada funciona o todo un poco…”, manifestó, aunque enseguida giró hacia la que considera la gran cualidad del libro: el estilo. “Me fascina el trabajo con el lenguaje, eso es lo que me hace quedarme en la historia. Tiene un nivel de lenguaje increíble”. También lo resaltó Eva Cosculluela, otra miembro del jurado: “El tono es muy fresco, con un punto descarado y de mala leche, para mostrar todos esos sentimientos. No va ni de buenismo ni de autoflagelarse”.

Hidalgo confesó que prácticamente le había salido solo: “Ese tono airado me gustó. Esa pulsión que tuve de violencia e ira… Y de tratar a la protagonista peor de lo que se trataría ella”.

placeholder Silvia Hidalgo con los miembros de jurado. (Cedida por la editorial)
Silvia Hidalgo con los miembros de jurado. (Cedida por la editorial)

A su vez, Cristina Araújo, que ganó el año pasado con Mira a esa chica, la historia de una violación que recordaba de alguna forma a lo que ocurrió con el caso de La Manada, puso el ojo en la panorámica que traza esta novela. “Cuando lees una novela sobre una frustración, normalmente se queda en esa historia, pero, cuando estás pasando por un duelo, pasan otras cosas a la vez, y aquí sí hay una fotografía completa de una mujer. Lo que pasa alrededor también le afecta”.

La editorial bautizó ayer a Hidalgo como su Marguerite Duras por ese estilo duro e implacable, con pocas concesiones y pocas florituras, con esas confesiones inconfesables. Con mucho de borrado y reescritura. La propia autora señaló que tiene en su altar literario a algunas escritoras del estilo a las que llama las desquiciadas, como Elfriede Jelinek, Olga Tokarczuk, Ariana Harwicz y Maria Fernanda Ampuero. El 18 de octubre se publica esta novela y ya serán los lectores los que decidan si incluirla en ese listado o no.

No sabía cómo iba a salir la historia. Detrás había una pulsión, incluso con cierto punto violento. Cogió un boli y un cuaderno y se puso a escribir. Poco a poco fueron surgiendo las palabras de Nada que decir, la novela con la que Silvia Hidalgo (Sevilla, 1978) acaba de ganar el XIX premio Tusquets de novela 2023. Una historia de una cuarentañera enfadada, en crisis y dañada, pero que quiere coger las riendas de su vida de una vez. Una voz, que como ha dicho esta mañana durante el fallo del jurado su presidente, el escritor Antonio Orejudo, “es implacable. La mujer que habla, juzga y se juzga de una manera brutal. Pero la escritora es también implacable en ese estilo desnudo y veloz”. Nada mal vendida.

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