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"Hay efecto 'Fariña": otra maldita película de Évole y Netflix sobre ETA (con publi gratis)
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"Hay efecto 'Fariña": otra maldita película de Évole y Netflix sobre ETA (con publi gratis)

Las críticas al Festival de San Sebastián por proyectar un documental sobre Josu Ternera activan un mecanismo clásico: no hay promoción mala para las plataformas transnacionales

Foto: Évole y Ternera (de espaldas), en una imagen del documental. (Netflix)
Évole y Ternera (de espaldas), en una imagen del documental. (Netflix)

No había que ser Nostradamus o Marshall McLuhan para saber que un documental de Jordi Évole sobre Josu Ternera activaría un mecanismo tan milimétrico como una coreografía norcoreana:

1) Jordi Évole anuncia en sus redes el lanzamiento de No me llame Ternera: “Hemos entrevistado a uno de los líderes de la organización terrorista ETA. Y a una de sus víctimas directas. Les aseguro que lo hemos hecho con una enorme responsabilidad periodística, con un absoluto respeto hacia las víctimas y con la voluntad de que las generaciones más jóvenes conozcan uno de los episodios más negros de nuestra historia reciente”.

Una película de Netflix con estreno en el Festival de San Sebastián, donde aseguran que el filme contiene una entrevista “tensa y exhaustiva” entre Évole y Ternera.

El escándalo alimenta la promoción y la atracción mediática hacia Netflix. El resto de plataformas mataría por una atención así

Más declaraciones de intenciones de Évole y Màrius Sánchez, codirector del filme: "Tenemos una responsabilidad con la historia de nuestro país, que en parte está muy marcada por el terrorismo de ETA, y nos parecía una ocasión única entrevistar a alguien que perteneció a esa organización terrorista. También es fundamental que la película sirva en el plano pedagógico para toda esa generación que ha decidido olvidar o no mirar hacia ese lugar de nuestra historia que es muy reciente. Es un ejercicio de memoria histórica".

2) Bronca en Twitter y críticas subidas de tono a Évole: “Miserable”. “¡Que han matado niños! ¡Por favor!”. “Basura y basureros”.

3) Más de 500 personas —entre ellas, Fernando Savater, Carlos Gorriarán, Rosa Díez, Mar Blanco, Félix de Azua y Fernando Aramburu— solicitan al Festival de San Sebastián que no proyecte la película: “Ese documental forma parte del proceso de blanqueado de ETA y de la trágica historia terrorista en nuestro país, convertida en un relato justificativo y banalizador que pone al mismo nivel a asesinos y cómplices, víctimas y resistentes”.

4) Más bronca en Twitter: unos acusan a Évole de ser “amigo de etarras” y otros se preguntan: ¿cómo se puede acusar a un filme de blanquear algo sin haberlo visto antes?

5) José Luis Rebordinos, director del Festival de San Sebastián, cierra filas con el filme de Évole en un comunicado: “La no ficción que ahora nos ocupa ni justifica ni blanquea a ETA, porque este festival no proyectaría una película con esas premisas… Estimamos que la película No me llame Ternera ha de ser vista primero y sometida a crítica después y no al revés”.

6) La Fiscalía General del Estado (FGE) traslada al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Jesús Alonso, la queja de una asociación de víctimas de ETA, por si Ternera enaltece el terrorismo o humilla a las víctimas en el documental.

Foto: El director del Festival de Cine de San Sebastián, José Luis Rebordinos, y su responsable de Comunicación, Ruth Pérez de Anucita (EFE)

7) Prensa y televisiones amplifican la controversia. A poco más de una semana para que arranque el Festival de San Sebastián, donde se podrán ver los nuevos trabajos de Juan Antonio Bayona, Win Wenders o Aki Kaurismäki, solo se habla del filme de Jordi Évole sobre Josu Ternera.

8) Un ejecutivo de Netflix acaricia un gatito en su mansión californiana...

'Fe de etarras'

La polémica de No me llame Ternera "está haciendo efecto Fariña", cuenta un miembro de la industria audiovisual conocedor del lanzamiento del filme. Recuerden: el secuestro judicial de Fariña, libro de Nacho Carretero sobre el narcotráfico en Galicia, trajo consigo boom mediático y de ventas.

¿Significa esto que un escándalo solo puede beneficiar a un producto cultural por publicidad involuntaria? No, una polémica mediática también puede torpedear una obra, depende del caso y del contexto.

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¿Qué pasa entonces con la peli de Évole? El contexto nos dice que, de cara a la opinión pública, no es lo mismo sacar una película sobre ETA en caliente que en frío, en los años noventa, cuando había atentados constantemente, que en 2023, con la banda terrorista disuelta hace más de una década.

Tampoco es lo mismo una plataforma de streaming que otra. Si la película de Évole se emitiera en Movistar/Telefónica, por ejemplo, la presión sobre la empresa sería más fuerte que sobre Netflix. ¿Por qué? Una cotizada, estratégica para España, antigua empresa pública monopolista, con ramificaciones políticas y sociales en zonas sensibles del país, siempre va a estar más expuesta a una controversia así.

Por contra, presionar a una transnacional estadounidense (Netflix) con un escándalo nacional coyuntural puede ser tan frustrante como meter voces en el desierto. Lo sabemos porque lo hemos vivido antes...

En 2017, el Festival de San Sebastián estrenó la comedia de Netflix Fe de etarras, de Borja Cobeaga y Diego San José (Ocho apellidos vascos), sobre un comando de ETA que vive episodios costumbristas absurdos en un piso compartido. La bronca estalló, otra vez, antes de que nadie pudiera ver una sola imagen del filme: Netflix colgó en San Sebastián una lona de seis pisos con el eslogan (tachado) “Yo soy español, español, español”.

La Unión de Guardias Civiles presentó una denuncia contra Netflix porque, según ellos, el cartel “humillaba a las víctimas”, y la Fiscalía de la Audiencia Nacional abrió diligencias.

“¿Voy a tener que hacer un hilo explicando que una película que se ríe de los etarras no avala a los etarras?”, tuiteó entonces Borja Sémper, miembro del PP vasco y actual portavoz nacional del partido.

Foto: El cartel que anuncia la película en San Sebastián.

Pese a las amenazas judiciales, no hay constancia de que en la sede de Netflix en Los Gatos (California) generara inquietud alguna, probablemente lo contrario... Miembros del equipo de Fe de etarras susurraban entonces que, para cualquier problema que se quisiera trasladar a Netflix, "había que llamar a Holanda a un señor al que nadie ponía cara". Señor al que, claro, le quedaban muy lejos las tormentas españolas sobre ETA.

La controversia provocó que Fe de etarras fuera la película de la que más se habló y escribió de todo el festival.

"Netflix siempre busca poner la lona más polémica en el lugar más molesto"

En pleno hype del streaming, Netflix ganó cientos de miles de clientes en España gracias a unas campañas publicitarias gamberras y provocadoras. ¿Que había que hacer chistes sobre ETA para vender el producto? Se hacían. Y todos los medios de comunicación corrían detrás generando máxima caja de resonancia. El resto de plataformas de streaming hubiera matado por una atención así. En un mundo de competencia salvaje en el que lograr la atención del público vale oro, los medios llevan años haciendo campañas publicitarias gratuitas a Netflix, y los escándalos políticos no hacen más que alimentar el mecanismo.

El boicot a Fe de etarras no solo no funcionó, es que le vino muy bien a Netflix, que siempre busca poner la lona más polémica en el lugar más molesto”, cuentan desde uno de los gigantes del streaming. ¿Por qué? “Las plataformas lanzan tantos productos cada semana, la competencia y la abundancia de oferta es tal, que cualquier cosa que permita captar la atención de la gente es bienvenida. El ruido es bueno. Las polémicas permiten entrar en los medios, colarte en la conversación social, que tu cuñado hable de la película en su grupo de WhatsApp... No hay campaña de publicidad que logre eso”.

“Es cierto que unas plataformas tienen más riesgo reputacional que otras, pero ¿quién deja de ver una película por motivos éticos? Pocos. A cambio, la controversia te permite llegar a un público que de otra forma sería imposible”, zanja.

No había que ser Nostradamus o Marshall McLuhan para saber que un documental de Jordi Évole sobre Josu Ternera activaría un mecanismo tan milimétrico como una coreografía norcoreana:

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