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'Concurso de malos talentos': ni 'teatro del bueno' ni retrato generacional
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'Concurso de malos talentos': ni 'teatro del bueno' ni retrato generacional

La compañía José y sus hermanas llega a los Teatros del Canal con un montaje en el que interpelan a la generación Z y la 'millennial'

Foto: Un momento de la obra 'Concurso de malos talentos'. (Silvia Poch)
Un momento de la obra 'Concurso de malos talentos'. (Silvia Poch)

Son cinco y están de pie en el escenario, frente al público. Cada uno de ellos hace un ruidito con la boca, muy pegada al micro: una respiración, unas gárgaras, algo parecido al ulular de un búho o una lechuza. Gestos mínimos, gestos inútiles que acabarán conviviendo todos juntos, en un mismo plano. Del techo cuelga un cartel con letras rojas en el que leemos "Centro de bajo rendimiento". Alguien dice “inhala, exhala”, con esa cadencia típica de un profesor de yoga, y esos dos verbos abren las compuertas de una obra llamada Concurso de malos talentos, en la que sus intérpretes harán que hacen teatro con el firme propósito de hacer lo mínimo, nada que ver con un “teatro del bueno”, dicen, en el que no veremos nada nuevo, nada que no se haya hecho ya en un escenario porque esos cinco intérpretes nos dicen que están ahí solo para entretenernos, pero sin sudar, que nadie se venga arriba.

Porque esto no va de esforzarse, esto va de decepcionarnos todos juntos, de reventar todo el catálogo de expectativas. Y aquí, algunas de ellas, muy claritas, que nadie se monte películas: si pensáis que esto va a ser un retrato generacional, os vamos a decepcionar; si esperáis que compartamos nuestros truquitos para vivir, os vamos a decepcionar; si queréis que os contemos cómo son de abiertas, cerradas o líquidas nuestras relaciones, os vamos a decepcionar. Y si alguien ha pensado que esto va de jóvenes emergentes que despliegan ironía en un teatro público, os vamos a decepcionar. Pero mirad qué ritmo, qué escena curiosa nos ha quedado, dicen también. ¿Entonces?

No hay nihilismo ni distopía, no hay furia ni llamada a la revolución, tan solo un estado de ánimo que bascula entre la frustración y el deseo

Concurso de malos talentos es la cuarta pieza de la compañía José y sus hermanas, estrenada en noviembre de 2022 en el Teatre Lliure de Barcelona y recién llegada, en su primer bolo desde entonces, a los Teatros del Canal de Madrid. El colectivo, formado por Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera, con edades que van de los 28 a los 38 años, nació en el Institut del Teatre y debutó en 2017 con Los bancos regalan sandwicheras y chorizos, un montaje sobre el rastro del franquismo en la juventud que fue galardonado con dos Premios de la Crítica de Barcelona. Después vendrían Arma de construcción masiva, sobre la historia del sistema educativo en España, y Explore el jardín de los Cárpatos, sobre el turismo de masas y la marca España. Concurso de malos talentos, escrita y dirigida por los cinco miembros de la compañía y con dramaturgia de Ignacio de Antonio Antón, no busca ser un retrato de la generación Z y la millennial, ni proponer nuevos imaginarios frente a un futuro que se prevé catastrófico. No hay nihilismo ni distopía, no hay furia ni llamada a la revolución, tan solo la constatación de un estado de ánimo que bascula entre la frustración y el deseo.

No veréis nada nuevo en esta obra

El germen de esta pieza, explica Gemma Polo a este diario, nace en ese momento en el que “empezamos a poner en común esas cositas de la vida que nos aprietan un poco las tripas y justo entonces en Barcelona había un contexto de violencia y disturbios en las calles, con agresiones y cargas policiales que nos interpelaban bastante. Por eso, cuando hablábamos de futuro lo hacíamos también de la violencia, pero en el proceso todo eso se fue diluyendo y apareció la necesidad de hablar de nuestro presente y qué hacer para intentar cambiar un poco el mañana, y ahí surgió el tema de la gestión del tiempo, el trabajo y todos esos conceptos que aparecen de forma evidente en la pieza: el esfuerzo, el cambio de paradigma, las falsas promesas que nos han hecho y cómo nos sentimos”.

placeholder 'Concurso de malos talentos', en Teatros del Canal.
'Concurso de malos talentos', en Teatros del Canal.

La obra, como las anteriores, es una creación colectiva que pare un texto de frase corta, tan corta como un vídeo de TikTok, y una puesta en escena a partir de un espacio casi vacío y puramente teatral, con algunos focos de pie, unos telones rojos y varias flightcases, esas cajas que usan los técnicos para guardar su material. Pero Concurso de malos talentos es metateatral no solo por esa concepción del espacio, también porque la obra dialoga con creadores como Romeo Castellucci, Las Huecas, El Conde de Torrefiel, Rodrigo García, Miet Warlop o Tiago Rodrigues, aunque a esa conversación podríamos llamarla directamente copia porque la compañía también hace el mínimo esfuerzo en eso de imaginar nuevas formas de hacer en escena. No veréis nada nuevo, nos dicen, pero la premisa, en lo escénico, decepciona a quien espere una propuesta que se salga del carril habitual del teatro contemporáneo a cargo de una compañía joven pero algo veterana, que, sorprendentemente, usa referentes que ya hemos visto cientos de veces.

Bob Esponja, musculitos y una 'rave'

En Concurso de malos talentos están Fisher y Butler y Beckett y hasta el patio de butacas inundado de estrellas de Lorca, pero también las raves, las luces estroboscópicas, la música techno a dolor y las banderas, que aquí inundan el escenario a ritmo de procesión, ondeando frases de canciones o de puerta de baño público convertidas en memes: corazón partío, puf, no sé lo que siento, nada de esto fue un error, jajaja kapasao. “Nuestros referentes propios también están”, explica Gemma Polo, “está Bob Esponja o Soy una pringada y están también las referencias a nuestras abuelas y a nuestras madres”.

Más diálogo metateatral: los intérpretes hablan también de su imposibilidad de imaginar futuros, en plural, porque se pasan la vida trabajando y sobrellevando el presente, porque se dirigen ¿a los programadores, a la crítica? cuando dicen “ahora que nos va bien, nos escucháis”, porque le dicen al público que el “teatro del bueno” no es tanto ese teatro contemporáneo que esperan ver sobre el escenario, sino todo eso que atraviesa sus vidas cotidianas en tiempos de capitalismo brutal y cansancio crónico: la entrevista de trabajo que hacen para ganar un sueldo que no les permitirá alquilar una casa solos, sin compartirla con otros, o esa compra de 180 pavos que hacen por internet a las tantas de la noche porque la ansiedad no les deja dormir. Eso sí que es teatro del bueno, dicen, mientras se mueven y sudan enfundados en torsos de silicona, torsos musculados y halterofílicos que pesan 10 kilos y con los que se agotan en este centro de bajo rendimiento. Mirad cómo nos esforzamos, parecen querer decirnos, mirad cómo intentamos ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, aunque estemos muy cansados, mirad cómo el teatro y la vida también van de eso, de repetir y ensayar y de que, aunque queramos, no es posible hacerlo sin sudar.

placeholder La función 'Concurso de malos talentos'. (Silvia Poch)
La función 'Concurso de malos talentos'. (Silvia Poch)

Hay buenas ideas en este Concurso de malos talentos en el que la compañía construye imágenes (un paracaídas blanco ocupando el escenario o esos torsos musculados) y alguna que otra parodia (sesión yogui de autoayuda) interesantes, pero todo eso se acaba diluyendo en un montaje en el que echamos de menos más audacia, que estira demasiado las escenas, que parece ensimismarse, y que se queda en ese no lugar que no propone ni un retrato generacional claro ni un cuestionamiento de las formas de hacer teatro contemporáneo. Quizá esa amenaza inicial de que la obra no cumpliría nuestras expectativas sea tan radical que se acaba materializando de verdad, dando pie a esta crítica que muerde el anzuelo y se revuelve, tan decepcionada como la compañía esperaba.

‘Concurso de malos talentos’. Idea, creación e interpretación: José y sus Hermanas | Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera. Dramaturgia: Ignacio de Antonio Antón. En los Teatros del Canal hasta el 23 de junio.

Son cinco y están de pie en el escenario, frente al público. Cada uno de ellos hace un ruidito con la boca, muy pegada al micro: una respiración, unas gárgaras, algo parecido al ulular de un búho o una lechuza. Gestos mínimos, gestos inútiles que acabarán conviviendo todos juntos, en un mismo plano. Del techo cuelga un cartel con letras rojas en el que leemos "Centro de bajo rendimiento". Alguien dice “inhala, exhala”, con esa cadencia típica de un profesor de yoga, y esos dos verbos abren las compuertas de una obra llamada Concurso de malos talentos, en la que sus intérpretes harán que hacen teatro con el firme propósito de hacer lo mínimo, nada que ver con un “teatro del bueno”, dicen, en el que no veremos nada nuevo, nada que no se haya hecho ya en un escenario porque esos cinco intérpretes nos dicen que están ahí solo para entretenernos, pero sin sudar, que nadie se venga arriba.

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