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¡Invertidos, paso al frente! Historia de la guerra contra los homosexuales que perdió Franco
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¡Invertidos, paso al frente! Historia de la guerra contra los homosexuales que perdió Franco

En 2025, se cumplirán 20 años de la aprobación de la ley del matrimonio homosexual y se reedita la publicación de ‘El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco’, de Fernando Olmeda

Foto: Manifestación LGTB en Barcelona en 1978. (Getty/Cover/Gianni Ferrari)
Manifestación LGTB en Barcelona en 1978. (Getty/Cover/Gianni Ferrari)

—¡Los que sean invertidos que den un paso al frente!

Asentir suponía significarse, pero era la única forma de librarse de un sufrimiento inimaginable en la cantera. Algunos se declaraban invertidos sin serlo, pero, si se descubría la estratagema, recibían una paliza que les quitaba las ganas durante el tiempo de condena restante. El día en que llegó Soto, el cabo hizo el recuento de los que habían dado un paso al frente y manifestó:

—¡Nada menos que diecinueve maricones!

Así relata Juan Soto, Katy, en El látigo y la pluma de Fernando Olmeda, su llegada al Campo de Concentración de Detenidos de Nanclares de la Oca (Álava) en 1944 y en donde solo había algo peor que ser maricón y era ser rojo, aunque eso cambiara al evolucionar el régimen con el final de la represión política. Nanclares, un campo con semejanzas nazis debido a la clasificación de presos según su origen: "El primer domingo tras su llegada, Soto recibe la visita de su madre", escribe Olmeda, "por conversaciones con familiares de otros internos, ella sabía que las barras que aparecían en el gorro de los reclusos especificaban la condición o delito por el que habían sido internados: una barra cruzada significaba delito común, dos barras cruzadas quería decir invertido, tres barras verticales, delito fiscal o estraperlo, y tres barras horizontales, extranjero:

—Cuando le mostré el mío, que solo tenía una barra, mi madre respiró aliviada. Me prefería ladrón a maricón.

¿El franquismo persiguió la homosexualidad? Sí, aunque no hubiera un tipo de delito penal específico, como sí lo hubo en Reino Unido, por ejemplo, hasta 1967. España no fue muy distinto a países como Reino Unido, Francia o Alemania, pero lo más extraño es que, en realidad, esa persecución se recrudeció realmente en los 70, cuando a la Ley de Vagos y Maleantes que sirvió de primer instrumento la sustituyó la de Peligrosidad Social, que se usó con más crudeza.

El franquismo tenía una obsesión con identificar la homosexualidad con lo marginal, lo sórdido, lo criminal

Lo que ocurría es que, precisamente con la apertura progresiva del régimen, se hizo más evidente que la guerra de Franco con el ideal nacionalcatólico por bandera de familia y sociedad y contra la perversión moral que se entendía que significaba la homosexualidad se estaba perdiendo. Ni condenas penales, ni terapias de aversión, conversión y reeducación social, aplicadas durante las décadas de los 50 y 60 servían de nada. Las vejaciones, las palizas, el laberinto de la doble moral… Al cabo, los homosexuales sí que estaban dando un paso al frente en la sociedad, como en Nanclares de Oca en el 44, pero sin que nadie fingiera nada… Todo dentro del contexto de aquella obsesión del franquismo por identificar la homosexualidad con lo marginal, lo sórdido, lo criminal, que, sin embargo, el resto no acabó de comprar. Fue una batalla dura que, no obstante, se desmoronó rápido con el fin de las conductas y las leyes represivas.

Lo explica a El Confidencial Fernando Olmeda, periodista y presentador y editor de informativos en Telemadrid y Telecinco durante muchos años, autor de ese libro de referencia sobre las experiencias personales de los homosexuales y la política represiva franquista, reeditado ahora, justo cuando se cumplen 20 años, en un momento crucial. Entonces, en 2003, se debatía sobre si los matrimonios homosexuales podían equipararse a los heterosexuales, si habría muchos niños educados en lo gay… Desde el PP se proponía la Unión de Hecho como alternativa a la propuesta entonces del PSOE, enarbolada por Pedro Zerolo, que acabó aprobándose en 2005. 20 años después, sería un debate ridículo en la misma derecha mientras que, en un contexto quizá más bronco, uno de los hitos de la legislatura ha sido la conocida como ley trans, que tanto la derecha como una buena parte de la izquierda ha discutido…

placeholder Portada de 'El látigo y la pluma'.
Portada de 'El látigo y la pluma'.

De todo ello habla para El Confidencial Fernando Olmeda, del estigma que impuso el franquismo a los homosexuales, por una cuestión principalmente de falta de educación y sensibilidad: "Hay que tener una cierta inteligencia, una cierta comprensión hacia nuestros padres, que recibieron una deficiente o inexistente educación sexual" y también de cómo se desmoronó del todo la discriminación de la sociedad hacia los homosexuales a partir del 2004, mucho más rápido de lo que habría cabido esperar según el pasado reciente: "La prioridad entonces no estaba en esa realidad, sino en salir de la posguerra, en prosperar, después se percibió que la sociedad no estaba tan en contra como ocurrió después…".

PREGUNTA. ¿El franquismo persiguió la homosexualidad de forma activa? Porque, técnicamente, no había un delito penal específico como sí lo había, en cambio, en Reino Unido o en Francia; sin embargo, no se toleraba socialmente de ninguna forma y generó miles de condenas… ¿Cómo fue esa política?

RESPUESTA. Lo principal es entender que la dictadura tuvo como punto de apoyo todo lo que significaba el nacionalcatolicismo, que es el gran paraguas de los valores morales y sociales, que es lo que explica fundamentalmente la aversión a la homosexualidad. Pero, aunque no fuera un delito, lo que sí se perseguía era el escándalo público vigente desde el año 1954 y reforzado en 1970 que consideraba probar la ejecución de actos de ayuntamiento carnal; es decir, que, en la práctica, hasta 1954 se lidiaba con la Ley de Vagos y Maleantes, pero, primero en 1954 y sobre todo a partir de 1970, el simple hecho de ser homosexual, de probar que se habían realizado actos homosexuales era suficiente para la actuación de la Guardia Civil. Es decir, que sí que había, sin ninguna duda, una persecución efectiva de las prácticas homosexuales tanto en público como en privado.

P. En un principio, la realidad es el que régimen más que una persecución lo que establece es que la homosexualidad forma parte de todo lo malo de España, de todo lo malo de la sociedad, según esos preceptos y es luego cuando se van articulando esas leyes…

R. Claro, hay que tener en cuenta algo importante, y es que a partir de 1939 se persigue a sangre y fuego, con todos los mecanismos al alcance de la dictadura, a quienes eran considerados enemigos, delincuentes, enfermos y peligrosos. Primero, los homosexuales, todos eran rojos, está el caso de Lorca, etc., no había posibilidad de lo contrario entre los nacionales… Y ya desde el 54 son considerados enfermos porque se les obliga a ser reeducados, a la resocialización de lo homosexual, y muy a partir de 1970 peligrosos porque, además, esas prácticas se consideran nocivas para la sociedad. Así que existe una gradación que increíblemente va a peor con los años en vez de remitir.

P. Esto, en efecto, es lo más llamativo del franquismo respecto a la homosexualidad y queda reflejado en tu libro con claridad, porque de alguna forma con la apertura y la realidad social se manifiesta claramente que las terapias de los 50 no funcionan. Un extracto de tu libro del juez Antonio Sabater que fue uno de los impulsores de la ley del 70:

"El aumento de la inversión sexual, especialmente la masculina, es notorio en nuestra patria. Los atestados policiales, los sumarios instruidos por la autoridad judicial, los expedientes incoados por los juzgados especiales de Vagos y Maleantes […] son infalibles testigos del crecimiento de la homosexualidad. Se registra […] una marca alta de esta aberración, sobre todo en la juventud".

Desde el 54, los homosexuales son considerados enfermos y se los obliga a ser reeducados, a la resocialización

¿Qué estaba ocurriendo?

R. Es que era la historia de una gran fracaso, que, además, se manifestaba como una gran cura de humildad, como explicaba en mi libro para las autoridades franquistas: la urbanización creciente y la emigración a las grandes ciudades propician la expansión de una subcultura homosexual nueva y distinta a la admitida tácitamente. Aparte de los miles de personas a las que les destrozaron la vida y sufrieron un daño difícil de reparar, y no me refiero solamente a ser detenidos, juzgados y condenados, sino simplemente al hecho de tener que abandonar su entorno familiar o social porque, digamos, son señalados con el dedo en el pueblo o donde sea, no pudieron poner puertas al campo.

P. Este endurecimiento de la ley franquista que explicas con multitud de testimonios en tu libro también es paradójico, porque, en esa época, socialmente se toleraba más porque era más visible, aunque muy a menudo quedara reflejada en clichés…

R. Lo que pasa es que, a partir de los años 60, los homosexuales principalmente de las grandes ciudades establecen negocios que les confieren legitimación social, como podía ser la floristería, la peluquería, el sastre… Es decir, de pronto, tienen una aceptación social, muy visible además, que hace que vayan teniendo presencia en la vida pública. Además ocurre otra cosa, y es que al calor de los movimientos internacionales como el de Stonewall y paralelamente a los movimientos de los partidos y los sindicatos que empiezan a reivindicar democracia y derechos, salen a la calle también las feministas, las lesbianas o las personas trans, y entonces es cuando se produce, efectivamente, la reacción de la dictadura con esa ley del 70 que en realidad no es más que la constatación de una agonía.

P. ¿Todo ese movimiento primero de aceptación social en determinadas áreas y después el activista no hizo si no insistir en algunos de esos clichés sobre la homosexualidad?

R. Respecto a los clichés, visto en términos de supervivencia, creo que es más importante la actitud de resistencia de ese momento que la imagen que pudiera producir; vamos, fue mucho más relevante el valor que tuvieron todas esas personas como dramaturgos y escritores, que eran más bien la actitud de resistencia, de encontrar los espacios en los que manifestarse, de tal manera que el hecho de generar posteriormente clichés. De hecho, más recientemente, justamente cuando se publicó el libro hace solo 20 años, las referencias LGTB eran clichés precisamente, no sabes si justamente los gais eran los que salían en televisión o los que se veían envueltos en determinados escándalos o lo que fuera.

placeholder Fernando Olmeda en una foto de archivo. (EFE/Zipi)
Fernando Olmeda en una foto de archivo. (EFE/Zipi)

P. El libro se publicó hace 20 años, cuando se entraba de lleno en el debate de la Ley de Matrimonios Homosexuales que prácticamente la derecha, el PP, abandonó poco después y se normalizó la situación sin más problema. ¿Crees que estamos en un punto similar ahora con la ley trans, que ha cabreado mucho y que se pretende modificar tal y como ha anunciado Feijóo si llega a la presidencia y que luego se dejará igual?

R. Es verdad que hubo un debate previo en el que se expresaba que un matrimonio entre personas del mismo sexo no era un matrimonio.

P. A eso me refiero…

R. Efectivamente, y, en aquella época, pues se defendían las uniones de hecho y no el matrimonio, todo ese debate que conocemos, pero con un pequeño matiz, cuando se aprobó la ley del matrimonio luego estuvo recurrida durante 10 años por el Partido Popular en el Tribunal Constitucional, así que sí que hubo muchas personas conservadoras que se beneficiaron. Pero habría que recordar que no se pasó del negro al blanco en tan poco tiempo. Respecto a la ley trans es absolutamente imposible hacer futuribles, lo que yo sí te puedo decir es que mi posición es muy clara: ampliación de derechos para todas las personas y mayor felicidad para el conjunto de la población.

P. En el caso de los homosexuales, probablemente la ley fue un punto de inflexión que normalizó todo muy rápido, lo que hace pensar que, en realidad, incluso en el franquismo se tenía una percepción no tanto motivada por el odio, sino por la educación…

R. Es verdad que hay que tener una cierta inteligencia, una cierta comprensión hacia nuestros padres y abuelos es debido fundamentalmente a esa educación nacionalcatólica porque luego efectivamente la aceptación y la normalización van muy rápido… Obviamente, en una España posbélica, hambrienta y destruida bastante tenían nuestros mayores con llevar el pan a casa, y no te hablo de los 40, sino también, aunque en menor medida, en los años 50. Con el desarrollismo de los años 60 y el turismo, etc., es otra España distinta de eso, hay que tenerlo en cuenta también. Aun así, entonces tampoco era a lo mejor una prioridad como lo era aquello de “colocar a mi hijo” de tener un buen porvenir. La sociedad aceptó luego rápidamente esa realidad, pero, en esos años, pues no entraba mucho en la cabeza por esa mezcla de educación y necesidades. El rechazo a la homosexualidad es verdad que no era una cuestión que impregnara a toda la sociedad en la España franquista como tal, aunque sí que había evidentemente episodios numerosísimos de rechazo y atrocidades.

—¡Los que sean invertidos que den un paso al frente!

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