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'Ilegales 82': la banda que tituló una canción 'Heil Hitler'
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'Ilegales 82': la banda que tituló una canción 'Heil Hitler'

Un documental narra los farragosos comienzos de Ilegales, grupo de punk-rock asturiano considerado fundamental en la historia de la música popular española

Foto: Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, durante la grabación del documental 'Ilegales 82'.
Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, durante la grabación del documental 'Ilegales 82'.

Dentro del nutrido ramillete de canciones demenciales que nos dejaron los años 80, dos ocupan un lugar destacado en la lista negra de la corrección política, al punto de que tocarlas en directo y hasta escucharlas en YouTube tiene peligro. Una es La mataré (1987), de Loquillo, con letra de Sabino Méndez; la otra, Heil Hitler (1982), de Ilegales. La mataré es una arrebatadora balada rápida sobre masculinidad resentida, la historia de un abandono que hace al hombre desear la muerte de su ex (“sólo quiero matarla”), visceralidad que, con el conteo de asesinatos machistas de fondo, ha generado en nuestro tiempo incomodidades y hasta denuncias. Es una canción extraordinaria.

La otra, Heil Hitler, es una chorrada. Tanto el título como el estribillo (nuevamente Heil Hitler), podrían cambiarse por Alá es grande, Make America Great Again;o Viva Franco, según lo que en cada momento moleste más. No tiene otro fondo que ese vértigo de ciertos artistas por decir lo que no puede decirse, ver qué pasa y luego no saber explicar por qué se ha dicho eso. En Youtube han tenido que titularla En la noche alemana, para evitar la proscripción, supongo.

En ambos casos, el problema tiene que ver con la recepción. Mientras que un actor (pongamos, Juan Echanove) puede interpretar a Franco y nadie piensa siquiera que sea necesariamente de derechas, y un escritor puede dar vida a un asesino en serie (Bret Easton Ellis) sin que se entienda que él mismo mata o disfruta con que otro mate, la gente parece creer que el cantante siempre canta lo que siente y lo que ha vivido, cosa que obviamente sucede en muchos casos. Pero, a veces, el sujeto de la canción es un personaje inventado, más o menos alejado del propio cantante. Recordemos que Ana Torroja cedía su voz en muchas canciones de Mecano a un chico ligando de noche (La fuerza del destino), o Martirio a una ama de casa deprimida y superada por la rutina (Estoy mala).

placeholder Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, en un concierto en Pamplona. (EFE)
Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, en un concierto en Pamplona. (EFE)

“Nazis, simpáticos los nazis; conozco muchos nazis”… Así entra la segunda estrofa de Heil Hitler, como podemos escuchar en el documental Ilegales 82 (Juan Moya), película que acaba de estrenarse y que se limita a narrar los comienzos de una banda que para muchos es historia de la música popular española. A mí nunca me han gustado particularmente.

Con todo, es interesante conocer su historia, su supervivencia y el componente humano de una experiencia peculiar: abrirse camino en la escena musical española de los encharcados años 80.

Cuando un documental aborda a un mito innegable (los Rolling Stones, por ejemplo), todo lo que nos muestra tiene un halo divino, incluso banalidades como si Mick Jagger tomaba zumo o le gustaba hacer manualidades de papel antes de cada concierto. Sin embargo, cuando el grupo es más de andar por casa, y ni siquiera te gusta, ese anecdotario pierde toda su fuerza histórica, pero resulta, en compensación, diminutamente entrañable. Es la vida vulgar de unos tipos; la intrahistoria, que diría Unamuno. Las batallitas del abuelo, sí.

placeholder Concierto de Los Ilegales en Zaragoza. (EFE)
Concierto de Los Ilegales en Zaragoza. (EFE)

Ilegales 82 nos muestra a un cantante, Jorge Martínez, violento, problemático, alcoholizado, que lleva un palo de hockey por las calles de Gijón para defenderse de los “yonkis” y que luego es derrotado en un camerino en Madrid por cuatro chicas con el pelo de punta, que le dejaron inconsciente en el suelo con cuatro arañazos en la cara. Madrid no es para nenazas, Jorge.

El líder de Ilegales, en fin, se gusta muchísimo a sí mismo, lo que no es sino el resabio conocido de la única cualidad que se necesitaba en los años 80 para liderar una banda: actitud. El líder de Ilegales rompía guitarras, insultaba y amenazaba al público, bebía interminablemente antes de cada concierto y decía sobre el escenario cosas que, según otro miembro de la banda, hoy haría que le sacaran de la sala esposado. En realidad, quizá no decía nada que no diga cada noche Ignatius Farray en un monólogo.

Entre esas cosas que se le ocurrió decir al cantante de Ilegales estuvo Heil Hitler. Es interesante el relato cebolleta sobre una vez que tocaron esa canción en directo, pues el público (bastante atento, debo decir) se revolvió contra la canción, contra su estribillo, y empezó a arrojar latas llenas de arena a los músicos. Ellos siguieron tocando, pero no es poca cosa que la juventud de los años 80 se sintiera tan agredida por la letra de una canción, cuando se les suponía a otras cosas (beber y ligar), y tomara cartas en el asunto. Hay olas reaccionarias más acuciantes que otras.

placeholder Jorge Martínez, de Los Ilegales. (EFE)
Jorge Martínez, de Los Ilegales. (EFE)

Jorge explica en el documental que no eran nazis, como es obvio, sino unos payasos. Querían provocar. “La provocación funciona”, nos dice, pues después de aquello el teléfono no paró de sonar, y de dar dinero. “Este es el gran timo del rock and roll”, sentencia el cantante. Lo cual debe entenderse como: en el rock no se hace política, sino espectáculo, y si das espectáculo te va bien.

Para Jorge, según he leído por ahí, Rosalía “no vale una mierda, es una tonadillera hortera”. Ya les digo, actitud. Básicamente, chulería. “Hay gente que anda con cuarenta años cantando canciones que no superan la relación chico-chica. Pero qué pandilla de gilipollas, qué abundancia de imbéciles hay en el mundo de la música”, le oímos decir.

El documental se cierra con la banda tocando en directo, en un estudio o almacén. Están viejos, sus cuerpos parecen perseguir los instrumentos, que corren más que ellos. Es bonito eso. Yo creo que el rock and roll se inventó para que toda una generación pudiera hacer algo con las manos después de cumplir los cincuenta años. Algo sano.

Dentro del nutrido ramillete de canciones demenciales que nos dejaron los años 80, dos ocupan un lugar destacado en la lista negra de la corrección política, al punto de que tocarlas en directo y hasta escucharlas en YouTube tiene peligro. Una es La mataré (1987), de Loquillo, con letra de Sabino Méndez; la otra, Heil Hitler (1982), de Ilegales. La mataré es una arrebatadora balada rápida sobre masculinidad resentida, la historia de un abandono que hace al hombre desear la muerte de su ex (“sólo quiero matarla”), visceralidad que, con el conteo de asesinatos machistas de fondo, ha generado en nuestro tiempo incomodidades y hasta denuncias. Es una canción extraordinaria.

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