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'Maricón de España': "No viviré con miedo. El folclore nos pertenece más que a ellos"
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'Maricón de España'

'Maricón de España': "No viviré con miedo. El folclore nos pertenece más que a ellos"

Las veteranas lucharon contra la dictadura de Franco, las nuevas generaciones plantan cara al auge de la extrema derecha para blindar sus derechos. "Se sienten insultados, pero no vamos a vivir con miedo"

Foto: Belial Naranjo, Carlos Carvento y José A. Barrera. (Fernando Ruso)
Belial Naranjo, Carlos Carvento y José A. Barrera. (Fernando Ruso)

No oculta Carlos el dolor que en su infancia le causaba oír la palabra 'maricón' cuando los niños se la disparaban directa a las entrañas. Cuenta que se sentía repudiado, expulsado del grupo, cuestionado por —en su entonces mente confusa— "traicionar a la masculinidad". "Estaba roto, como si no fuese un miembro funcional de la sociedad, y me preguntaba si algún día podría encajar", recuerda. Todo eso ha cambiado hoy. "Ahora dime tú a mí 'maricón', que me giro y…".

"¿Sabes la diferencia? Que antes, cuando nos llamaban mariquita o maricón, nos lo llamaban desde fuera sin nosotros saber qué éramos; ahora nosotros nos llamamos así porque ya hemos decidido conscientemente que nos queremos llamar así", completa Belial.

Carlos acude a la entrevista con El Confidencial con las uñas larguísimas, pintadas de rojo, el mismo color que su transparente vestido; y con dos colaboradores habituales, Belial Naranjo y José A. Barrera, ambos de Hinojos (Huelva). Carlos es de Córdoba y se apellida Carvento, y es el 'alma mater' de 'Maricón de España', un proyecto de danza contemporánea que persigue "dignificar la historia LGTBIQ+ de España" a través del folclore.

— ¿Y qué edad tienes, Carlos?

— 25. Aunque, ¿me puedo quitar uno?

— ¿¡Por qué!? [Interrumpe histriónico su amigo José A. Barrera]

— Uno menos, como las folclóricas.

— ¿Como Marujita Díaz? [Insiste José]

— ¡Claro!

placeholder Carlos Carvento, 24 años. (Fernando Ruso)
Carlos Carvento, 24 años. (Fernando Ruso)

Nadie en la familia de Carvento se ha dedicado al arte. De pequeño bailaba, pero nada más. Un día, paseando con sus padres por la puerta del conservatorio de danza preguntó que qué había allí. "Se escuchaban unas castañuelas, tú sabes —apunta—; y mis padres me explicaron que era un sitio en el que se enseñaba a bailar. Les dije que quería apuntarme. Ahí, también te digo, no sabía lo que se me venía encima".

—¿Qué se te venía encima?

—Son muchas horas. He pasado mi infancia y mi adolescencia en un conservatorio. Me ha quitado mucha libertad. Me decían que en la danza clásica tenía que ser muy varonil, con una presencia muy heteronormativa, muy sobria. Tuve conflicto cuando me obligaron a usar un suspensor, esa especie de tanga que te sube los genitales hasta la garganta. Fue un trauma sentir que se me marcaban, que la gente podía verlo, que podía fijarse en ellos. Era hacer visible la masculinidad.

'Maricón de España'

Asegura Carvento —que estudió la carrera universitaria en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila, en Madrid— que debía usar su disciplina artística para denunciar que la danza está impregnada de machismo, de homofobia y de plumofobia. Así nació 'Maricón de España', un proyecto gestado entre los años 2018 y 2019 durante una residencia en la Compañía Nacional de Danza. Su investigación pretende dar fundamento teórico a lo que él llama el 'movimiento marica'. "Como movimiento físico, y también político, dentro de la danza contemporánea", apunta. El título, más allá de una lectura fácil, muestra su deseo de resignificar un término que, históricamente, se utilizó para humillarlos, acosarlos y agredirlos.

"Decidí definirlo como un espectáculo de danza contemporánea para que la gente se lo tomara en serio, pero para mí es algo mucho más abierto, mucho más performático. Hay elementos dancísticos, pero hay más elementos: el 'drag', el travestismo, la 'performance'", explica el coreógrafo.

Pero 'Maricón de España' es mucho más transmedia, con ramificaciones en las redes sociales o en la calle. "Antiguamente, nuestras mariquitas de antaño, como Ocaña, tenían que salir a Las Ramblas vestidas de maricones y semidesnudas para que la gente las viera; para hacer callo, para que se dieran cuenta y se acostumbrasen. Nosotras salimos a la calle, pero también podemos hacer activismo en nuestra casa. Con fotos y vídeos en las redes sociales. Que puede parecer más seguro, pero que no lo es. Porque nos censuran, nos denuncian, nos borran, nos comentan burradas…", lamenta Carvento.

placeholder Foto: Fernando Ruso
Foto: Fernando Ruso

Carlos tiene una personalidad arrolladora. No es raro encontrárselo vestido de flamenca, con diseños entubadísimos, en la Feria de Abril de Sevilla o de mantilla en la Semana Santa. O por la calle en tacones. Con pendientes voluminosos y muchas alhajas. A veces en su discurso —muy teórico y bien fundamentado— afloran joviales amaneramientos. Y se refiere a sí mismo alternando el masculino y el femenino. Carvento es un hombre al que no le importa encajar en el prototipo de masculinidad, en el canon. Es un hombre que hace suyos elementos culturalmente asociados a la feminidad.

—¿Existe la plumofobia?

—Obviamente.

—¿Pero no has querido renunciar a la pluma?

—Yo he sido maricón toda la vida. Otra cosa es que no me diera cuenta. Todo el mundo sabía que yo era maricón, pero yo me di cuenta a los quince años. Siempre he sido muy mariquita. Yo qué sé. Me compraba mis muñecas Barbie. Me ponía los tacones de mi madre; los vestidos, las pinturas. Siempre se me notó. No soy de esos que tienen un descubrimiento tardío. O que son más masculinos.

Belial interrumpe: "Nosotros nunca hemos podido salir del armario, porque nunca pudimos estar dentro. Porque no podíamos ocultar nada. Antes de que nosotros supiéramos qué era ser mariquitas, de que conociéramos el deseo homosexual, ya éramos mariquitas, ya estábamos en ese lugar. O ya nos habían colocado ahí. ¿De qué armario ibas a salir con doce años siendo un pedazo de maricón? Entonces ya solo te queda echarte la manta a la cabeza y tirar para adelante".

placeholder Belial Naranjo Martín, 23 años. Hinojos. (Huelva). (Fernando Ruso)
Belial Naranjo Martín, 23 años. Hinojos. (Huelva). (Fernando Ruso)

Dinámicas de poder, la 'performance' masculina

José se ríe. Y completa: "Es que, incluso dentro del propio colectivo, lo normal es que un hombre sea lo más parecido a un hombre hetero y a una masculinidad. Dentro de la G de LGTBIQ+, mientras más parecido sea a lo que se tiene por un hombre heterosexual masculino, que no se le note, más privilegios tiene".

"En el colectivo también hay dinámicas de poder entre la masculinidad y la feminidad, como en el resto del mundo", interrumpe Belial. "Por ser gais no nos libramos de las consecuencias de un mundo heteropatriarcal y machista. En el mundo gay adquiere un sentido más patético en el sentido teatral de la palabra, porque todo es fingido. Me resulta esperpéntica la 'performance' de la masculinidad de los gais".

"Un teatrillo para aparentar que somos lo más normales posible para encajar en la sociedad y que no nos pase nada. Que, ojo, aquí cada uno sobrevive como puede", apostilla Carvento.

Carlos lleva dos cambios de vestuario para la sesión de fotos para El Confidencial: un vestido rojo, largo y transparente y unos vaqueros que combina con una sudadera. Igual sucede con Belial o con José, que viste una camiseta de su propia marca, Docarilo; una revisión 'heavy' del 'Marinero de luces' de la Pantoja. En sus perfiles de Instagram hay fotos de Rocío Jurado o Lola Flores y de otras tantas folclóricas. Son sus musas. José hace 'drag' inspirándose en la Virgen del Rocío o en 'Bandolero', la serie de Canal Sur.

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Foto: Fernando Ruso

— Hablando de teatrillo, viendo las fotos hay quien pensará que interpretáis un papel.

— Yo nunca he interpretado un papel. Y cuando lo he hecho ha sido precisamente para acercarme a lo que otros esperaban de mí. Hay gente que me ha pedido que no fuese a su boda, entre comillas, vestida de mujer. He tenido que ponerme un traje de chaqueta y una corbata e interpretar un papel. Ahí sí me he sentido disfrazado.

Belial replica citando a RuPaul, modelo, actor, compositor y presentador estadounidense, también 'drag queen': "Todos nacemos desnudos y el resto es 'drag'". "Somos conscientes de todo el discurso que ha ido evolucionando dentro del activismo 'queer', desde los transexuales que vivieron la dictadura —sigue—; nosotros recogemos su legado. Decidimos nombrarnos mariquitas de forma subversiva, porque ha sido el insulto con el que se nos ha nombrado a nosotros siempre. Y ahora lo reclamamos como propio".

— ¿Mariquita o maricón?

— [Carlos] Las dos.

— Ahora que la habéis resignificado, ¿os sentís cómodos con esa palabra?

— [Carlos] Yo sí. Entiendo que a mi padre y mi madre les choque que use esa palabra. Yo intento acostumbrarlos. Les digo que su hijo se ha hecho famoso gracias a que es un maricón reconocido.

placeholder José A. Barrera Naranjo. 26 años. Hinojos. (Huelva). (Fernando Ruso)
José A. Barrera Naranjo. 26 años. Hinojos. (Huelva). (Fernando Ruso)

Para la RAE, el término es un adjetivo despectivo malsonante: afeminado, apocado, falto de coraje, pusilánime o medroso. O, dicho de un hombre, homosexual. Un insulto.

— [Belial] Hemos trascendido a la RAE desde hace mucho tiempo. ¿Qué es la RAE? ¿Varios señores con capa más travestis que nosotras?

— Antes mencionabais a la dictadura, que tuvo a las transexuales en una férrea oposición; ¿os toca ahora a vosotros luchar contra el auge de la ultraderecha?

— [Belial] Nos toca y estamos en ello. Es una amenaza y hemos vivido esa amenaza. El auge de partidos como Vox tiene mucho que ver con su estrategia comunicativa. Antes, la gente que era fascista sabía que no se podía ser fascista, tenían que ser discretos. Ahora, la ultraderecha le ha dado alas a esa gente que estaba antes callada. Les ha dado herramientas discursivas y espacio en las instituciones del Estado.

Contra el 'orgullo facha'

José apostilla: "Ha creado un orgullo facha". Él mismo ha sentido el odio de sus vecinos en Hinojos. Dos veces ha puesto la bandera arcoíris en su balcón y dos veces se la han arrancado de las rejas. La primera la pudo recuperar; la segunda se perdió. Para evitar nuevos ataques, y para aclarar que no iba a ceder a la violencia homófoba, pinto el arcoíris en los barrotes de la fachada.

— ¿Tenéis ahora más miedo que antes?

— [Carlos] Sí, pero me suda la penca. No voy a vivir con miedo. Mi madre, a la que le cuesta asimilar la situación, me pide que deje de hacer cosas. Yo le respondo que, si me tiene que pasar algo, me pasará vestida de flamenca o de mantilla o en chándal en un supermercado, porque se nos ve que somos maricones. Nos ven así y los fachas se sienten insultados, pero ese folclore nos pertenece a nosotros más que a ellos.

— [Belial] La reapropiación del folclore es una de nuestras batallas. Una de tantas.

— [José] Pero nosotros no hemos empezado esa batalla. La iniciaron ellos al retirarnos de esos sitios. Las hermandades, las cofradías, siempre han sido un refugio para los mariquitas: vestidor, bordador, limpiadores de plata, priostes, floristas, creando el protocolo… Dentro de la hermandad no era el mariquita del pueblo, era una persona válida, importante y respetable. Por eso se sentía cómodo. Allí sobrevivía. En la calle, le decían que era el mariquita del pueblo.

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Foto: Fernando Ruso

Defienden los tres que el folclore español ha sido durante décadas el refugio de muchos homosexuales. Allí sobrevivieron las travestis sobre los tablaos vestidos de flamencas, disputándole a la dictadura la iconografía andaluza. "Y eso se lo debemos a las mariconas, a las transexuales que desafiaban la ley de vagos y maleantes. ¡Ojo, 'cuidao'! Que me parece un avance que en año 1975 esa ley ya hablaba de los afeminados pasivos", advierte Carvento. "De hecho, las cárceles de maricas estaban separadas entre maricones activos y maricones pasivos. Según su idea, los activos eran maricas por vicio; pero los pasivos tenían una enfermedad y tenían que curarse", añade Belial.

Su investigación para 'Maricón de España' incluye a muchos homosexuales y transexuales que vivieron la dictadura. La Petróleo y la Salvaora de Cádiz, la Esmeralda de Sevilla, la Vicky Aranda, la Paquera de Córdoba, la Tina Cristal, Ocaña… —los tres van dando nombres. José: "Esto es como el 'Un, dos, tres'; maravilloso"—, Tamara la Gitana, Cristina Ortiz Rodríguez la Veneno, el Titi…

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Foto: Fernando Ruso

Gracias a esas entrevistas Carlos ha constatado que "existe la vejez LGTBIQ+". "Existen las mariquitas viejas y todas llegaremos a viejas", sentencia. "El problema de esa tercera edad 'queer' es que la mayoría están solas, no tienen descendencia y se encuentran con ochenta años sin valerse por sí mismas y sin una familia que las ayude", lamenta Belial.

Coinciden los tres en asegurar que la serie 'Veneno', basada en la vida de Cristina Ortiz la Veneno, ha servido como reconocimiento a la labor que hicieron las transexuales de España. "Ha sido algo pedagógico más que entretenimiento", apunta Carvento. "Porque Veneno era una persona pobre, transexual, prostituta, andaluza —enumera—; y en este país también hay mucha andalufobia". “Gracias a ellos, y a los de ahora, me alegra ver a los grupitos de mariquitas, a los grupitos de bolleras andando tranquilos por la calle y me digo: ¡Ole su coño!".

No oculta Carlos el dolor que en su infancia le causaba oír la palabra 'maricón' cuando los niños se la disparaban directa a las entrañas. Cuenta que se sentía repudiado, expulsado del grupo, cuestionado por —en su entonces mente confusa— "traicionar a la masculinidad". "Estaba roto, como si no fuese un miembro funcional de la sociedad, y me preguntaba si algún día podría encajar", recuerda. Todo eso ha cambiado hoy. "Ahora dime tú a mí 'maricón', que me giro y…".

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