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'El maestro jardinero': cómo salvarte de un trauma violento a través de las flores
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'El maestro jardinero': cómo salvarte de un trauma violento a través de las flores

Paul Schrader cierra su trilogía con una película —de nuevo— sobre la soledad y la redención

Foto: Joel Edgerton es Narvel Roth, el maestro jardinero de la última película de Paul Schrader. (Caramel/YouPlanet)
Joel Edgerton es Narvel Roth, el maestro jardinero de la última película de Paul Schrader. (Caramel/YouPlanet)

No se dejen engañar por el motivo floral. El maestro jardinero no es una película sobre jardinería. O no del todo. La última película de Paul Schrader, el cierre de la trilogía que empezó en 2017 con El reverendo y siguió con El contador de cartas (2021), un tríptico que define como "películas de un hombre en una habitación" unidas a través de la idea de la "violencia durmiente" y la posibilidad de redención. Si primero fue Ethan Hawke en el papel de un cura que intenta mantener la espiritualidad en una iglesia cada vez más vendida al mercado —y combatir a su vez el cambio climático— y después Oscar Isaac intentando hacerse con el botín de los torneos de póker millonarios, aquí es Joel Edgerton (El gran Gatsby) quien encarna a un maestro jardinero, como indica su propio título, encargado de cuidar el espléndido jardín meticulosamente diseñado de una mujer adinerada, Norma Havernill (Sigourney Weaver). No es de flores de lo que habla Schrader, sino de la posibilidad de domesticar la naturaleza, de organizar el caos, de que personajes complejos y conflictivos encuentren la redención en algo tan inesperado como el amor.

Cada nueva película de Schrader, rayando ya la ochentena, lo acerca más a una sencillez y una austeridad bressoniana, a una forma de contar desnuda de adornos innecesarios. Para Schrader, a pesar de su reconocimiento en la industria, levantar un proyecto resulta una cuestión kamikaze, de resistencia, de vida o muerte que se define por gestos masoquistas como evitar operarse tras un desprendimiento de retina —y conformarse con un parche en el ojo— para evitar parar el rodaje y acabar la película a toda costa y a costa de todo. Y a Schrader le llega ya por fin un reconocimiento como director que hasta hace poco se le hacía esquivo, o al menos había quedado eclipsado por sus guiones para Scorsese (Toro salvaje, 1980; La última tentación de Cristo, 1988); su única nominación al Oscar fue en 2018 por El reverendo. El maestro jardinero se estrenó fuera de competición en el último Festival de Venecia, que desde 2017 le ha abierto las puertas de los festivales de clase A.

placeholder Quintessa Swindell y Joel Edgerton, en 'El maestro jardinero'. (Caramel/Youplanet)
Quintessa Swindell y Joel Edgerton, en 'El maestro jardinero'. (Caramel/Youplanet)

Schrader es el gran retratista de la soledad. Sus personajes arrastran traumas del pasado que les impide relacionarse de la manera que un psiquiatra calificaría de "normal". La guerra, la violencia, las adicciones modelan sus carácteres esquivos y atormentados, muchas veces explicados a través de flashbacks-imágenes-fogonazo que van desvelándose intercalados con el presente. En este caso, bajo la apariencia tranquila y la ropa de trabajo del protagonista, encontramos una piel repleta de tatuajes que, al menos, cuestiona la fachada con la que el jardinero se muestra ante el mundo.

Ya en los títulos de crédito, imágenes de la floración de distintas especies rodadas con cámara rápida, Schrader se muestra íntimo y delicado, una faceta que ha cultivado más evidentemente en sus últimos trabajos y que, como el jardinero protagonista, refuta esa imagen de cineasta de la violencia y lo antisocial. Aunque siempre ha engrandecido a sus personajes con esos destellos de profunda humanidad en medio del salvajismo, con la edad el estadounidense parece haberse redimido, al igual que sus personajes. Una tendencia que probablemente se vaya acusando tras el reciente diagnóstico de Alzheimer de su mujer.

placeholder Joel Edgerton y Sigourney Weaver. (Caramel/YouPlanet)
Joel Edgerton y Sigourney Weaver. (Caramel/YouPlanet)

En El maestro jardinero, Edgerton interpreta a un hombre entregado al cuidado del jardín del personaje de Weaver. Ambos personajes solitarios se relacionan disfuncionalmente, como una forma de sobrellevar la incomunicación y el aislamiento. Parece que la única conexión profunda e íntima de Narvel es la que se produce con las plantas, con la tierra. Y es con esas mismas flores a las que Weaver confiere la misión del legado, después de que toda su familia haya ido muriendo a causa del cáncer. Toda su meticulosidad y atención van dirigidas a crear el jardín más bonito. Narvel, además, ha conseguido una estabilidad tranquila después de lo que intuimos es una vida convulsa. Hasta que.

Hasta que llega a la casa Maya (Quintessa Swindell), sobrina de la mujer, el único familiar vivo que le queda. "Una mestiza", apunta el personaje de Weaver con desdén. Sin trabajo y arrastrando ciertos problemas producto "de malas compañías", la dueña de la hacienda acoge a la joven, y pide a Narvel que la instruya en el arte de la jardinería. La llegada de Maya trastoca las dinámicas asentadas en la casa, y a ambos personajes les acabará pasando el peaje de sus respectivos pasados. Schrader quizá no se deja llevar del todo al estallido de furia y por el arrebato con el que suelen acabar sus historias; se demuestra mucho más contenido y, lamentablemente, menos audaz.

Aun así, es en ese contraste, en ese cruce de caminos opuestos y aparentemente irreconciliables donde mejor se mueve el cineasta estadounidense, que va cargando la tensión con un personaje progresivamente oscurecido, al que le van asaltando los recuerdos —de nuevo— de un trauma militar. También vuelve a confiar en las lentes angulares —no tanto como en anteriores trabajos— para encontrar la intimidad de sus personajes no en su psique, sino en la distancia y el espacio entre ellos, en la forma de tocarse, moverse, acercarse o alejarse. Y todo con la estupenda banda sonora electrónica de Blood Orange, Devonté Hynes. Y Edgerton se reconfirma con un papel también austero, en la que los espacios y los silencios adquieren un peso existencial. Larga vida al Schrader salvaje, pero larga vida también al Schrader sentimental, el Schrader, sí, domesticado.

No se dejen engañar por el motivo floral. El maestro jardinero no es una película sobre jardinería. O no del todo. La última película de Paul Schrader, el cierre de la trilogía que empezó en 2017 con El reverendo y siguió con El contador de cartas (2021), un tríptico que define como "películas de un hombre en una habitación" unidas a través de la idea de la "violencia durmiente" y la posibilidad de redención. Si primero fue Ethan Hawke en el papel de un cura que intenta mantener la espiritualidad en una iglesia cada vez más vendida al mercado —y combatir a su vez el cambio climático— y después Oscar Isaac intentando hacerse con el botín de los torneos de póker millonarios, aquí es Joel Edgerton (El gran Gatsby) quien encarna a un maestro jardinero, como indica su propio título, encargado de cuidar el espléndido jardín meticulosamente diseñado de una mujer adinerada, Norma Havernill (Sigourney Weaver). No es de flores de lo que habla Schrader, sino de la posibilidad de domesticar la naturaleza, de organizar el caos, de que personajes complejos y conflictivos encuentren la redención en algo tan inesperado como el amor.

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