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Yoga, silencio y agua salada: cuando pagamos por actividades relajantes que deberían ser gratis
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Yoga, silencio y agua salada: cuando pagamos por actividades relajantes que deberían ser gratis

¿Paga el ser humano por cualquier cosa? Podemos decir que sí. Pero tanto sociológica como psicológicamente hay una explicación bastante más profunda de base

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A pesar de los ecos de guerra en nuestro continente, y los datos de una pandemia que ya lleva dos años conviviendo con nosotros, lo más probable es que los seres humanos actuales tengamos las vidas más cómodas de la historia. Por lo menos, si nos referimos a Occidente. Y, sin embargo, pese a que todas nuestras necesidades primarias parecen más o menos satisfechas, o quizá justo por ello, nunca se habían dado tantos problemas de ansiedad y estrés. Dejando el covid aparte, desde hace años oímos aquello de que la depresión es la enfermedad del siglo XXI.

En otras palabras, ¿no somos felices?

Pareciera que lo tenemos todo y, sin embargo, se publican más libros de autoayuda que nunca. No solo eso, se alerta continuamente de la importancia de la salud mental y de no convertir en un tabú nuestros problemas. Se recuerda que según cálculos de la OMS, en un año podrían producirse en torno a 80.000 intentos de suicidio, solamente en España. Las redes sociales no ayudan sino que agravan el problema, y que estamos más solos que nunca. Todo esto se sabe, no es nada nuevo, y probablemente es reducir a un párrafo simple un problema complejo y generalizado.

Durante muchos años médicos y científicos han estudiado los tanques de flotación para tratar todo tipo de males (desde el estrés a la ansiedad, pasando por las migrañas o los dolores crónicos)

Este comienzo desesperanzador sirve para intentar dar explicación a una serie de actividades que se han puesto de moda en Occidente, no con el propósito de criticarlas, sino para comprender que en la actualidad todo es capitalizable, en el sentido de que estamos dispuestos a pagar incluso por algo tan sencillo como puede ser relajarse. O, como trascendió hace unos meses, por recoger fresas.

Pero las fresas, valgan más o menos dinero, no relajan. Sin embargo, hay muchas actividades pensadas para hacernos huir del mundanal ruido por lo menos durante una hora. Dejando a un lado los masajes, espás y clases de yoga, en los últimos años se han puesto de moda en nuestro país los llamados tanques de flotación. En realidad es algo que en Estados Unidos lleva mucho más tiempo en auge: en los años 50, el controvertido neurofísico estadounidense John C. Lilly estudió por primera vez los beneficios del aislamiento sensorial en cámaras de flotación, para analizar la respuesta del cerebro humano a estímulos externos.

Hoy en día podemos encontrar distintos centros dedicados a ello y repartidos por España. Hay varios tipos: desde cámaras de aislamiento como las de Homer y Lisa en un capítulo de 'Los Simpson', a piscinas sin tapa donde puedes flotar (o quedarte dormido) porque contienen agua muy salada. De 20 minutos a una hora puedes relajarte en una piscina insonorizada y oscura. O quizá iluminada (en ocasiones el techo intenta imitar las estrellas) y con una música tenue. Lo único claro es que pagas por flotar en agua durante un rato.

placeholder 'Los Simpsons' ya predijeron las cabinas de flotación.
'Los Simpsons' ya predijeron las cabinas de flotación.

Por supuesto, decir eso es reducirlo al absurdo: durante muchos años médicos y científicos han estudiado los tanques de flotación para tratar todo tipo de males (desde el estrés a la ansiedad pasando por las migrañas o los dolores crónicos). Los que los han probado aseguran que relaja y que la sensación es muy parecida a 'volver al útero materno'. Los propios centros los recomiendan asegurando que relaja como cuatro horas de sueño.

Por más de 200 euros puedes pagar por pasarte tres días de tu vida en un retiro en absoluto silencio, sin Wi-Fi, libros u otro entretenimiento más allá de tus propios pensamientos

Los retiros de yoga son, al fin y al cabo, muy parecidos. No en su forma, pero sí en su significado. Experiencias similares a los retiros espirituales y religiosos, en las que se busca alejarse de las obligaciones cotidianas y tomarse un tiempo para dedicarse en exclusiva a la búsqueda de la paz mediante la práctica de esta filosofía. Por más de 200 euros puedes pagar por pasarte tres días de tu vida en un retiro en absoluto silencio, sin Wi-Fi, libros u otro entretenimiento más allá de tus propios pensamientos o las actividades de yoga y meditación.

Y por 50 euros (o con suerte menos) puedes pagar por una ceremonia del cacao. Nada que ver con un retiro de la ayahuasca, aquí solo pagas por preparar (a veces) y beber cacao en grupo. La justificación es que para los nativos de Mesoamérica era una bebida mágica y un alimento de los dioses, y que la usaban como bebida para sanar e inspirarse. Los beneficios de este alimento se conocen de sobra: proporciona energía, libera endorfinas, puede eliminar dolores corporales... pero la ceremonia del cacao eleva una actividad sencilla como es el beber chocolate a un nivel de trascendencia espiritual. De nuevo, son la felicidad y la reducción del estrés lo que buscan aquellos que se apuntan a esta actividad.

placeholder Una bonita foto de iStock que representa una ceremonia del cacao.
Una bonita foto de iStock que representa una ceremonia del cacao.

Para comprender mejor y desde un punto de vista sociológico todo esto, hemos hablado con Rafael San Román, psicólogo en Ifeel (plataforma de bienestar emocional para empresas). "¿Que si paga la gente por cualquier cosa? Sí" me comenta. "Vivimos en una sociedad de consumo desaforado, donde todo tiene un precio y lo material es muy importante. Y no solo las cosas, también las experiencias. Esto nos hace ser muy curiosos e innovadores, pero también caprichosos: detectamos necesidades que en realidad no tenemos, y a veces nos hacen creer que necesitamos adquirir cosas que no tenemos (o necesitamos). Pagamos por aquello que no sabemos generar nosotros mismos y no hay nada que no tenga un precio. Si no sé arreglar mis problemas o desestresarme, no me queda más remedio que pagar por un balneario (o un tanque, o un retiro de yoga) que nos haga 'resetear'".

"Entrenamos mucho el sistema para estar siempre activos y poco para contemplar, pararnos y estar inactivos"

El hecho de tener estímulos continuos también nos afecta psicológicamente. Al final, pasarse una hora en un tanque de agua flotando mientras miras al techo es curioso porque, justamente, nunca lo hacemos. "Todo exceso de estímulos acaba saturando el sistema, naturalmente. Al final, esa saturación quiere decir que procesamos más que la capacidad que tenemos de procesamiento. Eso lo experimentamos en forma de desgaste y es a lo que llamamos estrés", explica Rafael. "Si este desgaste sigue creciendo, al final se da un 'apagón' y de ahí vienen las grandes crisis. Como se suele decir: si no paras será la vida la que te acabará parando. Entrenamos mucho el sistema para estar siempre activos y poco para contemplar, pararnos, estar inactivos. La actividad constante no distrae, lo cual es bueno, pero aparta el foco de nuestras sensaciones y emociones y por eso cuesta tanto parar a mirar una pared o un atardecer, sin ningún objetivo. Entonces tenemos que hacer caso a ese ruido interior y eso puede ser agobiante, incluso puedes ponerte más nervioso".

Entonces, ¿es mejor intentar relajarse contando tus problemas o evadirte con este tipo de actividades? "¿Qué crees que te voy a contestar?", se ríe. "En realidad ambas son necesarias. Los seres humanos necesitamos oscilación para afrontar lo que nos sucede (ya sean cosas banales o importantes) y también necesitamos una evasión sana y distraernos. No podemos estar siempre 'psicoanalizándonos en canal', pero tampoco distrayéndonos. Al final, hablar con un profesional es más que descargarnos y compartir lo que nos ocurre, es integrar y entender las diferentes partes de nuestra experiencia. Pero, después, es bueno irse a tomar un café, hacer yoga o al cine".

Detectamos necesidades que en realidad no tenemos, y a veces nos hacen creer que necesitamos adquirir cosas (o experiencias)

"No sé si somos más felices o infelices que nunca. Depende de lo que llames 'necesidades cubiertas': las materiales las tenemos, pero hay mucho más y muy diverso. No todo el mundo satisface sus necesidades con la misma metodología y el bienestar psicológico tiene muchas caras. No sé si ahora la humanidad es más feliz qué hace 50, 30 o 500 años porque lo importante es ver qué es la felicidad (o la infelicidad) y a qué llamamos así. Tenía un profesor que solía decir: miro por las ventanas de la época actual, de la posmodernidad, y veo muchas sonrisas, pero no veo mucha felicidad. La gente maquilla la realidad y todo es relativo. Lo que hay que examinar es a qué llamamos felicidad y si estas cosas dan un verdadero resultado", concluye.

A pesar de los ecos de guerra en nuestro continente, y los datos de una pandemia que ya lleva dos años conviviendo con nosotros, lo más probable es que los seres humanos actuales tengamos las vidas más cómodas de la historia. Por lo menos, si nos referimos a Occidente. Y, sin embargo, pese a que todas nuestras necesidades primarias parecen más o menos satisfechas, o quizá justo por ello, nunca se habían dado tantos problemas de ansiedad y estrés. Dejando el covid aparte, desde hace años oímos aquello de que la depresión es la enfermedad del siglo XXI.

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