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'Humanidad': un espectáculo Frankenstein sobre la guerra con Susan Sontag y Goya
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'Humanidad': un espectáculo Frankenstein sobre la guerra con Susan Sontag y Goya

El Price fusiona circo y teatro en un espectáculo antibélico inspirado en los ‘Desastres de la guerra’ del pintor y en la obra de Sontag 'Ante el dolor de los demás'

Foto: Un momento del espectáculo 'Humanidad'. (Madrid Destino)
Un momento del espectáculo 'Humanidad'. (Madrid Destino)

Una docena de soldados rusos yacen en la ladera de un barranco. Algunos están muertos. Otros, malheridos, sucios, manchados de sangre, algunos tendidos en la tierra y otros incorporados, sentados, hablando entre ellos, incluso riéndose. Parecen zombis que han vuelto a la vida celebrando haberse encontrado. Pero todo es ficción. Los soldados rusos son actores maquillados y caracterizados para simular una escena de guerra en el frente afgano. Serán fotografiados por separado en un estudio de Vancouver, en un escenario construido para la ocasión y, después, cada una de las imágenes se unirá a las otras en un montaje digital. La imagen se titulará Dead Troops Talk (Una visión tras la emboscada a una patrulla del Ejército Rojo cerca de Moqor, Afganistán, invierno de 1986) y es obra del fotógrafo canadiense Jeff Wall, que nunca estuvo en Afganistán y que “se impuso la tarea de imaginar el horror de la guerra” con la pintura de Goya como inspiración, como explica Susan Sontag en su ensayo Ante el dolor de los demás (Alfaguara), en el que define esta famosa imagen vendida en 2012 por 3,6 millones de dólares en una subasta de Christie’s como “la antítesis del documento” y “ejemplar por su clarividencia y vigor”.

Y de esto va Humanidad, un espectáculo en torno a la guerra y su representación en el que conviven dos disciplinas distintas, el teatro y el circo, para acompañar el encuentro entre un gigante del pensamiento y otro del arte, Susan Sontag y Francisco de Goya, en un diálogo que parte de una frase del pintor —“Mísera humanidad, la culpa es tuya”— atravesado también por esa idea de Sontag que constata la imagen de Jeff Wall: que “cualquiera que haya visto la guerra sabe que su representación poco tiene que ver con ella”. En la piel de Sontag, Fernanda Orazi, y en la de Goya, el actor sordo Marcos Pereira. Ambos, junto a Julia Monje (el espejo de Goya, su conciencia), interpretan textos de María Folguera y ejercen de guías en un viaje que articula en escena la directora Rakel Camacho en torno a cuatro piezas de circo, cuatro visiones distintas de los Desastres de la guerra del pintor de Fuendetodos. Cada una de esas cuatro piezas, con dramaturgia y dirección de creadores de la escena circense internacional —Stefano Fabris, Zenaida Alcalde, Herminio Campillo e Ilaria Senter— al frente de un elenco compuesto por Pía Bautista, Eyal Bor, Sofía Cancino, Zuska Drobna, Sirio Fernández y Riccardo Pedri.

placeholder 'Humanidad' fusiona circo y teatro.
'Humanidad' fusiona circo y teatro.

Humanidad (Cinco visiones de Goya para circo) es una producción del Teatro Circo Price con La Grainerie-Fabrique des Arts du Cirque et de l’itinérance de Toulouse y el FRAC de Fuenlabrada, y nace a partir de una premisa de colaboración entre España y Francia en la que los artistas, explica María Folguera, dramaturga y directora artística del Price, “tenían libertad total, no tenían que unificar estéticas ni criterios, tenían relativa libertad para hacer cosas más contemporáneas, más autorreferenciales o más dancísticas”. Un proceso que se desarrolló en tres etapas y espacios distintos: durante el pasado mes de noviembre en el FRAC de Fuenlabrada, en Toulouse durante febrero y en el Price este mes de mayo y, entre medias, “mucha reunión, hicimos un despliegue en una habitación del Price, en una oficina, con todas las referencias estéticas y los requisitos de cada uno de los directores, con una pared llena de fotos en plan The Wire y hemos hecho un grandísimo esfuerzo, aunque suene tópico, por los cuidados, un gran esfuerzo de atención a todas las partes frágiles de escucha”.

Amapolas y tortilla de Mercadona

En pantalla, un primer plano del rostro de un soldado que asoma tras un montón de amapolas. Después, otra imagen, la del Remembrance Day que se celebra cada 11 de noviembre en Londres para rendir homenaje a los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial, conocido como el Día de la amapola. En el patio de butacas, moviéndose entre el público, Fernanda Orazi/ Sontag dice: “Tras una batalla, el campo brota amapolas, como un cuento. Yo no lo he visto. Pero sí me pregunto qué pasa después de una guerra. Un artista mira la guerra. ¿Cuánto tarda en dar forma a lo que ha visto? En los Desastres de la guerra, Goya no trae amapolas. Él mira bajo tierra, como si se interesara por la raíz y no por los pétalos”.

placeholder Un momento de la puesta en escena de 'Humanidad'.
Un momento de la puesta en escena de 'Humanidad'.

Mientras ella habla, Marcos Pereira/ Goya se ha tumbado sobre el lecho de flores calcinadas que invade el proscenio y se ha cubierto con los pétalos. En pantalla vemos uno de sus Desastres y, cuando nadie habla, suena el estallido de una bomba. Yo lo vi, dirá Goya, enterrado en ese suelo de amapolas que, dice la leyenda, nacen tras la sangre derramada en las guerras. Sontag lo observará todo desde fuera, distanciada, reflexionando sobre el porqué de esa sangre, de ese horror. Y ese juego entre el dentro y el afuera, entre quien vive la guerra y quien la observa desde el sofá del salón, marca la dialéctica entre ambos personajes y se convierte en lo más interesante de este espectáculo. “He tratado de poner voz a dos artistas, dos pensadores, Sontag y Goya, cada uno en su terreno: ella nos habla de la relación que tenemos con lo que no hemos vivido, de esa incomprensión, de esa distancia y de ahí que ocupe un lugar periférico en el espacio. Y en la figura de Goya está toda esa transformación que provoca su obra porque toda imagen de guerra tenía que ver con lo bélico y él, que era un romántico, se lo carga y le da la voz al pueblo”, explica Rakel Camacho a este diario.

Esas palabras de Goya y Sontag, como si fueran los maestros de ceremonias de una gala, van dando paso a números de malabares, trapecio, cuerda lisa o de suspensión capilar, piezas con texto o sin él que proponen relatos distintos y dispares sobre cómo responder a la violencia o sobre la responsabilidad de las víctimas de no alimentarla, pero también sobre la migración y la identidad, el desarraigo y la precariedad de los artistas de circo hoy, la de aquellos que actúan en los semáforos con números de malabares, o sobre ese nosotros que no puede “imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra y cómo se convierte en normalidad”. Alguien canta en escena el Cum Dederit de Vivaldi mientras otra artista dice estar “sentada en el sofá con mi tortilla del Mercadona, esperando la próxima catástrofe para ser generosa, disponible para luchar”. Al final, todos los artistas se subirán a un columpio, como ese Viejo columpiándose de Goya que pintará en Burdeos y esa imagen, explica Camacho, responde a esa idea de “elevarse y no querer pisar el suelo, pero no se trata de ascender como una resurrección, sino con la voluntad de no pisar el suelo de la guerra, una guerra que no queremos y rechazamos”.

Un espectáculo Frankenstein

En Humanidad, las piezas que firman cada uno de los directores de circo van por libre, como si hubieran sido creadas sin establecer ningún tipo de conversación con las del resto de creadores, pero tampoco con las propuestas de dirección escénica de Rakel Camacho, que hace lo que puede para darle empaque al conjunto a partir de las transiciones entre pieza y pieza. Pero no funciona. Cada director de circo propone un imaginario y una puesta en escena propios, y eso provoca que no haya un relato global y de conjunto, y que veamos números e imágenes muy similares, casi repetidas y alguna que otra incoherencia, como que en un momento aparezca en escena una especie de montaña hecha de trapos o telas y nadie sepa qué aporta y qué relación tiene con lo que está ocurriendo. O como cuando uno de los artistas pregunte varias veces a otra “si quiere follar” y no se entienda bien el contexto de acoso en el que se produce esa invitación.

placeholder Un momento del espectáculo sobre la guerra 'Humanidad'.
Un momento del espectáculo sobre la guerra 'Humanidad'.

Humanidad es un espectáculo Frankenstein, una especie de patchwork, una pieza irregular que evidencia, en este caso, una sintonía fallida entre el teatro y el circo, un ejercicio de estilo (como mucho) a partir de una idea potente —la guerra—, diluida en un espectáculo con buena intención y poco punch, amable e inofensivo, bonito y estético, con una dramaturgia desigual y una puesta en escena que actúa como mero pegamento. Un espectáculo que, como dice Sontag en escena, gira en torno a esa seducción que provoca la guerra, aunque sepamos que “ningún dibujo, ninguna foto ha podido detenerla, que ninguna advertencia de ningún fantasma logró detener el desastre”.

‘Humanidad (Cinco visiones de Goya para circo)’. Dramaturgia de conjunto: María Folguera. Dirección escénica de conjunto: Rakel Camacho. Dirección y dramaturgia de las piezas de circo: Zenaida Alcalde, Herminio Campillo, Stefano Fabris e Ilaria Senter. En el Teatro Circo Price hasta el 21 de mayo.

Una docena de soldados rusos yacen en la ladera de un barranco. Algunos están muertos. Otros, malheridos, sucios, manchados de sangre, algunos tendidos en la tierra y otros incorporados, sentados, hablando entre ellos, incluso riéndose. Parecen zombis que han vuelto a la vida celebrando haberse encontrado. Pero todo es ficción. Los soldados rusos son actores maquillados y caracterizados para simular una escena de guerra en el frente afgano. Serán fotografiados por separado en un estudio de Vancouver, en un escenario construido para la ocasión y, después, cada una de las imágenes se unirá a las otras en un montaje digital. La imagen se titulará Dead Troops Talk (Una visión tras la emboscada a una patrulla del Ejército Rojo cerca de Moqor, Afganistán, invierno de 1986) y es obra del fotógrafo canadiense Jeff Wall, que nunca estuvo en Afganistán y que “se impuso la tarea de imaginar el horror de la guerra” con la pintura de Goya como inspiración, como explica Susan Sontag en su ensayo Ante el dolor de los demás (Alfaguara), en el que define esta famosa imagen vendida en 2012 por 3,6 millones de dólares en una subasta de Christie’s como “la antítesis del documento” y “ejemplar por su clarividencia y vigor”.

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