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La falsa modestia te hace feo, o eso dice la ciencia: así funciona la ética de la atracción
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La falsa modestia te hace feo, o eso dice la ciencia: así funciona la ética de la atracción

Tener una cara simétrica, con facciones que tradicionalmente se consideran ideales, refuerza tu proyección al mundo en el sentido básico de la palabra, pero vivimos en una enorme fábrica de "estilos de vida" que buscan ser atractivos

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La belleza es uno de los asuntos más complejos, aunque parezca fácil una vez que inconscientemente nos encontramos adaptados al sistema de patrones que, culturalmente, establece lo que debe formar parte de ella y lo que se queda fuera. Los patrones de "lo bello" están aquí y allí en todo momento, nos persiguen como sombras que encierran nuestro campo de visión mientras repetimos eso de que "la belleza está en los ojos del que mira".

No se trata de tener un peinado perfecto, ni un cuerpo concreto, ni siquiera una cara concreta. ¿Qué es entonces la belleza? La escritora estadounidense Gertrude Stein decía que llamar "bella" a una obra de arte significaba que estaba muerta. Bello, recuerda así Susan Sontag en su ensayo Un argumento sobre la belleza, ha llegado a significar "'solo bello': no hay elogio más común ni más soso".

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Pero la belleza va intrínsecamente ligada a lo atractivo, y sea lo que sea esto, lo que sí tienen claro los investigadores en torno a la cuestión es que, si hablamos de atractivo humano, existen actos, gestos o hazañas que te pueden desprender de ser bello o bella a ojos de la gente.

Una fábrica de estilos de vida

Claro que tener una cara simétrica, con facciones que tradicionalmente se consideran ideales, refuerza tu proyección en el sentido más básico de la palabra. Sin embargo, de acuerdo con un estudio de la Harvard Business School, tu personalidad y tus modales también tienen mucho que ver.

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Realizado en conjunto con la Universidad de Carolina del Sur en 2017, la investigación parte del concepto de 'humblebrag' o el arte de la falsa modestia, es decir, presumir, quejarse y pretender ser humilde al mismo tiempo.

Como sostiene Sontag, "en general, se asume que la belleza es (casi tautológicamente) una categoría 'estética', por lo que, de acuerdo con muchos, se opone a la ética. Pero la belleza, aun la belleza en su modalidad amoral, nunca se encuentra desnuda. Y la atribución de belleza nunca deja de entremezclarse con valores morales". Así, la rueda de un sistema como el que actualmente rige las redes sociales y, por ende, buena parte de la existencia de la sociedad actual, presume constantemente de asemejarse a una enorme fábrica de "estilos de vida" que buscan ser atractivos.

La fea 'presumodestia'

Piensa, por ejemplo, en todos los famosos y 'celebrities' que, desde sus grandes mansiones, publicaban vídeos durante el confinamiento de 2020 quejándose por estar encerrados, o en cualquier caso animando al resto de la población a permanecer "tranquilos" en casa. En cualquier caso, no hace falta situarse en un punto tan concreto de nuestros tiempos, pues seguro que a estas alturas también estás pensando en esas personas que antes del boom del interés por el ejercicio físico ya presumían en sus perfiles de Internet de glúteos y abdominales bajo el título de: "Me urge hacer ejercicio".

En inglés, 'humblebrag' proviene de la unión de 'humble' (humilde) y 'brag' (presumir). El término, que podría traducirse como 'presumodestia' fue creado por el comediante Harris Wittels en 2012, como una forma de referirse a las celebridades que se quejaban y presumían al mismo tiempo, pensando que eso los hacía parecer más “humanos” o conectados con la realidad.

Wittels, guionista de la serie Parks and Recreation realizó entonces algo así como la constatación de un paradigma, como podría serlo la noción recientemente expuesta sobre los 'nepobabies'. Con su su libro Humblebrag: The Art Of False Modesty, Wittels quiso apuntar desde dentro a lo que consideraba un programa de autopromoción arraigado y basado en la falsa modestia.

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Según los investigadores, sin embargo, tener esta actitud no funciona para ganarte a la gente, pues de acuerdo con sus análisis, hace que las personas pierdan la confianza en ti. ¿Es que acaso la belleza tiene algo que ver también con la honestidad? ¿Depende esto del plano en el que estemos situados?

Lo explica el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky en su último libro Gustar y emocionar, somos la primera sociedad en la historia en la que la seducción es soberana, es decir, somos autónomos en la manera en que la iniciamos, como un mecanismo más de tantos que en los dos últimos siglos hemos instalado para facilitarnos la existencia. Si bien esta forma de máquina mental ha roto la secuencia histórica de las tradiciones mandando sobre nuestras decisiones (y, por tanto, sobre nuestros futuros), hoy seguimos sin ser libres de condicionamientos: el capitalismo ha tomado la forma de tradición.

Lipovetsky asegura que desde hace milenios han existido figuras que muestran cómo las sociedades se han esforzado en crear imágenes de ensueño, de extrema seducción. Así, es posible trazar un recorrido desde las geishas en Japón a las estrellas o supermodelos en el Occidente actual. Sumidos en este plano, el sistema económico se convirtió en un sistema de embrujo, de gustar al consumidor, a través del marketing, de la publicidad, el diseño, la decoración de tiendas, la moda.

El mecanismo de los discursos del decoro sigue aun siendo una pieza clave, por ejemplo, en las galas de premios cinematográficos o musicales. En las próximas semanas, tal vez tu actriz o tu actor favorito subirán a un gran escenario a recoger una estatuilla ataviado con prendas millonarias mientras dedican sus palabras a la paz en el mundo. Habrá que seguir esperando a que estas consideraciones suenen evidentes.

La belleza es uno de los asuntos más complejos, aunque parezca fácil una vez que inconscientemente nos encontramos adaptados al sistema de patrones que, culturalmente, establece lo que debe formar parte de ella y lo que se queda fuera. Los patrones de "lo bello" están aquí y allí en todo momento, nos persiguen como sombras que encierran nuestro campo de visión mientras repetimos eso de que "la belleza está en los ojos del que mira".

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