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El eterno retorno del pensamiento estoico: así se contruye una identidad productiva
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El eterno retorno del pensamiento estoico: así se contruye una identidad productiva

Antes de que los problemas aparecieran, los estoicos ya miraban hacia ellos en el siglo III a.C. y consideraban que era beneficioso reflexionar sobre las calamidades humanas

Foto: Azúcar Moreno en la gala 'Eurocasting' de TVE (Raúl Tejedor TVE)
Azúcar Moreno en la gala 'Eurocasting' de TVE (Raúl Tejedor TVE)

Todos experimentamos desgracias en algún momento de nuestras vidas. Ya sea un golpe de mala suerte o algo más serio como una enfermedad o la muerte de un ser querido, aunque los momentos difíciles no lo son de la misma forma para todos. Muchos son los factores que intervienen en la probabilidad de sentirnos, al menos, cómodos en el mundo: desde la construcción social del género a la de la clase basada en el dinero como estrategia. Claro que es natural sentirse molesto e incluso enojado cuando todos esos factores parecen estar fallándonos. Sin embargo, una escuela de pensamiento sostiene que, en realidad, es beneficioso pensar (asumir) en la desgracia.

Antes de que los problemas aparecieran, los estoicos ya miraban hacia ellos en el siglo III a.C. Esta corriente filosófica consideraba ya por entonces que era beneficioso reflexionar sobre las calamidades humanas, porque hacerlo ayudaba a afrontar la vida con otro cuerpo, con otras ganas. "Algunas cosas están bajo nuestro control y otras no", solían decir sus fundadores.

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Zenón de Citio fue un filósofo helenístico de origen fenicio. Nació en Citio, Chipre, que por entonces era colonia griega. Hacia el 300 a. C., creó la escuela estoica en Atenas, a la que más tarde llegaría el filósofo Epicteto como discípulo. Epicteto nació en torno al año 55 d. C., en la ciudad grecorromana de Hierápolis, la actual Pamukkale en Turquía. A pesar de la condición que le vino adjudicada antes incluso de nacer, la de esclavo, Epicteto se esforzaba por vivir el presente acariciando las preocupaciones.

Solo se vive una vez

Si aún no te suenan de nada los conocerás seguro por su dicho estrella: "Memento Mori", que significa "recuerda que morirás". Así es, se pasaban los días recordando (seguro que las restricciones a las que estaban sometidos no tenía nada que ver). Como podrás ir suponiendo, eran un grupo de filósofos que creían que la mejor manera de vivir era concentrarse en lo que estaba bajo nuestro control y aceptar lo que se escapa a nuestras manos (y a nuestra mente). Ese era, decían, el secreto de una vida de tranquilidad y paz; en definitiva, del equilibrio de estar vivo.

placeholder Retrato imaginario de Epicteto. Fuente: Wikipedia.
Retrato imaginario de Epicteto. Fuente: Wikipedia.

Para ellos, lo más importante era no perder de vista la idea de la muerte para poder mirar bien la vida. Y dirás: qué pesimistas. Puede sonar cuanto menos desolador, pero los estoicos pensaban que al recordarnos constantemente nuestra mortalidad, sería más probable que viviéramos en el momento presente y aprovecháramos nuestras vidas al máximo porque, efectivamente, no tendremos otra. Ya lo dirían más tarde Mónica Naranjo o las Azúcar Moreno: Solo se vive una vez.

Así, en la década de los noventa del siglo pasado, el pop se convirtió en otra especie de ungüento para nuestro cerebro, como el estoicismo, pero con ritmo que prometía equilibrio cuando el escenario social se resquebrajaba a nuestro alrededor. Y mientras tanto, el estoicismo ha disfrutado de un resurgimiento en los últimos años.

¿Puede evitarse la realidad?

A diferencia de la música pop, la corriente de los estoicos obviaba los adornos: Creían que al pensar en lo peor, estaríamos mejor preparados para enfrentarlo si realmente sucediera. E incluso si no sucediera, el mero hecho de pensar en ello nos haría más resistentes y menos propensos a ser afectados negativamente por el futuro. ¿Pero es que puede evitarse la realidad misma?

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Fuente: iStock.

Según Séneca, "soportar las pruebas con una mente tranquila le roba a la desgracia su fuerza y su carga". Las desgracias, escribió, son especialmente difíciles para quienes solo piensan en cosas felices. Es decir, su planteamiento es otra especie de deseo de prevenir. Hasta aquí, todo puede sonar frío, pero módico para la naturaleza humana.

No obstante, su punto de partida señala que las personas son infelices en gran parte porque son insaciables. Habiendo realizado esfuerzos considerables para conseguir el objeto de sus deseos, suelen perder interés en él. En lugar de obtener satisfacción, las personas se aburren rápidamente y se apresuran a cumplir deseos nuevos e incluso más extensos.

Del estoicismo a la resiliencia

De esta forma, por ejemplo, proponían un modelo también basado en el estatus: creían sinceramente que el ser perfectamente racional nunca se rendiría ante la tristeza o la rabia, un estatus al que todos deberíamos aspirar. Sin embargo, ¿es que las lágrimas pueden contenerse? ¿Puede construirse un mundo sin ellas? ¿Qué tipo de mundo sería ese?

placeholder Memento mori, por IAM de Zwolle a finales del siglo XV. Fuente: Wikipedia.
Memento mori, por IAM de Zwolle a finales del siglo XV. Fuente: Wikipedia.

En la actualidad, conceptos como autoayuda y resiliencia se adentran en estas cuestiones o, más bien, nos adentran en ellas. "El concepto de resiliencia nos propone adaptarnos al mal, una trampa sutil que doblega la oposición natural al sufrimiento y la explotación e impide que nos cuestionemos las causas del dolor", dice Paco Cerdà en El peón. Es en este mismo mundo en el que ha resurgido lo que denominan Modern Stoicism, producto de un grupo de psicólogos y académicos con sede en el Reino Unido que desde 2012 proclaman a través de reuniones y eventos el estoicismo adaptado a la productividad del mundo contemporáneo.

El nuevo estoicismo parece estar calando fuerte entre las élites y perfiles determinados. En 2018, la académica Donna Zuckerberg publicó No todos los hombres blancos muertos: clásicos y misoginia en la era digital, un libro que revela la popularidad de la filosofía en Internet entre hombres. "Lo que me sorprendió encontrar", asegura Zuckergerg en una entrevista para The Guardian, "fue hasta qué punto están utilizando figuras y textos griegos y romanos antiguos para apuntalar un ideal de masculinidad blanca".

Viviendo en el letargo

Ada Palmer, profesora de Historia Moderna en la Universidad de Chicago y novelista, señala en este sentido que "es muy interesante ver esa especie de letargo triste" del que parten muchos acogidos al nuevo estoicismo: "Cuando tienes 37 años, eres rico, estás jubilado y no eres feliz, es algo que te deja perplejo". Para afirmar esto, Palmer se mueve entre los cuerpos desvanecidos de lugares como Silicon Valley. Espacios donde la filosofía del aquí y ahora se convierte en "una terapia maravillosa contra el cansancio y las ojeras de estar compitiendo en una carrera de ratas".

placeholder Bodegón de Vanitas, por Carstian Luyckx. Fuente: Wikipedia.
Bodegón de Vanitas, por Carstian Luyckx. Fuente: Wikipedia.

En su momento, los estoicos hablaban, más bien, de enfrentarse a acontecimientos naturales como la muerte. A veces, de hecho, pedían a sus seguidores que hicieran el ejercicio de visualizar la pérdida de amigos. Al separarse de un amigo tras un encuentro cotidiano, Epicteto, sugería recordar siempre que esta despedida podría ser la última. Así podríamos disfrutar mucho más de la amistad.

En uno de los estudios sociales sobre el duelo más notables, el historiador francés Philipe Ariès subraya que el primer rasgo de la muerte durante la Edad Media y la temprana modernidad aún era la aceptación. En el arte o en la literatura puede verse: las pinturas medievales y del renacimiento muestran al moribundo en la cama rodeado por sus familiares. Don Quijote no solo murió sabiéndose loco, sino también sabiendo que iba a morir, cada ser que lo acompañaba en el lecho de muerte lo sabía. La aceptación, no obstante, no obviaba el dolor, sino más bien todo lo contrario.

La fantasía tecnológica de la inmortalidad

Muchos autores creen que negar la muerte es, de hecho, el mito constitutivo del hombre contemporáneo. La antropóloga brasileña Paula Sibila, por ejemplo, considera que las nuevas tecnologías conllevan un discurso que pone como manzana dorada la inmortalidad, "como si el deceso fuera un error del cuerpo que debiera ser corregido", dice el sociólogo argentino Salvador Marinaro en Revista Anfibia. "El poder contemporáneo olvida la muerte, no solo porque se escapa del poder, sino porque los sujetos que han vivido la muerte de un ser querido se transforman a sí mismos en otros moribundos, sujetos que reconocen la muerte cercana o distante, pero siempre presente".

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Fuente: iStock.

"La nueva popularidad del estoicismo entre la gente del sector tecnológico es, según mi perspectiva, sorprendentemente similar a la popularidad del estoicismo entre las élites poderosas de la Roma antigua", dijo Palmer. "Mientras Roma invadía territorios, el estoicismo aumentó su fama porque era el único sistema ético que les funcionaba bien a los ricos y poderosos".

El actual esquema de acumulación vinculado a la producción de servicios, información y farmacología (los tres elementos están unidos estrechamente), dice Marinaro, necesita sujetos que no "quiebren", que no se rompan fácilmente, cuyas subjetividades no sean permeables a las ideas de destrucción. Para eso el estoicismo se recompone con vértices nuevos.

Todos experimentamos desgracias en algún momento de nuestras vidas. Ya sea un golpe de mala suerte o algo más serio como una enfermedad o la muerte de un ser querido, aunque los momentos difíciles no lo son de la misma forma para todos. Muchos son los factores que intervienen en la probabilidad de sentirnos, al menos, cómodos en el mundo: desde la construcción social del género a la de la clase basada en el dinero como estrategia. Claro que es natural sentirse molesto e incluso enojado cuando todos esos factores parecen estar fallándonos. Sin embargo, una escuela de pensamiento sostiene que, en realidad, es beneficioso pensar (asumir) en la desgracia.

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