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¿Es esta la única pista sobre el paradero de la cabeza de Goya?
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¿Es esta la única pista sobre el paradero de la cabeza de Goya?

Una exposición en Bruselas reaviva el misterio sobre la desaparición, tras su muerte, del cráneo del pintor de Fuendetodos

Foto: 'Vanitas', atribuido a Dionisio Fierros, y su reverso, con la leyenda: "Cráneo de Goya pintado por Fierros".
'Vanitas', atribuido a Dionisio Fierros, y su reverso, con la leyenda: "Cráneo de Goya pintado por Fierros".

“Envíe Goya, con cráneo o sin él”. Con esta contundencia reclamó España los restos de Francisco de Goya, seis décadas después de que la muerte le encontrara en su exilio francés. El hallazgo de su sepulcro en Burdeos no podía ser más oportuno, pues en Madrid arrancaban las obras para el hoy deslustrado Panteón de Hombres Ilustres. Pero la exhumación dejó sin aliento a los presentes: en el ataúd faltaba la calavera.

¿Qué fue de la cabeza de Goya? A día de hoy, sigue siendo un misterio. Perviven varias teorías, algunas tan hilarantes como que estalló en mil pedazos durante un experimento universitario en Salamanca. Pero la mayoría tienen un punto de partida común: un pequeño cuadro que desde este viernes se puede contemplar en la muestra 'Naturalezas muertas españolas' del Palacio de Bozar de Bruselas, comisariada por Ángel Aterido.

Dos pintores, un marqués y una calavera

Un total de 33 por 26 centímetros de lienzo bastan para crear un mito. En el anverso, un 'Vanitas', uno de esos bodegones tan moralizantes que nos recuerdan lo vano de los placeres mundanos ante la muerte. Representa un cráneo sin mandíbula en tonos tostados sobre un tapete de oscuro verdor. Fue ejecutado en 1849 por la mano del pintor romántico Dionisio Fierros, tres décadas antes de la exhumación de Goya.

En su reverso, se leen tres inscripciones. La primera, escrita sobre una etiqueta de papel, es la estilizada firma del "Marqués de San Adrián", amigo y mecenas de Goya. Más abajo, directamente sobre la madera, un trazo grueso de tinta negra dibuja un “nº 4”. Y sobre el número, la frase que alimenta el misterio: "Cráneo de Goya pintado por Fierros".

¿Pero era el cráneo de Goya? "Es muy romántico, muy misterioso, pero no sabemos si es cierto"

¿Realmente pintó Fierros el cráneo de Goya en 'vivo' —por así decir— y en directo? Si fue así, el artista asturiano se llevó el secreto a la tumba antes de que se le relacionara con la decapitación de Goya. La teoría es factible: Fierros fue protegido del marqués de San Adrián, quien también ejerció de mecenas de Goya durante su exilio en Burdeos. Y los testimonios de la época atestiguan que Fierros tenía un cráneo en su taller.

¿Pero era el de Goya? “Es muy romántico, muy misterioso, pero no sabemos si es cierto”, apunta Aterido a El Confidencial. “Sí que hay una conexión entre los dos, a través del marqués de San Adrián, que era un aficionado a la frenología”, añade. Quizá Goya le legó su cabeza a su protector para que tratara de leer en sus cavidades la clave de su genialidad. Quizás el noble se hizo con ella tras el entierro. O quizá nada de esto tiene que ver con él, ni con Fierros.

El Museo de Zaragoza ha advertido de que la tercera inscripción sobre el 'Vanitas', la que relaciona el cuadro con Goya, fue añadida con posterioridad. Y no se sabe si con intención aclarativa o para revalorizar un cuadrito que pasó desapercibido hasta su resurgir en un anticuario zaragozano, ya en el siglo XX.

¿Quién robó la cabeza?

En el imaginario popular fraguó la idea de que la cabeza fue sustraída por un “médico para su estudio científico”, tal y como reza el pergamino con el que Goya fue enterrado en el Paseo de la Florida de Madrid, en 1919. Si la 'Vanitas' se hizo con ánimo pseudocientífico —la frenología es prima de la craneometría, que hizo las delicias de nazis y otros supremacistas blancos—, además del artístico, “¿quién le iba a decir al propio Goya que su cabeza iba a terminar siendo un bodegón?”, bromea el comisario.

Goya también cultivó el género. En la cuidada retrospectiva de la naturaleza muerta española del Palacio del Bozar, la primera que se organiza desde la muestra del Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1999, se pueden contemplar dos bodegones firmados por él. 'Pavo muerto' y 'Doradas' fueron pintados en 1808 en Madrid, durante la Guerra de Independencia, y no esconden la angustia que Goya, partidario de los afrancesados, vivió en su Quinta del Sordo.

En la cuidada retrospectiva de la naturaleza muerta española del Palacio del Bozar, en Bruselas, contemplamos dos bodegones de Goya

“Goya pinta 12 bodegones para su casa, en paralelo a varias imágenes de la guerra. Son muy dramáticos”, recalca Aterido. No se equivoca: Goya da a las viandas un aspecto cadavérico, desparramadas como los ejecutados de 'Los fusilamientos del 3 de mayo'. Además, “tienen una técnica, una fuerza y una libertad muy personales. Hay que esperar casi a Manet y los impresionistas para encontrar una cosa parecida”, recalca Aterido.

La exposición, que se puede visitar hasta el 27 de mayo, ofrece a través de 77 piezas un cuidado repaso a la evolución de este género lastrado por el estereotipo —“a menudo pensamos en los cuadros que tenían nuestros abuelos en el salón”, bromea el comisario— y con frecuencia tratado de arte menor. Es también la primera que rastrea su evolución desde sus inicios hasta el mismo siglo XX, con firmas como las de Velázquez, Picasso, Miró, Dalí, Barceló o Antonio López.

Menos conocido es el patriarca del bodegón español, Juan Sánchez Cotán. El pretendido realismo de sus cuadros aturde al espectador cuando descubre que fueron pintados hace cuatro siglos. He aquí otro misterio: el del nacimiento de las naturalezas muertas. ¿Cómo surgieron a la vez en Italia, Flandes y España, con estilos diferenciados y un marcado carácter austero en nuestro país?

¿Y qué llevó a estos artistas a abandonar las grandes historias del Renacimiento para volver la mirada hacia lo cotidiano? “Ya no se busca hacer propaganda: una pera es una pera, y un bodegón es lo que es. Cambió la sociedad europea y se buscan nuevos temas”, explica Aterido. El naturalismo de Caravaggio, y su maestría a la hora de representar de manera realista sus motivos, da algunas pistas sobre este salto. Pero eso es ya otra historia.

“Envíe Goya, con cráneo o sin él”. Con esta contundencia reclamó España los restos de Francisco de Goya, seis décadas después de que la muerte le encontrara en su exilio francés. El hallazgo de su sepulcro en Burdeos no podía ser más oportuno, pues en Madrid arrancaban las obras para el hoy deslustrado Panteón de Hombres Ilustres. Pero la exhumación dejó sin aliento a los presentes: en el ataúd faltaba la calavera.

Bruselas Francisco de Goya
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