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La confesión de un bombero forestal: "Los incendios de este año son solo el principio"
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La confesión de un bombero forestal: "Los incendios de este año son solo el principio"

Raúl Vicente ha escrito un hermoso libro, 'Hermano fuego', y alerta sobre la precariedad de medios de su oficio en un verano de fuegos extremos y sobrecogedores

Foto: El equipo con el que trabaja el bombero Raúl Vicente, durante un incendio. (Cedida)
El equipo con el que trabaja el bombero Raúl Vicente, durante un incendio. (Cedida)

Este verano está siendo uno de los peores de nuestras vidas. Más de 220.000 hectáreas quemadas a finales de julio, según el Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales (Effis). Hay que remontarse a 1994, cuando ardieron 430.000 hectáreas, para hallar otro tan brutalmente trágico. Este año, además, han fallecido dos personas (en el incendio de Losacio, Zamora), ha habido cientos de evacuados y otros tantos millones en pérdidas económicas.

Las cifras siempre son frías, por eso se agradecen la humanidad y empatía que derrocha 'Hermano fuego' (Pepitas de Calabaza) —se publica en septiembre—, el libro que ha escrito el bombero forestal Raúl Vicente y que es la confesión de un profesional entristecido ante un problema que no duda en resaltar que irá a más. “Los bomberos somos solo un peón del tablero de ajedrez y lo que vemos es que apagamos muchos fuegos, pero en el fondo el problema de verdad no se soluciona. Y lo hemos creado nosotros. Hemos roto el equilibrio del planeta y lo vamos a pagar. Parece que ya casi nadie duda, pero durante muchos años el cambio climático se ha tomado a cachondeo y ahora estamos empezando a ver situaciones que no solo han llegado para quedarse sino que son el principio”, cuenta con amargura a El Confidencial: 2022 o el inicio del peor porvenir.

placeholder 'Hermano fuego', de Raúl Vicente.
'Hermano fuego', de Raúl Vicente.

El tono triste de este hermoso libro se acompaña también de mucho pesar y de indignación. Vicente no duda en señalar que lo escribió casi a modo de terapia. Por él pasan muchas anécdotas de su vida como bombero, sus compañeros, los peores incendios a los que se ha enfrentado y las víctimas. Son particularmente dolorosos los recuerdos de La Riba, en Guadalajara, donde murieron 11 personas en 2005, y Horta de Sant Joan, en 2009, en el que fallecieron cinco. “Lo empecé a escribir hace 10 años porque quería expresarme. Dentro de la profesión fue muy duro de encajar… Y luego es que tengo muy mala memoria y si hubiera tenido que escribir ahora las cosas más viejas, no hubiera podido”, sostiene.

"Durante muchos años, el cambio climático se ha tomado a cachondeo y ahora estamos empezando a ver situaciones que son el principio"

Vicente se remonta a inicios de los dos mil, cuando comenzó a trabajar como bombero forestal casi de rebote. Tenía 30 años, había terminado sus estudios de ingeniería forestal y se había quedado en paro. A pocos kilómetros de su pueblo, Cerveruela, en Daroca (Aragón), se había montado la BRIF, la Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente (ahora Transición Ecológica), y allí se presentó, en un principio para ganar algo de dinero, ya que entonces era un trabajo solo de temporada de verano. Sin embargo, se quedó enganchado, como Antonio Vega a otras cosas, en una metáfora que él mismo usa en el libro.

La cutrez y la precariedad

La descripción de aquellos años dice mucho de cómo se hacían las cosas en este país y, afortunadamente, cómo algo hemos cambiado. “¿Profesionalidad? ¿Con un estado de forma física en el caso de algunos compañeros muy limitado? ¿Con técnicos recién llegados al oficio? ¿Con motoserristas que apenas sabían afilar su herramienta? ¿Con grupos enteros de brigadistas bien dados a la fiesta que podían subir a trabajar todavía cargados de alcohol con dos, una o ninguna hora de sueño en pleno 15 de agosto?”. “Sé de alguna base helitransportada donde las fumadas de porros dentro del mismo centro de trabajo eran antológicas. ¡Y así que salían hacia el incendio si tocaba la sirena!”, escribe.

Foto: Un bombero trabaja en las labores de extinción de un incendio de Zamora. (Reuters/Isabel Infantes)

“Esto antes era un trabajo estival de tres meses y medio, y en ese contexto nadie se planteaba vivir de ello porque era absurdo. Hacías la campaña de verano y ya, por lo que solían ser agricultores, estudiantes, ese perfil… Ahora la gente que entra nueva viene con las ideas claras, con formación de grados superiores”, añade por teléfono.

"Sé de alguna base helitransportada donde las fumadas de porros dentro del mismo centro de trabajo eran antológicas"

En el BRIF de Daroca, las cosas empezaron a enmendarse en 2008 cuando, tras pelearlo mucho, la plantilla se quedó trabajando durante nueve meses. Ya no sería solo un trabajo en labores de extinción en verano, sino que también se trabajaría en la prevención durante el resto del año. “Eso fue fundamental, porque la gente dejó de irse al acabar la temporada de verano y así la gente aprendió. Es verdad que son cuatro cosas, pero hay que llevarlas bien aprendidas”, apostilla. Sin embargo, esto es algo que no ocurre en todos los dispositivos que hay en España. “No, los tiempos de contratación son diferentes. En Castilla y León, que es el peor, la mayoría solo está cuatro meses. Están como nosotros en 2007. Y eso es un desastre, porque el problema no es más bomberos sino de gestión de la biomasa [la vegetación]. Hay que intervenir en el medio y una de las cosas que hay que hacer es que la plantilla también trabaje en invierno. Y que Castilla y León, con toda la superficie forestal que tiene, se permita el lujo de trabajar cuatro meses…”, se lamenta.

placeholder Los bomberos, en el helicóptero 'como sardinas en lata'. (Cedida)
Los bomberos, en el helicóptero 'como sardinas en lata'. (Cedida)

Precisamente, esta comunidad está siendo este año una de las más golpeadas por los grandes incendios. La tragedia, dice Vicente, es muchas veces una lotería. Nadie sabe qué sitio va a sufrir más cada año. Sin embargo, también insiste en que “el dispositivo no sirve. Allí además está todo muy privatizado, con subcontratas y empresas pequeñas, y estamos viendo que también es peor. Y esto te lo va a decir todo el sector. Es decir, sí que se sacan pliegos con empresas privadas, pero no se tiene a todo el dispositivo de verano trabajando en invierno. Pero si este año en junio todavía no tenían contratados a los bomberos de extinción. No se puede esperar al 1 de julio en 2022”.

Incendios cada vez más extremos

Y no se puede porque, como no deja de recalcar, los incendios van a ser cada vez más severos y extremos. Lo que hemos visto este año es solo la puntita. Según este bombero, se debe, sobre todo, a dos cosas: la acumulación de biomasa, es decir, la vegetación, y el cambio climático.

La primera es el combustible que hace que los incendios se conviertan en La Bestia, como él llama a los que son muy violentos. “Es una vegetación que crece más rápido de lo que nosotros la podemos eliminar”, afirma, ya que cada vez hay menos cabezas de ganado pastando en el monte y reduciéndola. Pura gasolina. En cuanto al cambio climático, Vicente no duda. “En mayo tuvimos una ola de calor que rompió parámetros y preparó el combustible [toda esa vegetación muy seca]. Y después en junio llegó otra que coincidió con la época de la cosecha. Normalmente, cuando las máquinas cosechan todavía no hace demasiado calor, por lo que los incendios que provocan no son muchos y los podemos apagar. Pero este año cambió todo: hubo más incendios provocados por las cosechadoras porque estaban cosechando con ola de calor y, como todo estaba mucho más seco, todo ha sido más violento”, explica. Un bucle dramático. Navarra incluso llegó a prohibir cosechar durante los días de más calor, una medida que otras comunidades como Castilla-La Mancha tienen implementadas desde hace años. “Claro, no poder cosechar es una pérdida económica muy grande para el agricultor, pero nos tenemos que dar cuenta de que tenemos un problema que hay que solucionar”, añade, consciente de que las cosas no son tan fáciles.

"Tenemos una vegetación que crece más rápido de lo que nosotros la podemos eliminar", afirma, ya que cada vez hay menos cabezas de ganado

En este sentido, en el libro también late mucha rabia. Vicente no carga contra los políticos, pero sí admite que muchas veces, por peleas —ahora, las guerras culturales—, es el monte el que se queda sin barrer. Hace no tanto ocurrió con las barbacoas, que ahora están prohibidas, pero también hubo quien puso el grito en el cielo por ello. “Los políticos dicen: cómo voy a prohibir cosechar a los agricultores, se me echan encima los sindicatos agrarios, en eso no me meto. Pero es que con las barbacoas fue igual. El famoso incendio de La Riba empezó en una barbacoa porque no estaba prohibido hacerlas, pero ¿a qué esperaban? ¿No vamos a enfadar a la gente porque no pueden hacer unas morcillas en el campo? Nos estamos metiendo en una espiral en la que nos estamos perjudicando nosotros mismos porque no nos tomamos en serio el problema en su raíz, que es el modelo de gestión para que el monte sea rentable”, se queja. Y sube el volumen con respecto a los que se niegan a poner en marcha medidas de eficiencia ecológica, y no solo en España: “Con el cambio climático nos hemos tocado los huevos 30 años. Y es verdad que en Europa se están bajando las emisiones, pero mientras los brasileños, los indios y chinos vayan como balas… Y aquí vivimos todos en la misma casa”.

Pastoreo y ganadería extensiva

Pese a la visión pesimista, este bombero apunta a varias posibles transformaciones, sobre todo en el campo, para tener un futuro más halagüeño. Una de ellas, el pastoreo. Necesitamos más pastores. “Que no haya es un ejemplo de lo que hemos abandonado el monte y lo bien que podría venir para una gestión sostenible”, mantiene. Son los animales los que se comen el combustible y, como recuerda este profesional, los árboles no arden si no arde antes el arbustillo.

placeholder El bombero Raúl Vicente. (Cedida)
El bombero Raúl Vicente. (Cedida)

Por otro lado, él cree firmemente en la ganadería extensiva. “Claro, el kilo de cordero es mucho más caro que el tocino de granja, pero al final el cerdo de granja nos está dejando un problema de contaminación y como las ovejas han dejado de estar por el monte, pues tendremos más incendios. Es un tema de modelo de economía global con el que nos hemos vuelto locos. Y pensamos que la tecnología lo va a arreglar todo, pero no es verdad”, resume.

Y, por último, más acuerdos y consenso para poner estas medidas en marcha. A Vicente le apenan las polémicas burdas por todo el tema del campo y la carne. Como lo que sucedió cuando el ministro Alberto Garzón señaló que era recomendable bajar el consumo de carnes rojas. “El ministro dijo una perogrullada, una obviedad, pero le saltó el otro extremo ideológico colgando en Twitter unos cachopos superrebozados. Yo no soy vegetariano, pero veo el problema y los millones de humanos que estamos en el planeta, y claro que tenemos que consumir menos carne. A Garzón se le podía haber dicho, mira, para decir esas obviedades no hace falta ser ministro, pero no, se creó un debate nacional. ¿Cómo vamos a hablar de lo importante si hasta con esto no hay consenso?”.

‘Hermano fuego’ es un libro que busca que reaccionemos, pero es también un canto de amor al propio fuego, que nos da calor, nos proporciona alimento nutritivo y nos ayuda de mil maneras. “Somos nosotros los que lo tratamos mal. Por eso hay que concienciar a la gente. Tenemos un problema muy grande”, concluye.

Este verano está siendo uno de los peores de nuestras vidas. Más de 220.000 hectáreas quemadas a finales de julio, según el Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales (Effis). Hay que remontarse a 1994, cuando ardieron 430.000 hectáreas, para hallar otro tan brutalmente trágico. Este año, además, han fallecido dos personas (en el incendio de Losacio, Zamora), ha habido cientos de evacuados y otros tantos millones en pérdidas económicas.

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