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Que le den al trabajo y que te den a ti: lo que todos sentimos en 2022 es despecho
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'TRINCHERA CULTURAL'

Que le den al trabajo y que te den a ti: lo que todos sentimos en 2022 es despecho

El despecho tiene un poco de renuncia, un poco de venganza, un poco de rencor, pero también un poco de romanticismo, un poco de liberación y un poco de emancipación

Foto: La cantante Rosalía durante su gira 'Motomami World Tour'. (EFE/Cabalar)
La cantante Rosalía durante su gira 'Motomami World Tour'. (EFE/Cabalar)

Si utiliza Instagram, ya habrá notado que de un tiempo a esta parte todos los 'stories' utilizan la misma canción de fondo, como si la plataforma hubiese implosionado y ya solo pudiese sonar una y otra vez 'Despechá' de Rosalía. El merengue-mambo se había convertido incluso antes de publicarse en la canción del verano en un momento de la historia en el que ya no hay canciones del verano. Se entiende rápido por qué: no solo es más pegadiza que el Loctite, sino que remite a un canon casi noventero del ritmo latino que resulta al mismo tiempo nostálgico y moderno.

Más allá de la música en sí, muchas de estas 'stories' (y tuits, y bailes en TikTok, y mensajes de WhatsApp) iban acompañados por dos versos que se han convertido en la declaración de intenciones del verano de 2022, el primero poscovid y, como dicen los agoreros, el último de nuestras vidas antes del terrible invierno energético. "Fuck la fama y fuck la faena". Famosos quizá no seamos (o sí, al menos en tres calles), así que quizá la cosa podría traducirse como "que le den al trabajo y que te den a ti".

Las canciones de amor no son solo de amor, sino que representan un estado de ánimo

Quizá la canción haya tocado un punto sensible en nuestro inconsciente colectivo, o al menos el de una amplia generación (de 0 a 60 años, como en los juegos de mesa) que ya más que fatigada está despechada y alocada. Como ocurre con las canciones de amor, nunca son completa o únicamente de amor, sino que siempre hablan de otra cosa. No me llames, que estoy ocupado olvidando tus males, que dios me libre de volver a tu lado. Puedes llamarlo despecho, pero también puedes llamarlo Renuncia. Como la Gran Renuncia, ya sea la laboral o la sentimental. La noche es larga, la noche está buena, un mambo violento y fin del problema.

El despecho es un sentimiento muy funcional a nuestra época porque tiene un poco de renuncia, un poco de venganza, un poco de rencor, un poco de odio, pero también un poco de romanticismo (no puedes sentirte despechado si no ha habido algo de amor antes), un poco de liberación y un poco de emancipación, todo al mismo tiempo. En una hipotética jerarquía de sentimientos, el despecho sería negativo, y dentro de los negativos, de los aceptables. Para eso están las canciones, el arte y la poesía, para permitirnos desplegar sentimientos negativos sin pagar sus consecuencias ni tener que rendir cuentas morales. La catarsis que proporciona el odio, la venganza, por fin poder decir "que te den". ¿A quién? A nadie en concreto y a todo el mundo a la vez.

placeholder La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi. (EFE)
La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi. (EFE)

Un diccionario dice que el despecho es "resentimiento o disgusto que siente una persona debido a un desengaño o a una ofensa y que la impulsa a obrar vengativamente". La RAE, por su parte, añade que el despecho es "malquerencia [tra-trá] nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad", y aunque nunca hay que hacer demasiado caso a la RAE, resume bien la idea: desengañados frente a una crisis continua que no se acaba, 'alocaos' y condenados al escapismo ante una realidad agobiante que te coge por las solapas y te recuerda que no puedes hacer nada. El despecho es una manera de decir "no", pero también de decir "déjame en paz", olvídate de mí.

Es, quizá, la última pataleta que nos queda ante nuestra propia impotencia. Darle la espalda al mundo, uno en el que escuchamos "a todos nos toca apretarnos el cinturón" mientras podemos ver en Flightradar cómo Nancy Pelosi coge un avión y se planta en Taiwán por sus santas narices en un gesto que bien podría suponer una crisis diplomática de dimensiones imprevisibles. Su factura la pagas .

Iba a ser el verano de los felices 20 y ha sido el del "prepárate para el invierno"

El despecho quizá resuma bien el ánimo político del verano de 2022, el que iba a ser el de los felices años 20 y ha terminado siendo el de la guerra de Ucrania, el de la crisis energética, el del invierno terrible que se avecina, el del aviso de que este va a ser el último verano de nuestras vidas. El que nos recuerda a todos que somos unos privilegiados: a los privilegiados de verdad les encanta recordárselo a aquellos que no terminan de entender cuál es el suyo porque se ven bastante pobres en el espejo. Como siempre, hay gente a la que no le quedan agujeros en el cinturón para apretárselo aún más. Y esa gente está 'despechá', 'alocá', pero quizá pronto esté furiosa.

La torre de canciones

Un lector, Rolando J. Vivas, me llamaba hace poco la atención sobre un texto que había escrito en su blog, el que vinculaba la Gran Renuncia con el último disco de Beyoncé. Concretamente, con 'Break My Soul', no me vas a romper el alma. Una canción de esas que capta el espíritu de su tiempo o, mejor dicho, deja que el espíritu del momento fluya por ella a ritmo de techno noventero: "Me acabo de enamorar / Y acabo de dejar mi trabajo / Voy a encontrar una nueva motivación / Maldita sea, me hacen trabajar tan duro / Puntual a las nueve, y después hasta más de las cinco / Y juegan con mis nervios / Por eso no puedo dormir por la noche". Amor, renuncia y desencanto laboral; el triángulo de las Bermudas de nuestro tiempo.

El despecho, el decir que "no", la renuncia, ha sido uno de los grandes temas de la música popular, y ha vuelto con fuerza. Las canciones de los Ramones ya eran haikus sobre decir que no: no quiero crecer, no quiero discutir esta noche, no quiero ir por ahí contigo. Pero también tenían su parte de afirmación: quiero vivir, quiero ser tu novio, quiero estar bien, quiero que me seden. O Iggy Pop: adiós, Betsy, me marcho, estoy harto de ti. La música es el lugar donde podemos expresar nuestros verdaderos deseos, fuera de las ataduras morales y las convenciones sociales. Quizá no vayas a dejar el trabajo, pero permítete sentirte 'despechao'.

‘Despechá’ es también una actualización de esas 'put-down songs', de esas canciones de humillación, que definieron el rock clásico masculino, generalmente dirigidas a un interlocutor femenino a quien se enumeraba una larga serie de reproches. Lo de 'Like a Rolling Stone': "Te reías de todo el mundo, pero ya no te atreves a hablar tan alto y ya no pareces tan orgullosa cuando tienes que estar mendigando tu próxima comida, ¿verdad?” Pero como decía el crítico Greil Marcus en el libro que dedicó a la canción, debajo de la violencia de la acusación había implícito un mensaje de liberación, como el de 'Despechá', "una llamada a las armas y a perseguir un mundo mejor". Al futuro por el rechazo.

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No es casualidad que en el disco de Rosalía abunden también esas 'put down songs' como en los discos clásicos de Dylan, ambos publicados en momento de cambios y crisis. "No soy ni voy a ser tu bizcochito" es un poco su "no voy a volver a trabajar en la granja de Maggie nunca más", una actualización femenina (¿feminista?) de aquel canon que vuelve una vez más como mensaje de emancipación. Gran parte de la ficción cinematográfica moderna, como decía Jonathan Rosenbaum, se articulaba alrededor de la venganza como catarsis, como en 'Kill Bill'; ahora también lo hace la música. Quizá sea resentimiento, quizá sea simplemente esa sensación que se reprocha a los jóvenes de creerse con derecho a todo caiga quien caiga, pero también muestra un síntoma social que conduce a la fatiga y la huida. Despechados, alocados y a punto de arder.

Si utiliza Instagram, ya habrá notado que de un tiempo a esta parte todos los 'stories' utilizan la misma canción de fondo, como si la plataforma hubiese implosionado y ya solo pudiese sonar una y otra vez 'Despechá' de Rosalía. El merengue-mambo se había convertido incluso antes de publicarse en la canción del verano en un momento de la historia en el que ya no hay canciones del verano. Se entiende rápido por qué: no solo es más pegadiza que el Loctite, sino que remite a un canon casi noventero del ritmo latino que resulta al mismo tiempo nostálgico y moderno.

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