'La noche más larga': el 'thriller' que muestra que España ya sabe hacer series a su manera

A quien no haya cogido las recetas de ansiolíticos camino de la playa no le va a hacer gracia lo nuevo de Netflix. Un 'thriller' de acción y giros enrevesados con sofisticados criminales que sigue la estela de lo que poco a poco se va convirtiendo en un género 'typical spanish' claramente reconocible. Si los nórdicos crearon una industria de asesinos en serie y 'noir' blanco, en España se está consolidando también una escuela de guion con sus propias normas. Alex Pina arrasó con 'La casa de papel' pese a que la fórmula no fuera precisamente magistral. El cliente no siempre tiene la razón: Netflix pierde suscriptores. Con todo, el planteamiento de 'La noche más larga' es intrigante porque se adentra en una prisión-hospital psiquiátrico que no se parece en nada al de Ángel Martín, quien, además de cómico, es el hombre de referencia en España para todo este asunto de la salud mental, que de repente le importa tanto a la gente de Twitter.

Los locos de 'La noche más larga' son, sin embargo, más chungos, como más antiguos y clásicos: sus voces los obligan a asesinar, no a flipar en una galaxia con misiones tipo Marvel. Si se iban a comprar el libro para saber con qué chute se consigue ese brote psicótico, no se molesten porque yo he preguntado y no está. En 'La noche más larga' una banda de mafiosos de alto 'standing' se dispone a asaltar la prisión para liberar a un recién internado que es un asesino en serie refinado e inteligente, según los cánones ya inalterables del Hannibal Lecter de 'El silencio de los corderos'.

Noelia Mingo se fue de la prisión psiquiátrica sin elaborar ningún plan: la dejaron marcharse

Mientras tanto, en el mundo real, Noelia Mingo se largó de la prisión psiquiátrica sin necesidad de ningún plan: la dejaron marcharse a casa con la condición de que se hiciera cargo de ella su madre de 90 años. Noelia escribía con la pantalla apagada y un día acuchilló a tres personas. La gran sorpresa es que, cuando salió libre, lo intentó otra vez. Noelia no sufría de ansiedad, ni de crisis de pánico por no poder ver a sus compañeros en el trabajo o por tener que ir por la calle con mascarilla durante la pandemia, sino que oía voces. Errejón planteó que pagáramos todos las inacabables terapias de problemas normales, que, además, no tienen ningún resultado práctico, más allá de dar salida a la nueva hornada de licenciados en Psicología que no entraron en Minas.

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Renglones torcidos

Aunque apunta detalles, no parece que 'La Noche más larga' nos esté contando algo relevante acerca del estado de los hospitales psiquiátricos, sus pacientes y sus necesidades. Podría decirse que toda su documentación proviene más de 'Alguien voló sobre el nido del cuco', de Ken Kesey, que de 'Los renglones torcidos de dios' de Torcuato Luca de Tena, cuya adaptación habría sido más interesante porque es una gran novela y no una gran fórmula.

Por lo menos, la nueva serie de Netflix abre el melón de la atención psiquiátrica en cárceles, que es más sensato que la matraca de los dos últimos años a cuenta de la salud mental y lo público. Es un discurso fetén, pero tiene el inconveniente de que los psicólogos no van a curar a la gente que se puso triste por el covid y que se va a poner peor cuando no tenga calefacción. Quedarán los ansiolíticos y por desgracia alguna Noelia, que es más peligrosa que Hannibal Lecter.

Aún está por escribirse el 'Dopesick' de las recetas de las consultas psiquiátricas

'La noche más larga' apuesta por encerrar, en cambio, a locos que disciernen la realidad y que están a cargo del psiquiatra con más experiencia para la ocasión, que no es otro que Alberto Ammán, que parece que no salió nunca de la 'Celda 211' de Daniel Monzón porque todo el mundo se quedó con el personaje de Malamadre y nos olvidamos de que Ammán estaba por allí. Las tramas, subtramas y ritmo de la nueva serie de Netflix cumplen y, si te olvidas de todo lo demás, se convierte en un 'thriller' correcto, que tampoco es poca cosa, pero que está un poco visto para pagar la suscripción. Si al final meten publicidad en Netflix, igual reflota 'Sálvame' para acabar con el fascismo.

Lo más decepcionante es comprobar que el trasfondo psiquiátrico sea un decorado: no expone bien la situación real, ni la posible crítica al modelo y, en cambio, no aprovecha las posibilidades narrativas —ficticias— que brinda siempre un entorno desquiciado como es el de las enfermedades mentales, en donde muchos psiquiatras deberían llevar camisa de fuerza y residir en una habitación acolchada en vez de recetar antidepresivos, aún está por escribirse el 'Dopesick' de las consultas psiquiátricas.