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La mejor serie de 2021 es 'Dopesick': capitalismo, opiáceos y la ruina de una generación
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La mejor serie de 2021 es 'Dopesick': capitalismo, opiáceos y la ruina de una generación

Una producción excepcional de Disney+ con Michael Keaton y Rosario Dawson sobre la epidemia de adicción que amenaza el futuro de EEUU

Foto: Detalle del cartel de 'Dopesick'. (Hulu)
Detalle del cartel de 'Dopesick'. (Hulu)

Primera década del siglo XXI: sucesivas burbujas superpuestas le alegran la vida a un planeta que vive años felices. La burbuja inmobiliaria es sin duda la más conocida, pero tal vez la más conspicua sea la burbuja del optimismo. Ser optimista otorga un aura de prestigio y suficiencia que aparta a los cenizos y a los fanáticos. Es incontestable, la violencia —de las guerras y la delincuencia— disminuye a toda velocidad, también la pobreza y el hambre, mientras se expanden sin trabas la globalización y la democracia. San Steven Pinker es el patrón laico de esta era que en 2011 certifica —a pesar de la crisis económica global que acaba de sacudir el mundo en ese momento— que hemos domado definitivamente a nuestros peores demonios. Pues bien, una década después aún nos lamemos las heridas de la crisis, los populismos autoritarios amenazan por todas partes la ilusoria serenidad liberal, la pandemia que no cesa nos hunde en el miedo y la incertidumbre e incluso ha regresado una figura tenebrosa que creíamos ya extinta: el yonqui.

Ocurre en el ya durísimo quinto capítulo de 'Dopesick', el penúltimo de los ocho que ocupa la miniserie, en el que el espectador, ya sobrecogido, se topa de pronto con un chispazo de humor aterrador. Cuando el buen doctor reconvertido en adicto a la oxicodona recibe en el centro de desintoxicación a uno de los visitadores médicos, ya medio arrepentido, que le convenció para recetar 'veneno' a todos sus vecinos, el mismo que le ha acabado atrapando en su red de inflexible adicción. El vendedor ha acudido a visitarle con un interés sincero para saber cómo anda el médico, pero este le asegura que todo bien y rápidamente le pregunta: "Do you think you can get me some pills?" ("¿Podrías conseguirme pastillas?").

'Dopesick' no juega con medias tintas, no hace prisioneros, no ofrece salidas. Que una serie producida por Hulu y emitida por Disney+, el 'kraken' del capitalismo mundial de entretenimiento, haya ejercido cada miércoles la denuncia más salvaje del ultracapitalismo estadounidense y certificado el fin del optimismo de los listos es sin duda un punto a favor para ese país. El único. Porque 'Dopesick' muestra a Estados Unidos como un país, en fin, de mierda, donde el lucro, la mentira y el conchabeo entre la gran industria —en este caso farmacéutica— y la Administración está en trances de destruir la nación después de haber asolado sus comunidades entre millones de adictos y de muertes por sobredosis.

'Dopesick' muestra a EEUU como un país, en fin, de mierda, donde el lucro y la mentira están en trances de destruir la nación

A principios de los noventa, uno de los capitanes de la industria farmacéutica estadounidense tuvo una idea. Hasta entonces, el mercado de los medicamentos opiáceos más fuertes estaba restringido a los enfermos de cáncer, unos cuatro millones de recetas al año. Pero ¿y si ampliáramos el abanico de posibles consumidores? ¿Por qué no ofrecer por ejemplo oxicodona para el dolor de espalda, de rodilla, para la artritis o la fibromialgia? Las ventas se multiplicarían exponencialmente, decenas de millones de personas los tomarían. Pequeño problema: aquellas pastillas era tan fuertes que podían matarte rápidamente. Gran solución: una película protectora llamada 'contin' en la pastilla que permitía la disolución lenta dentro del organismo. Había nacido el OxyContin, el fármaco más exitoso de la historia reciente. El asunto fue que alguien descubrió que, si machacabas la pastilla y te la metías por la nariz, rompías la película protectora y el colocón era impresionante. Aquel fue el principio de una película de terror que ha convertido a Estados Unidos en un ejército de zombis adictos y ha llenado las morgues de víctimas de sobredosis.

Foto: Rosario Dawson en 'Dopesick'.

Hizo falta algo más. Los médicos eran, al principio, reacios a recetar derivados del opio por su poder adictivo. Para vencer esa resistencia, Purdue Pharma inició una campaña millonaria para convencer a doctores y legisladores de que mitigar cualquier tipo dolor era un derecho humano y no eras un adicto por querer hacerlo. Un engaño monumental que convirtió a la familia Sackler —dueños de Pordue— en una de las más ricas del país mientras la epidemia de adicción y muerte se extendía. Porque cuando los yonquis 'legales' no tenían OxyContin a mano se bajaban a la esquina a pillar heroína. O le daban al letal fentanilo. La empresa ha sido recientemente condenada a una multa millonaria que apenas supone una parte de sus beneficios. Y el mal ya está hecho y sigue extendiéndose. Más de 100.000 personas murieron por sobredosis en Estados Unidos entre abril de 2020 y abril de 2021, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS). Hay millones de adictos que pululan por las ciudades en escenas sobrecogedoras de las que daba fe esta grabación.

Contenido dopante

Tal vez hayan leído por ahí que los actores de 'Dopesick' firman unas actuaciones para recordar y es cierto: Michael Keaton como el buen doctor que desciende a los infiernos; Michael S. Stuhlbarg como el genio maligno y asperger de Pordue Farma, Richard Sackler; la siempre impresionante Rosario Dawson; y los también estupendos Peter Sarsgaard y John Hoogenakker como los agentes de la ley que escenifican la enésima lucha de David contra Goliat, y la yonqui, claro, la escalofriante Kaitlyn Dever en permanente monazo. Tal vez hayan leído también que la serie es confusa, que baila entre los diferentes arcos temporales más de lo que sería aconsejable... Y es posible que también sea cierto. Pero ese caos narrativo le sienta en realidad de maravilla y algo debe, sin duda, al contenido dopante de 'Dopesick'.​

placeholder Portada de 'El imperio del dolor'. (Reservoir Books)
Portada de 'El imperio del dolor'. (Reservoir Books)

Tres libros redondean esta historia. El magnífico 'El imperio del dolor', de Patrick Radden Keefe, que sirvió de base a otra gran miniserie en Netflix, en este caso documental, titulada 'El crimen del siglo'. El no menos demoledor 'La fiesta se acabó' (Temas de hoy), de Ben Westhoff. Y la propia novela que inspira la trama de 'Dopesick' de la superventas Beth May.

Primera década del siglo XXI: sucesivas burbujas superpuestas le alegran la vida a un planeta que vive años felices. La burbuja inmobiliaria es sin duda la más conocida, pero tal vez la más conspicua sea la burbuja del optimismo. Ser optimista otorga un aura de prestigio y suficiencia que aparta a los cenizos y a los fanáticos. Es incontestable, la violencia —de las guerras y la delincuencia— disminuye a toda velocidad, también la pobreza y el hambre, mientras se expanden sin trabas la globalización y la democracia. San Steven Pinker es el patrón laico de esta era que en 2011 certifica —a pesar de la crisis económica global que acaba de sacudir el mundo en ese momento— que hemos domado definitivamente a nuestros peores demonios. Pues bien, una década después aún nos lamemos las heridas de la crisis, los populismos autoritarios amenazan por todas partes la ilusoria serenidad liberal, la pandemia que no cesa nos hunde en el miedo y la incertidumbre e incluso ha regresado una figura tenebrosa que creíamos ya extinta: el yonqui.

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