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'Annette' es la mejor película de 2021: una reflexión sobre el éxito y la avaricia
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'Annette' es la mejor película de 2021: una reflexión sobre el éxito y la avaricia

El musical escrito por los hermanos Sparks y protagonizado por Adam Driver y Marion Cotillard ha sobrevivido en mi memoria a las embestidas de las burbujas que duran un día

Foto: Adam Driver y Marion Cotillard, en 'Annette'. (Elastica Films)
Adam Driver y Marion Cotillard, en 'Annette'. (Elastica Films)

Valga la obviedad, solo el tiempo determina. Las grandes obras nacen siendo grandes, pero solo el consenso que genera la 'inactualidad' puede cribar lo que permanece de lo que se olvida. Desde hace dos días, la burbuja de las redes sociales ha decidido echar su gasolina para acelerar o prender fuego al fenómeno de 'No mires arriba', la última sátira política de Adam McKay. Como fenómeno no sobrevivirá al presente. Mañana se habrá olvidado al rebufo de otra nueva polémica inane, de otro rodillo publicitario, de otra moda de consumo rápido. El ahora pocas veces es justo en sus dictámenes, sobre todo cuando el reo es el arte. Me pregunto qué películas opacaron en su momento a 'El crepúsculo de los dioses', o cómo se sentirán hoy aquellos críticos —todavía vivos— que en 1968 despedazaron '2001: una odisea del espacio'.

Seis meses después de verla por primera vez, 'Annette' permanece indeleble en mi memoria. "Haunting", describen los angloparlantes aquellos pensamientos que persiguen como espectros. Podría remontar la película de Léos Carax mentalmente, casi plano a plano. Seis meses después de verla por primera vez, la volví a ver una segunda, y descubrí que al hacerlo todavía ganaba más corporeidad ese fantasma. Mientras otras imágenes se han ido diluyendo, la de 'Annette' coge peso y eternidad, perdonen la cursilada. Ni 'Titane' de Julia Ducournau ni 'Vortex' de Gaspar Noé, ambas películas importantes, han desgastado lo mínimo la prevalencia de este drama musical que no es ni demasiado realista ni demasiado fantasioso ni demasiado medido ni demasiado caótico, sino que contiene la dosis exacta de misterio e incomprensión que hace que el cine siga siendo magia.

Foto: Marion Cotillard en un momento de 'Annette', de Léos Carax. (Elastica)

Construida sobre la partitura de los hermanos Sparks, 'Annette' es un accidente nacido del empeño de los músicos de trabajar con Léos Carax. Tres personalidades extremas y extravagantes, al tiempo profundamente sensibles —incluso trágicas—, que encontraron en este proyecto la manera de expiar sus neurosis vitales y artísticas. Porque la frontera entre ambas, en las grandes obras, no existe. Como no existe en 'El grito' de Munch ni en 'Viaje al fin de la noche' de Céline.

En la primera secuencia de esta ópera rock, la aparición en pantalla de quienes deberían esconderse detrás —director y guionistas— recuerda al espectador que debe firmar su contrato con la película: lo que vemos no es real, sino el artefacto. En la última secuencia, la revelación en torno al personaje de 'Annette' recuerda al espectador que debe ser consciente de que bajo el artefacto siempre subyace una verdad. Y a lo largo de la película, Carax entra y sale del proscenio, reforzando esa tensión entre lo real y lo simbólico y que hace que 'Annette' se entregue, a su manera, a esa vocación revolucionaria y vanguardista que se presupone al cine de autor.

placeholder Marion Cotillard, en un momento de 'Annette', de Léos Carax. (Elastica)
Marion Cotillard, en un momento de 'Annette', de Léos Carax. (Elastica)

"So may we start", vamos a empezar, cantan Adam Driver y Marion Cotillard mientras se van caracterizando como sus personajes dentro de un plano secuencia en el que los actores y el equipo de la película advierten al espectador de la inminencia del comienzo de esta historia de amor, desamor y tragedia. Él, Driver, es Henry McHenry, un cómico exitoso, tosco y viril, atractivo por esa masculinidad primitiva y macarra, casi simiesca. Ella, Cotillard, es Ann Defrasnoux, una cantante de ópera grácil, frágil y sensible, la perfecta dama, la belleza delicada de una Blancanieves que muerde la manzana.

La película de Cárax está llena de simbología, de palimpsestos que anticipan y profundizan en la relación entre lo masculino y lo femenino, entre los roles encarnados en sus dos protagonistas. La masculinidad tóxica se hace presente y crece como una mancha de moho, y mientras en él crece la sombra de la ira y los celos, ella se hace pequeña y frágil. 'Annette' cuenta la evolución de la pareja, del sexo y del amor. Como anécdota, el cunnilingus que le practica Henry a Ann mientras le canta cuánto se aman los dos. Como anécdota, también, el premio a Mejor dirección en el pasado Festival de Cannes. Y la nominación al Globo de Oro para Marion Cotillard. Y los Sparks y Cárax llegan hasta el nacimiento de su hija en común, la que da título a la película y a la que el director representa de una manera arriesgada que hará que los espectadores o se entreguen al juego o lo rechacen como una ocurrencia. Pero nada más lejos del capricho, como desvelará el final.

La presencia de la tragedia y la sombra de lo ominoso crece a medida que avanza el filme, para dedicar una segunda parte a la relación entre padre e hija, dependiente, enfermiza e instrumentalizada. La reflexión sobre el amor da paso a la reflexión sobre el éxito, sobre la fama, sobre la avaricia y sobre la manipulación que sufren los niños por intereses egoístas.

placeholder Adam Driver y Marion Cotillard protagonizan este musical escrito por Sparks. (Elastica Films)
Adam Driver y Marion Cotillard protagonizan este musical escrito por Sparks. (Elastica Films)

Ya escribí en la crítica con motivo del estreno que, por favor, el lector abandonase la lectura y se entregase a la sorpresa, a lo inesperado, inhabitual en estos días de prescripción y 'marketing' ineludibles. Y lo mantengo. Porque si algo tiene 'Annette' es la capacidad de fascinar, de la imprevisibilidad, incluso para quienes nos dedicamos a verlo todo y quienes hemos acabado integrando un detector inconsciente de fórmulas en nuestra mirada. 'Annette' se lo juega todo, bordeando lo grotesco, incluso. Pero sale ganando. Carlos Boyero la calificó de "enervante e insufrible"; Astrid Meseguer como "desconcertante, fascinante, excéntrica y mágica". Quien aquí escribe, como una "ópera maestra terrible e imprescindible". Porque lo único que se puede pedir al arte es que remueva las tripas, para bien o para mal.

La feliz concomitancia de Carax con Sparks ha creado, además, una banda sonora que también toma más relevancia tras haber visto 'The Sparks Brothers', el documental en el que Edgar Wright homenajea a un dúo complejo y mutante que ha vivido en la marginalidad de los incomprendidos e indomables, que transitó por un relativo éxito a finales de los setenta hasta el más absoluto ostracismo —salvo en Alemania, patria del 'kitsch'—, para resurgir en este 2021. Desde la melódica 'We Love Each Other So Much' hasta la febril 'You Used To Laugh' —con sintetizador, bajo y batería, uno de los temas más eléctricos del filme—, las composiciones van acompañando el arco de transformación de la pareja, a veces juntos, a veces por separado, integradas perfectamente con la acción, en la que entra y sale la música de manera grácil y natural.

Predije, equivocadamente, hace seis meses que 'Annette' reconciliaría a enamorados, detractores y desconocedores de 'Holy Motors' (2012). Hoy creo que 'Annette' solo ha de reconciliarse con el tiempo. Porque es tan única, compleja y desubicada que la tragedia sería que no permanezca.

Valga la obviedad, solo el tiempo determina. Las grandes obras nacen siendo grandes, pero solo el consenso que genera la 'inactualidad' puede cribar lo que permanece de lo que se olvida. Desde hace dos días, la burbuja de las redes sociales ha decidido echar su gasolina para acelerar o prender fuego al fenómeno de 'No mires arriba', la última sátira política de Adam McKay. Como fenómeno no sobrevivirá al presente. Mañana se habrá olvidado al rebufo de otra nueva polémica inane, de otro rodillo publicitario, de otra moda de consumo rápido. El ahora pocas veces es justo en sus dictámenes, sobre todo cuando el reo es el arte. Me pregunto qué películas opacaron en su momento a 'El crepúsculo de los dioses', o cómo se sentirán hoy aquellos críticos —todavía vivos— que en 1968 despedazaron '2001: una odisea del espacio'.

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