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Un asunto que a usted le trae sin cuidado: lo trans
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MALA FAMA

Un asunto que a usted le trae sin cuidado: lo trans

La vida sigue su curso mientras en los medios se habla todo el rato de que todo ha cambiado muchísimo

Foto: Manifestación en Madrid en 2021 a favor de la ley trans. (EFE/Kiko Huesca)
Manifestación en Madrid en 2021 a favor de la ley trans. (EFE/Kiko Huesca)

Hay algo mucho peor que tener razón, y es estar de moda. Estar de moda es una forma fulminante de tener razón, y por eso, con el tiempo, se agotan ambas, la popularidad y el argumento. Lo trans está de moda y se habla mucho de ello, pero usted, siendo sinceros, hoy se ha levantado pensando en sus cosas. Y ayer. Y el mes pasado. La mayoría de la gente no sabe nada, no entiende nada y le trae sin cuidado lo trans. Sin embargo, no paramos de noticiarlo. Alrededor de lo trans, se grita mucho, se pierden prestigios de décadas, se bloquea y se lincha. Lo último sucedió en una librería en Barcelona, con mucha policía. Que si iban a quemar la librería porque se presentaba un libro dentro.

Así por las puntas, la gente entiende que la transexualidad consiste en que un hombre quiere ser mujer, o una mujer hombre, y recurre a diversos métodos, entre farmacológicos y quirúrgicos, amén de estéticos, para conseguir verse como se siente. La gente, en verdad, transexuales ha visto uno o dos en toda su vida, quiero decir, en vivo y cara a cara. Estos encuentros con lo fronterizo, donde un hombre no acaba de ser mujer o una mujer de ser hombre, generan necesariamente sorpresa, y esa sorpresa muchas veces (e, incluso, mayoritariamente) fragua en rechazo y animadversión.

La gente, en verdad, transexuales ha visto uno o dos en toda su vida, cara a cara

La cosa estaba por ahí hasta hace una década: la transexualidad era una condición minoritaria, anómala, mal vista y, valga la contradicción, ignorada.

Ahora es el titular del día. Esto tiene la ventaja del conocimiento. Y, a la traílla del saber, hay más tolerancia y empatía. Como lo trans hoy se sobreexpone, y se explica diariamente, mucha más gente maneja la noción 'disforia de género' o, en todo caso, entiende que existen personas con un problema (tomado en abstracto) fascinante: la extrema discordancia corporal.

Breve historia de lo trans

La primera generación de transexuales suele establecerse en los años sesenta y setenta. Era frecuente operarse en clínicas ilegales, como la del doctor Burou en Casablanca. Jan Morris narra su propio periplo hacia un cuerpo de mujer en 'El enigma' (1974), extrañísimamente no reeditado en España a pesar de su excelencia literaria y de su oportunidad social (y comercial). En este libro vemos a la propia Morris, y a muchos otros que conoció en la clínica de Marruecos, simplemente felices de haber cambiado de sexo. Lo hicieron porque querían hacerlo y siguieron con sus vidas sin darse mayor importancia.

En 1990, Judith Butler publicó ' El género en disputa'. Alrededor de sus teorías sobre el género ha ido tejiéndose hasta bien entrado el siglo XXI un dispositivo filosófico contrario a la sencilla división de los humanos entre hombres y mujeres. Es lo que se conoce como 'teoría queer'. La teoría queer, que insufla de aquella manera sentido a nuestro Ministerio de Igualdad, por ejemplo, toma como punta de lanza de su revolución identitaria a las personas trans. Las personas trans prueban, por un lado, que no hay simplemente hombres y mujeres. Por otro, abren la puerta a autodenominaciones de género de todo tipo, bien que más laxas y menos sensacionales que las suyas.

placeholder La filósofa estadounidense Judith Butler recoge el XXXIII Premio Internacional Catalunya. (EFE/Alejandro García)
La filósofa estadounidense Judith Butler recoge el XXXIII Premio Internacional Catalunya. (EFE/Alejandro García)

En este punto, empiezan los derrapes. Se pide eliminar del DNI la marca de género, hombre o mujer. Se entiende que basta con que yo me declare mujer (por ejemplo, en un tuit) para poder participar en un concurso literario donde solo pueden concurrir mujeres. Se hacen listas de identidades sexuales disponibles y a veces son 35 y a veces 100 y, si hace falta, pueden salirnos 4.000 identidades de género. Se hacen circular neologismos interminablemente. Se acusa de transfobia a la menor ocasión.

Políticamente, la izquierda posmoderna ha escogido la transexualidad como producto estrella en sus escaparates electorales. Como la izquierda posmoderna no encuentra sexy la pobreza, y no busca votantes preocupados por la pobreza o la desigualdad o el sufrimiento material, la transexualidad les sirve para ir pasando el siglo con un tema suficientemente novedoso y atractivo. En el votante progresista acomodado, funciona. Otra cosa es que el votante progresista acomodado o Irene Montero misma tengan el menor conocimiento sobre el asunto, más allá de (en el primero) un regusto cuasi religioso por estar haciendo lo correcto y (en la segunda) el más inescrupuloso cálculo de supervivencia política.

Como la izquierda posmoderna no encuentra sexy la pobreza, lo trans le sirve como un tema novedoso y atractivo

Socialmente, es donde se han producido los seísmos más relevantes. Por un lado, el feminismo de toda la vida (ola más o menos) se ha visto impugnado prácticamente desde dentro, pues son feministas también las que abogan, en definitiva, por eliminar a la mujer como sujeto de demandas y refacciones. Al final del camino, no hay mujeres, y hasta se propone la denominación 'personas menstruantes' para lo que todo el mundo en la calle llamaba mujeres hasta ahora. Que el enemigo más efectivo del feminismo haya acabado no siendo ni el machismo, ni el heteropatriarcado, ni Bertín Osborne ni Vox, sino un tipo que puede decir “yo soy mujer porque me siento mujer” en cualquier situación o circunstancia gracias a una teoría propagada por una parte de vanguardia del propio feminismo debe de ser la paradoja más impresionante de nuestro tiempo. Mujeres que hasta hace 10 años eran heroínas sociales hoy son apestadas, al grito de 'terf'. Esto es: estás en contra de que cualquiera pueda ser mujer y, por tanto, nadie lo sea como lo has defendido durante toda tu vida ('feminista radical trans-excluyente').

Menores de edad

El otro corrimiento de tierras social tiene que ver con el aumento de transiciones, singularmente entre los menores de edad. Mientras que las instituciones devotas de la teoría queer facilitan por todo el mundo el cambio de sexo y encuentran lógico que estas facilidades y refrendos destapen más casos y, por tanto, aumenten los niños y niñas que se hormonan y operan para ser niñas y niños, una parte de la sociedad lo encuentra más propiciatorio que hospitalario y señala los casos en los que personas sin la madurez necesaria emprenden tropelías en su propio cuerpo que o son irreversibles o dejarán secuelas de por vida, todo sin la debida prevención institucional ni un calmado estudio de las motivaciones adolescentes o, incluso, infantiles. Se entiende que algunas transiciones son provocadas por el clima social, la moda, la inconsciencia o un malestar existencial del menor, que toma esa vía de escape.

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Si ha llegado hasta aquí, quizá se pregunte qué opino yo de todo esto, pues a fin de cuentas me pagan por opinar y ofrecerle a usted alguna certeza. Es difícil. Como escribí una biografía de Jan Morris, transexual de primera hora, obviamente no tengo dudas de que exista la disforia de género o de que haya que proteger, visibilizar y hacer comprensible al colectivo trans. Me parecen muy adecuadas en este sentido las reflexiones de Morris en su libro 'El enigma', venturosamente hechas antes de que Judith Butler fuera mayor de edad siquiera. Una de ellas pasa por reconocer que la ciencia no es el mago Merlín, que te transforma en mujer (o en hombre) con un simple conjuro. Como dice Morris, la ciencia te acerca al cuerpo con el que quieres verte. Sin embargo, hoy en día se da a entender popularmente que ese cuerpo de mujer reconstruido es un cuerpo de mujer a todos los efectos, cuando obviamente esto es imposible. Esto hace que se genere cierta imagen social maravillosa según la cual convertirse en mujer (o en hombre) es relativamente sencillo, cuando se trata de un proceso de aúpa. A renglón seguido, se proyecta ya, explícita o implícitamente, que ser trans es de hecho prestigioso, como si la vida te hubiera tocado con la varita que te vuelve especial entre los mortales. Yo creo que ser trans, nacer trans, es un contratiempo nada envidiable, la verdad, como certificaba la propia Jan Morris.

Una persona trans no tiene duda de que existe un sexo llamado mujer al que quiere transitar

También me parece curioso que la transexualidad se inscriba dentro de la teoría queer, que niega la división hombre/mujer, cuando podría entenderse como la prueba evidente de que no hay otra cosa que hombres y mujeres, dado que, anomalías al margen dentro de la anomalía, una persona trans no tiene la menor duda de que existe ese sexo llamado mujer al que quiere transitar desde ese sexo del que tampoco alberga dudas y que le es tan antipático llamado hombre, y viceversa. En este contexto, siento cierta simpatía por las, así llamadas, 'terfs'.

Y luego están el parque y los padres y los niños, si me permiten. Hace unos días, hubo un cumpleaños masivo en la clase de infantil de mi hija. Yo andaba leyendo sobre lo trans y miraba a una veintena larga de padres y madres y a una treintena larga de niños y niñas pasar la tarde de viernes entre pistolas de agua y sándwiches de Nocilla. Todo era igual que siempre. Habían sido las madres las organizadoras de la fiesta, habían sido los padres los más reacios a colaborar; eran siempre niños los más agresivos y violentos y salvajes; eran siempre las niñas las más tranquilas. Los hombres solían hacer corrillo con los hombres, y hablaban de cosas de hombres; las mujeres, lo mismo. Las niñas frecuentaban más a las niñas, y los niños, otro tanto. En las conversaciones de los adultos se hablaba de crianza y educación, de trabajo, de consumo, de ocio. Se hacían bromas típicas entre hombres y mujeres, algunas no poco obscenas. No había, en fin, nada ni remotamente cercano a lo trans en todo ese entorno de clase media-media, media-baja, madrileño, parental, tardocapitalista. Nada. Quiero decir que esta realidad hombre/mujer me parece muy difícil de vencer. Y, sobre todo, me parece muy difícil que se deje vencer.

Hay algo mucho peor que tener razón, y es estar de moda. Estar de moda es una forma fulminante de tener razón, y por eso, con el tiempo, se agotan ambas, la popularidad y el argumento. Lo trans está de moda y se habla mucho de ello, pero usted, siendo sinceros, hoy se ha levantado pensando en sus cosas. Y ayer. Y el mes pasado. La mayoría de la gente no sabe nada, no entiende nada y le trae sin cuidado lo trans. Sin embargo, no paramos de noticiarlo. Alrededor de lo trans, se grita mucho, se pierden prestigios de décadas, se bloquea y se lincha. Lo último sucedió en una librería en Barcelona, con mucha policía. Que si iban a quemar la librería porque se presentaba un libro dentro.

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