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Wendy Brown: "Lo que daña a la izquierda es haberle cedido la libertad a la derecha"
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Entrevista

Wendy Brown: "Lo que daña a la izquierda es haberle cedido la libertad a la derecha"

La politóloga y filósofa estadounidense, cercana a los movimientos de izquierda, defiende los discursos de emancipación de las mujeres frente a aquellos que las presentan como víctimas

Foto: La filósofa Wendy Brown (Lengua de Trapo)
La filósofa Wendy Brown (Lengua de Trapo)

Hace dos años, la filósofa Wendy Brown (EEUU, 1955) y su mujer, la también filósofa, Judith Butler, fueron increpadas tras bajar del avión en Sao Paulo. Las llamaron 'brujas', 'asesinas de criaturas' —por defender el aborto— y otras tantas palabras procaces en referencia a su identidad y orientación sexual. Un grupo de fundamentalistas seguidores del presidente Bolsonaro se habían reunido aquel día con ese fin —no tendrían otra cosa más importante que hacer—, como cuenta el filósofo Germán Cano en el prólogo de 'Estados del agravio', el ensayo de Brown que Lengua de Trapo reedita ahora, veinte años después de su publicación original.

Y lo hace precisamente en un momento en el que las políticas identitarias, sobre las que tanto ha reflexionado Brown desde la izquierda, están en el centro de la discusión, tanto para la derecha como para la izquierda. En esta entrevista concedida mediante correo electrónico, la filósofa defiende los discursos de emancipación y libertad de las mujeres frente a aquellos que las presentan como víctimas necesitadas de protección estatal. Y a la vez critica el conservadurismo "patriarcal de hombres blancos" mayores de 50 años instalado en algunos de los países más potentes del planeta.

PREGUNTA: 'Estados del agravio' se publicó hace veinte años. ¿Por qué sigue siendo relevante?

RESPUESTA: Es un ensayo crítico, pero comprometido con las tres tendencias que se dan en la izquierda contemporánea. Primero, valorando la igualdad y la protección de los sujetos subordinados a la emancipación; segundo, cultivando una política de identidad en aquellos sitios donde las heridas han limitado el alcance político de un futuro sin ellas y tercero, centrándose en una política que ignora el límite de los derechos, incluida su administración por un estado estructuralmente masculinista. Ninguna de estas cuestiones ha desaparecido, de hecho, puede que se hayan profundizado y ampliado.

placeholder 'Estados del agravio'
'Estados del agravio'

P: Hoy en día las políticas identitarias están en el centro de la discusión. ¿Cómo han cambiado las guerras culturales desde los noventa?

R: En el libro me centro exclusivamente en la izquierda. Y lo que hago es una crítica a los movimientos y formaciones políticas de las que yo misma formaba parte. Hoy, los problemas que yo examinaba están cultural y políticamente en todas partes, al igual que la crítica que yo hacía. Por un lado, esa identidad herida de los hombres blancos y cristianos que resulta tan atractiva para los demagogos de la derecha autoritaria. La izquierda también ha puesto en marcha unas políticas que buscan más la protección que la emancipación, como se observa en los campus universitarios de EEUU. Y por otro lado, tanto la izquierda como la derecha denuncian al otro a partir de estas políticas identitarias pensando que la suya es más universalista que la otra. Quizá lo más importante en los últimos veinte años ha sido que la derecha ha aprendido cómo usar las políticas de libertad —la libertad de expresión, la libertad religiosa, social y económica, los derechos de la propiedad— para atacar las políticas de igualdad, inclusión y protección del planeta de la izquierda. Lo que nos está dañando a la izquierda ahora es que esta cedió a la derecha el lenguaje de la libertad. Todo, desde el etnonacionalismo hasta los derechos del patriarcado, se enmarcan en este lenguaje de la libertad.

P: Usted está muy comprometida con las políticas identitarias, pero al mismo tiempo se distancia de ellas. ¿Cómo lucha contra sus propias contradicciones?

R: No es una contradicción ser crítica e intentar ayudar a reformular movimientos políticos a los que una pertenece. ¿Qué tipo de formaciones políticas exigen una lealtad acrítica e irreflexiva? Sabemos la respuesta: las antidemocráticas y antiintelectuales.

P: ¿Cree que una política como Alexandría Ocasio Cortez, con este discurso identitario, podría parar a políticos como Trump y sus seguidores?

R: Ocasio Cortez es una política extraordinaria. Es valiente, políticamente inteligente, trabajadora, decidida y tiene una visión convincente de un mundo mejor, una visión que inspira a sus seguidores, pero también estimula a sus colegas más tímidos del congreso. En todas estas formas ella tiene lo que Max Weber denominaba una verdadera vocación política. Y tampoco convierte en un fetiche las políticas identitarias, sino que está más centrada en el futuro de todos y en el bienestar del planeta. Vamos a necesitar algo más que a Ocasio Cortez para derrotar a Trump y sus seguidores. Pero si tuviéramos cientos de ellas, sería una fuerza muy poderosa.

Necesitamos algo más que a Ocasio para derrotar a Trump. Pero si tuviéramos cientos de ellas, sería una fuerza muy poderosa

P: En el libro usted se pregunta a sí misma si es posible desarrollar una política feminista sin resentimiento. ¿Y es posible?

R: ¡Claro! Y ves ejemplos de ello en todo tipo de sitios: mujeres ejerciendo el poder, insistiendo en su libertad y buscando una voz y un espacio antes que protección. Muchos movimientos feministas contemporáneos son animados por esto: son fuertes, solidarios, y se enfrentan directamente con el poder patriarcal.

P: Ahora estamos en una ola conservadora en todo el mundo: Trump, Johnson, Bolsonaro, los nacionalismos y, como usted dice, “esa melancolía masculina que intenta calmar su ansiedad volviendo a un pasado que nunca existió”. Contra eso, ¿qué significan movimientos como el de las mujeres chilenas que cantan ‘el violador eres tú’ o las manifestaciones de mujeres que ha habido en todo el mundo?

R: Este conservadurismo es realmente un patriarcado de hombres blancos, ya sea apoyado por hombres y mujeres o aunque incluya en sus formaciones a gente de color o gente joven. En EEUU los votantes de Trump son de manera abrumadora hombres blancos mayores de 50 años. Pero más importante que la demografía, sin embargo, es la forma de vida mitificada por la derecha: familias heterosexuales viviendo en tranquilas urbanizaciones blancas y protegidas por varones blancos. Esto es que lo que lleva implícito el eslogan de Trump, su 'Make America Great Again'. Yo creo que estos movimientos de las mujeres son excitantes, impresionantes, inspiradores. Ellas rugen contra estas políticas y exponen, no precisamente la subordinación y la exclusión, sino la violencia manifiesta que hay contra las mujeres.

P: ¿Pero no se crea una polarización del discurso que acabe no beneficiando a las mujeres?

R: La lucha política no es un movimiento que vaya hacia delante o hacia atrás. Esta es una forma de pensar que procede del mito del progreso histórico. Preferiblemente, la política es, como dijo Gramsci, "una guerra de posicionamientos", o como dijo Foucault invirtiendo a Clausewitz, una guerra por otros medios. Realmente vemos una polarización política extrema en muchos lugares hoy en día. A veces pareciera que las guerras civiles están surgiendo en todo el planeta —India, Brasil, Reino Unido, EEUU, Europa— Pero, ¡gracias a dios! La alternativa sería que continuara la hegemonía de poderes como el capitalismo, el cambio climático, el racismo, el colonialismo, el patriarcado, el neoliberalismo, que son los que nos han llevado a esto.

Rechazo el argumento de que a las mujeres no les gusta el porno y que necesitan protegerse de la pornografía

P: En uno de los capítulos de este libro usted se mostraba contraria a prohibir la pornografía. ¿Lo sigue pensando? Ahora es un tema que se ha vuelto a poner sobre la mesa.

R: La respuesta más obvia es que es imposible prohibirla. Pero Internet ha cambiado el juego desde que escribí ese capítulo de la pornografía. En el capítulo, sin embargo, rechazo el argumento de que a las mujeres no les gusta el porno y que necesitan protegerse de la pornografía en vez de promover la autodeterminación sexual, en definitiva, el poder de la libertad, como decíamos al principio de la entrevista. Dicho esto, es triste que la mayoría de la gente joven con acceso a Internet esté teniendo su formación sexual y primeros conocimientos del sexo mediante el porno, sobre todo dado lo misógino y racista que es esta industria. También tenemos que seguir luchando contra la pornografía infantil. Probablemente nunca ganemos esta batalla por completo, pero eso pasa en muchas batallas políticas y tampoco es motivo para rendirse.

Hace dos años, la filósofa Wendy Brown (EEUU, 1955) y su mujer, la también filósofa, Judith Butler, fueron increpadas tras bajar del avión en Sao Paulo. Las llamaron 'brujas', 'asesinas de criaturas' —por defender el aborto— y otras tantas palabras procaces en referencia a su identidad y orientación sexual. Un grupo de fundamentalistas seguidores del presidente Bolsonaro se habían reunido aquel día con ese fin —no tendrían otra cosa más importante que hacer—, como cuenta el filósofo Germán Cano en el prólogo de 'Estados del agravio', el ensayo de Brown que Lengua de Trapo reedita ahora, veinte años después de su publicación original.

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