“La izquierda vive en una burbuja y sus intelectuales solo hablan de sí mismos”
La socióloga ha pasado varios meses conviviendo con las bases del Tea Party para exponer en su último libro el cambio político que se está produciendo en Estados Unidos
Su nombre no suena mucho en España, pero Arlie Hochschild (Boston, 1940) es una eminencia mundial de la Sociología, que imparte clases en la Universidad de Berkeley, California. Ha merecido varios doctorados honoris causa y sus libros están traducidos a catorce idiomas. Hace tiempo decidió especializarse en comprender las emociones que subyacen bajo las creencias morales, lo que ella llama “historia profunda”, un asunto fascinante y poco explorado. Su último libro, ‘Extraños en su propia tierra. Réquiem por la derecha estadounidense’ (Capitán Swing), supone una aventura académica y personal: convivir durante meses con las bases sociales del Tea Party, el potente movimiento social que contribuyó al giro del país hacia la derecha, facilitando la victoria de Donald Trump. Lo que Hochschild encuentra en su investigación es un país destrozado y desmoralizado, con una desigualdad creciente, y cuyos habitantes han dejado de confiar en las instituciones estatales. Desde su óptica progresista, logra explicar las razones de esta mutación política, ocurrida menos de un siglo después de que triunfara el “New Deal” de Roosevelt, el ambicioso programa estatal que logro sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión.
Miedo académico
Lo primero que sorprende del libro es que una profesora de tendencias progresistas se anime a sumergirse de manera tan personal en el campo político contrario. No es ilógico, pero sí poco habitual. Mientras abundan libros sobre fenómenos como Occupy Wall Street y Black Live Matters, apenas se pueden encontrar análisis rigurosos sobre los movimientos sociales de la derecha. ¿A cree que se debe este desequilibrio? “La izquierda estadounidense vive en una burbuja. Debería hacer un esfuerzo por comprender a los votantes de Trump. La resistencia a escribir sobre la derecha tiene que ver con el miedo. Los intelectuales de izquierda se pasan la mayor parte del tiempo hablando sobre sí mismos y sus entornos.
Publicitamos constantemente los proyectos políticos afines porque nos asusta que no lleguen tan lejos como deberían. La reticencia a analizar a las bases sociales de la derecha tiene que ver con el miedo. Nos da reparo hacer una investigación sobre el Tea Party y nos entendernos con las personas entrevistadas o que se rían de nosotros. También hay otro problema: la mayoría de nuestros investigadores sociales vienen de familias con un alto nivel de educación y recursos económicos. Asusta bajar a la calle y descubrir que somos unos privilegiados que hemos tenido muchas más oportunidades que la mayoría”, admite.
Hay quien basa sus lazos en las similitudes con los demás. Ese no puede ser el único criterio. También enriquece hablar con alguien distinto
Compromiso religioso
Otro factor que destaca del texto es el enorme respeto con el que Hochschild habla de las comunidades religiosas con las que convive. Se trata de una actitud poco habitual en la izquierda occidental: “Denigrar a las congregaciones es un error humano y un desastre político. Estamos perdiendo la oportunidad de articular alianzas valiosas. Además del respeto que debemos a todas las personas, en la iglesia evangélica ha surgido un nuevo movimiento ecologista. Si les llamas 'idiotas' y 'alienados' estás tirando a la basura la oportunidad de fortalecer la lucha contra el cambio climático. Hay quien basa sus lazos afectivos en las similitudes con los demás. Ese no puede ser el único criterio. También enriquece hablar con alguien distinto, te hace madurar y disfrutar la vida de manera más completa”, recuerda.
Las relaciones tejidas durante el proceso del libro llegaron a convertirse en personales. “Ahora admiro profundamente a una pareja muy religiosa, hasta el punto de dedicarles el libro. Perdieron a casi toda su familia por el cáncer derivado de la polución tóxica. El vertido de una gran compañía arruinó el lugar donde vivían y la empresa no les ofreció ninguna compensación económica que les permitiera marcharse. Estaban atrapados y desesperados. Los políticos no hicieron nada por ellos. Ningún partido estadounidense se atreve a enfrentarse a la industria petrolera. Lo único que ayudó al matrimonio a mantenerse en pie fue su religión. ¿Cómo puedes reprocharles agarrarse a lo que les ha funcionado?”, señala.
El problema de los sesenta
Seguramente, el capítulo más brillante del libro es que analiza el impacto político de los años sesenta. No solo de la revolución contracultural de hace cinco décadas, sino también de los sesenta del siglo XIX, cuando la Guerra de Secesión deja tremendas heridas en Estados Unidos. “Los antagonismos principales ya no son izquierda o derecha, sino la clase social y la región, especialmente norte contra sur. Hoy la raza es más importante que ser progresista o conservador”, subraya. Su postura es que el legado contracultural resulta más complejo de lo que parece. “Muchas familias obreras religiosas creen que la monogamía y en los matrimonios para toda la vida, pero luego se divorcian mucho más que los de izquierda. Te lo digo yo, que soy una progresista de Berkeley y llevo toda la vida casada con la misma persona. En muchos sentidos, podemos ser mucho más tradicionales que ellos. La promiscuidad y el abuso de drogas son más comunes entre las clases bajas que en las clases medias universitarias que fueron las fuerzas de choque contracultural”, afirma.
¿A qué se debe este desajuste? “Puedes tener valores tradicionales, pero no seguirlos en la práctica. Los problemas con los estupefacientes son mucho más frecuentes cuanto más pobre es una comunidad, especialmente si ha sufrido un fuerte proceso de desindustrialización. Es lo que ha pasado en la zona de los Apalaches, por ejemplo. Allí tienen una epidemia de abuso de de opiáceos. La contracultura fomentó demasiado alegremente el uso de las drogas sin apenas pensar en el contexto social. No es lo mismo experimentar con sustancias para un joven de clase media en una universidad de élite que para alguien de la misma edad que se ha quedado sin trabajo en una mina o una cadena de montaje. Ignorar las situaciones materiales es muy naíf”, destaca.
La trampa de la diversidad
La charla nos lleva al debate sobre políticas de la identidad, muy enconado en Estados Unidos desde la publicación de ‘El regreso liberal’ (2017), de Mark Lilla. La tesis de este polémico ensayo es que el partido progresista pierde pegada electoral cada vez que abandona el discurso universalista en favor de las reivindicaciones gays, feministas, ecologistas y de las minorías raciales. ¿Qué opina Hochschild de esta teoría? “Hago una diferencia entre las políticas de la identidad basadas en la psicología (como te ves a ti mismo, el nivel de respeto que necesitas de tu entorno) y las políticas de la identidad como apuesta estratégica. Me interesan más las segundas porque nos abren caminos para alianzas interclasistas. El primer enfoque nos lleva a la creación de distintas burbujas, lo cual es peligroso, mientras que el segundo contribuye a romperlas. No debemos olvidar que, en estos momentos, la izquierda está perdiendo y no se puede permitir el lujo de ignorar la realidad”, señala.
Le pido que ponga un ejemplo para comprenderlo mejor. ”Lo que me gustaría ver son más iniciativas como la del reverendo William Barber II, un ministro negro, baptista y evangélico de Carolina del Sur. Aprecio su actitud de no asustarse a la hora de calzar los zapatos de Martin Luther King. Uno de sus proyectos consiste en convertir el Día de la Madre en una jornada nacional de la solidaridad. Ha implicado a 35 ciudades en un programa para ayudar a los niños pobres, reclamando recursos materiales y promoviendo cambios legislativos. Creo que es un enfoque muy inteligente: apelar a lazos identitarios (su religión, su condición de afroamericano…) para implicar a personas diversas en estas iniciativas. No se limita a pedir para los niños pobres negros, sino también para los latinos y los blancos”.
Giro mediático a la derecha
Hochschild no idealiza a la clase trabajadora de su país. Retrata a personas desorientadas, de razonamientos nobles pero rudimentarios, que pasan demasiado tiempo enganchadas a los informativos de extrema derecha de su país. Tras la debacle económica de 2008, la beligerante 'Fox News' experimentó un rápido ascenso que le hizo superar en audiencia a la legendaria cadena progresista 'CNN'. “Hace cinco años, casi nadie hablaba de los medios de comunicación. El centro de la conversación nacional estaba en el gasto público, los márgenes de déficit y cosas por el estilo. Eso ha cambiado por completo: hoy parece que lo más importante sea debatir si el ‘New York Times’ es un enemigo del pueblo estadounidense. Gran parte de la gente a la que entrevisté ve a Donald Trump como una víctima de la prensa progresista. Describen una batalla donde los medios progresistas luchan por impedir a Trump implantar políticas que les beneficien.
Esta opinión es dominante entre los blancos de clase trabajadora, que aquí llamamos ‘de cuello azul’. Si definimos ‘de cuello azul’ como aquellos que carecen de título universitario, estamos hablando del 60% de Estados Unidos. Por eso, hacer discursos contra los privilegios de las élites académicas resuena en millones de compatriotas Sin duda, Trump es el líder que mejor ha sabido utilizar el debate sobre los medios en su propio beneficio”, resume.
Oportunidades políticas
La entrevista telefónica se realiza cuando las noticias muestran imágenes de niños migrantes separados de sus padres por funcionarios de la administración Trump. La buena noticia es que parte del partido republicano se ha revuelto contra el presidente, desde la ex primera dama Laura Bush hasta incontables comunidades religiosas. “Si se enfoca bien, la crisis de los migrantes ofrece una oportunidad política tremenda. Puede ayudar a acercar a sectores muy distintos del país, reconociendo que no compartimos muchas cosas, pero sí la noción de que resulta inaceptable separar a una familia. La izquierda siente rechazo hacia la expresión “valores familiares”, pero es una cuestión de lenguaje, ya que los progresistas también apreciamos mucho ese tipo de lazos. Es una cuestión en la que estamos de acuerdo, aunque parezca que no. La separación de los niños migrantes de sus madres y padres nos ha hecho darnos cuenta de eso. Deberíamos aprovechar esta descubrimiento”, propone.
Dar tanto poder a las corporaciones a costa de los estados nos ha traído un mundo más hostil
Hochschild enmarca el trumpismo en un giro global a la derecha, consecuencia de un poder excesivo del sector privado. “Vivimos la respuesta a una tormenta económica provocada por el capitalismo desregulado. Las grandes empresas cada vez son más poderosas y tienen capacidad para decidir dónde quieren situar su fuerza de trabajo. Esa tendencia ha traído una tremenda inestabilidad global, que ha afectado incluso a los países más ricos, que se creían inmunes a este tipo de problemas. Las crisis migratorias asustan mucho a los estados receptores. Dar tanto poder a las corporaciones a costa de los estados nos ha traído un mundo más impredecible y hostil. Es una lección de la que deberíamos aprender. Los trabajadores se sienten cada vez más vulnerables, solo buscan proteger lo poco que les queda. La respuesta debe ser cuestionar esta tendencia y retomar camino de la estabilidad”, afirma.
Terminamos con una pregunta personal. ¿Cuál ha sido la lección más importante que le deja la escritura del libro? “Aprendí es que los seres humanos somos algo más que nuestras posiciones políticas. Antes de comenzar este proyecto, creí que había una parte de mí que estaría obligada a ocultar cuando entrevistase a las personas afines al Tea Party. Descubrí que no hacía falta esconder nada, ni olvidarme de mis creencias, para entender a personas que piensan diferente. Me di cuenta de que en los corazones de casi todos hay más espacio para comprender a los demás de lo que pensamos”.
Su nombre no suena mucho en España, pero Arlie Hochschild (Boston, 1940) es una eminencia mundial de la Sociología, que imparte clases en la Universidad de Berkeley, California. Ha merecido varios doctorados honoris causa y sus libros están traducidos a catorce idiomas. Hace tiempo decidió especializarse en comprender las emociones que subyacen bajo las creencias morales, lo que ella llama “historia profunda”, un asunto fascinante y poco explorado. Su último libro, ‘Extraños en su propia tierra. Réquiem por la derecha estadounidense’ (Capitán Swing), supone una aventura académica y personal: convivir durante meses con las bases sociales del Tea Party, el potente movimiento social que contribuyó al giro del país hacia la derecha, facilitando la victoria de Donald Trump. Lo que Hochschild encuentra en su investigación es un país destrozado y desmoralizado, con una desigualdad creciente, y cuyos habitantes han dejado de confiar en las instituciones estatales. Desde su óptica progresista, logra explicar las razones de esta mutación política, ocurrida menos de un siglo después de que triunfara el “New Deal” de Roosevelt, el ambicioso programa estatal que logro sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión.