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"Es una revelación": la teoría del siglo pasado que está cambiando nuestras relaciones personales
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LA TEORÍA DEL APEGO ARRASA

"Es una revelación": la teoría del siglo pasado que está cambiando nuestras relaciones personales

"Apego ansioso", "apego evitativo", "apego desorganizado"... Estas categorías están en boca de todos los jóvenes hoy. Pero ¿cómo ha llegado una vieja teoría a ponerse tan de moda?

Foto: Ilustración: EC Diseño.
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Londres, 1911. La niñera Minnie anuncia que abandona su trabajo en el hogar de los Bowlby. El pequeño John, de cuatro años, nunca podrá olvidar a la que consideró su principal figura de afecto maternal hasta su muerte en 1990. Sus progenitores solo le dispensaban migajas. Solo veía a su padre, Sir Anthony Bowlby, primer barón de Bowlby, los domingos. Con su madre tuvo más suerte: pasaba una hora al día con ella, de cinco a seis de la tarde. La hora del té, la hora de mamá.

Piscina de Francos Rodríguez en Madrid, 2023. En mitad del caluroso verano, una chica obliga a su amiga a hacer un test que le descubra qué estilo de apego tiene. ¿Seguro, ansioso, evitativo, desorganizado? El resultado, apego evitativo con un poco de apego ansioso. Uf. Su amiga le aconseja que se aleje de su ligue porque nada bueno va a salir de ahí.

¿Qué tiene que ver el abandono del pequeño Bowlby con el consejo sentimental de las chicas de la piscina madrileña? Todo. Si el pequeño no hubiese visto cómo se rompía el vínculo con su niñera de forma tan radical (y si sus padres hubiesen sido un poco más atentos), tal vez hoy las veinteañeras de barrio no estarían preguntándose si son ansiosas o evitativas.

Desarrollada entre los años cincuenta y los setenta como una manera de explicar las estrategias que el bebé utiliza para reclamar la atención de sus cuidadores cuando se siente desvalido, en las últimas décadas la teoría del apego se ha convertido en una de las más utilizadas para entender las relaciones de pareja entre adultos gracias a las aportaciones de investigadores como Philip Shaver y Cindy Shaver. Según haya sido nuestra relación con nuestros padres, así será nuestra manera de amar y de ahí surgirán nuestros problemas.

"Cada vez hay más veinteañeros hablando de apego porque lo ven en TikTok"

De manera muy sucinta, la teoría sugiere que hay cuatro estilos de apego. El seguro, cuando tenemos una visión positiva de nosotros mismos y nos sentimos cómodos en las relaciones íntimas. El ansioso-ambivalente, cuando nos volvemos dependientes de nuestra pareja y buscamos constantemente su atención y cariño. El evitativo, cuando reprimimos nuestros sentimientos y evitamos la intimidad. El desorganizado, cuando experimentamos confusiones: preferimos la soledad pero deseamos tener pareja. Los matices, claro, son mucho más complicados.

Para profundizar en el tema, el psicoterapeuta Lluís Rodríguez acaba de publicar Cuatro estilos de apego (Arpa), un volumen divulgativo en el que sintetiza de manera accesible una teoría que cada vez gana más adeptos, tal y como hace en su canal de YouTube. “Casi todo el mundo ha tratado de resolver sus conflictos de pareja entendiéndolos, por ejemplo, como problemas de comunicación, pero se ha sorprendido mucho al descubrir que detrás de todo están las necesidades del apego y las maneras en que nosotros las utilizamos para satisfacerlas”, explica. “Conocer la teoría lo cambia todo: se pone el foco en uno mismo o en el otro, pero sobre todo en la parte emocional”.

Palabras como evitativo o desorganizado han pasado a formar parte del lenguaje cotidiano y son utilizadas para definirse a uno mismo o definir a los demás. “Hasta hace un par de años, la gente que me seguía era gente madura, de 40 o 50 años en adelante, pero cada vez tengo más gente joven interesada viendo el canal y utilizando la teoría del apego en sus relaciones”, explica el terapeuta, que lo achaca a las redes sociales y al boom del lenguaje terapéutico. “Me ha sorprendido, porque veo mucho que para gente de veintitantos años o 30 se está convirtiendo en algo completamente normal”.

El secreto del éxito de una teoría: es que soy yo literal

La teoría suele generar un momento eureka entre aquellos que la descubren, tanto entre los profesionales de la psicología como entre el público general. Algo semejante le ocurrió a Rodríguez, que tiene 20 años de carrera como psicoterapeuta a sus espaldas, pero no empezó a incorporarla en sus prácticas hasta hace unos siete. “Es que realmente es así, como una revelación: como a todo el mundo, me llegó de forma personal”, explica. “Cada vez más gente que viene a terapia ya se lo sabe, pero la primera reacción es de sorpresa”.

Una de esas personas es Sara, una chica de 27 años que sufrió maltrato infantil. “Cuando conocí la teoría del apego, me pareció que explicaba muy bien cosas que me estaban pasando en mis relaciones de pareja o con amistades”, explica. “Por haber sufrido maltrato, tenía un apego inseguro ansioso-ambivalente y esa inseguridad permeaba muchos espacios de mi vida. De repente, muchos comportamientos irracionales que no entendía tenían sentido bajo ese prisma y, al principio de mi proceso terapéutico, me ayudó a contextualizar y ser más comprensiva con los errores que cometía”.

"Los estereotipos ambiguos hacen que puedas encajar donde quieras"

La experiencia de Sara es común entre las personas que descubren la teoría, que ven cómo de repente encuentran una explicación más o menos sencilla a gran parte de las ansiedades que han sentido a lo largo de su vida. El psicólogo y autor de Por qué creemos en mierdas (Kailas), Ramón Nogueras, explica que “a la gente le gusta esa sensación de control”. La teoría del apego resulta tan atractiva gracias al efecto Forer. “Los estereotipos que se definen de forma tan ambigua hacen que puedas encajar donde quieras y es muy fácil, porque cualquiera puede haber mostrado alguna de esas conductas en algún momento de su vida”, explica. “Produce esa sensación de ‘es que soy yo, literal”.

“Probablemente, parte de la explicación se deba a que puede interpretarse como una solución sencilla a un gran problema al que nos enfrentaremos toda la vida: nos es imposible saber lo que tienen los otros en la cabeza, lo que piensan de verdad, cuáles son sus intenciones reales en lo que se refiere a su relación con nosotros”, valora Alain Acevedo, autor de la newsletter Melancolía de la resistencia, en la que analiza el amor en la vida moderna. “Poner el foco en la clasificación del tipo de apego que tenemos es desviar la atención del otro y ponerla sobre nosotros mismos, es decir, es crear la ilusión de que las relaciones interpersonales son algo mucho más controlable de lo que realmente son”.

Ayme Román, filósofa y autora de Después del MeToo, que tiene un canal en YouTube con más de 50.000 seguidores, está de acuerdo en que produce un sesgo de autoselección en el que "elaboramos relatos que no se corresponden del todo con la realidad con tal de proteger nuestro ego, obtener una mayor sensación de control y seguridad". "Es normal que las personas más jóvenes busquen etiquetas, categorías, nuevos marcos de referencia que les permitan navegar y comprender la clase de conflictos que emergen de forma habitual en sus relaciones personales, especialmente en un contexto cultural en el que se presentan nuevos modelos sexoafectivos y formas de querer y vincularse", explica. "Ahí, la teoría de los apegos ofrece un marco sencillo e intuitivamente convincente, que es comprensible que se haya popularizado en espacios como Instagram y TikTok".

A pesar de la popularidad que tiene hoy en la terapia de pareja, Bowlby no la desarrolló pensando en ese objetivo, sino como una manera de entender por qué los bebés desarrollaban relaciones tan dispares con sus cuidadores. La Segunda Guerra Mundial dejó un gran número de huérfanos, por lo que la recién establecida Organización de las Naciones Unidas solicitó al psicólogo un trabajo sobre el impacto que podía tener en los niños. En sus experimentos, Bowlby observó que los jóvenes que habían sido separados de su madre tenían problemas para gestionar sus emociones y que los niños que habían pasado su infancia en un sanatorio de tuberculosos tenían una actitud pasiva y montaban en cólera con más facilidad.

Durante las décadas siguientes, Bowlby desarrollaría la teoría con su colega Mary Ainsworth antes de ser retomada por una larga serie de investigadores que matizarían y añadirían nuevas categorías a los apegos inicialmente desarrollados por el británico. Fue a partir de los años ochenta cuando empezó a aplicarse a adolescentes y adultos, pero nunca hasta este momento se había popularizado tanto. No es casualidad en un momento en que la terminología terapéutica ha pasado a formar parte de nuestro léxico diario.

Teoría bien, horóscopo mal

Fue Acevedo quien presenció aquella reveladora escena de la piscina. “Lo reseñable de la conversación fue que donde esperaba escuchar críticas de la chica que hablaba hacia la actitud de la otra persona o dudas sobre sus verdaderos sentimientos por ella, de repente escuché a alguien que reducía todo a la idea de que en realidad el problema residía en la forma que tenía ella misma de enfrentarse a una realidad externa y no en la realidad externa en sí”.

"De nada sirve decir ‘según este TikTok, tengo apego inseguro’ si no hay un esfuerzo"

Una de las críticas más comunes a la teoría es que puede convertirse en una forma de categorizar a uno mismo y los demás, lo que lleva a razonamientos equivocados como si eres un evasivo, jamás podrás tener una relación saludable con un ansioso”. No es así, como explica Rodríguez: “Lo más equivocado respecto a la teoría es etiquetar a las personas porque tienen un estilo de apego”, recuerda. “A veces roza lo absurdo y se usa muchas veces como un argumento en las discusiones para tener razón o contra uno mismo, en plan ‘me ha pasado esto porque soy ansioso’, cuando en realidad es un aprendizaje y unas estrategias que se tienen que aprender porque no se aprendieron o se aprendieron de forma disfuncional”.

Acevedo recurre a menudo a la socióloga Eva Illouz, que suele hablar de cómo la cultura de la terapia ha influido en nuestra visión de las relaciones amorosas. “Illouz sostiene en Intimidades congeladas que la narrativa de la cultura de la terapia es, en parte, responsable de un proceso de racionalización de las relaciones íntimas que nos ha llevado a sobreanalizar todo lo que pasa por nuestra cabeza y a que nuestras emociones se hayan separado a nuestros ojos de nuestro propio yo: son algo casi independiente de nosotros que puede medirse y cuantificarse y si son negativas o problemáticas se convierte en algo que, de algún modo, tiene arreglo”.

Una de las palabras que suelen aparecer cuando se critica la teoría es horóscopo. Como en aquel, encajar con una categoría u otra sirve para explicar comportamientos que de otra forma parecen inexplicables. Una teoría del todo de nosotros mismos. “Creo que la teoría del apego tiene el peligro de que es fácil reducirla a rasgos de personalidad con los que nos podemos ver identificados en las redes sociales, casi como si fuera un horóscopo”, coincide Sara. “Pienso que puede ser una herramienta terapéutica muy útil, pero tiene que ser una herramienta, no el destino final de ir a terapia ni una excusa para no tratar bien a los demás. De nada sirve decir ‘según este TikTok, tengo apego inseguro’ si no hay un esfuerzo (comprensivo hacia tus limitaciones personales) por seguir conociéndote y relacionarse mejor con otros”.

Una teoría con muchas críticas

Nogueras es mucho más crítico con la teoría y recuerda que no hay suficiente evidencia empírica que la apoye. “Es menos preocupante que otras como la teoría de la Gestalt, pero tiene críticas enormes”, valora. “Lo peor que se puede decir es que es inútil, que no tiene validez terapéutica”. Uno de los problemas es la circularidad de algunos de sus razonamientos, añade: “Tengo un apego ansioso porque soy dependiente de mi pareja y soy dependiente de mi pareja porque soy ansioso”.

Román insiste en esa circularidad de la que ya habló en un vídeo subido a redes sociales. "Uno de los problemas de este modelo es que se cae fácilmente en la rigidez y la circularidad: me ocurre esto porque tengo apego evitativo (es algo fijo, que me define), y tengo apego evitativo porque me ocurrió esto siendo niño", explica. "La realidad es que nuestra conducta es multifactorial, no existe un único evento que nos haya 'programado', nuestra historia de aprendizaje es mucho más amplia y compleja, y todavía está abierta a cambios y transformaciones. E identificarnos en exceso con nuestro llamado “estilo de apego” puede llevarnos a convertirlo en parte de nuestra identidad y autoconcepto, convertirse en un modelo explicativo para absolutamente todo.

La filósofa utiliza el ejemplo del apego ansioso para mostrar cómo nuestras formas de apego dependen enormemente de la persona con la que estemos: "Cuando también es perfectamente posible que necesites reafirmación constante en tu relación de pareja, no tanto (o no necesariamente) porque tengas 'apego ansioso' y vayas a reaccionar de la misma forma en cualquier contexto, sino porque quizás te encuentras en una relación intermitente que alimenta esas tendencias, y en todo caso habría que indagar en si estás buscando (inconscientemente) esa clase de dinámica, y por qué", desarrolla. "Yo misma creí tener un “apego ansioso” hasta que aprendí a dejar de intentar probarme (de intentar probar que soy “querible”) y retener la atención de personas indecisas o intermitentes y me emparejé con una persona con necesidades y un estilo de comunicación muy parecido al mío, y ahora me identifico mucho más con la definición del 'apego seguro'".

Desde su aparición, la teoría siempre recibió críticas desde distintas escuelas. Primero, del psicoanálisis, porque daba mucha importancia al ambiente del niño, o del feminismo, ya que depositaba el peso total de la crianza sobre la madre. También ha sido criticada más recientemente por su etnocentrismo. En The Myth of Attachment Theory, Heidi Keller, profesora de la Universidad de Osnabrück, señala que la teoría del apego da por hecho que las relaciones entre los niños y sus padres se establecen de forma muy determinada.

“Al final ocurre algo parecido con lo que ocurría con el psicoanálisis de Freud y la burguesía vienesa, que refleja el estilo de crianza que ha habido en Occidente hasta hace cuatro días pero no tiene en cuenta, por ejemplo, que hay sociedades en las que a los niños los cría la tribu en conjunto”, explica Nogueras. La teoría de Bowlby, al fin y al cabo, está mediatizada por una experiencia personal característica de una época en la que parecía casi natural que un bebé solo viese a su madre una hora al día.

“La proliferación del uso de etiquetas psicológicas que se utilizan en TikTok con mucha alegría ha llevado a que haya muchísima gente tratando de buscar explicaciones sencillas a algo tan complejo como es nuestra relación con los demás”, valora Acevedo. “Es tentador hacerlo porque da mucho miedo pensar que en realidad nunca vamos a entender del todo a nadie (tampoco a nosotros mismos), pero creo que es preferible aprender a convivir con ese nivel de incertidumbre antes que buscar explicaciones tan incompletas a fenómenos tan complejos”.

"Entender la teoría del apego me ayudó a tener un apego más seguro"

En última instancia, si todo el mundo habla de apego ansioso, evitativo y seguro es porque son términos que han ayudado a que muchas personas empiecen a pensarse a sí mismas. “Entender la teoría del apego me ayudó a tener un apego más seguro en la medida de lo posible”, concluye Sara. “Hoy en día diría que aunque nunca voy a tener un apego tan seguro como una persona que ha crecido con él, mi forma de relacionarme con los demás es mucho más sana, reconozco mejor hasta dónde puedo llegar y comprendo más mis emociones. Pero conocer la teoría del apego solo ha sido una pieza de mi proceso terapéutico, no el centro de todo”.

Londres, 1911. La niñera Minnie anuncia que abandona su trabajo en el hogar de los Bowlby. El pequeño John, de cuatro años, nunca podrá olvidar a la que consideró su principal figura de afecto maternal hasta su muerte en 1990. Sus progenitores solo le dispensaban migajas. Solo veía a su padre, Sir Anthony Bowlby, primer barón de Bowlby, los domingos. Con su madre tuvo más suerte: pasaba una hora al día con ella, de cinco a seis de la tarde. La hora del té, la hora de mamá.

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