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Seguro, ansioso, esquivo... ¿Cómo eres en el amor?
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TUS PADRES DETERMINAN TUS RELACIONES

Seguro, ansioso, esquivo... ¿Cómo eres en el amor?

A finales de los años setenta, cuando empezaron a cursar sus estudios de psicología, los doctores estadounidenses Mario Mikulincer y Philip R. Shaver descubrieron, no sin

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Seguro, ansioso, esquivo... ¿Cómo eres en el amor?

A finales de los años setenta, cuando empezaron a cursar sus estudios de psicología, los doctores estadounidenses Mario Mikulincer y Philip R. Shaver descubrieron, no sin cierta decepción, que el psicoanálisis que habían admirado en su adolescencia era rechazado en los círculos académicos por su falta de apoyo empírico. Al mismo tiempo, sentían que la psicología social y de la personalidad imperante en la universidad se encontraba excesivamente constreñida por exigencias metodológicas, lentos procesos de investigación y frustrantes cautelas procedimentales.

Las viejas ideas del psicoanalista Sigmund Freud aún sirven para proporcionar una nueva mirada a las relaciones humanasLos investigadores cuentan en el prólogo de la obra de revisión bibliográfica Attachment In Adulthood. Structures, Dynamics, And Change (Guilford Press) cómo el descubrimiento de las obras de John Bowlby fue considerado como la respuesta a sus plegarias: las viejas ideas del psicoanalista Sigmund Freud, sobre todo en lo que conciernen a la importancia de la infancia del individuo en la delimitación de su personalidad, aún podían servir para proporcionar una nueva mirada a las relaciones humanas, esta vez sí, basada en la observación empírica.

John Bowlby, el enunciador de la teoría del apego, partía de la premisa de que la relación del niño con su cuidador proporciona un proceso de aprendizaje que será de vital importancia en posteriores etapas. Cada niño crea un modelo afectivo interno basado en sus primeras experiencias y la respuesta que recibe de los demás: si se siente correspondido y ayudado, se convertirá en una persona segura que considera que el afecto hacia los demás merece la pena, y se sentirá merecedor del amor que reciba. Si por el contrario, es rechazado o ignorado, deducirá que no se puede contar con el cariño de los demás y que, además, uno ni siquiera merece dicho amor.

Hay en esta visión una diferencia esencial respecto a la teoría psicoanalítica: allí donde aquella manejaba una visión pesimista del amor en la edad adulta, en la que se intenta reproducir un lazo materno-filial idealizado pero absolutamente irrecuperable, la teoría del apego no considera que el amor adulto trate de repetir aquella situación, sino que simplemente enseña al niño qué esperar de los demás y de nosotros mismos en nuestras relaciones. Esta teoría ha supuesto una importante revolución a la hora de comprender mejor nuestras formas de amar, desde que a finales de los años ochenta Cindy Hazan y Philip Shaver aplicasen la misma al estudio del afecto en los adultos. A día de hoy, se pueden contar más de mil artículos científicos que utilizan dicho marco teórico como principal referencia.

A partir de dichas ideas, Kim Bartholomew y Leonard M. Horowitz realizaron una taxonomía de cuatro perfiles emocionales diferentes: los seguros, los ansiosos, los esquivos y los miedosos. Es una visión en la que han profundizado Amir Levine y Rachel Heller en Attached: The New Science Of Adult Attachment (Penguin Books) desde una perspectiva más divulgativa. "Si tus padres eran sensibles, receptivos y se encontraban disponibles para ti, deberías haber desarrollado una forma afectiva segura; si eran irregulares en su afecto, deberás tener un estilo afectivo ansioso; y si eran distantes, rígidos y poco sensibles, deberías haber desarrollado un estilo más esquivo", señala Levine. "La gente segura se siente a gusto en la intimidad y son por lo general, cálidos y amorosos; la gente ansiosa se muere de ganas de gozar de intimidad, se preocupa a menudo por sus relaciones, y tiende a sufrir por la posibilidad de que su compañero no le devuelva su amor; los esquivos relacionan la intimidad con una pérdida de independencia y tratan constantemente de minimizar esta cercanía".

Amor esquivo, miedo al amor

Según un estudio citado por Levine, la sociedad se divide aproximadamente de la siguiente forma, en términos levemente distintos a los enunciados por Bartholomew y Horowitz: la mitad de nosotros somos seguros, el 20% ansiosos, un 25% evasivos, mientras que el porcentaje restante, no más de un 4%, estaría compuesto por lo que popularmente se conoce como inclasificables, una mezcla de los perfiles anteriores.

Las relaciones largas se perciben como un peligro para los valores de autonomía personalEs precisamente la creciente categoría de los evasivos la que cada vez afecta más a las relaciones amorosas modernas, y se encontraría íntimamente vinculada con el miedo al compromiso: la cuarta parte de la población se clasificaría en dicho grupo. Aquellos que aman de esta manera se consideran independientes, autosuficientes y defienden que las relaciones personales no ocupan un lugar importante en sus vidas. Al abrazar estos valores, se consideran a sí mismos superiores, pues al no verse condicionados por necesidades afectivas incondicionales, son más libres que los que sí lo hacen. Como escribía el sociólogo Zygmunt Bauman, "las relaciones largas se perciben como un peligro para los valores de autonomía personal".

Sin embargo, como consideran los estudios, su actitud es eminentemente defensiva. Según el cuadro de Bartholomew y Horowitz, su actitud estaría basada en una concepción negativa de los que los rodean, y positiva de uno mismo: nada les pueden aportar los demás. Existe una variante respecto a este perfil, que es aún más negativa; la de aquellos que no dejan acercarse a los demás por miedo, pero también por sentir que no son merecedores de dicha atención. En este caso se trata de personas que no tienen un buen concepto de los demás ni de uno mismo. "Evitando una relación estrecha con los demás, este estilo permite a la gente protegerse ante un hipotético rechazo por parte de sus congéneres", en palabras de los autores.

Del amor seguro al amor ansioso

Todo proceso amoroso viene caracterizado por lo que los expertos consideran como ansiedad afectiva, el término científico empleado para nombrar lo que de forma poética se ha considerado como "mariposas en el estómago": la necesidad acuciante de encontrarse cerca de la persona amada, y de que ésta repare en uno. Sin embargo, esta legítima pretensión puede tornarse en enfermedad en el caso de que supere ciertos límites. Se trata de gente que valora positivamente a los demás, pero negativamente a sí mismos, lo que deriva en una perpetua inseguridad acerca de las actitudes de la pareja. Ello les convierte en personas dependientes que, en palabras de Hazan y Shaver, "buscan su autoaceptación a través del reconocimiento de las personas que consideran que son de valor".

Estadísticamente, la mitad de la población encaja en el grupo restante, formado por aquellos que se sienten seguros en el amor, más confortables con sus sentimientos y con los de su pareja, en cuanto parten de una concepción positiva tanto de ellos mismos como de los demás.

Cambiamos según sean los demás

Pero no sólo dependemos de nuestro perfil personal a la hora de comportarnos de una forma u otra, sino que, como demostró un estudio realizado por Paula R. Pietromonaco y Katherine Carnelley en 1994, Gender And Working Models Of Attachment: Consequences For Perceptions Of Self And Romantic Relationships, cada uno de estos perfiles interactúa de una manera distinta con los demás.

Aquellas personas que pretendían mantenerse independientes tenían más posibilidades de sentirse felices junto a un compañero ansiosoEl experimento realizado por las investigadoras sugería a los entrevistados que se imaginasen cómo podría ser su relación con distintos tipos de personas y, seguidamente, que la evaluasen. Así encontaron actitudes muy distintas dependiendo del modelo al que respondiese su hipotética pareja. Por ejemplo, si un enamorado seguro se encontraba con otro que no lo era, los sentimientos positivos del primero se reducían de forma directamente proporcional a la inseguridad del segundo. Y por el contrario, aquellas personas que pretendían mantenerse independientes tenían más posibilidades de sentirse felices junto a un compañero ansioso que con otra persona como ellos, por mucho que pueda parecer paradójico. La pareja ideal sería, obviamente, aquella conformada por dos amantes seguros de sí mismos.

La escritora española Concepción Arenal dejó escrito durante el siglo XIX un aforismo que rezaba que "la sociedad paga bien caro abandonar a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos". De igual manera, todos hemos de pagar las deudas que nuestros padres nos han dejado en forma de rémoras afectivas. Criar a un hijo con afecto, comprensión y cariño no sólo lo ayudará a devolver ese mismo amor a los demás y a sus propios descendientes, sino que será devuelto a sus progenitores cuando sea mayor, pues de la forma que enseñemos a nuestros hijos a relacionarse con los demás, así lo harán con nosotros.

A finales de los años setenta, cuando empezaron a cursar sus estudios de psicología, los doctores estadounidenses Mario Mikulincer y Philip R. Shaver descubrieron, no sin cierta decepción, que el psicoanálisis que habían admirado en su adolescencia era rechazado en los círculos académicos por su falta de apoyo empírico. Al mismo tiempo, sentían que la psicología social y de la personalidad imperante en la universidad se encontraba excesivamente constreñida por exigencias metodológicas, lentos procesos de investigación y frustrantes cautelas procedimentales.