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Hay otro País Vasco, y está en el lejano Oeste americano: una historia de oro y pastoreo
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Hay otro País Vasco, y está en el lejano Oeste americano: una historia de oro y pastoreo

En Winnemucca se habla euskera, se baila 'aurresku' y se comen los platos más típicos de la cocina vasca, porque aquí todos o casi todos son nietos y bisnietos de migrantes

Foto: Bailarines en un festival vasco en Hailey, Idaho. (Alamy/K. D. Leperi)
Bailarines en un festival vasco en Hailey, Idaho. (Alamy/K. D. Leperi)

Puede parecerte pequeño en su geografía, pero el País Vasco es mucho más que ese trozo de mapa al norte de la península ibérica, y no solo culturalmente hablando. Sí, traspasa la frontera que separa a España y Francia; pero, en realidad, sus tierras llegan mucho más lejos, tanto que atraviesan el océano. Es lo que tiene la cultura, que puede transportar los horizontes allá donde la lleven, y de eso va esta historia.

Estamos al otro lado de las aguas, en Estados Unidos. Aquí también existe un País Vasco. Según el censo del país norteamericano, para el año 2000 había 57.793 estadounidenses de ascendencia total o parcialmente vasca. No obstante, la cantidad real de vascoestadounidenses podría llegar fácilmente a las 100.000 personas. Muchas de ellas viven en el llamado Oeste americano.

Te preguntarás qué hacen allí, y no quizás en otro estado más próximo al Atlántico. Para llegar a Oregón desde España no solo hay que atravesar el vasto océano, sino también todo el ancho de Estados Unidos. Echemos una mirada al pasado para entenderlo.

Los primeros vascos

Este País Vasco gemelo se ubica, concretamente, entre Boise, Idaho, y Winnemucca, Nevada, la zona se conoce como Jordan Valley. Como recuerda el historiador Joseph H. Geiser, a principios de la década de los 1940, la vasca constituía "la comunidad más sólida de toda esta área".

Todo comenzó durante y, especialmente, después de las guerras carlistas, es decir, en la década de 1830. Para la década de 1860, tras el descubrimiento de oro en las estribaciones de la Sierra Nevada de California, el proceso había alcanzado sus máximas.

Hay que tener en cuenta que la inmigración vasca se produjo por etapas, como apunta Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Reno, a la corresponsal de viajes de Smithsonian Jennifer Billock: el primer grupo llegó más pronto, en el siglo XVII, como exploradores. Hubo una segunda ola de inmigrantes en la década de 1850, los expulsados del País Vasco durante la guerra y obligados a participar en la famosa fiebre del oro de California.

Con la esperanza del oro

"Durante el siglo XIX, el Estado Vasco perdió la independencia", explica Irujo. "Tres guerras se libraron en el país en pocos años, y muchas personas fueron exiliadas o abandonadas después de la derrota". Australia, México, Chile o Filipinas fueron algunos de los otros destinos de las familias vascas que huyeron.

placeholder "Un nuevo y magnífico clíper para San Francisco". Publicidad de viajes a California publicada en Nueva York en la década de 1850. (Wikimedia)
"Un nuevo y magnífico clíper para San Francisco". Publicidad de viajes a California publicada en Nueva York en la década de 1850. (Wikimedia)

En Estados Unidos, añade Billock, los primeros vascos se asentaron mayoritariamente en Wyoming, Nevada, Idaho y California. "Vinieron a trabajar en las minas de oro del oeste, pero descubrieron que tenían mejores ingresos cazando o criando ovejas para venderlas como carne a los mineros, y eso sentó las bases para la siguiente afluencia de inmigrantes vascos. A partir de la década de 1880, la población vasca entrante asumió casi exclusivamente trabajos de pastor de ovejas o ganado".

Coincidiendo con aquel otro fenómeno social, buscaban en California lo que otra mucha gente estaba buscando al mismo tiempo: la fiebre del oro fue todo un fenómeno social que entre 1848 y 1855 atrajo a una gran cantidad de inmigrantes procedentes de dentro y fuera del país. Cerca del pueblo de Coloma, próximo a la ciudad de San Francisco, se acababa de descubrir oro en Sutter's Mill. Claro, la noticia de aquel descubrimiento se esparció, y lo hizo tanto que alrededor de trescientas mil personas fueron en su búsqueda. Aquellas tierras parecían, la verdadera tierra prometida, la de la riqueza asegurada. Pista: no había tanto.

Una de las mayores migraciones masivas

Como señala el historiador Dominic Sandbrook en un artículo para la BBC, en enero de 1848, la propia San Francisco contaba con 800 residentes; a finales de 1850 tenía unos 25.000, muchos de ellos malviviendo en chozas y carpas con la esperanza de volverse ricos. "La fiebre del oro de California fue una de las mayores migraciones masivas en la historia de Estados Unidos. Con nuevos puertos, ciudades y ferrocarriles surgiendo para satisfacer la demanda, el estado se transformó, y nació el sueño del Golden State o el estado dorado".

placeholder Foto: Flickr/Ken Lund.
Foto: Flickr/Ken Lund.

Con aquella esperanza quedaron allí muchos pueblos, mientras a los pueblos aborígenes los habían obligado a abandonar sus propias tierras en el caótico intento de un negocio que no llegó nunca. En la actualidad, los descendientes de aquellos inmigrantes vascos se mantienen especialmente en esta área y atraviesan las Sierras en el área vecina al norte de Nevada, luego hacia el norte, en Idaho.

Cabe recordar que cuando la fiebre sucedió, California, Arizona y Nuevo México pertenecían a México. En el momento en que el Gobierno estadounidense los ocupó en 1848, miles de vascos de ascendencia también mexicana fueron expulsados.

Nevada, el espacio necesario

Se asentaron, claro, donde pudieron, y ese lugar fue Winnemucca y sus alrededores. Allí encontraron el espacio necesario para desempeñarse en el pastoreo. El grupo étnico más antiguo de Europa que aún sobrevive en la actualidad, los investigadores creen que los vascos son descendientes directos de los cazadores-recolectores de Europa de hace 35.000 años. No es extraño, pues, entender su hacer con estas tareas.

placeholder Foto: Flickr/Ken Lund.
Foto: Flickr/Ken Lund.

Justo al lado de California, Nevada se extiende como uno de los estados más grandes del país. Cuando el sueño del oro se vino abajo, este territorio ofrecía mucha tierra disponible para cualquiera que quisiera tomarla. Era un lugar en el que, además, su uno trabajaba un terreno durante más de cuatro años, podía reclamar su propiedad gracias a la Ley de Homestead, según explica Irujo. "Además, no hubo guerra", añade.

Además, Winnemucca es una ciudad de cruce de caminos. Situada justo entre los antiguos ferrocarriles Central Pacific y Southern Pacific, ahora la línea California Zephyr de Amtrak, y era un punto de parada natural, a medio camino entre Salt Lake City y San Francisco, para aquellos que se dirigían al oeste, destaca Billock.

De la primera a la segunda generación

Los Arranbide, los Altube, los Ekeitio, Ispaster, Gizaburuaga, Mendexa, Amoroto, Aulestia, o los Errigoiti, Ibarrangelua, Berriatua o Ereño son solo algunas de las familias cuyo árbol genealógico lleva echando raíces en Nevada, Idaho u Oregón desde entonces, como señalan desde Eusko News, donde dedican un artículo en torno a aquellos que se asentaron en el llamado Jordan Valley o Valle del Jordán en Oregón. Los primeros, apuntan en dicho artículo, fueron Antón Azcuenaga y José Navarro "tras una odisea que casi les cuesta la vida".

Todos ellos constituyeron lo que se conoce como la primera generación. Aquellas personas pusieron énfasis en integrarse a la cultura, asegura Irujo. "Al principio, enfrentaron prejuicios, como casi todos los recién llegados a un área, así que hicieron lo que pudieron para convertirse en una parte más pagando, incluso, a profesores de inglés para que pudieran integrarse a través del idioma".

placeholder The Martin, uno de los muchos hoteles de la zona dirigidos por descendientes de vascos. (Wikimedia)
The Martin, uno de los muchos hoteles de la zona dirigidos por descendientes de vascos. (Wikimedia)

Sin embargo, para cuando llegó la segunda generación, las costumbres estadounidenses se habían asimilado lo suficiente. Se dieron cuenta de que estaban perdiendo sus propias tradiciones, desde su idioma euskera, ese idioma sin parientes lingüísticos conocidos hasta los bailes tradicionales, la dieta típica o los juegos y, claro, querían mantenerlos vivos para las generaciones futuras. Eso hicieron.

"La primera generación necesitaba lugares de encuentro para hablar con la gente en su propio idioma. La segunda generación ya no los necesitaba, así que comenzaron a construir centros vascos donde pudieran mantener vivas sus tradiciones, su forma de comer, su música, su todo. Fue entonces cuando surgieron las pensiones y los restaurantes".

En la actualidad, Winnemucca cuenta con todo tipo de locales de esencia vasca cuyos dueños y trabajadores son nietos y bisnietos de aquella segunda generación. La zona tiene además sus propias tradiciones, incluyendo un festival de cultura vasca que se celebra cada junio, para garantizar que esta mantenga la memoria de sus antepasados. Según explica Billock, las organizaciones sociales llamadas Basque Clubs, fundadas en comunidades de todo el país, pero con una alta concentración en California, Idaho y Nevada, se dedican a trabajar para preservar la herencia vasca, y Winnemucca ha tenido su propio club desde la década de 1940.

Puede parecerte pequeño en su geografía, pero el País Vasco es mucho más que ese trozo de mapa al norte de la península ibérica, y no solo culturalmente hablando. Sí, traspasa la frontera que separa a España y Francia; pero, en realidad, sus tierras llegan mucho más lejos, tanto que atraviesan el océano. Es lo que tiene la cultura, que puede transportar los horizontes allá donde la lleven, y de eso va esta historia.

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