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Vascos en el salvaje Oeste: un episodio olvidado
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Vascos en el salvaje Oeste: un episodio olvidado

La forma de amar de los vascos a su tierra tiene pocas analogías a lo largo de la historia. Son como una piña cerrada en torno a la madre tierra

Foto: Imagen histórica de un grupo de Aizkolarri corta un trozo de haya. Fotografía: Indalecio Ojanguren (Wikipedia)
Imagen histórica de un grupo de Aizkolarri corta un trozo de haya. Fotografía: Indalecio Ojanguren (Wikipedia)

Reducir aspiraciones o resignarse, asesina la pasión.

Zenk.

A mediados del siglo XIX , los 'vasquitos' estaban confusos ante un mundo cambiante que aceleraba a una velocidad vertiginosa mientras removía los pilares de sus costumbres. Ya era una experiencia eso de bajar del caserío a ver el mar, eran palabras mayores y más, si volvías tarde y estaba la “etxekoandre” en jarras esperándote y no precisamente en deshabillé. Durante miles de años, la ecuación para los “hombres de la txapela” era bastante simple; porrusalda, txistorra, chipirones o marmitako y de ahí, no les sacabas. Los más osados, se iban a por bacalao a Terranova allá por el siglo XIV (ver memorial de Jai Alai en la Ria San Lorenzo - Canadá) y eran junto con los pescadores gallegos las gentes más capaces para la navegación de altura. Los ingleses por aquel entonces, jugaban en tercera.

Y como hoy es sabido en exclusiva por los sicoanalistas argentinos, es posible que el diablo sea el inconsciente de Dios. Cuando las ideas raras empiezan a germinar, lo que las personas con inquietudes sienten, no tiene nada que ver con aquello que tiene sentido.

Y los 'vasquitos' dejaron su antiquísimo lar y se pusieron en marcha.

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La forma de amar de los vascos a su tierra tiene pocas analogías a lo largo de la historia. Son como una piña cerrados en torno a la madre tierra. El amor de los “hijos de Elosegui” y de Maritxu por los bosques mágicos que pueblan ese antiquísimo rincón de España, es proverbial y ejemplar, un modélico cordón umbilical con una hermosa naturaleza como pocas hay.

Lo del condumio es de nota. Volver del País Vasco tras unas vacaciones gastronómicas y pesarse conduce, sin duda, a un susto de traca.

Hacían vivac en cualquier sitio y los perros se encargaban de que el ganado no se desmadrara. Sus pertenencias eran más cercanas a las de un anacoreta.

Estas gentes –los Aizkolaris- que en un arrebato te dejan un bosque con una calva lunar de aquí te espero (los que tengan las competencias medioambientales no ganan para sustos), o los Harri-jasotze, unos señores así como de dos metros, que te arrean una pedrada de 300 kg como quien no quiere la cosa y encima te recitan versos – Bertzolaris – para aplacar a las preocupadas amatxos que por cierto, deben de vivir aterrorizadas cuando van al súper a hacer la compra para darle de comer al “niño “, no son meras anécdotas; son el reflejo del alma de este pueblo que conjuga perfectamente en su larga historia ingredientes de la Edad de Piedra con la hoy pujante industria de tecnología punta aderezada con el I+D y su peculiar compromiso fabril.

Pues bien, las crónicas tan repetitivas sobre los clichés del Oeste norteamericano no han hecho justicia a los vascos que hacia 1850 pulularon, padecieron y se dejaron la vida literalmente en aquellos desolados pagos. Nuevo México, Arizona, Idaho, Nevada, y la parte de California colindante con Oregón, serían los dominios de aquellos famosos pastores reconocidos por su pasmosa habilidad y honradez. Aquella soledad itinerante y su increíble habilidad para hablar con los animales un lenguaje de iguales con sorprendentes claves fonéticas, les dio una fama entre los autóctonos que creó un efecto llamado que se calcula que atrajo a no menos de 10.000 vascos que en años posteriores poblarían aquellos silenciosos y bellos lugares que antaño, los españoles de los virreinatos, ya habían hollado. Las causas de esta emigración, tienen sus derivadas en la inestabilidad que generaron las Guerras Carlistas y los cambios sociológicos tan radicales (efectos colaterales de la revolución industrial inglesa) en un pueblo tan asilvestrado, dicho esto con el máximo respeto.

La presencia de vascos es más que notable en Idaho, donde se estima que pueden habitar más de 20.000 con antepasados de origen vasco

Sus antecedentes como pastores en los Pirineos navarros (Baztán, Roncal, Erro, Aezkoa, Belagua, etc.) y de la zona francesa de Lapurdi y Xuberoa, añadida a su incuestionable habilidad para guiar al ganado entre los pastos de montaña (hablamos básicamente de ganado lanar) y su extrema capacidad de adaptación al terreno, les dieron un lugar destacado en la historia de la resistencia humana ante las adversidades. La mayoría, fueron jóvenes solteros. Hacían vivac en cualquier sitio y los perros se encargaban de que el ganado no se desmadrara. Solo tenían el cielo estrellado y el amparo de su valor. Sus pertenencias eran más cercanas a las de un anacoreta. Estos vascos defendieron su cultura y tradiciones a través de los Txokos o casas vascas. Hoy, aparte del reguero de los cerca de 40 centros culturales y gastronómicos sitos en Norteamérica, la presencia de vascos es más que notable en el área de Idaho donde se estima que pueden habitar más de 20.000 con antepasados de origen vasco.

Antecedentes

Es imprescindible para perpetuar nuestra memoria y riqueza histórica, recordar. La diagonal imaginaria que se traza desde el norte de Oregón en su frontera con el estado de Washington y desde ahí hasta Florida fue explorada, habitada, trabajada, explotada y enriquecida por los herederos del Virreinato de Nueva España, y eso, sin mencionar a los adelantados Pérez Hernández (1774), Bernardo de Gálvez en fechas similares, Heceta, La Bodega y Quadra (1775) y como no; el ínclito Alvar Núñez Cabeza de Vaca que merece capítulo aparte y del que se ha hablado en esta sección mucho menos de lo que se merece.

Foto: Cabeza de Vaca, un explorador inmortal y un héroe español sepultado por el olvido Opinión

Los pastores vascos en Norteamérica, fueron siempre muy apreciados por la austeridad de sus hábitos, el valor de la palabra dada, su incuestionable hospitalidad y su constancia ante los retos que se plantearon; pero si hay uno que prevalece por encima de cualquier otro, ese es sin duda, la confianza que inspiraba su honestidad. No obstante, los años de soledad pueden llegar a desquiciar a cualquier humano a no ser que seas un anacoreta de Athos o un monje sufí habitante de sus peculiares cuevas en las que la meditación y la contemplación prevalecen como atenuantes de la locura. Bastantes de los pastores que allá se dejaron los años de juventud, volvieron a el País Vasco seriamente tocados por patologías donde la ausencia del sí mismo era más que notable. Les llamaban los “aovejados “o su equivalente actual que podría ser el de “taradillos”.

En 1975 miles de ellos volvieron a la mágica tierra de los bosques y sus ancestrales tradiciones que aún hoy asombran a los antropólogos de medio mundo

En los últimos años de esta práctica del pastoreo en tierras norteamericanas, esto es, una vez concluida la II Guerra Mundial, el senador por Nevada Patrick McCarran, conseguiría la autorización estatal y supra estatal para ejercer el reclutamiento de pastores vascos a través de contratos en origen (España), que podían llegar casi hasta los cuatro años prorrogables en los que su cotización podía alcanzar cifras de 3.000 $/mes, una cifra a tener en cuenta cuando en la península se manejaban sueldos de 1.600 pesetas (1963) por la misma época. Para 1975, de aquella ingente cantidad de pastores vascos que poblaron el lejano oeste y con el advenimiento de la democracia, miles de ellos volvieron a la mágica tierra de los bosques y sus ancestrales tradiciones que aún hoy asombran a los antropólogos de medio mundo. Actualmente, no restan más que un precario centenar de ellos, que siguen ahí en la brecha.

Queda en la Universidad de Nevada un protocolo de estudios residual pero permanente, reflejado en el Basque Studies Program sobre la cultura vasca, en el que se dan las clases en euskera e inglés. De los más de 125 años de presencia de este importante grupo de jóvenes vascos en el “salvaje Oeste“, tan enraizado en el imaginario colectivo a través de la industria cinematográfica, estos pastores de fortuna fueron una parte de la increíble adulteración mediática de la historia de Norteamérica, en la que los mexicanos, la miríada de indios autóctonos, los chinos vinculados a la historia del ferrocarril y los afroamericanos al igual que otros muchos colectivos; sería los grandes olvidados.

placeholder Portada de 'Amerikanuak'. (Ignacio Reig, 2010)
Portada de 'Amerikanuak'. (Ignacio Reig, 2010)

Si alguien quiere tener una idea del enfoque que se dio a estos exploradores del silencio y la belleza de aquellas áreas del Oeste Norteamericano, puede ver (con ciertas reservas) la película rodada en 1959, ‘El desfiladero de la muerte’ de Russell Rouse en la que se hace un planteamiento que dista bastante de las condiciones de trabajo en que se desenvolvieron aquellos audaces retadores de la naturaleza en terrenos donde se tenían que batir el cobre con osos, lobos, coyotes y cuatreros. Por si no fuera poco, el choque cultural con aquella violencia asentada en las relaciones entre ganaderos y ovejeros, sumadas al racismo y a la consiguiente calificación con las connotaciones que llevaba una labor bastante denigrada y marginal, no configuraban la placentera visión del cineasta en cuestión.

Además, para darle ya un golpe de efecto surrealista y desencajado en contexto; resulta cuando menos chocante ver como los vascos en aquel Hollywood creciente, bailaban flamenco y hablaban con pasmosa habilidad francés o inglés entre ellos, siendo el euskera su lengua más fluida pues el castellano era esencialmente un lenguaje culto que se reservaba para las gentes de ciudad. Paradojas. 'Amerikanuak', es otra de las películas de autor que sí han llegado a España (se presentó en el Festival de San Sebastián) con un éxito rotundo, y que, a pesar de su alto interés cultural y antropológico, quedó diluida en el mundo euskaldún por falta de subtítulos. Sería de agradecer que este documental tan hermoso fuera accesible para todos los que ignoramos esta extraordinaria y ancestral lengua.

Lo dicho, una aventura muy dura a pesar de sus raíces románticas, pero que ha quedado subsumida en el olvido como tantos aspectos de los acontecimientos históricos de nuestro país.

Reducir aspiraciones o resignarse, asesina la pasión.

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