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Miedo y despidos masivos: ni la tecnología más puntera está a salvo de la crisis de las 'tech'
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EL EFECTO ARRASTRE DE LOS GRANDES

Miedo y despidos masivos: ni la tecnología más puntera está a salvo de la crisis de las 'tech'

Las 'deep tech' habían sido un gran reclamo para atraer dinero en los últimos años. Ahora, la crisis que están atravesando compañías como Google o Microsoft también está alcanzando a las innovaciones que venían a cambiarlo todo

Foto: Un investigador de un laboratorio de nanotecnología en la Universidad del Sur de la Florida. (Getty/Joe Raedle)
Un investigador de un laboratorio de nanotecnología en la Universidad del Sur de la Florida. (Getty/Joe Raedle)

Lo que empezó como un goteo se ha convertido en chorreo en apenas unos meses. Todo arrancó cuando las big tech comenzaron a congelar las contrataciones y a hacer algunos despidos localizados. Pero no valían paños calientes. Esta semana, Google y Microsoft han anunciado importantes recortes en sus plantillas, algo que antes hicieron Amazon o Meta. Solo entre estas cuatro empresas, las más importantes de esta industria —con permiso de Apple, que de momento no ha ejecutado ningún recorte laboral—, han prescindido de algo más de 50.000 trabajadores. La crisis es tan acentuada que ha alcanzado lugares a los que parecía difícil que fuera a llegar: ni las empresas de alta tecnología se salvan. La llamada deep tech ha pasado de ser un filón millonario a tener más dificultades para atraer un dinero que ya no llega tan fácil. Es el mejor ejemplo del momento de desconcierto e incertidumbre que vive el sector.

"Hemos decidido reducir nuestra plantilla en aproximadamente 12.000 puestos", explicaba Sundar Pichai, CEO de Alphabet, en una carta publicada este viernes. Tal y como indicaba, la matriz de Google había llevado a cabo una ampliación de plantilla acorde con el crecimiento que habían tenido en los últimos años. "Contratamos para una realidad económica diferente a la que enfrentamos hoy", reconocía en su mensaje, que suponía la primera oleada de despidos de la historia de esta tecnológica, que ha adelgazado su fuerza de trabajo en un 6%. Todo el mundo tenía la sensación de haber escuchado esta canción antes.

Foto: Klarna, mayor unicornio de Europa y quinto del mundo, anunció fuertes recortes. (Reuters/Dado Ruvic)

Es prácticamente lo mismo que habían dicho hace unos días en Microsoft, que se deshizo esta semana de un 5% de la plantilla. En total, 10.000 trabajadores menos, que se sumaban al millar que habían despedido meses antes. Apenas dos semanas antes, Amazon empeoraba el recorte que ya había anunciado. No iba a despedir a 10.000 empleados, sino a 18.000, un 6% del total (principalmente, en la división de dispositivos como Alexa, recursos humanos y retail). En cualquier caso, nadie ha sido tan duro como Meta, que el pasado noviembre anunciaba un recorte del 13% en su fuerza laboral. "Me equivoqué y asumo la responsabilidad por ello", dijo Mark Zuckerberg entonces.

El fundador de Facebook se refería al acelerón que supuso la pandemia para su empresa, pero también para la mayor parte de grandes empresas del sector. Una vez regresó la normalidad, todas ellas se vieron con un tamaño sobredimensionado que, ahora, han tenido que reducir. No ha sido lo único. La guerra de Ucrania, la inflación y la consiguiente subida de tipos de interés han hecho mella en todo lo que huele a tecnología.

"La situación económica está afectando más a las big tech. La financiación es ahora más cara y eso se nota muy rápido en la caída de las cotizaciones en bolsa, porque son mercados muy líquidos", comenta Alfonso Díaz, director del área de Tech M&A en BlueBull, una firma de asesoría financiera. Es lo que ha hecho que ese miedo también alcance a quienes apostaban por las tecnologías más punteras. "Las deep tech se suelen mover en mercados privados, mediante rondas de financiación, y ahí también está teniendo consecuencias. Los inversores son ahora más cautos", advierte.

La disrupción que se congela

Las inversiones en deep tech tienen una peculiaridad respecto al resto de empresas tecnológicas, ya que se caracterizan por tratarse de apuestas de alto riesgo, donde nunca se puede saber cuál será el retorno, si es que lo hay. En caso de que el experimento triunfe, eso sí, el avance supone un acelerón para quien haya apostado por él. Es el atractivo que había hecho que esta industria cuadruplicara las inversiones entre 2016 y 2020, llegando a alcanzar los 62.000 millones de dólares anuales, según un informe de Hello Tomorrow. Sin embargo, eso ya forma parte del pasado.

En 2022, la inversión en el sector en Europa cayó casi un 25% respecto al año anterior, de acuerdo con el informe State Of European Tech 22. "Todo se ha frenado y, cuando eso ocurre, el análisis tiene que ser mucho más específico, por lo que cuesta más encontrar la oportunidad", apunta Patricia Pastor, directora de GoHub, la firma de inversión de Global Omnium para deep tech. En su caso, reconoce que han tenido que ampliar miras y buscar "nuevas oportunidades en América". "Tienen que ser propuestas muy atractivas y que se ajusten a las valoraciones de mercado, y eso es lo más difícil de encontrar", detalla.

placeholder La impresora de metal 3D más grande del mundo, usada para la construcción de piezas de cohetes. (Relativity Space)
La impresora de metal 3D más grande del mundo, usada para la construcción de piezas de cohetes. (Relativity Space)

De todos modos, esta inversora considera que hay innovaciones que, por una u otra razón, "se están estigmatizando y nadie invierte en ellas, así que hay que fijarse también, porque su situación quizá se puede revertir". Las apuestas de la firma que dirige suelen estar relacionadas con las aplicaciones en industria, como 5G, tecnología climática, edge computing o data fabric. "Cuando invertimos quizá les faltaba madurez, pero es lo bueno de llegar al principio: posicionarse para cuando el mercado tenga una necesidad masiva. El impacto puede cambiar sectores enteros", asegura.

Díaz, de BlueBull, también menciona nichos que hasta ahora habían aguantado el envite, como las soluciones aeroespaciales, energéticas o de defensa. "Hay compañías que se ajustan y que no les cuesta levantar una ronda, porque algunas deep tech siguen su hoja de ruta", dice este asesor. "El nivel de valoraciones ya no es el que era. Volverá a subir, pero nadie sabe cuándo. No hay consenso, dado que depende también de la evolución de la política monetaria. Algunas voces apuntan a seis meses, pero otras a dos años", lamenta Enrique Lizaso, CEO de Multiverse Computing, una startup vasca de computación cuántica. En 2021, la startup PsiQuantum consiguió levantar una ronda de 450 millones en este nicho, una operación de un volumen que no tuvo parangón el pasado año, algo que ayuda a explicar el bajón de las inversiones en los últimos meses, según datos de Crunchbase. "En nuestro sector, aún hemos visto operaciones y valoraciones muy elevadas", defiende Lizaso, que hace hincapié en el papel estratégico de su negociado.

El actor que nadie esperaba

En los últimos años, ha cogido fuerza un actor que pocos esperaban ver aparecer en esta industria: el dinero público. "La inversión privada se ha frenado, pero no diría que el sector de las 'deep tech' ha entrado en recesión, porque hay más apoyo gubernamental, como está pasando con los semiconductores", cuenta Daniel Granados, profesor e investigador de Nanotecnología en el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados (IMDEA) y, desde hace unas semanas, director del Clúster en Innovación, Tecnología y Talento en Semiconductores de la Comunidad de Madrid. "Todo eso está haciendo que se esté recuperando soberanía tecnológica, algo que era impensable hace cinco años".

Es un punto en el que también coincide Díaz. "En Europa, se está intentando fomentar el recurso local mediante ayudas públicas y subvenciones", comenta este asesor. Ahí está el Consejo Europeo de Innovación, que el año pasado hizo inversiones de hasta 15 millones en 71 proyectos, o en el caso de España, el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI). "Coinvertimos mucho con ellos y es una especie de validación para que se sume más gente. Si ves que el sector público entra en una compañía como esta, hay inversores menos cualificados que lo ven como una validación. Es algo fundamental", asegura.

Foto: Foto: Reuters.

"Tendremos que ver qué ocurre cuando, en unos años, los gobiernos dejen de inyectar dinero. Ojalá se haya reestructurado todo para entonces, como la producción y la cadena de suministro", deja caer Granados que, por ahora, no ve que la situación sea "algo alarmante". Eso sí, adelanta que vienen unos años de "profundos cambios estructurales en los sectores productivos", por lo que "las deep tech tendrán que adaptarse a los cambios de la globalización, ya que iremos a un híbrido con cadena de suministro global y producción local".

Miguel Arias, socio de K Fund y exjefe de emprendimiento global de Telefónica, es optimista. "La subida de tipos de interés para controlar la inflación es un factor más coyuntural por la situación energética y geopolítica", explica, pues considera que es una situación que "debería corregirse a corto o medio plazo y, en cambio, las inversiones en deep tech son de largo plazo". En su caso, sigue viendo potencial con "el nivel de disrupción e innovación que tecnologías habilitadoras como la inteligencia artificial, la conectividad o el blockchain van a traer al mercado durante los próximos años".

¿Hay luz al final del túnel?

Ahora la pregunta es qué pasará con las grandes tecnológicas y su temido efecto arrastre. "Que la inflación esté bajo control sin necesidad de seguir subiendo los tipos será un elemento esencial para que el dinero vuelva a fluir hacia los fondos de inversión y de ahí a las startups", incide Arias. Díez también hace hincapié en que el perfil del inversor que pone su dinero en una compañía como Amazon o Google " espera que en dos o tres años esté asentado". Es por eso que cada una de estas empresas tendrá que asumir una serie de retos en su negociado o, en según el caso, explorar nuevos horizontes.

Es lo que quiso hacer Mark Zuckerberg con su viaje al metaverso, algo que le llevó a cambiar el nombre de la compañía, que pasó de llamarse Facebook a ser bautizada como Meta. Solo hay que ver cómo, solo en 2022, esta empresa ha gastado al menos 10.000 millones en una apuesta cuyos resultados son, por ahora, una incógnita. Pese a ello, está previsto que su inversión siga aumentando, hasta alcanzar los 15.000 millones este año. Más allá del intento por estar en la vanguardia, también se trataba de una forma de asegurar que no hay fisuras en su imperio, basado en unas redes sociales que hace tiempo que dejaron de tener atractivo para los más jóvenes. Es algo que, por ahora, ha intentado solventar copiando a rivales como TikTok o BeReal, una jugada que tampoco tiene visos de éxito.

placeholder Mark Zuckerberg durante la presentación de su apuesta por el metaverso. (Meta)
Mark Zuckerberg durante la presentación de su apuesta por el metaverso. (Meta)

El desarrollo de la inteligencia artificial también va a ser un punto determinante para estas compañías. Microsoft ya está estudiando una inversión de 10.000 millones de dólares con OpenAI, la compañía que hay detrás de ChatGPT, la IA de moda. Así, la firma estaría preparando la implementación de esta herramienta en servicios como Office o el buscador Bing. De hecho, no descartan hacer más contrataciones en este campo tras haber adelgazado la plantilla en otras divisiones. Esto último es el enésimo intento de dar caza al negocio más conocido de Google. Hay quien cree que lo puede conseguir, ya que cada vez más complicado encontrar información útil en el famoso motor de búsqueda, que también mira a TikTok por el retrovisor.

El caso de Amazon es bien distinto. El principal reto de compañía fundada por Jeff Bezos es mantener los márgenes de negocio de su división de comercio, que durante la pandemia alcanzó un tamaño que ahora ya no es sostenible. Sin embargo, la tecnológica tiene su salvavidas en Amazon Web Services, que siempre ha sido su negocio más boyante y el que le ha permitido quemar dinero para posicionarse en otros ámbitos. Si eso no falla, seguirán a salvo.

Apple, por ahora, come aparte de todas las anteriores. Ha sido la única gran tecnológica que no ha ejecutado ninguna ronda de despidos, aunque sí tuvo que congelar las contrataciones en determinadas divisiones que no consideraban estratégicas. Eso no quita que la situación se pueda torcer para los de Cupertino; sobre todo, si el covid complica aún más las cosas en China, una parte esencial de su cadena de suministro. En el último trimestre, los de Tim Cook consiguieron batir un récord de beneficios. En un par de semanas, el 2 de febrero, darán a conocer cómo les fue en 2022.

Lo que empezó como un goteo se ha convertido en chorreo en apenas unos meses. Todo arrancó cuando las big tech comenzaron a congelar las contrataciones y a hacer algunos despidos localizados. Pero no valían paños calientes. Esta semana, Google y Microsoft han anunciado importantes recortes en sus plantillas, algo que antes hicieron Amazon o Meta. Solo entre estas cuatro empresas, las más importantes de esta industria —con permiso de Apple, que de momento no ha ejecutado ningún recorte laboral—, han prescindido de algo más de 50.000 trabajadores. La crisis es tan acentuada que ha alcanzado lugares a los que parecía difícil que fuera a llegar: ni las empresas de alta tecnología se salvan. La llamada deep tech ha pasado de ser un filón millonario a tener más dificultades para atraer un dinero que ya no llega tan fácil. Es el mejor ejemplo del momento de desconcierto e incertidumbre que vive el sector.

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