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El nuevo rival de SpaceX no ha lanzado ni un cohete y ya tiene 1.200 M por sus diseños
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HASTA UN 95% CON IMPRESIÓN 3D

El nuevo rival de SpaceX no ha lanzado ni un cohete y ya tiene 1.200 M por sus diseños

Relativity Space es una de las últimas sensaciones de los inversores en la carrera espacial privada, gracias a sus cohetes fabricados con impresoras 3D. Ahora 'solo' falta que pasen su primera prueba de fuego

Foto: La impresora 3D de Relativity Space. (RS)
La impresora 3D de Relativity Space. (RS)

Fabricar hasta el 95% de un cohete mediante impresión 3D, finiquitarlo en el tiempo récord de dos meses y, sobre todo, hacer frente a SpaceX, la empresa aeroespacial de Elon Musk. Es la idea que ha puesto sobre la mesa la firma californiana Relativity Space, con un planteamiento que a muchos les puede sonar a expectativas demasiado infladas, pero que ya ha convencido tanto a inversores —entre los que destaca el fondo Tiger— como clientes. Sin haber lanzado ni un vuelo de prueba, ya ha alcanzado una valoración de 4.200 millones de dólares y tiene contratos para hacer misiones por valor de 1.200 millones.

Por ahora, la compañía californiana tiene dos proyectos en marcha. El más desarrollado, y que está a punto de hacer su primer lanzamiento de prueba bajo el nombre Good Luck, Have Fun, ha sido bautizado como Terran 1, y es capaz de transportar una tonelada de carga. Si bien ha funcionado en los ensayos de tierra, también es cierto que la verdadera prueba de fuego es un vuelo real.

Foto: Elon Musk, durante una presentación de SpaceX. (Getty/Hannibal Hanschke)

"Aunque el ingeniero amante de los cohetes que hay en mí quiere decir que es realmente 'órbita o nada' para el primer vuelo, creo que la parte de líder empresarial que hay en mí sabe que los clientes van a decirnos qué es suficiente para el primer vuelo", ha explicado Tim Ellis, cofundador y director ejecutivo de Relativity Space, en una entrevista con Ars Technica. De hecho, ninguna empresa privada ha conseguido llegar a órbita a la primera, un hito que sería aún más significativo teniendo en cuenta las peculiaridades del cohete, que también es el primero en utilizar metano como combustible y ha sido construido en un 85% con tecnología 3D, motor incluido.

"Es parte del proceso de aprendizaje. Por ejemplo, SpaceX en sus dos primeros lanzamientos no tuvo éxito. Solo le quedaba dinero para el tercero, y fue ahí cuando lo consiguieron", recuerda Juan Merino, ingeniero industrial con más de 15 años de experiencia internacional en el sector espacial, donde ha dirigido el segmento espacial en el Instituto de Aplicaciones de la Agencia Espacial Alemana en Múnich. Sea como sea, lo cierto es que, en realidad, Terran 1 es poco más que un trámite para el verdadero bombazo.

Cómo plantar cara a SpaceX

Si las pruebas bien, Relativity Space ha avisado de que solo hará un segundo vuelo con Terran 1 —será una misión con carga útil para la NASA—, pero no se comprometerán más lanzamientos. El motivo es que este cohete ha sido un experimento para avanzar en el desarrollo de su producto estrella, Terran R. De hecho, la mayoría de la plantilla, formada por un millar de personas, está centrada en este proyecto, que está previsto lanzar a finales de 2024. Es más, ya tienen contratados viajes por valor de 1.200 millones de dólares con clientes como OneWeb o Impulse Space.

Será ahí cuando empiece la verdadera competencia con SpaceX, a los que pretenden adelantar tanto en precio como en capacidad de transporte. En cuanto al primer punto, pretenden que Terran R pueda transportar más de 20 toneladas, frente a las 17 del Falcon 9. Si bien la dimensión de Terran 1 es mucho más reducida, fue algo que se hizo intencionadamente para que su mecanismo fuera más complejo y, así, anticipar el éxito del siguiente experimento. "Los clientes están tan entusiasmados con Terran R, porque, cuando visitan el lugar de lanzamiento y ven Terran 1, gran parte de su reacción es: 'Vaya, esto se parece más a un Falcon 9 en miniatura que a un vehículo de lanzamiento de cubosatélites'", ha comentado Ellis, que también ha explicado que quiere que sean reutilizables, al igual que ocurre con los de la empresa de Musk.

En cuanto a la baza de costes, los planes de la empresa pasan por la impresión 3D, que quiere que alcance el 95% de la fabricación, algo sin precedentes en esta industria. "El resto de actores, como Airbus o SpaceX, están limitando la fabricación en 3D a piezas que no pueden construir de otra forma. Son sobre todo piezas pequeñas y que no tienen que soportar grandes esfuerzos, por lo que no van a comprometer la integridad estructural del cohete", apunta Merino, subrayan que aquí los materiales se usan de forma muy distinta respecto a otros procesos de elaboración, "donde sabes cómo se comportan tanto durante el proceso como luego en su utilización". "Es un punto de indeterminación con el que hay que jugar", incide.

En cambio, la alternativa tridimensional permite un diseño "mucho más flexible y optimizado" y una producción más barata, ya que "las máquinas han ido bajando de precio". En el caso de Relativity Space, ellos mismos han desarrollado su propia impresora de metal en 3D —"la más grande del mundo", aseguran— llamada Stargate, que acaba de presentar su cuarta generación. Esta es siete veces más rápida que la anterior, lo que le permite fabricar un cohete íntegro en un par de meses. Además, también tiene mayor capacidad, por lo que es capaz de hacer piezas de hasta 36 metros de alto y siete de ancho.

Entonces, ¿por qué nadie ha usado antes la impresión 3D de esta forma? "Hay que hacer un esfuerzo inversor para cualificar y demostrar que estos materiales aguantan", responde Merino, recordando que ya han invertido en máquinas cuyo precio suele oscilar entre los ocho dígitos. "Es normal que quieran amortizar unos aparatos que compraron no hace tanto". Además, los que ya están en el negocio tienen que atender a las necesidades del mercado comercial. "Ahí los tiempos de desarrollo no pueden ser muy largos, ya que podrían perder oportunidades de negocio. Eso no ocurre en una empresa nueva, que tiene que buscar la disrupción". Sobre todo, cuando se trata de un sector en el que se ha disparado la demanda, pero también la oferta.

"Jugamos para ganar"

"El mundo de los lanzadores se ha ido privatizando en la última década. Ha pasado de ser solo cosa de gobiernos y agencias espaciales para ser también de empresas, que ya están haciendo pruebas para hacer sus propias estaciones espaciales o formando ellas mismas a los astronautas", comenta Roger Álvarez, socio de la consultora Bondo Advisor y especialista en el sector aeroespacial. "El gran impulso lo ha dado SpaceX, que ha ejercido de tractor de todos los demás, reduciendo los costes de forma brutal, a la décima parte. Ya están trabajando para la NASA y el Ejército de EEUU", recuerda.

placeholder Foto: Reuters/Adrees Latif.
Foto: Reuters/Adrees Latif.

En Relativity Space no han disimulado en señalar a su rival predilecto. “Quería construir un competidor de Falcon 9, porque creo que el mercado lo necesita. Jugamos para ganar”, ha insistido el CEO, aunque lo cierto es que es complicado vencer a alguien con un músculo financiero como el de la empresa de Musk, que acumula 9.600 millones de dólares de recaudación.

De hecho, si no se tiene en cuenta a esta compañía, las inversiones en el sector han caído en lo que va de año, aunque no por debajo de los niveles de 2020, cuando se produjo un importante repunte. Aun así, ha habido rondas importantes, como las de la china Expace (248 millones) o las estadounidenses Firefly (75 millones) y SpinLaunch (71 millones). Sobre este punto, Álvarez considera que "el resto no aspiran tanto a competir con todo SpaceX, sino con un trozo de alguno de sus pasteles". En el caso de Relativity Space, los lanzamientos de órbita terrestre baja, que son tanto los más baratos como los más demandados. Es donde operan, precisamente, los cada vez más extendidos satélites de Starlink.

Fabricar hasta el 95% de un cohete mediante impresión 3D, finiquitarlo en el tiempo récord de dos meses y, sobre todo, hacer frente a SpaceX, la empresa aeroespacial de Elon Musk. Es la idea que ha puesto sobre la mesa la firma californiana Relativity Space, con un planteamiento que a muchos les puede sonar a expectativas demasiado infladas, pero que ya ha convencido tanto a inversores —entre los que destaca el fondo Tiger— como clientes. Sin haber lanzado ni un vuelo de prueba, ya ha alcanzado una valoración de 4.200 millones de dólares y tiene contratos para hacer misiones por valor de 1.200 millones.

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