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No miren solo a Twitter: las razones por las que Elon Musk ha perdido 350 millones al día en 2022
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YA NO ES EL HOMBRE MÁS RICO DEL MUNDO

No miren solo a Twitter: las razones por las que Elon Musk ha perdido 350 millones al día en 2022

Nadie sabe muy bien qué le pasa por la cabeza al magnate, que este año ha perdido un tercio de su fortuna. Así es cómo el sinsentido de la compra de la red social ha acabado arrastrando a sus proyectos más exitosos

Foto: Elon Musk durante un evento de SpaceX. (Getty Images)
Elon Musk durante un evento de SpaceX. (Getty Images)
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Cerca de 130.000 millones de dólares. Ese es el dinero que ha perdido Elon Musk, el que fue el hombre más rico del mundo, en 2022. La cifra, similar al PIB de un país como Marruecos, es la prueba del algodón para el año más negro del multimillonario. Esta primavera, decidió que no era suficiente con afrontar los retos de Tesla, SpaceX o Starlink. También quería comprar Twitter y, de paso, resolver un dilema milenario como el de la libertad de expresión. La aventura acabó desembocando en una adquisición compulsiva que le hizo pagar un precio disparatado, mientras que los inversores de Tesla fruncían el ceño y hundían la cotización de la firma, donde precisamente está el origen de la fortuna del magnate.

Aun teniendo en cuenta que ha sido un mal año para el sector tecnológico, lo cierto es que ninguna de las 500 mayores fortunas globales que recoge el índice de Bloomberg ha perdido tanto. Ni siquiera el descalabro bursátil de Amazon, que se ha dejado casi la mitad de su cotización, ha hecho que Jeff Bezos haya tenido un tropiezo como el de Musk, ni en términos absolutos ni relativos.

Foto: Elon Musk, en una imagen de archivo. (CP)

Seguramente, la peor consecuencia del annus horribilis de Musk no sea solo la pérdida de casi un tercio de su patrimonio. Al fin y al cabo, sigue siendo el segundo hombre más rico del mundo, solo a rebufo Bernard Arnault, director de LVMH, el gigante del lujo. El problema es que ha socavado su propia reputación, la de un magnate tecnológico al que muchos veían como el gran genio del siglo XXI y que en los últimos meses se ha enfangado en todos los charcos que ha podido. Lo ha hecho hasta el punto de eclipsar lo que le ha salido bien, como los lanzamientos de SpaceX o el crucial papel de Starlink en la guerra de Ucrania.

Una pregunta que ni Musk puede responder

La pregunta que todo el mundo se hace es por qué decidió comprar una empresa con tantos problemas como Twitter a un precio desorbitado. Les ofreció 44.000 millones (46.500 con tasas), mucho más que el valor que marcaba el mercado. En un primer momento se hicieron todo tipo de especulaciones, pero el tiempo ha acabado demostrando que fue poco más que un antojo caro. "Elon ha usado Twitter como una herramienta muy efectiva para promocionarse a sí mismo y a sus compañías, es como si se hubiera enganchado a ello, es un adicto. Creo que simplemente le encanta y lo quería. Me da que hay algo de antojo en todo esto, no parece una decisión muy calculada", contaba su biógrafo, Ashlee Vance, en una entrevista con El Confidencial.

Las dosis de surrealismo que ha ofrecido la operación no tienen parangón en esta industria, empezando por la agresividad de la oferta, siguiendo por los enfrentamientos públicos con la dirección y terminando por intentar retirarse de una operación con unos argumentos tan poco fundados que él mismo acabó acatando lo firmado. Una vez apareció con un lavabo en la mano como dueño de Twitter, su gestión ha sido caótica, yendo de volantazo en volantazo. En menos de dos meses, se ha deshecho de tres cuartas partes de la plantilla, así como de buena parte de sus directivos, mientras que los anunciantes han protagonizado una huida masiva.

placeholder La sede de Twitter en San Francisco, California. (Reuters/Carlos Barria)
La sede de Twitter en San Francisco, California. (Reuters/Carlos Barria)

"Básicamente, dirigir esta empresa es como estar al mando de un avión que se dirige hacia el suelo a toda velocidad, con los motores en llamas y sin que funcionen los controles", reconocía el propio Musk hace unos días. El problema es que él mismo se deshizo de muchos de los que sabían llevar los controles y, además, ha echado tanta gasolina al fuego como ha podido.

Por otro lado, hay que recordar que ni siquiera tenía 44.000 millones de euros en efectivo para llevar a cabo la operación, lo que hizo que tuviera que pedir 13.000 millones en créditos, además de atraer otros 7.000 millones de inversores como el príncipe saudí Alwaleed bin Talal, el fondo de Larry Ellison o Sequoia Capital. Es decir, con la adquisición, también se endosó una deuda multimillonaria a una firma que, en toda su historia, ha sido una máquina de perder dinero. Es así como se explican sus intentos del pago por suscripción o el conato de revuelta hacia Apple. Uno de los grandes inconvenientes del magnate es que tiene que encontrar unas soluciones que no tienen poco o nada que ver con los retos de ingeniería que afronta en sus otras compañías.

Cómo dejar de ser el más rico del mundo

Todo este culebrón ha ido menoscabando la cotización Tesla, la empresa que le convirtió en la persona más rica del mundo, llegando a alcanzar un pico de 338.000 millones de dólares de patrimonio en noviembre de 2021. La mayor parte de su fortuna se basa en acciones de esta empresa, razón por la que tuvo que pedir el préstamo para comprar Twitter. De hecho, en un primer momento puso estos títulos como aval, aunque con la condición de que dejarían de ser válidos si su precio se hundía más de un 50%. Cuando eso estaba a punto de ocurrir, decidió marcha atrás y vender a precio de mercado para conseguir la liquidez que necesitaba.

Aquella fue una de las pocas alegrías bursátiles de la automovilística este año, porque su cotización va cuesta abajo y sigue sin tocar suelo. En los últimos doce meses, se ha dejado un 70% en bolsa. Aunque hay distintos factores que han provocado esta situación, hay uno claro: Twitter es un agujero de atención para Musk. Es más, existe una correlación entre los vaivenes del proceso de adquisición, uno de los más controvertidos de la historia de las tecnológicas, y las subidas y bajadas de Tesla. Por poner un ejemplo reciente: nada más acabar la encuesta en la que preguntaba sobre su futuro al frente de la red social, su precio se disparó durante unas horas.

Todo esto ha sido munición para el juicio multimillonario que ha tenido que afrontar por su retribución como director de Tesla, la mayor de la historia para un directivo. Un pequeño inversor le ha acusado de no haber estado tan pendiente como para embolsarse 56.000 millones de dólares en acciones, ya que nunca ha cobrado en efectivo por este cargo. Así, hay que recordar que Musk también es el jefe de SpaceX y Starlink, además de controlar proyectos como OpenAI, Neuralink y The Boring Company. "Estoy trabajando la cantidad de tiempo máxima posible, desde la mañana a la noche, los siete días de la semana", explicaba hace unas semanas en una charla del G20 Summit en Indonesia. "La magnitud de la tortura que me impongo a mí mismo es de otro nivel, francamente".

No es lo único que ha mosqueado a los inversores, sino que Musk se ha ido desprendiendo de varios paquetes acciones a lo largo del año. En total, se estima que ha conseguido cerca de 23.000 millones en efectivo de esta forma. La última vez, hace unos días, pese a que en abril se comprometió a no hacerlo más. Tras ello, volvió a asegurar que no se desprendería de sus títulos hasta dentro de un par de años.

Foto: El CEO de Tesla, Elon Musk, durante una presentación de la compañía. (Reuters/Aly Song)
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"El precio de las acciones de Tesla ahora refleja el valor de no tener un CEO. Es hora de reorganizarse", comentaba hace unos días Ross Gerber, uno de los inversores de Tesla más críticos con la dirección actual, en su cuenta de Twitter. Musk entró al trapo y le preguntó por sus propuestas, a lo que respondió: "1) Tesla necesita un equipo de comunicación. 2) Tesla necesita un plan de sucesión y aclarar cuándo volverá Elon de Twitter. 3) Tesla tiene que dar explicaciones sobre las ventas de acciones de Elon y hacer un acuerdo de suspensión de estas operaciones".

La contestación del magnate, chulería mediante, fue escudarse en la situación económica general. Sin embargo, lo cierto es que su empresa ha caído más del doble (-65%) que la media del Nasdaq, un porcentaje casi idéntico al de las criptomonedas en su año más convulso.

Tesla, de todos modos, no es una empresa automovilística cualquiera. Buena parte de la culpa la tiene su perfil híbrido, entre una apuesta por el coche eléctrico y una tecnológica que desarrolla sistemas de conducción autónoma. Si algo le llegó a convertir en una de las firmas más cotizadas del mundo, fueron una serie de avances en lo primero y, también, de algunas promesas que aún no se han cumplido en lo segundo. Es más, la empresa tiene que afrontar varios juicios por accidentes mortales provocados por su software Autopilot.

Además, durante buena parte del año han tenido que hacer frente a la paralización de la producción en China, donde tiene una de sus plantas más importantes. De hecho, su presencia en el país asiático le dio una importante ventaja en los primeros meses más duros de la pandemia, por lo que su precio en bolsa empezó a multiplicarse, un efecto alcista que se reforzó por las buenas perspectivas sobre las tecnológicas.

Ahora hay quien considera que se trataba de un valor inflado y que, simplemente, se está redimensionando. En cualquier caso, este jueves, la compañía anunció la congelación de contrataciones y una oleada de despidos sin concretar, pero que se prevé que será masiva. Eso le dio un nuevo revés bursátil, cayendo cerca del 10% en una sola jornada. Hace unos meses ya decidió deshacerse de unos 200 de trabajadores, algunos de los cuales le demandaron por no cumplir los procedimientos. Ya ha sido multada en alguna ocasión por su política laboral y el trato racista a parte de su plantilla.

Hasta lo que le sale bien acaba salpicado

Todo esto ha acabado tapando incluso aquellos proyectos que sí han sido fructíferos. El ejemplo más reciente se produjo el pasado fin de semana, cuando SpaceX consiguió batir tres récords de una tacada. El mismo ejemplar de uno de sus cohetes estrella, Falcon 9, consiguió volver al espacio por decimoquinta vez. Además, consiguió superar su propio récord y lanzar tres cohetes en tres horas. Y, para rematar, superó los 200 lanzamientos de la firma, donde solo cuatro intentos fueron fallidos. Todo pasó desapercibido porque, mientras tanto, el multimillonario había provocado otro incendio total en Twitter. En apenas 72 horas, prohibió usar Twitter al resto de redes sociales, expulsó a periodistas de medios como The New York Times o The Washington Post y, para rematar, amagó con dejar la dirección de la plataforma.

Starlink, que ofrece conectividad vía satélite, también ha dado pasos importantes este año. Este verano, la firma anunció uno de sus proyectos más ambiciosos junto al operador T-Mobile, con el que lograrán ofrecer conexión en la práctica total del territorio de Estados Unidos sin antena, una parte imprescindible hasta ahora. No es la única alegría que le ha dado esta emprea a Musk. Nada más empezar la guerra, el multimillonario ofreció el servicio para que el país pudiera hacer frente a los cortes de internet provocados por los bombardeos o el mero sabotaje.

Foto: Elon Musk. (Reuters/Adrees Latif)

Pese a haber sido una parte fundamental para la resistencia de Ucrania, ni con esas Musk pudo evitar meterse en nuevos charcos. De repente, un día decidió que tenía que parar su donación a la exrepública soviética, que le habría costado cerca de 100 millones de dólares. Lo anunció en Twitter, así que volvió a desatar otra polémica en la que acabaron entrando miembros del Gobierno de Zelenski, que aseguraban que el país estaba afrontando la mayor parte de los gastos de Starlink, un asunto que no ha quedado del todo claro. Para rematar, lanzó una propuesta de solución a la guerra que muchos consideraron prorrusa y con la que echó, si cabe, más leña al fuego.

Ahora Musk ha asegurado que va a abandonar la dirección de Twitter tras apenas dos meses en el cargo. Supuestamente, es fruto de la encuesta que publicó hace unos días en la red social, aunque es evidente que la decisión estaba tomada mucho antes. Solo falta que encuentre a alguien "lo suficientemente tonto" como para aceptar el puesto, según sus propias palabras. Cuando esa persona aparezca (no le faltan voluntarios), él permanecerá al frente de la tecnología de la red social (servidores y software), seguramente el apartado en el que más pueda aportar. Sea como sea, seguirá siendo el dueño de un pájaro azul que ahora está más flaco que nunca.

Cerca de 130.000 millones de dólares. Ese es el dinero que ha perdido Elon Musk, el que fue el hombre más rico del mundo, en 2022. La cifra, similar al PIB de un país como Marruecos, es la prueba del algodón para el año más negro del multimillonario. Esta primavera, decidió que no era suficiente con afrontar los retos de Tesla, SpaceX o Starlink. También quería comprar Twitter y, de paso, resolver un dilema milenario como el de la libertad de expresión. La aventura acabó desembocando en una adquisición compulsiva que le hizo pagar un precio disparatado, mientras que los inversores de Tesla fruncían el ceño y hundían la cotización de la firma, donde precisamente está el origen de la fortuna del magnate.

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