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Un enigmático 'performance' de poder: todo lo que esconde la 'meme-mesa' de Putin
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Arquitectura del poder

Un enigmático 'performance' de poder: todo lo que esconde la 'meme-mesa' de Putin

Implicaciones culturales, psicológicas y arquitectónicas de la mesa exagerada donde los presidentes de Rusia y Francia negociaron destensar la crisis de Ucrania

Foto: La madre de todas las mesas. (EFE/EPA/Kremlin)
La madre de todas las mesas. (EFE/EPA/Kremlin)

Las negociaciones para evitar la guerra en Ucrania entraron el lunes en una fase tan absurda como el tamaño de la mesa elegida por Vladimir Putin para negociar con el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Kremlin. Si pretendía mandar un mensaje de desescalada del conflicto, la puesta en escena no fue la más tranquilizadora.

¿El covid justificaba una mesa de casi seis metros? No parece que haya un patrón claro. El presidente argentino, Alberto Fernández, fue recibido la semana pasada por el líder ruso y la mesa era diminuta. Pero cuando se reunió con su homólogo húngaro, Viktor Orbán, el pasado 1 de febrero, allí estaba la supermesa —aunque pasó de puntillas por la actualidad informativa—. También la usó a mediados de enero para sentarse con el presidente iraní, Ebrahim Raisi. Sin embargo, cuando se despidió de la alemana Angela Merkel en diciembre, el decorado era estándar —y hubo ramo de flores—.

Pese a los precedentes, la prensa francesa interpretó el tamaño de la mesa como una gruesa provocación rusa y los medios, en general, como un mal augurio sobre la estratégica conversación entre los estadistas, de la que poco se ha filtrado más allá de un menú a la altura de semejante tablero: cigalas, esturión, carne de reno, sopa de pescado, raviolis rellenos de espinacas, vino y varios postres. Los 'memes' ridiculizando el disparatado mobiliario diplomático competían en redes con todo tipo de comentarios ingeniosos sobre la paradoja de utilizar un mueble gigante para llevar una negociación discreta.

El presidente galo había volado a Moscú buscando una "solución histórica" a la tensa situación en la frontera ucraniana, donde Rusia sigue acumulando tropas ante el nulo avance de las negociaciones. Pero el resultado es que estamos todos hablando de la mesa. “Tras cinco horas de conversaciones en la mesa blanca, Macron no logró obtener ninguna concesión pública de Putin. Se especula que la mesa fuera una demostración de poder para someter a Macron, tal vez incluso la expresión física de un desaire”, apuntó ‘The Guardian’.

Territorio performance

Aunque Macron tiene amplia experiencia en cumbres de alto voltaje que derivan en comedia tensa —sus interminables apretones de manos con Donald Trump son historia de la diplomacia testosterónica— la mesa gigante de Putin tiene implicaciones históricas, psicológicas y arquitectónicas que convendría analizar.

¿Qué podemos decir del espacio estético en el que se reunieron Putin y Macron? Preguntamos a Fernando Castro Flórez, filósofo especialista en estética, crítico de arte y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid.

"Según dicen, querían ‘rebajar la tensión’ y supongo que también querían demostrar que poseen unos oídos ajenos a cualquier sordera"

1) “La escena anima tanto a ejercer la paranoia-crítica daliniana cuanto a retomar al Von Clausewitz de ‘la diplomacia es la guerra por otros medios’; aquí tenemos la visión estricta de cómo ‘fortalecer los lazos’ (eso se dice en torno a la crisis anexionista que vivimos en la que lo decisivo no es otra cosa que las fuentes de energía): guardando la mayor distancia posible”.

2) “Si bien [el tamaño de la mesa] puede responder a un pánico pandémico, en realidad es una alegorización política con tintes neoclásicos; según dicen querían ‘rebajar la tensión’ y supongo que también querían demostrar que poseen unos oídos ajenos a cualquier sordera. Estoy convencido de que los psicoanalistas lacanianos encontrarán en este perfilarse delirante de los 'mandatarios' una revelación del gran Otro (mejor en plural "otros") y un velado homenaje al diminuto centro floral que puede tener algún nivel de ‘toxicidad’ que no acierto a interpretar. No negaremos que hay una simetría vitruviana a los tres soportes de columnas clásicas y las tres cortinas”.

placeholder A Putin no le gustan las mesas pequeñas. (EFE)
A Putin no le gustan las mesas pequeñas. (EFE)

3) “La mesa es una de las mejores instalaciones-performativas del siglo XXI, con un declarado homenaje a Claes Oldenburg (sus gigantomaquias y cambios de escala de los objetos) y tal vez a Marina Abramovic y su icónica acción del MoMA ‘El artista está presente”... Esta mesa de negociación formará parte de un futuro museo de la 'diplomacia distendida' junto a la magnífica serie de mesas sobre el final de la guerra de Vietnam y la mesa de negociación de Muntadas. "En fin: más madera, esto es la guerra", zanja Castro Flórez.

placeholder Macron, capeando el temporal. (EFE)
Macron, capeando el temporal. (EFE)

La dacha de Hitler

Otro detalle importante de la cumbre Macron/Putin: antes de que Putin le sentara a negociar en el quinto pino, Macron había sido hostigado diplomáticamente en el aeropuerto de Moscú, donde fue recibido por funcionarios de medio pelo, quizá para que le quedara claro desde el principio que él no mandaba allí. Por todo ello, hay ciertas similitudes con una cumbre ocurrida en Berlín antes de la Segunda Guerra Mundial, ejemplo canónico del poder del espacio y la arquitectura para desequilibrar negociaciones políticas.

15 de marzo de 1939. Emil Hacha, presidente de Checoslovaquia, visita la Cancillería del Reich. Hitler viene de anexionarse Renania y Austria “sin disparar un solo tiro” y pretende hacer lo mismo con Checoslovaquia, en cuya frontera hay 200.000 soldados alemanes movilizados. Hacha duda si desplegar sus tropas, pues quizá puede llegar a un acuerdo de última hora con Hitler.

En la estación de tren de Berlín, Hacha fue recibido “de un modo insultante por funcionarios subalternos y el director alemán de la banda se saltó el himno nacional checo”, cuenta Deyan Sudjic en ‘La arquitectura del poder’.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, en la Tumba del Soldado Desconocido, bajo el Arco del Triunfo de París. (Reuters)

Por tanto, el presidente checo se dirigió a la Cancillería en posición de debilidad, pero algo pasó por el camino, pues cuando le estrechó la mano al Führer, Hacha ya no era simplemente un hombre débil, sino uno psicológicamente destruido.

Cuando Hacha llegó a la Cancillería a medianoche, cruzó el monumental Patio de Honor, diseñado por Albert Speer, "como un mundo dentro de un mundo, del que solo se podía salir bajo las condiciones de Hitler. Sus paredes lisas e iluminadas con focos lo aislaban de la ciudad para crear un espacio hueco y abierto al cielo donde los guardias de Hitler, desfilando de un lado al otro, proyectaban gigantescas sombras sobre un fondo de proporciones sobrehumanas. El vacío del patio se llenaba con gritos de órdenes y el sonido de las botas al marchar sobre la piedra"... Mientras las tropas checas esperaban una orden para entrar en acción, Hacha “se sentía desvalido, paralizado por los focos de Speer en un decorado arquitectónico diseñado meticulosamente para demostrar que estaba a la merced del hombre más poderoso del mundo”, según Sudjic.

El setentón Hacha, “con problemas cardiacos”, subió la escalinata de entrada al edificio flanqueado por “dos estatuas de bronce de cuatro metros y medio” de “dos recios gigantes teutónicos desnudos” y bajo “un águila de bronce con una esvástica entre las garras”.

“Pálido, angustiado y mareado, Hacha atravesó el vestíbulo… Si alguna vez la arquitectura se había empleado como instrumento de guerra, era aquí. La grandiosidad de la Cancillería formaba parte esencial de la campaña de Hitler para intimidar a Hacha y obligarlo a rendirse. Después del patio, que por sí mismo era una suerte de representación del Estado nazi, se sucedía una compleja secuencia de espacios, planificados con cuidado para inducir en las visitas oficiales de Hitler un estado de ánimo concreto de intimidarlos”, cuenta el libro. “Voy a celebrar reuniones muy importantes. Necesito grandes salones que causen impresión a la gente, sobre todo a los dignatarios de menor relevancia”, pidió Hitler al arquitecto Albert Speer en 1938.

Un minuto de la puerta al escritorio

El presidente checo llegó a una inmensa sala vacía, sin ventanas, con mosaicos de águilas con antorchas y “suelo de mármol resbaladizo”. “Las visitas avanzaban como arrastradas por un túnel de viento. Mientras caminaba, Hacha sentía que se le aceleraba el corazón”.

Hacha recorrió luego una sala circular con cúpula y un salón de mármol de diez metros de alto y 140 metros de largo, 20 más que un campo de fútbol. A los lados del salón, guardias con cascos de acero; al fondo, el despacho del Führer.

Hacha entró en el despacho de Hitler; quizá se sintió perdido en el espacio. “Con sus 370 metros cuadrados, no era una simple habitación. Para ir desde la puerta hasta el escritorio se tardaba un minuto, un recorrido capaz de destrozar los nervios a cualquiera... En un rincón del otro extremo estaba Adolf Hitler”, cuenta Sudjic.

La reunión comenzó con Goering explicando a Hacha cómo quedaría Checoslovaquia si el ejército alemán entraba en acción.

No es descartable que la OTAN acepte una desescalada de las mesas gigantes de Putin a cambio de olvidarse del asunto

"En medio de la tensión, Hacha, presionado, sufrió un colapso. Se recuperó, pero tres cuartos de hora después de su llegada, antes de firmar el tratado que ponía a los checos bajo protección alemana, volvió a perder el conocimiento y llamaron al médico personal de Hitler". “Fustigué tanto al viejo que lo vencieron los nervios por completo, y de pronto, cuando ya estaba a punto de firmar, sufrió un infarto —contaría Hitler a Speer—. En la habitación contigua, el doctor Morell le puso una inyección, pero fue demasiado eficaz. Hacha recuperó demasiada energía, se reanimó, y ya no quiso firmar”, según Hitler.

"Hacha aguantó hasta las cuatro de la madrugada, cuando por fin accedió a firmar un documento que daba testimonio de la abyecta capitulación de Checoslovaquia... Hacha, respetado jurista y presidente del Tribunal Supremo checo, tenía poca experiencia política y menos aún el temple necesario para un enfrentamiento... Sigue siendo motivo de debate si su disposición a complacer a Hitler fue un intento de salvar el pellejo o de evitar a su país un derramamiento de sangre inútil. Moriría en la ignominia en 1945 en el hospital de la cárcel de Praga", zanja Sudjic.

Eso sí, antes de que caigamos en gruesas analogías entre la II Guerra Mundial y el presente, cabría recurrir a la célebre cita marxista: la primera como tragedia y la segunda como farsa. A estas alturas, aún estamos a tiempo de que la OTAN acepte una desescalada de las mesas gigantes de Putin a cambio de olvidarse del conflicto. Toquemos madera (y mármol).

Las negociaciones para evitar la guerra en Ucrania entraron el lunes en una fase tan absurda como el tamaño de la mesa elegida por Vladimir Putin para negociar con el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Kremlin. Si pretendía mandar un mensaje de desescalada del conflicto, la puesta en escena no fue la más tranquilizadora.

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