Tú a Washington y yo a Moscú: el enjambre diplomático europeo ante la crisis de Ucrania
Los líderes europeos apuestan por la vía diplomática para resolver la crisis en la frontera de Ucrania. Mientras Macron visitaba a Putin, Scholz se encontraba con Biden en Washington
Los últimos días se están convirtiendo en un auténtico baile de sillas diplomático entre Washington, Bruselas, Kiev y Moscú. Pero cada uno de los actores baila con una música diferente, marcada al mismo tiempo por las tensiones en la frontera ucraniana y por sus propios problemas e intereses internos. La escena actual es compleja, con varios focos de atención y con cada líder mezclando las crisis internacionales con sus agendas propias.
Emmanuel Macron, presidente francés, es uno de los que más atención están recibiendo estos días gracias a una actividad frenética de llamadas telefónicas y viajes. A principios de enero generó muchas alarmas al dar a entender que la Unión Europea debía buscar una nueva arquitectura de la seguridad en Europa y negociarlo con Rusia. Enfadó a muchas capitales, que ven a Francia como una tradicional fuente de dolores de cabeza para la OTAN, ya que suele tomar medidas unilaterales e irritar a Estados Unidos.
Esa idea, que lanzó ante la Eurocámara, quedó aparcada en un cajón. Pero muchos en el este desconfían de la reciente actividad de Macron, que este lunes se entrevistó con Vladimir Putin en Moscú tras conversar con él varias veces por teléfono durante esta crisis. Ante Washington, que defiende la línea dura y asegura que la invasión es inminente, el líder galo apuesta por una posición más flexible y cercana al presidente ruso. En las formas. Porque, en el fondo, tiene poco margen: la OTAN ya envió un documento conjunto a Moscú y los aliados esperan que París no rompa filas dando a entender que se pueden hacer cesiones. Eso, sospechan, alentaría a Putin a mantener la amenaza sobre Ucrania. Después de Moscú, el presidente francés pasará también por Kiev.
"El diálogo es necesario porque es lo único que ayudará, según mi punto de vista, a construir un contexto de seguridad y estabilidad en el continente europeo", dijo el mandatario francés antes de sentarse a dialogar con el ruso, una conversación que se prolongó durante más de cinco horas y en la que Putin recurrió al comodín de la amenaza nuclear. Mientras el presidente ruso -que preparó a Macron un recibimiento gélido y orquestado al milímetro- afirmaba que no habría vencedores en una hipotética guerra entre Rusia y la OTAN, haciendo alusión al arsenal nuclear ruso, el francés aseguró en la misma rueda de prensa que Putin lo había tranquilizado en su largo encuentro.
Pero en Bruselas, todo lo que hace Macron se lee estos días en clave electoral, desde su viaje a Moscú hasta su discurso de enero ante el Parlamento Europeo o la extraña decisión de que un líder se encargue personalmente de presentar un plan para la reforma de Schengen ante los ministros de Interior de la Unión Europea. Con su reelección en juego en abril, el inquilino del Elíseo necesita proyectar poder, visión e influencia. Necesita ser un actor del tablero global. Aunque la realidad es que pocos confían demasiado en él como interlocutor, y lo que se espera es que su visita al Kremlin sirva más para agasajar a Putin que para aterrizar ideas concretas.
Scholz busca perfil en Washington
Cada movimiento de Macron, cada palabra y cada gesto, es seguido con cuidado desde Washington, donde se encuentra el protagonista de uno de los titulares más destacados de la prensa alemana de la semana pasada. “¿Dónde está Scholz?”, rezaba un titular del 'Süddeutsche Zeitung' el pasado miércoles. Y es que en el Bundestag y en la opinión pública alemana esa pregunta se ha repetido mucho durante los días más tensos de la crisis ucraniana.
Scholz ha mantenido un perfil bajo, fuera de los focos y de los titulares. Y eso le ha empezado a pasar factura. Las encuestas muestran un desplome en su popularidad después de llevar solamente dos meses en el cargo y los socialdemócratas del SPD ya se encuentran varios puntos por debajo de los democristianos de la CDU en las encuestas.
El canciller intenta ahora resucitar su perfil con un viaje a Estados Unidos que es importante en distintos puntos. No solamente se trata de una visita simbólica para ambos países por inaugurar la era pos Merkel, sino que es fundamental para la Casa Blanca a la hora de conseguir que Alemania esté implicada en la gestión de la crisis ucraniana. En Washington, consideran a Berlín uno de los eslabones débiles de la Alianza Atlántica.
Los países del este le acusan de estar poco dispuesta a defender a Kiev y demasiado concentrada en defender unos intereses económicos muy entrelazados con Moscú, como por ejemplo el proyecto Nord Stream 2, que conectará con un gasoducto de Gazprom el territorio de Rusia directamente con el norte de Alemania, y que es criticado por los países del este y por Estados Unidos. La nominación del antiguo canciller alemán Gerhard Schröder, del SPD como Scholz, para formar parte de la junta directiva de la rusa Gazprom no podría haber llegado en peor momento para Berlín. Coincidiendo con la visita a Washington, la ministra de Defensa alemana anunció que enviarán 350 soldados a Lituania en el marco de las operaciones de la OTAN para mostrar su compromiso con la Alianza.
Precisamente la dependencia energética de la UE respecto a Rusia es uno de los principales punto en la agenda de Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, que está en Washington junto a la comisaria de Energía, Kadri Simson, para abordar el asunto con sus socios americanos. Borrell, además, ha mantenido un encuentro con Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU.
La resurrección del 'triángulo de Weimar'
De vuelta en Europa, ambos, Macron y Scholz, se reunirán este martes en el formato llamado 'triángulo de Weimar' con el líder de Polonia, el presidente Andrzej Duda. Es la primera reunión de esta alianza entre jefes de Estado y de Gobierno desde el año 2006. Para Berlín y París, el papel que juega Varsovia como líder del bloque del este de la Unión Europea es fundamental, y si ambos países quieren apostar por la desescalada con Rusia necesitan del apoyo de Polonia, que suele encontrarse al frente de los que piden mano dura con el Kremlin.
Pero antes de que se celebre ese encuentro, Duda está en Bruselas, donde se ha reunido este lunes con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. El Ejecutivo comunitario mantiene un pulso con el Gobierno polaco de los ultraconservadores de Ley y Justicia (PiS) por su reforma judicial, que según el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) viola la independencia de los magistrados. A mediados de mes, se espera que el TJUE decida si el llamado mecanismo de Estado de derecho que permite a la Comisión cortar fondos europeos a los Estados miembros que amenazan la independencia judicial está en línea con el derecho de la Unión. Si es así, Bruselas lo activaría contra Varsovia por este largo pulso.
Duda ha llegado a su reunión en Bruselas con noticias bajo el brazo. Recientemente, propuso cambios en uno de los núcleos de la polémica, una cámara disciplinaria que permite un control político sobre los magistrados. El presidente ha señalado en Varsovia la necesidad de frenar el choque con la Unión Europea. Sin embargo, los opositores aseguran que los cambios sugeridos por Duda son cosméticos, a pesar de haber despertado el enfado del sector más conservador del PiS.
La visita de Duda no se ha limitado al conflicto con la Comisión Europea. También ha visitado a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y a Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, con quienes ha abordado la tensión en la frontera con Ucrania y les ha trasladado la visión de Varsovia, uno de los socios clave de la Alianza Atlántica.
Son días de intensos contactos a distintos niveles y con distintos estilos. Por eso la reunión en Berlín de este martes se considera una buena oportunidad para que los líderes de Alemania, Francia y Polonia pongan en común sus visiones, sus contactos y sus sensaciones tras las últimas semanas.
Los últimos días se están convirtiendo en un auténtico baile de sillas diplomático entre Washington, Bruselas, Kiev y Moscú. Pero cada uno de los actores baila con una música diferente, marcada al mismo tiempo por las tensiones en la frontera ucraniana y por sus propios problemas e intereses internos. La escena actual es compleja, con varios focos de atención y con cada líder mezclando las crisis internacionales con sus agendas propias.
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