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Alguer, el 'país català' de Cerdeña donde Puigdemont ha sido arrestado
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Vieja colonia con marcado carácter catalán

Alguer, el 'país català' de Cerdeña donde Puigdemont ha sido arrestado

La prensa local de Cerdeña había anunciado hace dos días la visita del expresidente catalán a esta localidad

Foto: Alguer. (iStock)
Alguer. (iStock)

El expresidente catalán Carles Puigdemont ha sido detenido en lo más parecido a casa que tenía en Europa fuera de su Cataluña natal. A última hora del jueves saltaba la noticia de que el político independentista había sido detenido en la ciudad de Alguer cuando, parece, intentaba participar en el Aplec International Adifolk.

No es casualidad que fuera en Alguer, una vieja colonia de los tiempos de la Corona de Aragón y con un marcado carácter catalán en su pasado. Son varias las asociaciones culturales en esta pequeña y bella ciudad costera, promovidas desde una oficina de la Generalitat creada en 2009 en los tiempos del Tripartito, que promueven la cultura catalana en la urbe. “Comienza Adifolk, desde el próximo viernes al domingo, un festival que celebra la amistad con Cataluña”, resumía hace dos días el periódico local 'La Nueva Cerdeña'.

Foto: El expresidente del Ejecutivo catalán, Carles Puigdemont. (Getty)

En todo caso, la llegada del político catalán no era algo escondido o que se haya hecho de forma clandestina, pese a tener una orden de busca y captura, ya que en esa misma noticia del 20 de septiembre se mencionaba la participación de Puigdemont en el evento. Que Alguer ha acabado siendo el lugar donde el expresidente ha sido detenido tiene bastante de simbólico. En julio pasado, publicábamos en este medio un reportaje titulado "Alguer, el 'país català' de Cerdeña: 'Tú no eres sardo, eres catalán", que aparece reproducido a continuación.

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“País Català de Sardenya”. La bandera con ese mensaje está a la puerta de un restaurante del centro histórico de la isla de Cerdeña, sur de Italia, a 550 kilómetros de mar de la ciudad de Barcelona. Allí, en una esquina del noroeste de esta isla italiana, hay una pequeña y bella ciudad amurallada de piedra y mar, Alguer, de espíritu también catalán. Población local e instituciones, con el decidido apoyo de la Generalitat de Cataluña, llevan tiempo luchando por recuperar la vieja lengua de los abuelos, el alguerés, una de las ramas del catalán. “El catalán se divide en sus variedades orientales y occidentales. En Alguer se habla un catalán casi medieval mezclado con el sardo”, explica a El Confidencial el filólogo sardo Filippo Melis, que habla español y catalán e hizo un doctorado en filología románica en la Universidad de Girona.

El catalán sardo, o alguerés, ha sobrevivido a duras penas a 300 años ya de dominio italiano en la ciudad e, incluso, al fascismo que quiso prohibirlo. “Mussolini prohibió que se hablará catalán y obligaba a que todo el mundo hablara italiano. El alguerés se salvó porque Gabriele D’Annunzio, militar e intelectual próximo a Il Duce, se enamoró de la isla e intercedió ante Mussolini para que se permitiera su uso”, relata el periodista y escritor alguerés, Bruno Geraci, autor del libro “Historia de Alguer”.

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La relación de los catalanes-aragoneses con Alguer, y con toda Cerdeña, no fue en un inicio amistosa o comercial, sino que fue una conquista militar similar a la que siglos después el Reino de España efectuara en América. En 1297, el Papa Bonifacio VIII otorga al Reino de Aragón la Isla de Cerdeña y los aragoneses, tras una alianza con una de las cuatro jurisdicciones en que se dividía la isla que tenía un origen catalán, Arborea, conquistan finalmente en 1326 la isla a pisanos y genoveses. “Los catalanes comenzaron haciendo en Alguer una limpieza étnica”, resumía Melis. “Cerdeña era una isla muy castigada por la malaria y había poca población. Los catalanes, tras la conquista, repueblan la ciudad de Alguer que era una urbe genovesa muy bien fortificada”, apunta Geraci.

Alguer, lejos de la capital, Cagliari, se convierte entonces en una villa de marcada catalanidad y el Reino de Aragón reparte títulos y tierras entre sus ciudadanos y militares ilustres que consolidan su poder. “Los catalanes que venían a Alguer tenían prohibido casarse con mujeres del resto de Cerdeña. Al principio era una norma y eso acabó siendo una costumbre”, explica Geraci.

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La mitología del conquistador se abre paso junto a nuevas leyes y formas de Gobierno: “Hay crónicas catalanas que he consultado muy divertidas que hablan de batallas donde muere un aragonés por mil pisanos. La historia la escriben los vencedores. Los catalanes traen además el feudalismo que no existía en la isla. Cerdeña en algunos aspectos era un lugar más desarrollado”, afirma Melis.

Después llega la unificación en España de las Coronas de Castilla y Aragón y la famosa visita en 1541 del emperador Carlos V a la ciudad de Alguer. El emperador, que fue recibido con todos los honores, suelta al ver la localidad una sentencia que aún hoy se repite en la ciudad: “Bonita, por mi fe, y bien asentada”. Y deja eso sí tras sus bendiciones la desolación de dos días de saqueos y abusos de sus tropas mercenarias parecidos a los que años antes sucedieran en el famoso 'Sacco di Roma'.

“Tú no eres sardo, eres catalán”

Hasta 1714, que la isla pasa a dominio austrohúngaro, se mantiene el dominio español de Cerdeña. La influencia del catalán en la isla sigue siendo significativa. “Con la unidad de España cambia el director, pero la obra es la misma. La gran mayoría de documentos oficiales que he consultado en los archivos históricos están en catalán. En Cerdeña se hablaba catalán y latín, dentro de una isla que al estar muy mal comunicada casi cada población hablaba una lengua distinta. El pueblo humilde hablaba sardo y para comunicarse con las autoridades se hablaba la lengua franca”, resume a este periódico el filólogo Melis.

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En Alguer, una especie de rincón de especial catalanidad, ese uso del lenguaje en la mal comunicada Cerdeña se afianza como una lengua propia que ha permanecido en la cultura popular. “No se ha olvidado en la mentalidad de los alguereses la cuestión de la catalanidad. En una ocasión un sardo del interior, al saber que yo era de Alguer, me dijo ‘tú no eres sardo, eres catalán’”, recuerda Geraci.

Ese no olvido de los orígenes en una isla con raíces múltiples se materializó en 2009 con el anuncio de apertura por el entonces vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluís Carod-Rovira, de una sede permanente del Gobierno catalán en la ciudad de Alguer para potenciar el encuentro lingüístico y comercial. “Ha llegado el momento de que el Govern piense en establecer una representación propia, no solo por los vínculos culturales y lingüísticos entre Cataluña y Alguer, sino también por los socioeconómicos”, explicó el vicepresidente.

Los vínculos son visibles en los nombres de las calles, la gastronomía, conexiones de vuelos y, sobre todo, el lenguaje. “Mis abuelos hablaban alguerés, pero mis padres ya no lo hacían y los jóvenes han dejado de hacerlo. Aquí había un sacerdote, el padre Nughes, que durante años daba clases de alguerés y potenció que no se perdiera su uso”, recuerda la local Claudia, dueña de un B&B. El padre Antonio Nughes, fallecido hace tres años, es de hecho la gran 'institución' sobre la que se asentó el rescate del idioma en la ciudad. “Fui a entrevistarlo hace muchos años y le dije que yo hablaba catalán y si quería podíamos hablar en catalán. Él me dijo que no hablaba catalán, hablaba alguerés”, apunta Melis, quien añade: “Yo soy filólogo. Me dedico a estudiar las lenguas y lo que se habla en Barcelona, Valencia, Mallorca o Alguer es el idioma catalán con sus diversas variantes”.

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El intento de retorno del catalán a Alguer, tras ese periodo de decadencia, se debe hoy a dos factores: por un lado la gente joven encuentra en esa lengua propia la peculiaridad de sentirse diferente al resto de la isla e Italia (la incipiente tendencia del Glocal frente al arrollador Global para crear identidades propias). Y por otro, el empuje de la Generalitat y la propia ciudad de Barcelona, que han invertido dinero y llegado a acuerdos para estrechar los lazos con su vieja posesión. “La crisis institucional española tras el intento de independencia catalán hizo que se cerrara aquí la oficina de la Generalitat, pero ahora vuelve a estar abierta. Nos sentimos una parte de Cataluña. En la ciudad hay un profundo orgullo por nuestra diversidad lingüística”, señala Geraci, que puntualiza: “Personalmente no creo en los movimientos independentistas, pero creo que esta excepcionalidad de este catalán que se habla aquí es algo de lo que España debería estar orgullosa”.

El proceso de recuperación del idioma de los abuelos, en todo caso, parece complicado. La muerte del padre Nughes ha dejado sin referente a los promotores del alguerés. “Decir que hay 40.000 personas que hablan catalán en Alguer es absurdo. En alguna escuela se da algún curso de iniciación y la inversión de la Generalitat ha generado algún avance, pero hoy el alguerés es muy minoritario. Creo en todo caso que es algo muy positivo que se luche por recuperar una identidad y una peculiaridad de este catalán oriental que se habla aquí”, opina Melis.

Hasta aquí llega la historia de la lengua catalana en una isla del sur de Italia. Tras ese facto fermenta después el uso político, la trinchera y todo ese galimatías en el que se ha convertido el uso de los idiomas. Una muestra del absurdo al que se ha llegado sucedía en una librería del centro histórico de Alguer a mediados de julio.

—¿De dónde es? —pregunta el librero al cobrar la compra de un libro.
—Español.
—¿De qué ciudad?
—Madrid.
—Ah, perdone, solo le puedo dar este marca páginas y supongo que no lo quiere.
—¿Por qué?
—Porque está en catalán.

En el 'ofensivo' marcapáginas se lee: “Gust. En alguerés té més gust. Ciutat de l’Algher. Generalitat de Catalunya. Espai Llul de l’Algher”.

El expresidente catalán Carles Puigdemont ha sido detenido en lo más parecido a casa que tenía en Europa fuera de su Cataluña natal. A última hora del jueves saltaba la noticia de que el político independentista había sido detenido en la ciudad de Alguer cuando, parece, intentaba participar en el Aplec International Adifolk.

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