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Autorretrato íntimo de los olvidados de la tierra
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Un drama a través de los siglos

Autorretrato íntimo de los olvidados de la tierra

En el mayor campamento de refugiados de la ONU que hay en el mundo, el español David Palazón y el rohinyá Sahat Zia Hero colaboraron para crear Rohingyatographer, un singular proyecto para que sean los rohinyá los que narren su propia historia

Foto: Un grupo de refugiados rohinyá huyen a Bangladesh en 2017. (Ishrat Fori Inram)
Un grupo de refugiados rohinyá huyen a Bangladesh en 2017. (Ishrat Fori Inram)

Los conflictos y sus víctimas necesitan memoria en presente. Imágenes para recordarles a los demás que existen, que aún necesitan ayuda. Hay alrededor de 1,2 millones de dramas, con nombres y apellidos, de los que el mundo se ha ya olvidado. Todo pasa muy deprisa, Ucrania, Palestina…, y no hay espacio para digerir nuevas víctimas sin regurgitar las anteriores. Los rohinyá, el grupo étnico de "refugiados" mayor que existe en el globo, no tiene apenas quien escriba de ellos, ni quien los retrate, así que no les ha quedado más remedio que hacerlo ellos mismos.

En el mayor campamento de refugiados de la ONU que hay en el mundo, en Cox's Bazar, en Bangladesh, el español David Palazón, un diseñador y documentalista trotamundos, entendió que los sin tierra que habitan allí necesitaban contarse y ayudó a crear y desarrollar el Rohingyatographer, un singular proyecto para que sean los rohinyá los que narren a los rohinyá.

"Mi experiencia interactuando con comunidades alrededor del mundo ha sido una fuente de lecciones invaluables sobre la importancia de la auto-representación y la narrativa. ¿Somos intrusos o puentes hacia el empoderamiento de las comunidades?", dice en una charla que se produce en Bangkok, donde él está de paso.

Es importante el matiz de narrarse o que te narren. Normalmente, el mundo se explica tras los ojos de profesionales que acuden a retratar los dramas con billetes de ida y vuelta. Esta vez el retrato es perenne, diario, y son los propios protagonistas los que hacen las instantáneas. Sus ojos no sólo son diversos, son imprescindibles para acceder a otro ángulo del relato.

placeholder Samia tiene 6 años y le gusta jugar con gallinas, 2021. (Md Jamal)
Samia tiene 6 años y le gusta jugar con gallinas, 2021. (Md Jamal)

"La diferencia que encuentro entre mis fotografías y las de personas no rohinyá que retratan a mi pueblo es que conozco a las verdaderas víctimas, los rostros cuyas historias son fuertes y poderosas para enseñar al mundo. Como rohinyá conozco a todos, incluidos niños, hombres, mujeres, ancianos…, porque deambulo por el campamento y hablo con ellos para conocer sus vidas. Como refugiado siento el dolor de mi pueblo y entiendo lo que necesitan, lo que tienen, cómo sobreviven y por qué es necesario compartir sus historias. Esta diferencia es muy grande entre yo y los no rohinyás que retratan nuestras vidas", explica a El Confidencial el fotógrafo Ro Yassin Abdumonab, integrante del Rohingyatographer.

Ro Yassin es un fotógrafo profesional que ha trabajado para los mejores medios internacionales del planeta y es, además, un refugiado rohinyá. ¿Tomar fotografías de la vida normal dentro de Cox's Bazar normaliza una anomalía? "Creo que la toma de fotografías de vidas normales dentro de Cox's Bazar normalizando una anomalía se debe al acceso.

Foto: Imagen de archivo en un campamento de refugiados rohinyas en Bangladesh. (Europa Press)

Si alguien tuviera el acceso adecuado a los campos para fotografiar nuestras vidas, sería más fácil recordarle al mundo el conflicto en curso. Muchos de los refugiados rohinyá enfrentan diferentes tipos de dificultades en nuestra vida diaria, pero el mundo está olvidando que nosotros, un millón de personas, estamos atrapados sin alimentación, educación y atención médica adecuadas. La mayoría de nosotros estamos muy frustrados ante esta situación actual. Es imprescindible fotografiar la vida cotidiana de los rohinyá con regularidad para concienciar al mundo de que hay rohinyás que sobreviven en campos de refugiados y que necesitan el apoyo de la comunidad internacional", explica él.

Ishrat Bibi es también fotógrafo, es también rohinyá, pero tiene una peculiaridad: es mujer. Eso modifica su espectro de trabajo dentro de una comunidad musulmana donde las féminas no suelen estar detrás de las cámaras. "Existen diferencias significativas entre las fotografías tomadas por fotógrafos masculinos y femeninos.

Como fotógrafa musulmana, mi tema a menudo se limita a fotografías de interiores, retratos de niños y fotografías de niños. Me siento indecisa y tímida a la hora de aventurarme al aire libre y capturar fotografías de jóvenes practicando deportes u otras actividades debido a las expectativas sociales y las normas de género. Me resulta más fácil obtener el consentimiento y la cooperación de los niños cuando les tomo fotografías, ya que normalmente se sienten cómodos conmigo. Sin embargo, cuando intento fotografiar a personas mayores, a menudo expresan incomodidad o preguntan por qué una mujer les está tomando fotos", dice.

placeholder Motolop recibió un disparo en 2017 cuando intentaba cruzar el río Naf.  (Ahtaram Shine)
Motolop recibió un disparo en 2017 cuando intentaba cruzar el río Naf. (Ahtaram Shine)

Sus colegas masculinos sí pueden moverse por los campos de refugiados o por la comunidad con algo más de libertad. Algo más, solo, porque el Rohingyatographer, enclavado en un campamento de sin patria convertido en prisión-ciudad, enfrenta sus propios retos.

Los miembros del radical Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán, que ponen normas y peajes, la alta corrupción policial y los en ocasiones complicados trámites burocráticos de la ONU para dar ayudas o apoyar acciones, son desafíos que enfrenta el proyecto.

Pero si eres fotógrafa a todo eso, se suma el reto de que se haga de noche: "Como mujeres rohinyás no nos aventuramos al aire libre con frecuencia, lo que nos da menos oportunidades de tomar fotografías en comparación con los hombres. Además, tomar fotografías nocturnas es más desafiante para las mujeres, ya que normalmente no salimos de noche, mientras que los hombres sí pueden", explica Ishrat.

David, junto al resto del equipo que él cohesiona, empuja para tirar algunas de esas barreras. "Las fotografías de los rohinyás, inmersos en su realidad cotidiana, ofrecen una mirada íntima y auténtica a su comunidad. Por otro lado, los fotógrafos externos a la comunidad Rohinyá se enfrentan a limitaciones temporales y editoriales, lo que puede llevarlos a buscar imágenes que se ajusten a una historia preconcebida de la realidad que esta comunidad vive. Aunque brindan un contexto y perspectiva valiosos, estos fotógrafos no tienen la capacidad de captar completamente la esencia de la experiencia Rohinyá", explica el español.

El proyecto fotográfico creado por el rohinyá Sahat Zia Hero, activista y fotógrafo, cuenta con otros 30 fotógrafos involucrados. Imprimen publicaciones periódicas de alta calidad, trabajan con medios de comunicación y realizan exposiciones que les han hecho ganar diversos premios internacionales. "Los fotógrafos en los campos de refugiados suelen trabajar con equipos variados.

La mayoría utiliza teléfonos móviles, mientras que un 25% aproximadamente cuenta con cámaras réflex, obtenidas por compra propia o como regalos al colaborar con periodistas extranjeros. Algunos también disponen de portátiles, tabletas y otros dispositivos. Aunque la conexión wi-fi en los campos no es óptima, suele ser suficiente para mantenerse conectados con el mundo exterior y compartir su trabajo y perspectivas, lo que es esencial para su labor de documentación y expresión", dice David.

placeholder Un grupo de niños se hace un 'selfie' en lo alto de una colina del campamento de Balukhali. (Ro Yassin Abdumonab)
Un grupo de niños se hace un 'selfie' en lo alto de una colina del campamento de Balukhali. (Ro Yassin Abdumonab)

Esa labor consiste en retratar un drama pasado por el tamiz de la rutina. Su conflicto se apagó entre el desinterés de muchos a los que Myanmar y los rohinyás le parecen penas demasiado ajenas. Se ha estancado todo hasta caer en un peligroso punto muerto en el que la aldea global acepta que hay más de un millón de personas sin patria, sin casa, sin presente, y sin futuro.

Encerrados en una esquina de Bangladesh, este pueblo, que enfrenta sus propios conflictos internos, solo se le permite aspirar a sobrevivir. "La crisis rohinyá tiene sus raíces en lo más profundo de la ignorancia. El mecanismo mundial de derechos humanos está consumiendo mucho tiempo para intervenir en este genocidio en curso", explica a este periódico Ahtaram Shin, intelectual, escritor rohinyá y editor de las publicaciones de Rohingyatographer.

"Si bien Rusia enfrenta críticas internacionales debido a la invasión de Ucrania, también se ha comprometido con el ejército de Myanmar utilizando la crisis de los rohinyá como herramienta política. La postura de Rusia es apoyar a la Junta Militar y se opone a cualquier resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Foto: Aung San Suu Kyi. (Reuters)

De manera similar, China está desempeñando un papel hipócrita en el genocidio rohinyá, apoyando a varios partidos en Myanmar mientras colabora con Bangladesh para repatriar a los rohinyá a los campos de concentración de Myanmar. China también sirve como protector de los genocidas militares. Mientras tanto, el partido de oposición de Bangladesh, BNP, ha adoptado la agenda rohinyá... En resumen, el mundo ha utilizado la crisis rohinyá como arma para sus conflictos políticos y la manipula como un medio para influir en el sentimiento público", añade.

¿Se sienten abandonados por todos? "Nunca he visto una vida tan infravalorada como la de los rohinyá, ya que su sufrimiento parece ilimitado y son vulnerables a ser asesinados por cualquiera en cualquier lugar. No puedo encontrar ningún paralelo en la historia en el que un grupo haya experimentado tanta injusticia como el pueblo rohinyá. Incluso la sensación más básica de seguridad que cabría esperar, hasta una pequeña hormiga tiene un agujero en el suelo para vivir con seguridad, se le ha negado a mi pueblo. Quizás a los rohinyá se les niegan todos los derechos humanos básicos porque todavía no son reconocidos como humanos a los ojos del mundo", responde.

El Rohingyatographer pretende poner luz y foco a esa compleja realidad llena de oscuridad. "Muchos no tienen ni el estatus de refugiados. No pueden tener una cuenta bancaria, los DNI o pasaportes se mueven por el mercado negro o son inexistentes, trabajan como voluntarios porque se les impide tener un trabajo formal. ¿Cómo afecta esto a su identidad?", denuncia David.

placeholder Amina Begum tiene 90 años. Ha sido refugiada cuatro veces en Bangladesh. Ya no quiere una vida de refugiada, le gustaría volver a su país de origen. (Md Jamal)
Amina Begum tiene 90 años. Ha sido refugiada cuatro veces en Bangladesh. Ya no quiere una vida de refugiada, le gustaría volver a su país de origen. (Md Jamal)

"Los rohinyá han sufrido décadas de violencia, discriminación y persecución en Myanmar. Su mayor éxodo comenzó en agosto de 2017, después de que estallara una ola masiva de violencia en el estado de Rakhine, en Myanmar, que obligó a más de 742.000 personas, la mitad de ellas niños, a buscar refugio en Bangladesh. Pueblos enteros fueron incendiados, miles de familias fueron asesinadas o separadas y se denunciaron violaciones masivas de derechos humanos", afirma ACNUR.

Pero eso son datos y los datos son de rápido consumo hasta que aparece una foto o un video que agita conciencias. Acaba de terminar el monzón en octubre, eso es una tregua en esa inmensa urbe de palo que cada año se deshace a golpes de viento y lluvia. El ciclón Mocha en mayo pasado se llevo por delante miles de viviendas de los campos de Cox's Bazar. En algunos lugares se quedaron incomunicados sin comida durante días. Sólo sus propias fotos, algunas publicadas en este artículo, han servido como testimonio.

Pocos se interesan por el destino de los rohinyá, así que este grupo de fotógrafos y fotógrafas desenfundan sus cámaras cada día para recordarle al mundo, agitado hoy por defensores de las causas sociales de unos y otros, que ellos también son víctimas de una guerra. Lo hacen sin necesidad de cruzar fronteras, abriendo simplemente las puertas de sus humildes "viviendas" y retratando lo que pasa fuera.

Los conflictos y sus víctimas necesitan memoria en presente. Imágenes para recordarles a los demás que existen, que aún necesitan ayuda. Hay alrededor de 1,2 millones de dramas, con nombres y apellidos, de los que el mundo se ha ya olvidado. Todo pasa muy deprisa, Ucrania, Palestina…, y no hay espacio para digerir nuevas víctimas sin regurgitar las anteriores. Los rohinyá, el grupo étnico de "refugiados" mayor que existe en el globo, no tiene apenas quien escriba de ellos, ni quien los retrate, así que no les ha quedado más remedio que hacerlo ellos mismos.

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