Los cadáveres que Israel no puede identificar: "En algunos cuerpos solo queda un kilo de huesos"
Las autoridades reconocen la dificultad para averiguar la identidad de las víctimas de Hamás. Cientos de familias siguen a la espera, tres semanas después de la masacre
El olor a muerte se cuela por el hueco de la puerta antes de penetrar los orificios de la nariz. El hedor escapa con el frío de la cámara frigorífica, provocando una arcada que el rabino no puede evitar. Dentro, bolsas negras, blancas y azules esconden los restos de las víctimas de Hamás. Las hay de todos los tamaños. Tres semanas después del asalto, la base militar de Shura se ha convertido en una gran morgue con contenedores repletos de cadáveres sin identificar.
La que antes era la sede habitual del Rabinato del Ejército israelí es ahora la desembocadura de un río de muerte nacido en el sur. Los forenses tratan aquí de poner nombres y apellidos a las escenas de terror compartidas en canales de Telegram. Cabezas cortadas, cadáveres quemados, pelvis rotas, cuerpos mutilados y sangre en las paredes. Los asaltantes de Hamás no tuvieron reparo: se ensañaron con niños y abuelos por igual.
"En un sitio en el que había vida y alegría, ahora solo quedan estos contenedores llenos de carne y huesos", dice el coronel Jaim Vaisberg, rabino al mando en este campamento del centro de Israel.
"En un sitio en el que había vida y alegría, solo quedan contenedores llenos de carne y huesos"
A su espalda, 14 de los 16 improvisados ataúdes de metal refrigeran 20 días después los restos de las víctimas. Más de 1.300 han llegado hasta aquí y continúa todavía la búsqueda de 100 desaparecidos más. Los números, prevén, aumentarán con la invasión total que prepara Israel.
"En las guerras, asumimos que mueren soldados en el campo de batalla, pero no hay país que esté preparado para una infiltración de terroristas en el interior de sus fronteras, orquestada para asesinar, masacrar y quemar a personas en vida", dice Vaisberg. "Esto es peor que el ISIS. Es nuestro deber eliminar los horrores de Hamás".
Invasión a la vuelta de la esquina
La idea cala con el paso de los días en una sociedad fragmentada políticamente, que debate cómo responder al ataque. ¿Se puede matar una ideología con una incursión de blindados? ¿Debería esperarse a la liberación de los más de 200 rehenes? ¿Tiene el gobierno, criticado por el fracaso de la seguridad, capacidad para dirigir la invasión de Gaza?
"Todo el mundo tendrá responder sobre la debacle, incluido yo, pero todo eso solo ocurrirá después de la guerra", declaró este miércoles por la noche el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en un mensaje a la nación. "Nos estamos preparando para una incursión terrestre. No especificaré cuándo ni cómo". Y el primer gran movimiento no se hizo esperar. Horas después, oculto en la oscuridad de la noche, el Ejército realizó una incursión "selectiva" en el norte de la Franja. Preparatoria, casi.
Una operación rápida, sin bajas, destinada a limpiar el terreno y destruir puestos de tiro preparados para frenar carros de combate, y otras infraestructuras de Hamás. Al mismo tiempo que se mantiene la estrategia de bombardeos. Según las autoridades gazatíes, más de 6.000 palestinos han muerto desde el 7 de octubre.
La invasión se prevé complicada, no solo por la lucha calle por calle. Los túneles construidos bajo los edificios facilitan las emboscadas y existe un gran desconocimiento del terreno por parte de muchos oficiales jóvenes. También hay soldados desplegados a escasos kilómetros de Gaza que no entienden los planes del gobierno.
"Necesitamos resolver muchas cuestiones logísticas antes de entrar. Empleos como cocineros, portavoces… esperamos estar preparados dentro de unos días, antes de enfrentarnos a una situación a la que no habíamos afrontado desde el Holocausto", expone Arye Shallcar, un portavoz de las Fuerzas Armadas israelíes.
La comparación se repite cada vez más en Israel. También se buscan ejemplos y estadísticas con diferentes ataques terroristas. "Hasta hace poco solíamos hablar del 11-S y la gran masacre de París", insiste el rabino. "En Francia fueron asesinadas 130 personas y en Nueva York cerca de 3.000. El porcentaje de población asesinada en nuestro pequeño país es mucho mayor".
A su lado, frente a dos contenedores, escucha Shari. Madre, arquitecta, voluntaria en busca de cuerpos en el sur de Israel, nacida precisamente en EEUU, e hija de supervivientes del exterminio judío del siglo pasado.
"Nunca pensé que fuera posible escuchar historias que pudieran competir con las que escuché siendo una niña", reconoce Shari. "Hablamos de cuerpos mutilados enteros, genitales cortados, granadas en el interior de cuerpos, preparadas para explotar…".
—¿Qué lección sacarías del Holocausto para esta guerra?
—Pienso que el mundo no escuchó cuando seis millones fueron asesinados. Espero que escuche ahora. Hoy en día hay internet, las cosas se pueden ver rápido y fácil. Solo espero que la gente lo vea y crea. Y que aprendamos que esto no puede volver a ocurrir.
Sus palabras terminan para interrumpir unas lágrimas que están a punto de escapar. En los últimos días, ha sobrevivido a los cohetes enemigos mientras buscaba cadáveres. En muchas ocasiones, solo recogen pequeños trozos de algo que parece humano.
Dos semanas sin identificar
Por eso en Israel quedan todavía tantos cuerpos sin identificar. Habitualmente hay tres procedimientos: el visual, dental o a través de muestras de ADN. Además de las huellas dactilares. En la mayoría de los casos, los crímenes cometidos el 7 de octubre impiden llevar a cabo las dos primeras opciones. Y en muchos otros, el resto tampoco es una opción.
Entonces llaman a Abu Kabir, el Centro Nacional de Medicina Forense de Israel. De nuevo en camiones, los restos se transportan hasta Tel Aviv, donde equipos de diferentes especialidades cotejan todo tipo de historiales médicos: rayos x, escáneres, fracturas, operaciones, biopsias… cualquier mínimo hilo del que tirar.
"He visto muchas cosas, pero nunca algo así. En algunos cuerpos solo queda un kilo de huesos"
"Nunca habíamos sufrido algo similar. Llevo 31 años como doctor de medicina forense y he visto muchas cosas: asesinatos, accidentes, la guerra… pero nunca había algo así", confiesa Chen Kugel, director del centro, a El Confidencial. "En algunos cuerpos tan solo queda un kilo de huesos".
Él ha visto alrededor de 400 cuerpos desde el ataque, un trabajo que no para ni en Sabbath. Mientras unos analizan las joyas, otros examinan el cuerpo y los huesos.
También hay una planta entera de radiólogos en busca de pistas, filtrando historiales recolectados en hospitales de todo el país. Una medida posible cuando las familias siguen sin conocer el paradero de sus seres queridos.
Las leyes judías estipulan que los cuerpos deben de ser enterrados en las 24 horas posteriores a la muerte. Pero no siempre alguien reclama la desaparición.
"Una de las primeras muestras que examiné fue un trozo circular carbonizado. Descubrimos que había dos pieles diferentes. Era una madre o un padre protegiendo a su hijo", suspira Kugel, antes de corregirse. "Bueno, en realidad no descubrimos quiénes eran. Pero el patrón era el de un adulto protegiendo a un niño. Atados y quemados después".
—¿Cómo se digiere?
—Cuando estás en el laboratorio, no piensas. Sabes qué tienes que hacer y lo haces, pero cuando sales o hablo contigo… empiezo a pensar en las personas, no en los trozos de músculo o de hueso que estoy chequeando. No son criminales matándose entre ellos. Eran inocentes.
Aunque lo intenta acariciando un gato, el doctor es incapaz de ocultar su frustración. "No me avergüenza decir que habrá gente que nunca será identificada. Me da pena. En algunos cuerpos, de verdad, no queda nada más allá de carbón y trocitos minúsculos de hueso".
—¿Ha cambiado tu trabajo tu visión del conflicto?
—Espero que lo peor haya pasado, que no haya más civiles. Los políticos hacen las guerras, aunque el pueblo no lo quiera, pero ahora en Israel… la esperanza se ha acabado. No creo que pueda haber paz.
El olor a muerte se cuela por el hueco de la puerta antes de penetrar los orificios de la nariz. El hedor escapa con el frío de la cámara frigorífica, provocando una arcada que el rabino no puede evitar. Dentro, bolsas negras, blancas y azules esconden los restos de las víctimas de Hamás. Las hay de todos los tamaños. Tres semanas después del asalto, la base militar de Shura se ha convertido en una gran morgue con contenedores repletos de cadáveres sin identificar.
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