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El feminismo global se había olvidado de las iraníes. El Nobel, no
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El feminismo global se había olvidado de las iraníes. El Nobel, no

Narges Mohammadi ha sido galardonada con el Nobel de la Paz, un reconocimiento que pone el foco la lucha por los derechos, la democracia y la igualdad en Irán

Foto: La activista iraní Narges Mohammadi, en una foto de archivo de 2007. (Getty/NurPhoto/Morteza Nikoubazl)
La activista iraní Narges Mohammadi, en una foto de archivo de 2007. (Getty/NurPhoto/Morteza Nikoubazl)

"Nadie debe permanecer en silencio ante tanta crueldad". Narges Mohammadi escribió estas palabras desde la cárcel en la que cumple una condena por "difundir propaganda contra el Estado". Fue entre rejas cuando publicó la carta para alzar la voz contra la muerte de Mahsa Amini, la joven que murió bajo custodia policial en Teherán tras ser arrestada por no llevar el velo "correctamente colocado" sobre la cabeza. Ha sido también en prisión donde se ha enterado de que ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2023, cuando se cumple un año de las protestas masivas que sacudieron Irán pero que fueron duramente reprimidas por el régimen de los ayatolá.

Foto: La activista iraní, Narges Mohammadi, ganadora del Premio Nobel de la Paz (Reuters)

El Nobel de la Paz es sin duda un reconocimiento no solo a la vida de la activista, sino también al combate de todos los iraníes que luchan por sus derechos. "El año pasado se dio un paso muy importante y el pueblo dijo 'basta'. El Gobierno ha utilizado un solo mecanismo, el de la represión, y la única vía que tiene ahora el pueblo de Irán para continuar con la lucha es la desobediencia civil", afirma Daniel Bashandeh, analista político especializado en Oriente Medio e Irán, a El Confidencial. Sin embargo, el analista añade que, pese a la importancia del premio Nobel, Irán necesita acciones concretas por parte de la comunidad interacional. "Es necesario pasar a la acción diplomática, a decir 'no' a la interlocución con la República Islámica".

Y ahí es donde las iraníes se han visto abandonadas en su lucha. El feminismo global pronto se distrajo de sus desvelos. El Nobel a Mohammadi trae de nuevo su lucha a la palestra.

Su combate a favor de la igualdad, la democracia, las elecciones libres y la abolición de la pena de muerte en su país empezó hace más de 20 años y le valió su primer arresto en 1998. Desde ese momento, su vida ha estado marcada por las entradas y salidas de la cárcel, en las que Amnistía Internacional ha denunciado que ha sido sometida a tortura y a malos tratos. "El 3 de febrero (de 2022), después de sufrir un ataque al corazón, el doctor de la prisión no le prestó una atención adecuada y la fiscalía prohibió su traslado a un hospital externo. Sólo después de que el 16 de febrero sufriese una serie de ataques cardiacos, fue trasladada a un hospital donde la operaron de forma urgente. En contra de la opinión médica y antes de recuperase, el 19 de febero fue llevada de nuevo a la cárcel", denunció la organización. Además, aseguró que se le negó el contacto con sus hijos pequeños.

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Foto de archivo de una protesta por la muerte de Masha Amini en EEUU (REUTERS Elizabeth Frantz)

Mohammedi salió de esa prisión, pero ahora vuelve a estar encarcelada en la cárcel de Evin. Su lucha sigue siendo, esté o no entre rejas, una de las más importantes de Irán. "Está reconocida internacionalmente, pese a tenerlo todo en contra, pese a todas las limitaciones y pese a estar en la cárcel. Sigue haciendo activismo contra la tiranía del régimen de Irán", explica Bashandeh.

Mientras la población iraní sigue luchando por sus derechos en las calles, Narges Mohammadi lo hace desde la cárcel. Desde ahí hizo un llamamiento a seguir luchando, a seguir "en pie". "Demos un paso cada vez y preparémonos para los siguientes", escribió. El compromiso de la activista es una de las armas más importantes para la población y una señal de que las fuerzas iraníes son más vulnerables de lo que parecen", apunta el analista. "El hecho de que esté en la cárcel significa que el régimen tiene que mantener a la oposición encerrada para mantenerse en el poder. Es el único arma que tienen y la única oferta que puede hacer a la ciudadanía es la represión".

Foto: Manifestación a favor de Mahsa Amini. (Reuters/Allison Bailey)

Con las esperanzas de un cambio de Gobierno hacia la igualdad y la democracia salieron la las calles miles de personas tras la muerte de Mahsa Amini. Las mujeres se quitaban los velos y los hombres desafiaban el poder de los ayatolás. Parecía que, esta vez, la transformación era inevitable. "Yo creo que esta vez va a caer el régimen", dijo Tina, una activista iraní exiliada en Estados Unidos. ¿Por qué esta vez sí? "Veo a la gente unida. Nunca pensé que pese a que ellos están matando mucha gente, la gente no iba a parar de protestar. Me he quedado sin voz de tanto gritar en las manifestaciones. No paro de llorar. Algo va a cambiar", afirmaba.

Han pasado muchos meses del inicio todo aquello. No ha caído esta vez tampoco el régimen, como creía Tina, y los cambios sociales han sido, aunque esperanzadores, relativamente pequeños. La represión, mientras tanto, ha sido brutal. "Las cifras oficiales hablan de más de 700 víctimas mortales y las cifras no oficiales de 1.200. Todos y todas murieron por disparos directos a los manifestantes de las fuerzas de seguridad. Centenares de jóvenes y chicas han quedado ciegas por recibir estos disparos. Hay decenas de miles de detenidos. Han sido ahorcados siete jóvenes. Las torturas en las cárceles llevaron a muchas confesiones forzadas", sintetiza a El Confidencial Faribah Ehsan, presidenta y cofundadora de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos (AIPDH).

Foto: Una protesta en Berlín para condenar la muerte de Mahsa Amini. (EFE/Filip Singer)

Y tras todo ese horror llegó el péndulo del desinterés de la comunidad internacional y de buena parte de los propios movimientos feministas globales que se limitan, en ocasiones, a condenar un régimen que impone un apartheid de género. ¿Sería admitido mantener relaciones diplomáticas hoy con la Sudáfrica del apartheid? Cambien a la población negra y mestiza por las mujeres y el resultado es el Irán y Afganistán de hoy en día. "Muchas amigas mías activistas que aún viven en Irán no tienen ganas de hablar con periodistas occidentales. Han perdido la confianza. Creen que los occidentales las ven como personas inferiores y que el mundo occidental se mueve por sus beneficios y en los momentos importantes no nos apoya", lamenta Tina.

"Es muy triste, pero no puedo dejar de decir la verdad por más que me duela: no sentimos el respaldo del feminismo internacional hacia nuestra causa. Hay apoyos aislados. Si hablo de España, donde llevo viviendo 43 años, son las feministas y los feministas veteranos los que más se comprometen con la revolución Mujer, Vida y Libertad. Por desgracia, el feminismo en España está dividido y esa división les tiene tan absorbidas que no dan para más", explica a El Confidencial Nilufar Saberi, una exiliada iraní que fue presidenta de AIPDH y que ahora se mantiene como activista independiente. "Estoy en contacto con asociaciones y les he rogado de todas las maneras que intenten entender la importancia de la lucha de las iraníes para el mundo entero. Y no, no terminan de captarlo y mucho menos de apoyarlo. Así que estamos muy decepcionadas con el feminismo internacional y, por la parte que me toca, con el feminismo en España", agrega.

El mejor gol a favor del feminismo

Un ejemplo reciente de ello ha tenido como protagonista a un balón. El año pasado se celebró en Qatar el Mundial de Fútbol masculino. La bola corría por los estadios a la vez que se sucedían las protestas por los derechos de las mujeres y la libertad en el país vecino. La represión fue brutal y hasta tuvo como víctima a un compañero de oficio, el futbolista iraní Amir Nasr Azadani, que en un principio fue condenado a muerte por apoyar las revueltas y finalmente le han impuesto 26 años de cárcel. No hubo pancartas ni muestras de solidaridad de ningún equipo.

En agosto pasado se celebró otro Mundial, el femenino. El triunfo de España quedó eclipsado por la actuación del presidente Rubiales y su beso a Jenni Hermoso. La noticia salió en medio planeta. Selecciones femeninas de todo el mundo se han solidarizado con las jugadoras españolas bajo el lema #Seacabó. Ese #Seacabó lo echan de menos, por ejemplo, las afganas, cuyas deportistas han sido excluidas en este momento de los Juegos Asiáticos que se celebran en China porque su país les impide practicar deportes. "No conozco el caso de Rubiales, pero a pesar de lo que ha pasado en Irán, las instituciones internacionales no han dado ningún apoyo especial, efectivo y operativo al movimiento. No tenemos expectativas especiales del mundo", explica a este medio Sheyda, una activista iraní que vive en Teherán.

placeholder La selección sueca se solidariza con la española. (Reuters)
La selección sueca se solidariza con la española. (Reuters)

Ella, como muchas mujeres persas, mantiene su lucha por su libertad. Entre la fuerte represión, Sheyda ve cambios que son pequeñas victorias. "Yo puedo decir que, desde el año pasado hasta hoy, solo he salido de casa cinco días con el hijab (velo) requerido por el Gobierno. Lo mismo han hecho muchas amigas. Además, puedo ver un cambio en las opiniones de la gente y la posición de las mujeres en todas las clases sociales se está redefiniendo. No significa que estemos cerca del final y donde deberíamos estar, pero en el último año se pueden ver cambios significativos en el corazón de la sociedad".

Maryam, otra iraní que vive en Teherán, es algo menos optimista. "El Gobierno no ha dado un paso atrás en sus posiciones, ni se aprecia ningún cambio respecto de las opiniones y demandas del pueblo. La represión se ha vuelto más severa que en el pasado e incluso se han aprobado nuevas leyes para el uso obligatorio del hijab que incluye multas fuertes". Ella, como sus compañeras, tampoco siente el respaldo de la comunidad internacional. "Durante las cuatro décadas del reinado de terror de los extremistas islámicos, las mujeres iraníes habían mostrado su oposición con luchas civiles o protestas callejeras desde los primeros días. Finalmente, la ultimas protestas del año pasado han recibido la atención del mundo y se han escuchado las voces de las mujeres que sufren. Esto es satisfactorio, pero no es suficiente. Necesitamos más apoyo por parte de las organizaciones de derechos humanos", explica Maryam.

Las 'mil crisis' de Irán

Irán es un país de muchos prismas. Entre el Irán urbano y el rural existe una profunda brecha. Incluso en las grandes ciudades hay una clara diferencia entre los barrios más desarrollados, donde hay una población joven universitaria que en ocasiones ha ido al extranjero, y las zonas más pobres donde el nivel educativo es más bajo y el conservadurismo es mayor. "Yo creo que en las grandes ciudades la diferencia con las mujeres occidentales es más pequeña. La gran diferencia es en las zonas rurales donde las mujeres no gozan de derechos", explica Farah, una iraní que confiesa que, pese a no haber apoyado las revueltas, sus ideas sí han cambiado. "Ahora hay mujeres en la calle sin velo y eso antes no era posible. Tengo dudas en todo caso de que se vaya a conseguir algo más. El hombre en Irán es muy fuerte y su poder tiene raíces muy profundas", dice.

¿El velo discrimina a la mujer? "Claro. Los hombres sienten que tienen más derechos y que las mujeres valen menos", señala la no activista, que prefiere hacer una vida "normal" que salir a protestar a las calles. La unidad de las mujeres iraníes no es total, aunque la tendencia, pese la represión, es que va madurando la idea de conquistar derechos. "Es natural que haya facciones diversas ante la ausencia de partidos políticos, pero hoy hasta las personas con creencias religiosas están en contra del actual Gobierno", dice Sheyda. "Yo creo que el apoyo de las mujeres a este Gobierno ha bajado muchísimo en los últimos años. En la última década la mujer en Irán ha alcanzado una conciencia aceptable de sus derechos. Hay charlas intelectuales, las mujeres estudian, se han incorporado al mercado laboral… Insistimos en tener presencia social", opina, por su parte, Maryam.

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Desde las activistas que viven en el extranjero la fotografía es algo diversa. Por un lado, no tienen el pulso diario de la calle; por el otro, acceden a una información que no se tiene en Irán, donde los medios de comunicación y las libertades están censuradas. "El feminismo en Irán significa pura supervivencia. No es una cuestión académica. Es día a día, a pie de calle. En Irán, para sobrevivir no te queda otra que ser feminista. A los hombres, para que las mujeres de su vida no sean discriminadas no les queda otra que ser feministas también. De ahí que la primera revolución feminista mixta de la historia de la humanidad haya nacido en Irán el pasado 16 de septiembre de 2022", señala Nilufar Saberi.

¿Hay división entre las mujeres iranís? "No hay división en el feminismo. Otra cosa es el invento de feminismo islamista, cosa incoherente, imposible y que lo inventamos las iraníes por supervivencia en 1990 para tener algo de aire. Y lo vergonzoso es que van las universidades e intelectuales a nivel internacional y se lo toman en serio. Y eso lo aprovechan los islamistas para decir que los derechos de las mujeres están garantizados", responde.

Saberi también es muy crítica con el apoyo internacional. "No hay un solo gobierno en el mundo que quiera que se vayan los islamistas de Irán. El mundo desarrollado porque tiene ahí sus interese económicos para seguir saqueando nuestros recursos naturales a bajo costo. Y el mundo tercermundista del entorno, hablo a nivel democrático, no quieren una democracia secular que revolucione a sus poblaciones", sentencia. Algo parecido explica Sheyda: "Leí en algún sitio que estaba escrito que el olor del petróleo impide que el olor de nuestra sangre llegue a Occidente. Creo que los gobiernos y organizaciones occidentales solo buscan dar una imagen de apoyo a los derechos humanos".

Foto: Protestas en Irán por la muerte de Mahsa Amini. (Reuters/WANA)

La crítica, para Saberi, salpica al actual Gobierno español. "El 14 de febrero de 2023 tuvimos una reunión que nos costó mucho conseguir con la ministra de Igualdad. La reunión se dio maravillosamente bien, estuvo súper amable, bellísimas palabras y compromisos que se recogieron en apoyo a nuestra lucha. Sin embargo, a fecha de hoy no existe ni un solo hecho de lo que se dijo que se iba a hacer. Entiendo que son tiempos complicados para el Gobierno en España, pero desde febrero ha pasado tiempo y no tenemos el apoyo de quien más lo esperamos y necesitamos, que es el Ministerio de Igualdad, como ha pasado en otros países europeos", denuncia.

'No hay acciones reales'

España se ha convertido en un referente mundial en la lucha por los derechos de las mujeres, pero al igual que otros países tiene contradicciones entre una política de derechos humanos global y los intereses económicos y geopolíticos propios. "De lo que estamos hartas es de que no hay ninguna acción real de parte de la comunidad internacional para apoyar nuestra lucha. Debemos pedir al Gobierno de España que rompa relaciones con los islamistas, sean de Irán o de Afganistán. De hecho, hemos tenido varias reuniones absurdas con la Comisión de Derechos Humanos del ministerio de Asuntos Exteriores, ya que el señor ministro jamás se digno a recibirnos, y una conclusión resumida es que están con nosotras en nuestra lucha, simpatizan y nos apoyan de corazón, pero que ellos no pueden hacer nada a nivel institucional porque mantienen, dijeron literalmente, "cordiales" relaciones con el Gobierno de Irán", critica Saberi. "Y cuando protestamos y dijimos que cómo era posible que tuvieran buenas relaciones con un gobierno terrorista, nos respondieron que se referían al país en su conjunto independientemente de quien gobernase. No se puede ser más falso y cínico. Esto son los gobiernos hoy en día, que solo piensan en mantenerse en el poder y lo que pase a nuestras hijas y nietas mañana les importa un bledo. Ellos vienen a salvar sus cuatro años de mandato", añade.

placeholder Protestas frente a la embajada iraní en Madrid. (EFE)
Protestas frente a la embajada iraní en Madrid. (EFE)

Fariba, representante actual de la AIPDH, tiene una visión diferente. "El feminismo internacional nos ha arropado con todo su poderío. Hemos sentido esta solidaridad a lo largo del año pasado. Desde las intelectuales feministas, artistas, deportistas, activistas, asociaciones feministas y asociaciones pro derechos humanos, todas nos apoyaron y tomaron nuestras manos para cantar juntas Mujer, vida, libertad!", afirma. Preguntada sobre si siente el apoyo del Gobierno español, afirma que han recibido "apoyos limitados". "Destacamos que, a pesar de nuestra insistencia, el ministro de Asuntos Exteriores nunca aceptó hacer una entrevista con nosotras. Sin embargo, la ministra de Igualdad, Irene Montero, nos recibió con amabilidad y mantuvo una reunión de dos horas. En varias ocasiones, expresó su solidaridad con el movimiento revolucionario "Mujer, Vida, Libertad" a través de Twitter. La secretaria de Estado de Igualdad, Ángeles Rodríguez Pam, nos envió un video de apoyo, y el presidente Pedro Sánchez se reunió con la ajedrecista iraní que vive en España, lo que fue un signo de apoyo a las mujeres iraníes. También Ione Belarra expresó en un mitin la semana pasada con rotundidad su solidaridad y la del feminismo español con las iraníes", responde Fariba.

El problema es si las palabras de aliento son suficiente para millones de personas a las que el tiempo se les echa encima encerradas en países donde carecen de derechos. Irse es la única forma de recuperar la libertad; quedarse y luchar es la forma de conseguirla. El precio a pagar es alto en ambos casos. "Me siento culpable de haber dejado mi país. Hice todo lo que pude, pero irme solo salva mi vida", dice la exiliada en Norteamérica, Tina. "Nuestro régimen es un diablo. Imagínate un régimen que no tiene problemas en matar a su propia gente que puede hacer al resto del mundo si tuviera armas nucleares", incide.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Peter Foley)

La lucha se mantiene entre el silencio internacional por la carencia de focos. Las y los iraníes retan a un Gobierno que ha endurecido su postura. El hijab es el símbolo de toda esa opresión. "Para mi, el hijab no significa más que una herramienta de represión a las mujeres. Es un apartheid de género. Yo no lo uso ahora a pesar de que tengo mucho miedo", señala Sheyda. "Obligar a una parte de la sociedad a vestir cierto tipo de ropa por parte del gobierno es un delito", señala, por su parte, Maryam

"Algunas mujeres en sitios públicos, especialmente las más jóvenes, no llevan velo. Las autoridades han sacado a la Policía de la Moral de nuevo a las calle para obligar a su uso, pero si mantenemos nuestra postura creo que tendremos éxito. Es difícil, pero es posible que se escuche nuestra voz. Los hombres nos han ayudado también, pero necesitamos más su apoyo. Especialmente cuando nos quieren arrestar en la calle queremos que nos ayuden a prevenirlo", opina Amina, una última activista iraní de Teherán con la que ha entrado en contacto este medio.

"El velo es el símbolo material de la represión islamista. Es la bandera islamista izada sobre nuestras cabezas. Nos negamos a seguir siendo sus postes publicitarios. No estamos a favor de que se prohíba, apoyamos la libre elección de cada uno, pero el velo no es una prenda, es el sometimiento de la mujer a la misoginia", concluye Saberi.

* La versión original de este texto, publicada el 30 de septiembre bajo el titular: 'Cómo los ayatolás le ganaron la batalla al feminismo global: "Estamos muy decepcionadas"', ha sido actualizada el 6 de octubre con la entrega del Nobel de la Paz para la activista Narges Mohammadi.

"Nadie debe permanecer en silencio ante tanta crueldad". Narges Mohammadi escribió estas palabras desde la cárcel en la que cumple una condena por "difundir propaganda contra el Estado". Fue entre rejas cuando publicó la carta para alzar la voz contra la muerte de Mahsa Amini, la joven que murió bajo custodia policial en Teherán tras ser arrestada por no llevar el velo "correctamente colocado" sobre la cabeza. Ha sido también en prisión donde se ha enterado de que ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2023, cuando se cumple un año de las protestas masivas que sacudieron Irán pero que fueron duramente reprimidas por el régimen de los ayatolá.

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