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Una gira para salvar la unión británica: la misión más difícil de Carlos III
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Carlos III, en Irlanda del Norte

Una gira para salvar la unión británica: la misión más difícil de Carlos III

Se habla mucho del desafío soberanista escocés. Pero es en Belfast donde las tensiones políticas son más preocupantes y donde Downing Street no se puede negar a permitir que haya un referéndum sobre la reunificación de la isla de Irlanda

Foto: Carlos III y Camila, en Edimburgo. (EFE/Tolga Akmen)
Carlos III y Camila, en Edimburgo. (EFE/Tolga Akmen)

Setenta años en el trono dan para muchas recepciones. Pero la que tuvo lugar en junio de 2012 no fue una más para Isabel II. Tampoco lo fue para Irlanda del Norte. Al fin y al cabo, no todos los días la soberana estrechaba su mano con quien en su día fue líder de un grupo terrorista que quiso acabar con todo aquello que representa la Corona británica; el mismo que en 1979 hizo saltar por los aires el barco de Lord Mountbatten, primo de la reina. A todos los momentos históricos que marcaron el proceso de paz en el Ulster se sumaba, por tanto, uno más: el día en que Isabel II saludó sonriendo a Martin McGuinness, entonces número dos del Sinn Féin.

El IRA ahora está inactivo en la provincia británica. Pero la llegada este martes de Carlos a Belfast —la primera desde que se convirtió en Carlos III— tampoco será un día más para Irlanda del Norte. La parada se enmarca como parte de la gira que el nuevo monarca está llevando a cabo por las cuatro naciones que componen el Reino Unido, en un momento en que la unidad constitucional está más que cuestionada.

Foto: El nuevo rey de Inglaterra, Carlos III. (EFE/Neil Hall)
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Se habla mucho estos días del desafío soberanista escocés con la promesa de Nicola Sturgeon de sacar de nuevo las urnas para el próximo año. Pero es en Belfast donde las tensiones políticas son más preocupantes y donde existe la excepcionalidad por la que Downing Street no se puede negar a permitir que haya un referéndum sobre la reunificación de la isla de Irlanda si se dan una serie de requisitos.

Entre ellos, el triunfo de los católicos en las elecciones 'autonómicas', algo que ya sucedió el pasado mes de mayo, cuando el Sinn Féin se convirtió, por primera vez desde la partición de la isla hace un siglo, en la formación más votada.

Ceremonia para los fieles a la Corona

El Brexit ha dejado ya a Belfast más alineada política y económicamente con Dublín que con Londres, debido a los nuevos controles aduaneros, que han creado una parálisis en Stormont, porque los unionistas del DUP se niegan ahora a formar el Gobierno de coalición con el Sinn Féin al que les obliga el Acuerdo de Paz de 1998 hasta que no se modifique el llamado Protocolo de Irlanda, pieza clave del pacto que se firmó con Bruselas.

La nueva primera ministra, Liz Truss —la misma que en su día hizo campaña por la permanencia en la UE, pero ahora se ha reconvertido en la niña bonita del núcleo duro del Partido Conservador—, está ahora dispuesta a realizar cambios de manera unilateral, pudiendo provocar una guerra comercial con el bloque. En definitiva, Irlanda del Norte puede ser un frente importante en la nueva era carolina.

En la proclamación oficial el lunes de Carlos III en territorio norirlandés, estuvieron presentes representantes políticos, con la excepción de los nacionalistas del Sinn Féin, que recalcaron que no enviaban a ningún diputado porque la ceremonia era “para quienes tienen su fidelidad política en la Corona británica”.

El tren de Belfast a Dublín ha agregado una parada especial en Lisburn para ayudar a las personas a rendir homenaje a Isabel II en el castillo de Hillsborough, la única residencia real en la provincia británica. Carlos III —que a lo largo de su vida ha viajado 40 veces a Irlanda del Norte, pero este martes lo hace por primera vez convertido en monarca— llegará al condado de Down, al que se le otorgó el prefijo 'real' en reconocimiento a sus vínculos de larga data con la monarquía. Fue el rey Carlos II quien concedió la carta para crear un municipio en 1660.

Foto: El nuevo rey de Inglaterra, Carlos III. (Reuters/Henry Nicholls)

Después de ser recibidos en el aeropuerto de la ciudad de Belfast, el nuevo rey y Camila, reina consorte, verán una exposición sobre la larga asociación de la reina Isabel II con Irlanda del Norte en el castillo georgiano. La princesa Isabel, que entonces tenía 19 años, se quedó allí en marzo de 1946, y más tarde tuvo un banquete después de ser coronada en 1953. En 2009, tuvo lugar en el castillo de Hillsborough la primera reunión entre los jefes de Estado del Reino Unido y la República de Irlanda, cuando la difunta reina dio la bienvenida a Mary McAleese, entonces presidenta de Irlanda.

En 2011, Isabel II fue la primera monarca británica en casi un siglo en visitar la República de Irlanda. El histórico viaje certificó la normalización de las relaciones entre Londres y Dublín. Sin embargo, en aquella ocasión, el Sinn Féin se negó a participar en los actos programados y tuvo que pasar otro año para que Martin McGuinness —entonces segundo de la formación— estrechase la mano de la soberana en Belfast, convirtiéndose en el primer dirigente republicano en hacerlo.

Foto:  El rey Carlos III junto a su madre, la reina Isabel II, durante el Festival de Flores de Chelsey. (Getty/Tim Graham)

Dentro de la gira por todo el país, el viernes Carlos III visitará Gales. Hasta su ascensión fue príncipe de Gales, título que ahora representa su hijo Guillermo, para disgusto de algunos nacionalistas galeses. Una petición que supera ya las 20.000 firmas asegura que es un “símbolo de dominio” sobre Gales que ha tenido un príncipe inglés desde 1282, cuando Eduardo I completó su conquista.

Heredar en un momento difícil

Carlos III hereda el trono en un momento en que la monarquía como institución todavía cuenta con un amplio apoyo en el Reino Unido, con una mayoría del 62% a favor, frente al 22% que aboga por la abolición, según la última encuesta de YouGov de junio, cuando Isabel II cumplió 70 años en el trono. Pero existen grandes diferencias entre el apoyo que recibe la institución en las diferentes naciones. Una encuesta realizada en mayo por el 'think tank' British Future encontró que más del 36% de los escoceses pensaba que el final del reinado de Isabel II sería el momento adecuado para cambiar de modelo constitucional.

Foto: Carlos III se ha dirigido a la nación por primera vez como rey tras la muerte de Isabel II. (Reuters/Yui Mok/Pool)

La gran cantidad de apoyo y admiración que había por la reina no debe confundirse con el apoyo inquebrantable a la familia real en su conjunto, especialmente después del sonado Megxit, las acusaciones de racismo de Meghan; así como el escándalo de abuso sexual de menores que el príncipe Andrés siempre ha negado, pero que le ha llevado a ser alejado de la vida pública. Una década antes, la misma empresa de sondeos, YouGov, informó de que el apoyo a la monarquía era 11 puntos más alto, un 73%.

Es muy complejo que Carlos III vaya a tener algún día la misma popularidad que su madre o incluso que su hijo Guillermo. Pero su labor es mantener al menos la continuidad de La Firma una vez se dé el último adiós a su progenitora.

El cortejo fúnebre con los restos de la reina Isabel II salió el lunes del palacio real de Holyroodhouse, en Edimburgo, hasta la catedral de St. Giles, donde el ataúd permanecerá hasta que este martes sea llevado a Londres, de cara al funeral de Estado el día 19 en la Abadía de Westminster. Los guardias del Regimiento de Escocia, con sus faldas tartán y sus boinas escocesas, flanqueaban el coche fúnebre a lo largo del trayecto, colorido pero marcado por la visible tristeza de la gente.

Foto: El rey Carlos III y otros miembros de la familia real celebran una vigilia en la catedral de San Giles, en Edimburgo. (Reuters/Pool/Jane Barlow)

Por detrás del féretro, cubierto con el estandarte real de Escocia y una corona de flores, estaban sus cuatro hijos en una procesión encabezada por el propio Carlos. Todos llevaban su uniforme militar, a excepción del príncipe Andrés, al no representar ya a la Corona.

Durante el servicio religioso, se escuchó una interpretación en gaélico de la conocida cantante folclórica escocesa Karen Matheson del Salmo 118, un gesto tremendamente simbólico, ya que el gaélico fue perseguido sistemáticamente hasta casi la extinción durante un periodo de siglos, primero por la propia Corona inglesa y luego por el Gobierno británico. Una ley parlamentaria de 1616 llegó a prohibir específicamente la enseñanza del 'irishche' (como se conocía entonces al gaélico) en las escuelas primarias de Escocia.

En la ceremonia, la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, leyó un fragmento de la Biblia: “Hay un tiempo para todo. Tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para recoger; tiempo para matar y tiempo para sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir”. Se llegó a pensar que Isabel II era la soberana inmortal, pero ha llegado el momento de despedir a la última reina global.

Setenta años en el trono dan para muchas recepciones. Pero la que tuvo lugar en junio de 2012 no fue una más para Isabel II. Tampoco lo fue para Irlanda del Norte. Al fin y al cabo, no todos los días la soberana estrechaba su mano con quien en su día fue líder de un grupo terrorista que quiso acabar con todo aquello que representa la Corona británica; el mismo que en 1979 hizo saltar por los aires el barco de Lord Mountbatten, primo de la reina. A todos los momentos históricos que marcaron el proceso de paz en el Ulster se sumaba, por tanto, uno más: el día en que Isabel II saludó sonriendo a Martin McGuinness, entonces número dos del Sinn Féin.

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