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Del más votado al más odiado: ¿es Olaf Scholz el líder más débil de la historia de Alemania?
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Crisis, corrupción y división

Del más votado al más odiado: ¿es Olaf Scholz el líder más débil de la historia de Alemania?

No todos los alemanes apoyan a Olaf Scholz. Un 62% de la población está descontento con la gestión del canciller en medio de la crisis energética y la inflación que afecta al país

Foto: Olaf Scholz. (EFE/Hannibal Hanschke)
Olaf Scholz. (EFE/Hannibal Hanschke)
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El canciller alemán no lo tiene fácil estos días. El país afronta su peor crisis energética desde la posguerra y una severa inflación, mientras varios roces internos empantanan su coalición tripartita de gobierno. Además, viejos escándalos de corrupción amenazan con salpicarle a él mismo. Los frentes se multiplican para Olaf Scholz antes de cumplir sus primeros nueve meses en el poder. Y su imagen también se desploma: un 62% de los alemanes, según una encuesta reciente, está descontento con el trabajo del canciller. En gran parte, por su débil respuesta a todos estos desafíos.

Porque, si bien el socialdemócrata tuvo la mala suerte de darse de bruces con una crisis mayúscula provocada por la guerra de Ucrania, apenas arrancado su mandato, lo que le está pasando factura al mandatario alemán es la mala gestión política. O lo que muchos de sus compatriotas ven como tal. Al margen de la valoración del desempeño de su Gobierno, Scholz tiene problemas de imagen.

Foto: Las banderas de la UE y Alemania ondean delante del Reichstag, el lugar de reunión del Parlamento alemán. (Reuters/Lisi Niesner)

Y es que el hombre elegido canciller en 2021, por ser supuestamente el más parecido a su predecesora, la pragmática y cerebral Angela Merkel, no ha conseguido aún conectar con muchos de sus votantes. Algunos errores, como la falta de reflejos políticos durante una reciente visita del presidente palestino, Mahmud Abbas, han empeorado la situación. Durante su visita a mediados de agosto en la cancillería berlinesa y con el propio Scholz al lado, Abbas comparó supuestas matanzas cometidas por Israel con el Holocausto, un escenario intolerable en Alemania. En el país, reconocer el genocidio nazi contra millones de judíos como algo único e irrepetible es razón de Estado.

El líder de la oposición, el conservador Friedrich Merz, cuestionó luego la capacidad de Scholz, en medio de una lluvia de críticas porque el canciller no había salido al paso en ese mismo instante para corregir a Abbas. "Pensé por primera vez que lo de este Gobierno puede salir muy mal", comentó Merz a la revista 'Focus'. "¿Qué imagen estamos dando en el mundo con este canciller?", se preguntó, maliciosamente. La propia revista 'Focus' consideraba que Scholz podría ser "uno de los cancilleres más débiles" de la historia germana.

¿Un estilo de comunicación anticuado?

Los errores como el cometido frente a Abbas no son comunes en Olaf Scholz, un hombre con décadas de experiencia en cargos públicos, pero su forma de hacer política no está ayudándole mucho. Una idea bastante difundida en Alemania es que su propio estilo de comunicación no está a la altura de los nuevos tiempos, en los que el desafío geopolítico de la Rusia de Vladímir Putin demanda un liderazgo claro y contundente. El famoso estilo merkeliano, flemático y pausado, ha caído en desuso.

Foto: Ilustración: EC Diseño.

Pocos días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, a finales de febrero, Scholz pronunció un discurso muy celebrado en el Parlamento en el que anunciaba un histórico giro en la política alemana, pero desde entonces el canciller ha tenido que navegar la mayor parte del tiempo con el viento en contra de la opinión pública. Sus propias palabras de la 'Zeitenwende', el cambio de era, se han convertido en cierta forma en una vara para medir su fracaso. El particular infortunio de Scholz es que son sus palabras, mucho más que los hechos, las que parecen no estar a la altura de las circunstancias.

El diario 'Der Tagesspiegel' mostraba estos días con datos muy detallados que Alemania es el tercer país con más ayudas militares y financieras prometidas a Ucrania. No solo en Berlín, sino también en Kiev y en otras capitales europeas, está aún asentada la idea de que el Gobierno de Scholz es de los menos resolutivos a la hora de apoyar a los ucranianos. A ello contribuyeron las negativas iniciales del canciller a enviar armamento pesado, así como también su reticencia, mantenida durante meses, a visitar Kiev. Y también los mensajes vacilantes del canciller.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, en el Bundestag. (EFE/Clemens Bilan)

Scholz se ha mantenido hasta ahora fiel a su forma sobria de hacer política. En el argot político berlinés, se usa ahora a menudo el adjetivo 'scholzig' para describir su estilo acartonado y aburrido, así como hasta hace algunos años se empleaba el verbo inventado 'merkeln' para referirse a los momentos en que Angela Merkel daba entrevistas o hablaba en público sin decir nada sustancial.

Las odiosas comparaciones con la estrella verde

Parte de los problemas de Scholz tienen que ver además con la comparación con otros miembros de su Ejecutivo, en particular con su vicecanciller, el ministro de Economía, Robert Habeck, estrella del segundo socio de coalición, Los Verdes. Los líderes de los ecologistas, Habeck y la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, son los políticos más populares entre los alemanes, en buena parte por su forma de hacer frente a Putin retóricamente y de mostrar su apoyo a Ucrania.

Habeck, sobre todo, ha revolucionado la política germana, tradicionalmente parca y alérgica a los grandes discursos, con su forma de hablar aparentemente sincera e informal, mostrando sus propias dudas y haciendo gala de una cercanía y una autenticidad ajenas a la gran mayoría de políticos alemanes. A Scholz, en cambio, se le asocia desde sus tiempos como alcalde de Hamburgo con un refrán tomado del mundo anglosajón: 'Never complain, never explain'. Nunca te quejes y nunca des explicaciones. La coraza del político, ante todo.

Foto: Pedro Sánchez y Olaf Scholz, este martes, en Alemania. EFE EPA CLEMENS BILAN

Dada la popularidad de Habeck, algunos medios y analistas se refieren al verde abiertamente como el "canciller oculto", es decir, como el mejor líder del país, y las encuestas muestran que la mayoría de alemanes preferiría verlo a él como jefe del Gobierno. Scholz ocupa el tercer lugar en las preferencias, por detrás del conservador Merz. Las comparaciones con Habeck, siempre perjudiciales para Scholz, generaron recientemente también fricciones en la coalición tripartita, donde la convivencia entre socialdemócratas, verdes y liberales no ha sido nunca fácil.

Habeck afronta por primera vez en estos días críticas públicas por algunas medidas de su ministerio para hacer frente al aumento de los precios del gas, y varios líderes socialdemócratas no han dejado pasar la oportunidad de atacar al político más popular del país, pese a su alianza de gobierno. Tras un reciente retiro a puerta cerrada en el castillo de Meseberg, a unos 70 kilómetros de Berlín, los socios de coalición intentaron mostrarse conciliadores frente a las cámaras.

Foto: Robert Habeck, ministro de Economía alemán, en una rueda de prensa. (REUTERS/Tobias Schwarz)

El ministro de Economía alabó luego en público al canciller. "Con su experiencia, su mesura y su tranquilidad, lidera este país de forma segura, y estoy contento de que eso sea así", aseguró el político verde. Es poco probable, sin embargo, que la comparación con Habeck deje de ser un lastre para el canciller en la opinión pública. "Una buena pregunta es si Olaf Scholz aguanta estar cuatro años bajo la sombra retórica de Robert Habeck", señalaba recientemente Stephan Lamby, un director de documentales políticos que tiene uno de los mejores accesos a los bastidores del poder en Berlín.

El viejo escándalo y el miedo a un 'otoño caliente'

La imagen del canciller ha resultado además más magullada en las últimas semanas por el regreso de un viejo escándalo bancario de sus tiempos como alcalde de Hamburgo, entre 2011 y 2018. Aunque el caso Cum-Ex no ha salpicado hasta ahora a Scholz, sus coletazos vuelven a levantarse de tiempo en tiempo y ponen en apuros al ahora canciller. El año pasado, le afectó en la fase final de la campaña electoral. El escándalo implica a un banco privado, M.M. Warburg & Co, acusado de un fraude fiscal —la entidad recibió un reembolso tributario por unos impuestos que nunca pagó— y tolerado por las autoridades hamburguesas.

Scholz tuvo que volver a comparecer recientemente frente a una comisión parlamentaria que investiga el caso, después de que aparecieran evidencias que parecían implicar a un amigo del canciller y compañero de partido en Hamburgo. El jefe del Gobierno debía responder por algunas reuniones que mantuvo con directivos del banco y su respuesta fue sencilla: no se acordaba, supuestamente, de nada de lo hablado en esos encuentros. Hasta ahora, no ha aparecido tampoco ningún indicio que implique al canciller. Es probable que "Scholz salga limpio, en términos jurídicos, de las acusaciones", considera Lamby. La citación a la comisión, no obstante, ha hecho un flaco favor a la alicaída imagen pública del líder alemán.

Foto: EC.
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Los próximos meses, en todo caso, van a ser desafiantes para el canciller por otros motivos. En el país ronda el miedo a un otoño caliente por las protestas que podrían generar la crisis energética y el aumento de los precios. Se prevé que las facturas del gas y de la electricidad se disparen debido a los problemas en la llegada de gas ruso, otro de los frentes de la batalla entre el Kremlin y la Unión Europea en plena guerra en Ucrania. Alemania es uno de los países europeos más vulnerables, por su alta dependencia del hidrocarburo bombeado desde Rusia.

Scholz ha evitado hasta ahora hablar de protestas y descontento social, algo que prácticamente todos en el Gobierno de Berlín evitan mencionar de forma explícita, por miedo a evocar al fantasma que quieren espantar. El canciller promete más ayudas y, en un repentino intento por mostrarse también él más cercano a los ciudadanos, se dirigió a ellos con una frase en inglés famosa en la cultura popular británica: "You'll never walk alone", el grito de guerra de muchos aficionados de fútbol para alentar a su equipo. Nunca estaréis solos.

El canciller alemán no lo tiene fácil estos días. El país afronta su peor crisis energética desde la posguerra y una severa inflación, mientras varios roces internos empantanan su coalición tripartita de gobierno. Además, viejos escándalos de corrupción amenazan con salpicarle a él mismo. Los frentes se multiplican para Olaf Scholz antes de cumplir sus primeros nueve meses en el poder. Y su imagen también se desploma: un 62% de los alemanes, según una encuesta reciente, está descontento con el trabajo del canciller. En gran parte, por su débil respuesta a todos estos desafíos.

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